La he visto. Ha entrado en el comedor. Bajita, gorda, vestida pobremente, con una camiseta que la hacia mostrar cuanto michelín puede uno imaginar. Se ha sentado dándome la espalda en la mesa aledaña, así que he podido contemplarla y abandonar mi pensamiento en su recuerdo...
La conocía de vista, pues sus padres viven cerca de mi casa. Su gran ilusión desde que se casó fue tener un hijo. El embarazo transcurrió de problema en problema y solo el empeño de la mujer, manteniéndose en cama y asumiendo cuanto cuidado y limitación dispusieron los médicos, consiguió que naciese prematuramente un niño. No era fuerte y falleció unos meses más tarde.
No mucho después de esto acudí al cementerio para despedir a un amigo. Caminaba luego
hacia la salida cuando me llamó la atención una mujer que estaba junto a
un nicho en actitud recogida. Era ella. Al pasar cerca oí que
cantaba bajito mientras acariciaba suavemente con una mano el cemento seco que cerraba el nicho, aún sin lápida. Allí descansaba su hijo, mientras ella le cantaba una nana...
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