Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 29 de octubre de 2007

It

Un día me dijiste que había que poner música en este blog. No soy precisamente la oreja pedrusquera más adecuada, pero lo intentaré. Para celebrar que te se. Para tí ...

Feist
When I Was a Young Girl

domingo, 21 de octubre de 2007

Mirada

Es madrugada. Mi mente salta de una idea a un recuerdo y de cualquiera de ellos a la nada. Miro los cuadros de la pared; luego la lámpara. Oigo el zumbido de la torre del ordenador... Laxitud.
Quiero narrarlo. O quizá..., guardarlo para mí, como uno de esos pequeños detalles escondidos que templan las noches frías; como alguna mirada profunda, entregada e intensa de una mujer morena.
Suspiro. Miro la pantalla; sólo unas pocas palabras escritas.. ¿Seguiré?.

Anochecía. Gente desconocida en la amplia acera del paseo. Oigo detrás de mí una voz anciana.. "¡Mira, mira, el tío Andrés!". Responden rápido unos pasos de niño chico, que parecen perseguirme pero que sólo buscan conservar el equilibrio.
Andrés tiene algo más de veinte años y una viola dentro de su funda cuelga a su espalda. Se agacha algo y sonríe mientras separa las manos, mirando al niño que no veo. Lo provoca con el gesto, buscando que se acune entre sus brazos.
Ella está apartada, un si es no pudorosa ante la familia ajena hoy, que espera suya mañana. También pasó los veinte años, vistiendo ese jersey azul sin marca y pantalón vaquero. Mira también hacia el niño, inclinando un poco la cabeza.
Andrés está ya a pocos pasos; el niño, en mi estela, me imagino. Voy distraído. Y sucede...
Ella se empapa de sonrisa..; está contemplando al niño y sintiendo la ternura de su chico. La enamora el sentimiento. Su boca se llena de luz y su mirada de brillo. Luz, brillo, esperanza, cual un pequeño arco iris que la une al niño y al hombre.
Me absorbe en silencio, mientras mis pasos me deslizan por su espalda, incapaz de romper la magia de una sonrisa, un niño que no habla, una viola silenciosa y un hombre que sabe jugar a niño.

lunes, 8 de octubre de 2007

Cuerpos y comportamientos

Como ya he contado en Turulato, he pasado unos días de vacaciones. En la playa, en un pueblo turístico mediterráneo. La idea básica de mis vacaciones suele ser siempre la misma: levantarme lo más tarde posible, tomar un breaklunch, instalarme en una hamaca en la playa y bajo un toldo que impida que el sol roce mi cutis suave y delicado cual culito de bebé, y seguir durmiendo unos ratos y mirando otros, hasta que llegue la hora razonable de arreglarme para ir a probar alguno de los restaurantes de la zona; anticipo de lo verdaderamente interesante, que no es otra cosa que tomar café y algún cóctel en buena compañía antes de dormir.
Aunque..., para ser sincero, confesaré que lo que verdaderamente me apasiona es observar e intentar comprender, dentro de lo posible, a la fauna humana que se pone a tiro de mi mirada. Para abrir boca, viví una de esas anécdotas que marcan la existencia; suelo conducir con suavidad y relativamente despacio, como corresponde a mis canas, a mi apariencia senatorial y al tamaño del "haiga" que me transporta, pues -entre nosotros- ¿que necesidad hay de correr cuando no hay complejos que desfogar?.
A lo que iba. Callejeaba despacito hacia el paseo marítimo cuando por el retrovisor veo aparecer, desde una calle lateral, un vehículo que se coloca tras de mí. Si, vehículo, pues era una silla de invalido motorizada con una señora recién salida de la peluquería encima. ¡Elegante, sin duda!; en especial, porque conducía y fumaba a la vez con exquisita naturalidad.
Según me seguía, sin adelantarme, notaba por su gesto que la exasperaba mi temerario estilo al volante. Al fin, giré hacía la entrada del hotel y pasó por mi lado. ¡Qué mirada!; retumbaron en mi cerebro sus palabras silenciosas..: Pringao, paralítico,..
Porque si; ¿quién de los dos tenía más vitalidad y más enérgico obrar?. ¿Yo?, ¿por qué?. ¿Porque ella necesitaba una silla de ruedas para desplazarse?. Temo que quien capte así a los demás, quedándose en la superficie del individuo sin intuir su potencial como persona, se equivoca y se empobrece. Les recomiendo que sean algo más cotillas y procuren sumergirse un poquito en aquellos que pasan por su lado. Un placer, se lo aseguro...

