Siempre me gustó trabajar con maquinaría; responde a sus normas constructivas. Y mis grandes disgustos han tenido origen en el trato con personas. Sirva esto exclusivamente para afinar la comprensión de lo que expongo a continuación, como consecuencia de un artículo del mismo título publicado por Silvia.
Penetrar en la idea que otro tiene de algo a través de sus palabras es muy arduo. Está por ver que aquel, de entrada, logre expresar verbalmente con precisión lo que piensa o siente; luego, que quien le oye capte lo mismo que el otro dice. Y, al cabo, cada uno asimilamos de lo oído solo ciertas cosas y de cierta manera. En resumen: que de lo imaginado por uno a lo entendido por otro, un abismo. Por eso es imprescindible que nos esforcemos siempre en expresarnos con precisión, pues bastante difícil resulta entenderse como para defender la hoy tan jaleada pobreza lingüística de las masas analfabetas.
Pero en el asunto tratado en el artículo aún hay más. La imaginación puede recrear, desde lo desconocido, escenas y sonidos, pero no olores, sabores ni dolores, de modo que por lo que sea -y que cada uno le de al sea el significado más conveniente- tiende a obtener un resultado coincidente con el deseo de quien lo imagina y no con la realidad, que resulta falseada Y perder de vista la realidad es siempre nefasto.
Tras esta brevísima introducción, he de decir que me he preguntado muchas veces que es el morbo. La explicación etimológica de la Academia resulta convencional y, sin rechazarla, pide una ampliación con criterios psicosociales contemporáneos. Así que me pregunto: ¿qué es el morbo?. Y para responder sin divagar, dado el número de campos donde pudiera aplicarse el término, me centraré en uno solo, el del sexo.
Creo que es lo que resulta cuando lo imaginado sexualmente supera a lo aceptado por la realidad convencional, bien de una creencia, un grupo social, un oficio, ... Morbo es ir mentalmente más allá de lo posible sin crítica, de modo que si actuamos morbosamente precisaremos superar la Peer Pressure, arrostrar la opinión de los demás.
Suele decirse para defender comportamientos sexuales no convencionales que, en tanto en cuanto sean consentidos por las partes, gusten, no hagan daño a nadie y cosas así, son tolerables. Creo que esto constituye un error mayúsculo y una muestra del relativismo moral imperante hoy en día. Idea parecida a la que mantienen quienes se extasían ante todo lo natural, como quintaesencia de lo perfecto, concepto dieciochesco y luego romántico que ya va siendo hora de poner en su sitio. Y si no que se lo digan a los haitianos y chilenos que han sufrido algo tan natural como un terremoto.
Consentidas por las partes.. Para que exista una relación así deben darse los requisitos siguientes:
El brocardo Volenti non fit injuria tiene pues un claro límite de aplicación que nunca debe olvidarse: la dignidad humana. Mantengo que en aras de la libertad no podemos consentir que alguien trate a otro de modo que afecte a su dignidad. Por mucho que este lo tolere o desee. Y una manera muy sencilla de saber si mantenemos nuestra dignidad es examinar hasta que punto nuestro comportamiento se acerca a lo animal.
Pero no piensen que estoy en contra del morbo. ¡Eso está lejos, muy lejos de mi intención!. Lo defiendo; creo que es beneficioso. Si he sabido explicarme, pues se que me entienden, lo que me hace dudar es la madurez de las personas y no los beneficios de la imaginación aplicados a nuestra sexualidad. El morbo, imaginar situaciones y comportamientos sexuales más allá de lo habitual y cotidiano es algo saludable para nuestra mente y provechoso para la vida íntima, tanto del individuo como de la pareja.
Y lo es porque vivir es imaginar. Lo hacemos a cada instante. Sin imaginación no podríamos afrontar lo que haremos mañana al levantarnos. Teniendo siempre presente que, en tanto en cuanto nuestros deseos y nuestra realidad estén más próximos, seremos más dichosos, estar vivo no es otra cosa que imaginar y soñar...
Pero ir a contracorriente, ser fiel a uno mismo, viene siempre de la mano de la soledad. Así, cual Juan Salvador Gaviota, vengo a ser.
