Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 29 de enero de 2018

A una amiga

Confío en que ya no estés tan aburrida. Pero por si las moscas te ilustraré sobre mi manera de navegar por aguas tan procelosas (no sé bien que significa, pero queda decimonónicamente elegante) como las del aburrimiento. Antes, bucearé (se nota que pasté junto a la mar) en este último; creo que el aburrimiento mana suavemente cuando coinciden dos circunstancias: poco quehacer y limitación de espacio. La primera no necesita explicación y la segunda tendría que ver con nuestra permanencia en un lugar pequeño, reducido, de donde no nos movemos; el mero hecho de viajar y descubrir novedades, aunque solo sea mirando, diluye el aburrimiento. 

A estas alturas de mi disertación me voy dando cuenta de que me he aburrido una jartá. Horas, días, semanas, .., sin estar autorizado a desplazarme, existiendo en lugares limitados y mayormente sin otra cosa que hacer que estar. Por si pasaba algo tener alguien a quien culpar de lo que fuese... Bien. 

Pasemos a los métodos que empleé para combatir (término del soldado) a ese enemigo implacable, el aburrimiento. El primero fue el bocadillo; sí, un humilde pedazo de pan relleno de algo. Al estar aburrido da lo mismo lo que contenga; los he probado hasta de sopa de fideos. Antes que convertirte en zombi es preferible hacer lo que sea y como no me llaman las manualidades, que he preferido siempre que las haga otro, brotó en mí la calma que aporta el yantar y como no tenía perras para que este fuese de calidad ni ocasión para desplazarme a un buen comedero, pues lo que cayese... No te lo recomiendo. Te desarrollas y eliminas arrugas de la piel, que queda terse y lustrosa, pero pasas mucho calor en verano y a la gente del norte no nos sienta bien. 

Así que pasaré al segundo método: leer. He leído tanto que no me he enterado de la mayor parte. Y es que en aquella situación de asislamiento no puedes elegir la lectura; lees lo que hay o no lees. Así que eché mano tanto de las estadísticas del Servicio Nacional del Trigo en los silos castellanos desde su creación (algo queda siempre y eso permite apabullar a incautos en una discrepancia) hasta la estructura de los dioses hindúes. Por supuesto nada de profundizar que eso convertiría la lectura en algo así como dedicarse a un trabajo (en expresión de alguien en edad productiva) o en una afición o hobby (según diría un jubilado). Además, este método de leer sincopadamente (¿elegante, eh?) tiene la ventaja de que termina atontándote de tal manera que te amodorra y esto es utilísimo para ocultar el aburrimiento. 

Tampoco te recomiendo tres sistemas que conducen a situaciones problemáaticas: el vino, la brisca y las mujeres (hoy habría que decir mujeres, hombres y viceversa). El primero, o similares, suele llevar a una melancolía profunda y esta al desprecio personal, además de al odio al resto de las personas. El segundo, excitante es, como todos los juegos, pero te sumerge en el deseo de ganar cuando, por esencia, el único ganador posible es el propio juego, de quien se depende siempre e inexcusablemente para llevar la cabo la apuesta esperanzada e imposible de ganar al fin a quien te domina y esclaviza. 

¿Y las mujeres o viceversa?. Tentado estoy de quedar por tonto y dejar que pienses que mi cabeza está ya medio perdida y me he olvidado de explicarlo. El problema, dicho así como una parábola, es el mismo que el de estos artículos; expongo una idea, pero para completarla es necesario que quien lee añada lo que piensa sobre lo mismo, pues en caso contrario resulta algo incompleto, imperfecto, que no llega a desarrollarse. Y las personas, de ser algo, somos un añadido de desequilibrios en tensión. Así que combatir el aburrimiento mediante la pareja es un mal negocio. A la pareja hay que acudir bien cocido y suficientemente descargado de las tonterias que priman en los días de la época en que se viva.

Mal asunto. Pero no nos pongamos serios. Exploremos otro método, el que uso actualmente, el propio de ese inútil social al que la organización califica como jubilado, bien sea pensionista o pobre de mierda, que no es más que un subgrupo de aquel. ¡Pensar!. Ciertos individuos a los que su experiencia (cada uno en su nivel, claro, no se lo discuto) les va aclarando la mente y perciben cuando les toman el pelo, quien es un inútil y aun con eso les dirige, que proceso no tiene ni pies ni cabeza, pues lo parió un tonto a quien le dieron un lápiz, ..., y cosas así, la "Organización" los excluye, ya que se vuelven un peligro y diluyen la dicha en que flota la Masa. Te jubilan, te dicen que te substituyen por otro al que van a pagar una miseria, pues tú sales caro, y eso si no dejan vacío el lugar que ocupabas. Y gastan millones en organizar como te atienden (dicen).

