Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Natividad de Jesús

Qué viváis estos días con la verdad de la Natividad


viernes, 16 de diciembre de 2011

El Mirador

Un niño, ocho grandes ventanales, cuatro calles, una plaza. Llueve. Al fondo, la mar, horizonte en gris. Cierra despacio, con suavidad, un libro. Y sueña; tanto que su vida serán sueños incumplidos. Sueña descubrir lo que no conoce, sueña sobre las páginas de un atlas el color de tierras extrañas, sueña ser piloto de una goleta ganando barlovento.

Cuando en fiestas montan los caballitos, sueña con subirse al de capa gris y crin blanca. Cuando ve que queda libre, salta del sillón de mimbre, vuela sobre el tramo de escaleras y es feliz sobre el lomo de Ceniza. El tiovivo gira, suena la música, las gentes se deslizan, el niño alza el vuelo y desciende suavemente, una y otra vuelta...

Un día cualquiera, charcos y katiuskas, huele el aire a hierba fresca recién segada y llega cálido el aroma del pan tierno. El cielo está gris, manta húmeda sobre el cuerpo verde de su tierra. El niño grande sueña; tanto que cree que ella es un sueño. Camina hacia la plaza. La contempla, la recorre, mientras ella le prende en el vuelo de su falda cuando bailan sus caderas.

Y él percibe con nitidez que el sueño de su vida es enamorarse.