Penetrar en la idea que otro tiene de algo a través de sus palabras es muy arduo. Está por ver que aquel, de entrada, logre expresar verbalmente con precisión lo que piensa o siente; luego, que quien le oye capte lo mismo que el otro dice. Y, al cabo, cada uno asimilamos de lo oído solo ciertas cosas y de cierta manera. En resumen: que de lo imaginado por uno a lo entendido por otro, un abismo. Por eso es imprescindible que nos esforcemos siempre en expresarnos con precisión, pues bastante difícil resulta entenderse como para defender la hoy tan jaleada pobreza lingüística de las masas analfabetas.
Pero en el asunto tratado en el artículo aún hay más. La imaginación puede recrear, desde lo desconocido, escenas y sonidos, pero no olores, sabores ni dolores, de modo que por lo que sea -y que cada uno le de al sea el significado más conveniente- tiende a obtener un resultado coincidente con el deseo de quien lo imagina y no con la realidad, que resulta falseada Y perder de vista la realidad es siempre nefasto.
Tras esta brevísima introducción, he de decir que me he preguntado muchas veces que es el morbo. La explicación etimológica de la Academia resulta convencional y, sin rechazarla, pide una ampliación con criterios psicosociales contemporáneos. Así que me pregunto: ¿qué es el morbo?. Y para responder sin divagar, dado el número de campos donde pudiera aplicarse el término, me centraré en uno solo, el del sexo.
Creo que es lo que resulta cuando lo imaginado sexualmente supera a lo aceptado por la realidad convencional, bien de una creencia, un grupo social, un oficio, ... Morbo es ir mentalmente más allá de lo posible sin crítica, de modo que si actuamos morbosamente precisaremos superar la Peer Pressure, arrostrar la opinión de los demás.
Suele decirse para defender comportamientos sexuales no convencionales que, en tanto en cuanto sean consentidos por las partes, gusten, no hagan daño a nadie y cosas así, son tolerables. Creo que esto constituye un error mayúsculo y una muestra del relativismo moral imperante hoy en día. Idea parecida a la que mantienen quienes se extasían ante todo lo natural, como quintaesencia de lo perfecto, concepto dieciochesco y luego romántico que ya va siendo hora de poner en su sitio. Y si no que se lo digan a los haitianos y chilenos que han sufrido algo tan natural como un terremoto.
Consentidas por las partes.. Para que exista una relación así deben darse los requisitos siguientes:
- Conocimiento pleno de las consecuencias del acto
- Capacidad de obrar
- Ausencia de error
- No mediar engaño o intimidación
- No traspasar el ámbito privado
El brocardo Volenti non fit injuria tiene pues un claro límite de aplicación que nunca debe olvidarse: la dignidad humana. Mantengo que en aras de la libertad no podemos consentir que alguien trate a otro de modo que afecte a su dignidad. Por mucho que este lo tolere o desee. Y una manera muy sencilla de saber si mantenemos nuestra dignidad es examinar hasta que punto nuestro comportamiento se acerca a lo animal.
Pero no piensen que estoy en contra del morbo. ¡Eso está lejos, muy lejos de mi intención!. Lo defiendo; creo que es beneficioso. Si he sabido explicarme, pues se que me entienden, lo que me hace dudar es la madurez de las personas y no los beneficios de la imaginación aplicados a nuestra sexualidad. El morbo, imaginar situaciones y comportamientos sexuales más allá de lo habitual y cotidiano es algo saludable para nuestra mente y provechoso para la vida íntima, tanto del individuo como de la pareja.
Y lo es porque vivir es imaginar. Lo hacemos a cada instante. Sin imaginación no podríamos afrontar lo que haremos mañana al levantarnos. Teniendo siempre presente que, en tanto en cuanto nuestros deseos y nuestra realidad estén más próximos, seremos más dichosos, estar vivo no es otra cosa que imaginar y soñar...
Pero ir a contracorriente, ser fiel a uno mismo, viene siempre de la mano de la soledad. Así, cual Juan Salvador Gaviota, vengo a ser.