Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

jueves, 21 de febrero de 2013

El adiós

Mira, gira la cabeza. Su mirada recorre el entorno. Vacío. No hay nadie más. Siente como lo vivido invade su alma en un instante, expulsando bruscamente toda esperanza. Vacío. La soledad se abre paso hasta su corazón. Sabe que nunca más volverá a verlos. Vacío. Le falta el aire, el pecho se hunde, la carne se desgarra. Aúlla. 

Su mirada desciende a la tierra. Su espalda se dobla, sus hombros se derrumban. Paso a paso se aleja pesadamente de si mismo

domingo, 17 de febrero de 2013

¡No pases!

Cuando llegué a la sala de espera estaba sentada cerca de la puerta y solo me percaté de su presencia cuando la recepcionista me indicó tras que paciente pasaría a consulta y me volví para para ver quien era. Luego, como los mocos hacen estragos en esta época y la sala estaba a rebosar, me senté lejos de la muchacha, en el pasillo, muy cerca de la puerta tras la que atendía el médico.

Tras pasar algunos de los que iban antes que ella se levantó y se sentó a mi lado, no porque mi belleza serrana la atrajese sino para que no se le pasase el turno; la pobre estaba que no se tenía en pie.. En estas llegó su padre; ¡qué mala pinta pensé!. La ropa que vestía estaba muy usada, desteñida en parte y con manchas aquí y allá; azules las deportivas, los vaqueros, el anorak y la camiseta, con un cuello desmesuradamente desbocado.

No era ya que la largura de su abundante melena, muy negra y descuidada, y su altura, le hiciesen parecer un guerrero apache, sino que el tostado de su piel, curtida por surcos de muchos aires, y la fortaleza de sus grandes manos, que seguramente eran su instrumento de trabajo, imponían cierto temor respetuoso.

Se quedó de pie, apoyado en la pared, y comenzó a hablar con su hija. ¿A qué hora te fue a buscar el yayo?; ¿has tomado la medicina?; ¿y la escuela?... Quería saber y preguntaba, aunque sin agobiar; dejaba espacio entre una cuestión y otra, mientras contemplaba a su hija con una mirada de grandes ojos negros. Su hija le respondía con cierto cansancio derivado del trancazo, pero que no me impedía sentir con claridad que estaban acostumbrados a compartir sus vidas.

En estas la llamó el médico. Se levantó y avanzaron hacia la consulta, lo que me permitió darme cuenta de que ella era poco más que una niña, con ese aspecto extraño de quien aún no sabe quien es en realidad. Al darse cuenta de que su padre la seguía, se volvió, agachó un poquito la cabeza y le dijo en voz baja: ¡No pases!. El padre se quedó cortado, quieto.. Ella entró en la consulta y se cerró la puerta; él se sentó a mi lado, se inclinó hacia adelante y apoyó los codos sobre los muslos. Giró hacia mí la cabeza, me miró y mientras sonreía suavemente comentó para si en voz alta: ¡Con la de veces que la he bañado y la he tenido en brazos!.

Su mirada se hizo tierna sorpresa y su rostro, iluminado por una sonrisa resplandeciente y una dentadura perfecta, era bellísimo, muy dulce.

domingo, 10 de febrero de 2013

Vacío

Entraron cuando yo llevaba ya un rato sentado. Padre e hija; esta, niña en esa edad que apuntan ligeramente los pechos sin abandonar la infancia, érase alguien a los juegos de un móvil pegada y el padre, típico hombre gris, en jersey y vaqueros gastados, con gruesas gafas sin estilo, de canoso pelo revuelto, era la imagen de haber perdido toda batalla, aunque físicamente siguiese vivo. Parecían considerar que tomar un sandwich era una fiesta.

El padre hablaba al principio a la niña casi constantemente, mientras esta, sentada en postura de loto sobre el sillón corrido que bordeaba las mesas, se dedicaba a jugar a no sé que en el móvil sin mirarle; resaltaban su infancia tanto los colorines de una margarita de punto que adornaba el móvil de tono chillón como el entero desapego que mostraba hacia su padre.

El hombre preguntaba..: ¿qué tal el cole, cómo te va con las amigas, quieres ir al cine, ..?. Deduje que, como otras parejas similares que había en la sala, era un padre que tras la ruptura con su pareja salía con su hija cuando le tocaba. Paternidad a fecha fija, como la de alguna otra mesa como la de nuestros protagonistas, ocupadas por un adulto y su hijo.

Poco a poco el padre fue siendo vencido por el silencio de la hija y la ausencia de su mirada. Su presencia era invisible para la niña y esta era sorda a su palabra. La cara del hombre adquirió poco a poco una expresión ausente, mezcla de agotamiento y de tristeza. La niña dejó de jugar y dirigió al suelo la mirada. El padre dirigió la mirada al infinito, sobre toda cabeza, con los ojos bien abiertos. Y así quedaron cuando me fui...


martes, 5 de febrero de 2013

Loca

La he visto otras veces. De presencia aseada, aunque vestida sin cuidado. Ve de frente, con fijeza, aunque  no mira habitualmente más que lo que necesita su actividad y, desde luego, solo contempla algo que existe en su interior y a lo que no tengo acceso. Desde que coincidimos por primera vez procuro evitarla, pues es diferente y eso me asusta; todos deben sentir algo parecido y parece que se comportan igual, pues siempre está sola.

Esta tarde entré en una cafetería a tomar algo. El local es alargado, con la barra a la derecha y una hilera de mesas a la izquierda, dejando entre ambas espacio libre; solo al fondo, terminada la barra, las mesas están dispuestas de pared a pared y una de ellas queda exactamente enfrente de la puerta de entrada, de modo que quien la ocupa mira mayormente a los que llegan. 

Nada más entrar, mi mirada la descubrió en la mesa del fondo. Sola. Vestida de azul. Con el cabello recogido en la cola de caballo que siempre lleva. Inmóvil. Me acodé a media barra y de cuando en cuando la contemplaba... La expresión de su cara no mostraba tristeza u otro sentimiento parecido; me dio la impresión de que esperaba..

Sentí que se le habían pasado los años esperando. En silencio. Que quizá de tanto esperar se le habían acabado las lágrimas, que para no ahogarse se había refugiado en ese lugar íntimo en el que todos guardamos los sueños. De cuando en cuando giraba levemente la cabeza a un lado y otro, como buscando encontrar a alguien entre la gente, quizá esperando encontrar una mirada, una sonrisa, un gesto amable.. Nada.

Cuando me fui seguía sola, esperando, soñando o yo que sé. Loca