Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 22 de noviembre de 2014

Pasa la vida...

Esta mañana leí este artículo y recordé.. Recordé un anochecer de hace muchos años, cuando acababa de terminar el bachillerato y preparaba la oposición. No sé como será hoy, que oigo que "mi hija ha aprobado la oposición, pero sin plaza", cuando por principio una oposición no se aprueba nunca, pues si hay X plazas las X mejores calificaciones la superan. Y sanseacabó. El resto son demostraciones de gente inculta.

¿Ven?; soy viejo. Cada dos por tres divago. Pero los años tienen también cosas magníficas, como que uno comienza a distinguir entre la bruma esbozos de respuestas a preguntas que nunca hizo, pero que hay que contestar para saberse. Saberse...; cada vez que reparo en ello sonrío con cierta tristeza. ¡Qué poco sé y nada supe antes, sobre mi y los caminos que seguí!.

Los dueños de la academia preparatoria tenían las ideas clarísimas. Lujos cero, dureza sin cuento, exigencia toda. Y los aspirantes a pretendientes tenían la misma calaña, que los recién incorporados asumíamos con rapidez al procurar sobrevivir en aquel ambiente. Llegué con 16 años y convivía con quien tenía 30, pues a quienes provenían de la Guardia Civil o eran suboficiales del Ejército se les permitía presentarse con más edad. Y es que obtener plaza costaba años. La preparatoria tenía unas habitaciones alquiladas en una casa. No recuerdo que hubiese siquiera retrete y si no estábamos en clase, teníamos la calle.

Aquel anochecer esperábamos en la calle a que se iniciase la clase. Formábamos un grupo en la acera, en el que los más curtidos llevaban la voz cantante y los nuevos nos manteníamos en silencio, escuchando momentos vividos, tanto durante las pruebas de años anteriores como de sus vidas. Con todo, siempre había algún imprudente que metía baza en ocasiones a pesar de no saber bien de lo que hablaba; y ese fue el caso. La mayoría estaban lejos de su tierra y de sus familias; se hablaba de los padres...

Alguien que no recuerdo hablaba del suyo; lo hacia -así lo comprendo hoy- no ya desde el respeto sino desde la lejanía, tanto física como emocional, pues más que describir con cariño a un hombre real esbozaba un ser imaginario a quien le gustaría tener a su lado en aquel momento para evitarle sufrir el esfuerzo tan duro que hay que asumir para crecer.

En aquel momento intervino... Veo ahora mismo su cara con toda nitidez. Era gallego y guardia civil; colgaba de sus labios un pito de Ideales, de los de papel amarillo; de pelo muy negro ensortijado.. Habló con un cerrado acento gallego: ¿Qué padre tienes? Carallo, no sabes quien es. ¿Qué crees, qué ni siente ni padece?. Tu padre es un hombre como todos, como cualquiera de nuestros padres. ¿Mira, ves esa tía?. Pues tu padre, si la viese, la desearía; como tú, como yo, como todos nosotros, que estamos más salidos que una mona.. Si quieres a tu padre rapaz, comienza por sentirlo como es.

No recuerdo más. No hace falta más. Capté con viveza lo que mi antiguo quería decirnos. Solo podemos vivirnos unos a otros si sentimos enfrente la realidad del otro, con sus negruras y también sus bondades, que de todo tenemos. ¡Realidad, realidad, y no personajes inventados para no tener que esforzarnos al vivir!.

Tengo 66 años. Comienzo ahora a vislumbrar la realidad de mis padres. Si lo hubiese hecho desde que era joven no hubiese cambiado mucho mi vida, que todos mis fracasos me los he ganado a pulso yo solito, sin ayuda de nadie. Pero posiblemente mi mirada no sería a veces tan triste......

martes, 4 de noviembre de 2014

Sensaciones de un fisgón

Ayer puse un cuadro en mi página de Facebook y mantuve con una amiga un diálogo a bote pronto sobre lo que ambos íbamos sintiendo. Yo jugaba con cierta ventaja, pues ella es una persona que se abre a lo que contempla y deja que le inunden sensaciones, sin defenderse. Esto, lisa y llanamente, es el único camino para saber (de) y sentir el Arte.

Punta es Baluard de la Riba d'en Pitxot, Cadaqués
Salvador Dalí
c.1919 - Óleo sobre lienzo - 20.3 x 28 cm.
The Salvador Dalí Museum - San Petersburgo (Florida). USA.
Antes, en la Colección E. y A. Reynolds Morse, Cleveland (Ohio).


Contémplenla. Dejen que transcurra el tiempo. Permitan que sus colores vayan creando respuestas en su mente. Olvídense de quien la creó, en que año, cuanto mide, donde está, cuanto vale y todos esos detalles secundarios que suelen contar los guías sin pasión, aquellos para quienes la vida se reduce a comer, cagar y dormir. Miren, miren, miren... Poco a poco irán naciendo sensaciones en su mente, quizá recuerdos de algún lugar, momentos vividos; podría suceder que hasta reaccionen físicamente. Irán deduciendo lo que sentía el pintor, por que se decidió por ese paisaje, que le unía al lugar, por que pintaba con ese estilo concreto, si lo que ven es obra primeriza o no. Déjense llevar... Se lo ruego. Solo tenía 14 años cuando habló con el color, que un niño todavía no sabe decir demasiado bien con palabras lo que siente el corazón y este se desborda a cada instante. Como el mío por la niña rubia en tarde agosteña.

