No sé sí habéis sido testigos de una escena dantesca.. Imaginaros un cuarto de estar, salita, salón,.. o como queráis llamar a la habitación en que se reune una familia.
Están reunidas la madre, una o varías hermanas de aquella, su amiga de "..taintantos" años -todas con más conchas que un galápago- y una mujer joven, preciosa pues está preñada.
Esta última habla poco y escucha mucho; de cuando en vez pregunta algo; y poquito a poquito "se le va mudando la color".
En contra de lo habitual en una reunión de varias personas, en que nadie continúa o responde a lo que ha dicho otro y donde todos hablan a la vez, aquí se escucha y se paladea con fruicción el comentario ajeno, se asevera lo que dicen los demás y se habla despacio sin menoscabar lo ya expuesto.
El tema monográfico de la velada es el parto. La futura madre es.., ¡hasta médico, sí queréis!; domina todo lo publicado hasta el momento sobre embarazo, parto y posparto; ha dado sabios y relajantes consejos a otras mujeres preñadas.. Si, si, pero ahora es ella quien lo está. Y no ha parido nunca.
Las "expertas" van desgranando prolíjamente lo vivido... "¡De caballo hija; así duele!. ¡Es que sientes que te abren en canal!. ¡Y él tan tranquilo!. ¡Es humillante, tan espatarrada!....".
Demoledor. Ese es el resultado. No hay defensa. Con una habilidad espeluznante, van sacando a la luz todos los terrores ocultos de la persona. Perdida "la color" nuestra protagonista se encomienda a santa Benedetta , que también fué madre, y se dispone a arrostrar su destino...
Pues la preparación de un piloto es similar, digan lo que digan. Os cuento...
Yo era joven. ¡Coño, que sí, que no nací tan feo!. Había oido que volar es sinónimo de libertad, que te sentías "grande" en el aire, que era divertido,... En fín, que caían rendidas a tus pies. ¡Qué os voy a contar que no sepáis!.
Al día siguiente iba a tener mi "bautismo del aire". Mis compañeros, hijos de Ícaro, presumían de su experiencia que era algo mayor que la mía.., un día o dos. Me aconsejaban sobre como tratar al instructor que me había "tocado en suerte", me informaban sobre su carácter y la intensidad de sus nervios y describían de mil maneras distintas su experiencia de vuelo.., de unos diez minutos.
Esa tarde me fuí a una farmacia y me compré un surtido colorista de tabletas contra el mareo, que me vino "de perlas" para contactar con la "farma" que me aconsejó sobre las bondades de cada una, después de que fuese suficiéntemente informada de los peligros que un piloto aventurero como yo iba a correr a la mañana siguiente.
Amaneció aquel día que hizo hito en mi historia.. Yo siempre he sido hombre dado a todos los placeres, ¡no lo puedo negar!, y especiálmente propenso a la gula. Para prepararme adecuádamente reforcé mi desayuno con un bocadillo -tipo flauta travesera- de anchoas de mi pueblo, ¡cosa fina oiga!, y me lancé a la ventura...
Mi instructor, una bellísima persona, me miró desde lejos con aire de estarse preguntando : "¿Cuantas canas me provocará este tío?". Luego comprendí la heroicidad de estas personas, que para enseñar a volar deben entregar el control a quien nada sabe y dejarse llevar..
Una vez que estuvimos en el aire me explicó que iba a demostrarme las posibilidades del avión.. Ante tamaña muestra de generosidad le dirigí una mirada beatífica y una sonrisa agradecida..
Cuando me quise dar cuenta aquella máquina diabólica estaba haciendo cabriolas.., subía cuando yo sentía que bajaba y bajaba cuando yo subía. El cielo parecía estar en el suelo y el suelo.. ¡allá arriba, muy alto!.
Empecé a sentir frío.., sudaba... ¡Toma ya!, en ese momento ví Madrid bajo mi oreja derecha.. Mi ojo izquierdo se situó junto a mi nariz, donde ya estaba el derecho, y saqué graciósamente la punta de la lengua..
El desmadejamiento era total. Se consumó el suplicio. Y en el mismo instante salieron "de paseo" todas las anchoas...
Fué horroroso.. Manolo, mi instructor, enfiló la pista como sí le persiguiese el mismísimo diablo y cuando consiguió huir de aquel reducido cubículo, que compartimos unos momentos él, las anchoas y yo, me prometió entre resoplidos que conmigo sólo haría vuelos "de obispo"..