Ya en el hotel, me llama la atención, siempre y mucho, la variedad de personas mayores que viajan desde sus países al nuestro. Solos, autónomos, sin familia protectora. Se les nota que están acostumbrados a vivir lo que les toca y no lo que les toca a sus hijos; o a sus nueras o yernos, que puede ser horrible.
Creo que pertenecen a sociedades que han superado la mentalidad familiar agraria, tan típica de los países por desarrollar, en la que la familia siente que tiene que actuar -Intuitu Personæ- como una sociedad colectiva, pues sólo son capaces de sobrevivir unidos, como un todo, de manera que la individualidad y la alteridad se minusvaloran.
La mayoría muestran un aspecto físico deprimente; ¿qué fue de las rubias y espléndidas walkirias de mis años mozos?, ¿estarán tan escaralladas como yo?. Pero ahí están; uno ayudándose de un andador con asiento, otro utilizando su silla de ruedas como andador y aquel, del que luego hablaré, con su brazo y pierna derecha aherrojados como consecuencia de algún ictus. Su capacidad de vivir no la alteran cuestiones tan españolas como ¿quien me cuidará?, ¿a qué médico iré?, ¿sí tengo problemas, donde está mi hija?,... Creo que se achantan menos ante la existencia y son más capaces de vivir su propia vida. Vivir la propia vida... ¡Qué gran cosa!.

Sigamos. En la playa. Toldo, 5 € y tumbona, 4 €; todo el día. Me sitúo en el centro de la línea, cuatro toldos más allá de un matrimonio guiri. Han procedido como yo y ocupan sendas tumbonas rígidas, de las de playa. Él, panza arriba y ajeno a todo; ella, en biquini, tiene buen aspecto y evidentemente desea ponerse morena.
Me relajo.. Entre mis ojos el mar se platea, acariciado por el sol.. Olor a yodo y no a pino; una especie de milagro en el Mediterráneo.. El breaklunch ha sido de mi gusto.. ¡Puñetera artrosis!..
¡¡Coño!!. Un rugido monstruoso llega a mis oídos.. Algo así como UUUGGGGGHHHRRRKOF. Salto de la tumbona dispuesto a defender mi doncellez, pero la playa parece en calma... UUUGGGGGHHHRRRKOF. Ahora si; ahora se que monstruo emite tan pavoroso alarido. El guiri. Ronca como sí le fuese la vida en cada resoplido. ¡Redios qué potencia!.
Su santa, al notar mi sorpresa, se sienta lateralmente, del lado donde reposa su héroe. Me mira y luego contempla a su marido; después, tranquilamente, sin variar el gesto, dirige la vista a un montoncito cochambroso de algas semi podridas que hay en el suelo...

Llego a la playa. Me instalo. No está el roncador del otro día, pero en su lugar aparecen dos matrimonios holandeses. Ellas, en topless, no consiguen que destaquen sus tetas entre la tripa y las "tripotas". Ellos, espectaculares. Uno va en silla de ruedas, está vestido, tiene cubierta la cabeza con una gorra inglesa y paralizado el lado derecho de su cuerpo.
Es curioso; está de espaldas a los demás. Sobre los hombros le han echado un pareo azul, que han anudado a su cuello. Parece Superman, aunque con barba de chivo y los colores al revés. Los observo. Al cabo, el fulano gruñe y manotea; me doy cuenta de que no puede hablar, aunque entiende perfectamente lo que se le dice. El problema es que las mujeres no le comprenden..; porque lo que es el otro, ní se inmuta; parece que el de la silla es invisible a sus ojos.
Por fin se dan cuenta de lo que ocurre. La economía neerlandesa debe ir mal, porque han alquilado las tumbonas, pero no un toldo. Como no puede moverse, hay que girarlo cada cierto tiempo para que el sol no le abrase la cara; por eso les daba la espalda. Lo del pareo de dicho color sigo sin cogerlo..
El otro se levanta. Trinca una banana -así entiendo- y comienza a comerla.. Talmente un orangután. Sus brazos y piernas, desmesuradamente largos, parecen obra de Alberto Giacometti. No hay duda; está de nueve meses y fuera de cuentas. Y tiene unas tetas hermosas, redondas, sobresalientes, ante las que las de su mujer y la otra parecen simples forúnculos. Lo que no acaba de convencerme es que sean peludas.... Tampoco me "pone" la gorra blanca de béisbol que se ha encasquetado furiosamente hasta las orejas. ¡Lástima!; porque hace ya mucho que no cato unas tetas tan monumentales.
Cae la tarde. Al de la silla lo han asado vuelta y vuelta, lado a lado. Se lo llevan. El tetudo ní los mira. Se queda allí, solo, mustio al no disponer de árboles entre los que balancearse..

Todo se acaba. También las vacaciones. Atardece. El individuo con pinta mugrienta que durante todo el día ha controlado el negocio playero de toldos y tumbonas, se despereza. Se dispone a irse.. Me extraña. ¿No recogerán el material?.
Pero en esta vida todo tiene explicación. Y es que aún hay clases. Se acerca un morito..; renegrío, arrugado, mayor, obra no de Giacometti sino del hambre. El catalán hace un gesto con la cabeza y mutis por las escaleras. Queda el moro. Serio. Trabajador. ¿No ti hase falta; puido...?.

Como enseña abrir los ojos. ¿Seré capaz de abrir el corazón?.