Pero como esta noche soy yo mismo, un simple fisgón de pueblo, que vive entregando la mirada, imaginando la vida y creando historias según lo que transcurre ante sus ojos, necesito mostrarles otra obra, también de Salvador Dalí. Y desde este mirador voy a hacer lo mismo que les he pedido: dejar suelto el pensamiento e ir escribiendo aquí lo que va naciendo en mi mente.

Dos chavales gitanos
Salvador Dalí
c. 1921 - Gouache sobre papel - 49.5 x 74.5 cm
The Salvador Dalí Museum, St. Petersburg (Florida)
Proviene de la Sala Gaspar, Barcelona - Colección E. and A. Reynolds Morse, Cleveland (Ohio)

Los ojos de los chavales me atraen como imanes al hierro. Me quedo quieto, fija la mirada en ellos. El resto del cuadro se difumina. Sus miradas me atrapan. Yo también miré así. Mirada lejana, mantenida, que solo ve dentro de uno mismo. Poco a poco voy percibiendo un matiz..; el niño de nuestra izquierda mira dentro de si, pero tengo la impresión que el de nuestra derecha nos contempla, sintiéndonos extraños a su mundo, para poder centrarse aún más en sus ausencias y pasiones.

Pudieran ser hermanos. Se llevan muy poco... Tan juntos, tan niños.. Anímicamente se parecen como dos gotas de agua.{Con cinco años, sus padres lo llevaron a la tumba de su hermano y le dijeron que él era su reencarnación, una idea que él llegó a creer. De su hermano, Dalí dijo: ..nos parecíamos como dos gotas de agua, pero dábamos reflejos diferentes... Mi hermano era probablemente una primera visión de mí mismo, pero según una concepción demasiado absoluta}.

¿Qué sienten para mirar así, qué han vivido?. Ausencia; alguien falta. Soledad. Posiblemente, el pintor utiliza la imagen de los niños como recurso para hablarnos de si mismo; ¡es tan duro confesar lo que uno siente y más cuando el alma salta en jirones! {En febrero de 1921 su madre murió a consecuencia de un cáncer de útero. Dalí tenía 16 años. Sobre la muerte de su madre diría más tarde que fue "el golpe más fuerte que he recibido en mi vida. La adoraba. No podía resignarme a la pérdida del ser con quien contaba para hacer invisibles las inevitables manchas de mi alma"}.

Todo gira en torno a esas dos miradas. El pintor nos habla de algo -lo que sea, que cada uno sienta lo que sea-, pero lo dice a través de dos niños, de sus ojos, de como miran. Por eso los sitúa al frente y en el centro de la obra. ¡Es qué se salen del cuadro!. No cuida el detalle, pues todo lo describe mediante manchas y intensos colores planos. Pero nos habla, ¡claro que nos habla!; quiere sensaciones y no razones. La ropa de los niños..; no hay dinero, viven en la calle, son gitanos. Lo que cuentan sus ojos no tiene nada que ver con lo superfluo, sino con la intimidad misma de cada uno.

Tras ellos, un pueblo, un lugar pequeño, sin otra importancia que la vida de sus gentes, de como transcurre la existencia. Una plaza, sin más detalle que unas pocas prendas de ropa de colores tendida entre dos árboles cualquiera. Atardece, que la luna asoma ya para sus hijos, gitanos de verde luna, para una mujer sin rostro, chal de oro, falda de sangre desteñida ...

Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua. 
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza. 
.........
Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas.

A nuestra izquierda, un hombre encorvado, que la vida pesa, anónimo de cara y presencia, toca un organillo que nadie oye. ¡Y qué más da!, que toca sus dolores, para oír algo que le recuerde que está vivo, aunque él dejó hace tiempo de sentirse así. Casas vacías, chimeneas frías, ventanas cerradas. Nadie más en la plaza. Brincan en el aire sonidos limpios....

Ajo de agónica plata
 la luna menguante, pone
 cabelleras amarillas 
a las amarillas torres. 
La noche llama temblando 
al cristal de los balcones, 
perseguida por los mil 
perros que no la conocen, 
y un olor de vino y ámbar
 viene de los corredores.


Al fondo, a nuestra derecha, se escapa o viene una calle, que todo lo que se pinta en diagonal se mueve y no sé bien si se desliza, como la existencia, hacia mí o yo la dejo atrás. Puede que los niños hayan venido por ella y pasen de largo, casi rozándome, como me sucede tantas veces con tanto y yo sin enterarme; puede que los niños estén quietos, mirando solo, pues vale lo que se dice con los ojos, que las palabras sirven más para engañar. Puede que aquella calle no sea más que la descripción de la vida que dejamos atrás o puede que sea camino que nos conduce a lo que no sabemos, ya que somos caminantes y el camino se hace al andar.....