Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

jueves, 25 de noviembre de 2004

La Muchacha del Turbante


Ya casi nadie me conoce; el paso del tiempo es inexorable y mi mundo dejó de existir. Era íntimo, frágil, cálido. Ahora me dices que es superficial y frío, que sólo cuenta la fama y el dinero. ¡Qué tristeza!. Será por eso, por dinero y fama, que hasta me han cambiado el nombre. Él me llamó "la Muchacha del Turbante", aunque bien es cierto que siempre hubo quien me conoció por la perla. ¡Pero no!. El artista merece respeto. ¡Pobre!; él firmaba "VerMeer" y hasta eso han modificado.

Yo vivía en su casa. Delft es un pueblo pequeño, agradable. Tiene ese calor del norte, de los lugares donde llueve, la mar está cerca y el tiempo nublo. Así que cuando sentimos el sol, ¡qué alegría!, aprovechamos hasta la última migaja de luz y agradecemos su agradable calorcillo.

Te oigo escuchar a Telemann, suite "La Changeante"; bien, cuanto más relajado estés más fácilmente te seducirá mi relato. Pues si; dicen que soy su hija. Otros, por desmerecer que no quede, me llaman sirvienta. ¡Qué más da!. Yo viví en su casa, oí su voz, le ví pintar. ¿Alguno podéis decir lo mismo?.

Me retrató oscureciendo el entorno; me dejó sola. Quería que todas las miradas estuviesen pendientes de mí, como si fuese el centro de la vida. Me había parido la inocencia y mi matrona se llamó esperanza. Llevaba el pelo recogido y cubierto por un paño azul; de mi moño se desprendía como un turbante de color amarillo. Fíjate en los colores, en las sombras, en los brillos de la tela. ¡Cómo incide la luz!. Recuerdo que miraba hacia una ventana, situada al frente y a mi derecha. La tela "pesa", su caída, sus pliegues. Si te fijas, hasta se oye un "fru-fru" cuando me muevo. ¡Qué limpia mi camisa!. No creas, no tenemos máquinas para lavar, pero me gusta el olor de la ropa escoscada y guardada entre manzanas. ¿Y el manto?. ¿A qué con sólo mirarlo da calor?. Es sólido; ¡elegimos tan bien el color, el tono!. Todo un acierto.

¿Ves con qué orgullo luzco mis pendientes?. Son un regalo. ¡No quieras saber tanto!. Eres un tonto. ¿A qué son bonitos?. Brillan como espejos pariendo la luz de la mañana. Mi boca. Entreabierta; creía.. Me regaló. Mis labios son suaves, tiernos, como antes del primer beso. Se alimentan de mi boca fresca; anhelan los besos. Brillan de ilusión, de fé y de esperanza. Gracias, veo que te agrada mi piel. Tengo un buen cutis. ¿Sabes?, cuando me regaló los pendientes me acarició la mejilla; la sintió suave, como melocotón tierno de verano. Le gustó. Mi cuello y mi nariz son delicados, finos. Él juega con la luz y con la sombra. Afina bañando de luz, envuelve delicadamente en la penumbra...

Pero lo que mejor captó fué mi mirada. Esperaba. Creía que era.. Soy mujer y entiendo la vida mejor que tú. A veces, eres bruto como un señor soldado de los Tercios del Emperador. Miro tiernamente; mis ojos acarician, irradian un suave calorcillo. Calla la palabra, clama la mirada. Espera enamorada. Apoya al foco de luz de la pintura; la luz que entra por la ventana la recogen mis ojos y te la regalan multiplicada para que vivas. Sé que soy muy joven pero no se trata de años sino de belleza, de encanto.. ¿Me crees bonita?. A veces me miro en el espejo y no sé................................

sábado, 20 de noviembre de 2004

Libertad religiosa

No sé si la vida premia los aciertos, pero me demuestra con tenacidad que, como mínimo, se cachondea de todos y cada uno de mis errores. Hace años, a caballo de los 70 y 80, estaba deslumbrado por todo lo que iba conociendo de la cultura U.S.A. Tenía un contacto directo, pues estaba agregado a una unidad del Army y cada día descubría aspectos diferentes entre su mundo y el mío.

Recuerdo que me comentaban que en sus centros de enseñanza de primaria y secundaria se iniciaba la jornada escolar cantando el himno nacional y rezando un padrenuestro. Una familia disconforme con esa costumbre, que creía que condicionaba la formación religiosa de sus hijos, solicitó que se les eximiese de asistir a aquellas ceremonias. Estudiado el caso por los responsables del centro se llegó a la conclusión de que la asistencia contribuía a formar en los jóvenes una conciencia nacional, fomentado los valores patrióticos, y que, en si misma, no actuaba sobre la libertad religiosa de nadie; en su caso, se ofreció a la familia que el niño no asistiese a la ceremonia.

Se inició ahí una cadena de recursos, ya que quién no era favorecido por la correspondiente resolución se mantenía en sus trece, de manera que la cuestión llegó al Tribunal Supremo para que este resolviese en instancia constitucional. Y lo hizo en el sentido de que debía prevalecer la libertad de cada niño ante la libertad comunitaria para autoregularse.