Están reunidas la madre, una o varías hermanas de aquella, su amiga de "..taintantos" años -todas con más conchas que un galápago- y una mujer joven, preciosa pues está preñada.
Esta última habla poco y escucha mucho; de cuando en vez pregunta algo; y poquito a poquito "se le va mudando la color".
En contra de lo habitual en una reunión de varias personas, en que nadie continúa o responde a lo que ha dicho otro y donde todos hablan a la vez, aquí se escucha y se paladea con fruicción el comentario ajeno, se asevera lo que dicen los demás y se habla despacio sin menoscabar lo ya expuesto.
El tema monográfico de la velada es el parto. La futura madre es.., ¡hasta médico, sí queréis!; domina todo lo publicado hasta el momento sobre embarazo, parto y posparto; ha dado sabios y relajantes consejos a otras mujeres preñadas.. Si, si, pero ahora es ella quien lo está. Y no ha parido nunca.
Las "expertas" van desgranando prolíjamente lo vivido... "¡De caballo hija; así duele!. ¡Es que sientes que te abren en canal!. ¡Y él tan tranquilo!. ¡Es humillante, tan espatarrada!....".
Demoledor. Ese es el resultado. No hay defensa. Con una habilidad espeluznante, van sacando a la luz todos los terrores ocultos de la persona. Perdida "la color" nuestra protagonista se encomienda a santa Benedetta , que también fué madre, y se dispone a arrostrar su destino...
Pues la preparación de un piloto es similar, digan lo que digan. Os cuento...
Yo era joven. ¡Coño, que sí, que no nací tan feo!. Había oido que volar es sinónimo de libertad, que te sentías "grande" en el aire, que era divertido,... En fín, que caían rendidas a tus pies. ¡Qué os voy a contar que no sepáis!.
Al día siguiente iba a tener mi "bautismo del aire". Mis compañeros, hijos de Ícaro, presumían de su experiencia que era algo mayor que la mía.., un día o dos. Me aconsejaban sobre como tratar al instructor que me había "tocado en suerte", me informaban sobre su carácter y la intensidad de sus nervios y describían de mil maneras distintas su experiencia de vuelo.., de unos diez minutos.
Esa tarde me fuí a una farmacia y me compré un surtido colorista de tabletas contra el mareo, que me vino "de perlas" para contactar con la "farma" que me aconsejó sobre las bondades de cada una, después de que fuese suficiéntemente informada de los peligros que un piloto aventurero como yo iba a correr a la mañana siguiente.
Amaneció aquel día que hizo hito en mi historia.. Yo siempre he sido hombre dado a todos los placeres, ¡no lo puedo negar!, y especiálmente propenso a la gula. Para prepararme adecuádamente reforcé mi desayuno con un bocadillo -tipo flauta travesera- de anchoas de mi pueblo, ¡cosa fina oiga!, y me lancé a la ventura...
Mi instructor, una bellísima persona, me miró desde lejos con aire de estarse preguntando : "¿Cuantas canas me provocará este tío?". Luego comprendí la heroicidad de estas personas, que para enseñar a volar deben entregar el control a quien nada sabe y dejarse llevar..
Una vez que estuvimos en el aire me explicó que iba a demostrarme las posibilidades del avión.. Ante tamaña muestra de generosidad le dirigí una mirada beatífica y una sonrisa agradecida..
Cuando me quise dar cuenta aquella máquina diabólica estaba haciendo cabriolas.., subía cuando yo sentía que bajaba y bajaba cuando yo subía. El cielo parecía estar en el suelo y el suelo.. ¡allá arriba, muy alto!.
Empecé a sentir frío.., sudaba... ¡Toma ya!, en ese momento ví Madrid bajo mi oreja derecha.. Mi ojo izquierdo se situó junto a mi nariz, donde ya estaba el derecho, y saqué graciósamente la punta de la lengua..
El desmadejamiento era total. Se consumó el suplicio. Y en el mismo instante salieron "de paseo" todas las anchoas...
Fué horroroso.. Manolo, mi instructor, enfiló la pista como sí le persiguiese el mismísimo diablo y cuando consiguió huir de aquel reducido cubículo, que compartimos unos momentos él, las anchoas y yo, me prometió entre resoplidos que conmigo sólo haría vuelos "de obispo"..
1 comentario:
jajajajajajaja, si casi me he mareado yo misma.
¡Qué malas esas señoras y el parto! yo siempre digo lo mismo a las primerizas que se pase lo que se pase en el camino el resultado final es tan extraordinario que se olvidan las penurias ¡y hasta se repite! ¿a que es lo mismo con respecto a volar?
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