Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 25 de febrero de 2019

Hilos


Hilos. Sí. Nacemos y nuestra existencia es cual hilo que se desenrrolla hasta su fin, que coincide con el momento de nuestra muerte. Todos disponemos de un hilo que se ondula, avanza y a veces retorcede, cual cauce de un río. 

Cada persona sigue un camino vital en el que encontrará experiencias de todo tipo debidas a la actividad que desarrolle, a las consecuencias de por donde se desenvuelva el hilo de su camino y a algo aún más importante, a los hilos vitales de otras personas que se entrecrucen con el suyo durante la singladura de la existencia.

Marcamos el camino a recorrer con cada una de nuestras decisiones, como si lanzásemos una piedrecilla y luego nos dijésemos: "hala, a recogerla donde ha caído". Pero nuestras decisiones no son determinantes; la trayectoria de la piedra depende de la fuerza disponible en el momento, de la influencia del ambiente, de las trayectorias de otros hilos que se cruzan con el nuestro. Muchas veces además no somos capaces de ver donde caen las decisiones ... ¡Son tantas variables!. En realidad nuestro camino nos resulta impredecible salvo rasgos generales y en muchas ocasiones ni eso.

En los últimos días de la carrera charlaba con un compañero que había recibido el Despacho unos años antes; recuerdo con claridad sus palabras: "Todo aquello que soñaba hacer, no lo he hecho y lo que he hecho, ha sido inesperado; y no ha estado mal.." Y así se cumplió en mi caso. Echando la vista atrás compruebo que el hilo de mi vida ha dibujado un camino bien distinto al de mis sueños juveniles, de mayor nivel en lo profesional y creo que más estable en lo personal, de modo que se ha adaptado mejor a mis características.

Y de esto quería hablar en este artículo. De como se desgajan de nuestra vida los sueños que queremos vivir y como nuestro hilo vital discurre por otros derroteros. El conflicto brota de nuestra mayor o menor capacidad de aceptación. A mi edad comienzo a ver con algo de claridad alguna que otra cosa y eso me permite afirmar que no se trata tanto de si experimenté esto o aquello, de si conocí a tal o cual persona, de ... No, se trata de no ser cabezorros y contemplar con serenidad lo vivido. De entrada tiene un valor enorme: es nuestro, nos pertenece, y es lo que tenemos para seguir viviendo. 

Cuanto más nos empecinemos en añorar sueños y menos reparemos en nuestra realidad, más infelices seremos. Tenemos unas ¿herramientas? vitales y nada más; si aceptamos usarlas para vivir seguiremos adelante, al ritmo que sea, hasta no se sabe donde, pero seguiremos. Si nos bloqueamos en aquellos sueños existeremos, puede que en una ucrónica utopía, seguro que en el pasado, pero no en la vida. ¡Claro que hay que esforzarse en alcanzar lo qué soñamos vivir!. Lo que critico es no asumir aquello que no podemos, aunque en algún momento lo disfrutamos. ¿Un ejemplo simple?. La juventud...

Vuelvo a los hilos. La dureza de la vida muestra su plenitud cuando uno de los hilos que cruzó su trayectoría con la del nuestro causó tal impacto vital que cuando se separó de nosotros desgajó una parte esencial de la vida y perdimos esta para siempre.

A partir de ese momento es imposible olvidar. Decenas de años me permiten afirmarlo. Y también que es posible seguir el hilo de nuestra existencia. Recoger con mimo lo perdido y guardarlo en el armario del alma. Luego, seguir caminando, aprovechando cuanto sea posible lo que encontremos siguiendo nuestro hilo. Hasta el final. Para poder descansar.

domingo, 24 de febrero de 2019

Nana

La he visto. Ha entrado en el comedor. Bajita, gorda, vestida pobremente, con una camiseta que la hacia mostrar cuanto michelín puede uno imaginar. Se ha sentado dándome la espalda en la mesa aledaña, así que he podido contemplarla y abandonar mi pensamiento en su recuerdo...

La conocía de vista, pues sus padres viven cerca de mi casa. Su gran ilusión desde que se casó fue tener un hijo. El embarazo transcurrió de problema en problema y solo el empeño de la mujer, manteniéndose en cama y asumiendo cuanto cuidado y limitación dispusieron los médicos, consiguió que naciese prematuramente un niño. No era fuerte y falleció unos meses más tarde.

No mucho después de esto acudí al cementerio para despedir a un amigo. Caminaba luego hacia la salida cuando me llamó la atención una mujer que estaba junto a un nicho en actitud recogida. Era ella. Al pasar cerca oí que cantaba bajito mientras acariciaba suavemente con una mano el cemento seco que cerraba el nicho, aún sin lápida. Allí descansaba su hijo, mientras ella le cantaba una nana...