¡ Qué deslumbramiento !. ¡ Prevalece la libertad de uno ante la voluntad de todos !. Así pensaba yo en el entorno de los 30 años, cuando me regía a mi mismo y poco más. Hoy he leido en el periódico que en Avilés un grupo de padres ha obtenido de la dirección escolar del centro donde estudian sus hijos la supresión de los villancicos navideños en su escuela. La historia se repite. Ahora tengo muchas canas. Hace años que asumo la carga que supone decidir sobre lo que afecta a otros.

¿Es mala la Navidad?. ¿Perjudica a los no cristianos?. ¿Es malo cantar?. ¿Son perniciosas las letras de los villancicos?. Y más, y más. Vivimos socialmente y precisamente por eso, por egoismo social, es imprescindible respetar al individuo; la sociedad se compone de individualidades y sí estas no están en equilibrio malamente lo estará el conjunto que forman.

Pero el individuo asocial o en solitario está abocado a la autodestrucción. Desde su génesis precisa pluralidad. Y sí precisamos algo de otros, algo debemos entregarles pues ellos precisan algo de nosotros. Solo obligándonos lograremos tener derechos. No se trata tanto de enfatizar mi derecho sino tu derecho, que es mi obligación. Cediendo convivo. Y también es necesario conocer la historia. Saber como hemos ido evolucionando, que no teníamos y ahora tenemos, cuanto costó alcanzar tal o cual garantía. Y más, y más.

Me parece que nos domina el orgullo y la soberbia. Pobres diablos que, más que atender a nuestras razones o intereses, damos alaridos para oírnos y saber así que estamos vivos. Cada vez más ignorantes, cada vez menos humanos, menos espíritu y más animal.

Alfa Romeo

Belleza diseñada

viernes, 19 de noviembre de 2004

Lucien Freud



¡ Qué fuerza !. Freud pinta con rabia. Me entusiasman sus obras. El retrato que hizo de la reina Isabel.... ¡Le extrajo el subconsciente!. ¿Conocéis sus últimos autorretratos?; realiza una descripción implacable de si mismo. Fijaros en "Reflection" de 1985. Y, a la par, ¡qué ternura en "La muchacha con un perro blanco"!; la mirada del animal (?) y esos ojos enormes de mujer, preñada la mirada de "saudade".

En 1993 elaboró el que muestro -"Y el novio"-. La pincelada apabulla; parece que, cual aprendiz de brujo, hubiese dado vida a sus pinceles y estos se hubiesen lanzado por el lienzo como si fuese una pista de baile. La pared tras el biombo, los cuerpos. La textura se palpa. La mirada adquiere tacto. El cuadro nos absorbe..

El artista, con los ojos fijos, inmoviliza el tiempo. No modifica su punto de vista; el momento pictórico es uno. Excepto en el biombo, la ventana y el entarimado -en los que trabaja la linea recta-, todo el cuadro es una suave linea curva, llena de pasión. Podemos ver como se pliega la cubierta gris de la cama-turca deslizándose hacia el suelo. Consigue una maravillosa sensación de volumen. La perspectiva, la luz, el color. ¡Cómo utiliza las tonalidades ocres!.

Pensad en la composición. Desnudez. En ambiente y personas. Un biombo, una habitación vacía, una manta sobre una turca y dos cuerpos desnudos. ¿Os atrevéis a establecer quién es más fuerte?. La carne musculada del macho o la clara fragilidad de la hembra....

"La Montalbana"

Creo que debo comenzar explicando el nombre que figura en la dirección del "blog". Álguien a quien algún día me gustaría poder llamar amigo -sintiendo que todas las implicaciones del término "viven" entre ambos- me habló sobre la vida de un tío suyo. Se llamaba Epifanio.Su madre pastoreaba las ovejas del rico del pueblo. Transcurrían los últimos días de su embarazo y había llevado el ganado a la paridera que llamaban "La Montalbana". Era un lugar tranquilo, aislado en mitad de campos dedicados a cultivos de secano. Allí, en plena soledad, se puso de parto. Allí nació Epifanio. Dos días más tarde, quienes salieron en busca de las ovejas, les encontraron refugiados en la paridera. Reunieron el rebaño, que se había desperdigado por los alrededores y regresaron al pueblo.

La vida de Epifanio, niño y hombre de aldea, se resume con facilidad pues bastan tres palabras : pobreza, soledad y guerra. Emigró. Se casó con una viuda cuyos hijos se desentendieron de él. Nada más me contaron pues nada más había; sólo que murió. Dejó dicho que lo incinerasen y donde quería que esparciesen sus cenizas. Lo veló su viuda; lo acompañó su hermano y su cuñada. No hubo ausencías pues la soledad se aferra a la pobreza. Viuda, hermano y cuñada cumplieron su voluntad. Solos; esparcieron al viento las cenizas. En "La Montalbana"; donde vino al mundo; solo.

Pocos meses más tarde su viuda, su mujer, su compañera, quemó su vida... Literalmente.

jueves, 18 de noviembre de 2004

¡ Y yo qué sé !

El nombre no está puesto "a tontas y a locas"; reálmente no sé muy bien ní como poner esto en marcha ní a donde me conducirá. ¡En fín!.
Dice un refrán que "quién no llora no mama". Así que "pongo manos a la obra" y espero ir avanzando poco a poco. Paciencia