Pensar. Comienza uno contemplándose en un espejo. Recuerda la gran cantidad de memeces que ha dicho, las oportunidades que la vida le puso en bandeja para ser feliz y él trituró, todo lo que pudo aprender y desdeñó, ... Se da cuenta de aquello que ya es imposible vivir. ¡Vamos, qué al fin y al cabo comienza uno a reparar en quien y cómo es!. Y poco a poco profundiza, expurga, matiza, ajusta cuentas..... Este proceso no termina nunca, requiere tiempo y evita el aburrimiento. Y así, cuando te vas, una vez aprendido un poco, desapareces. 

Lo que elimina definitivamente el aburrimiento.

viernes, 12 de enero de 2018

El amor es un acto de valentía

Estoy ahora solo. La soledad es una amiga espléndida, siempre que no sea la única que tengamos. Conversar con ella es no solo interesantísimo sino imprescindible, pues nos permite ir conociendo pasito a paso los vericueros del alma y saber así quienes somos. Voy teniendo años y ya no corro como antes; ahora hasta pienso, aunque solo de vez en cuando. Además, callo ante muchas cosas de los míos; resulta que voy comprendiendo a mis padres y me doy cuenta de lo mucho que callaron ante las insensateces y desplantes de un infeliz como yo. Comprendo que nadie nace aprendido y que necesitamos tiempo para digerir el aire que respiramos, por lo que hay que dejar espacio a las oportunidades que, mediante el procedimiento de prueba y error, nos ofrecen la posibilidad de entender como funciona esto del vivir. ¡Lo triste es que desaprovechamos tantas oportunidades..! Vivir, como todo lo esencial, no se aprende en los libros. Vivir se aprende caminando por la existencia, equivocándose, reconociendo los errores y comprendiendo en lo posible la realidad.

Tranquilos que esto es solo para ambientarles. Dentro de unos cien folios creo que comenzaré a tratar lo que de verdad quiero contar.. Aunque mejor entro ya en harina, que sospecho que lo que estoy haciendo es ahuyentarles. El caso es que acabo de escuchar una gran verdad: Amar es un acto de valentía. Me he quedado muy quieto... Hace años me hicieron comprender que amar es entregarse y hacerlo exige ser valiente, pues somos poco dados a regalar nada; el Hombre es egoísta, quizá por aquello de la necesidad de sobrevivir, y hay que esforzarse para depositar lo nuestro en manos de otro sin obligación de que este nos dé cosa alguna.

Pero hay más. Porque lo que acabo de exponer viene después. Lo primero, lo esencial del amor es decidir. Te quiero.... Mejor callar si no sentimos que vamos a entregar alma, corazón y vida. Declarar amor es un acto de enorma valentía, siempre que no sea un brindis al sol, que suele ser lo normal y así nos va. Hay que ser valiente no para decir aquellas dos palabras sino para convertirlas en realidad y en consecuencia entregarlo todo sin esperar nada.

Alguno estará pensando que eso es cosa de santos y tiene razón. Solo el Amor parece que se entregó de verdad. De lo que hablo es de nuestro amor, del que buscamos todos los días, de ese que da pero reclama a la vez. En fin.. Amar es cosa de valientes. Y valiente no es Rambo, sino cualquiera que se decide a vivir de verdad y pagar lo que eso exige.

martes, 2 de enero de 2018

Manos

El padre mantiene la mirada fija. Su mente se perdió. Sentado a su lado, su hijo. Charlamos con normalidad, pero sin que nadie cite al enfermo y la conversación va por otros derroteros. Mantengo silencio. Observo.

El hijo, que pasó los cuarenta, mantiene entre la suya la mano del padre. Con el dedo pulgar acaricia despacio la piel curtida de quien se ha ido. Tengo claro que ese suave roce es el verdadero protagonista de la Vida.

Otro lugar, otras personas. Sobremesa. Como siempre, observo. La mujer no puede más; durante años ha soportado. El marido, igual y sobre lo mismo. Sé que cuando está solo se acurruca en el suelo de la ducha y llora, pero luego se esfuerza y apoya, aunque se equivoque. 

Ella tiene un aneurisma cerebral que se trató hace unos años. Contemplo. Comprendo que por un flanco ha cargado el sufrimiento causado por los fracasos y por el otro el daño que originó aquel. No está perdida, pero si dañada. Y en ese momento su mirada se vacía. Su marido, que no está pendiente, baja al instante una mano y recoge en ella la de su mujer, manteniéndola en un abrazo delicado, mientras sigue charlando con los demás.

Comienza el año, descansa compañero

Llaman. Ha muerto ... 

Soy el más joven. Y soy viejo. Nos vamos yendo. Nos hemos dado el pésame unos a otros. Iremos a despedirle. Le dejaremos en el nicho. Espero, deseo que descanse. Aquí queda su hija con síndrome de Down, mayor, su mujer, a la que tanto debe y por ello tanto debemos todos. El uniforme irá con él. Y una parte de nuestra Historia del último tercio del siglo XX.

Sufrimiento y muerte, sacrificio, Servicio. No puedo contar más. Uno de los compañeros ha dicho que las flores compongan la bandera de España. Así se hará.