Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

miércoles, 27 de junio de 2007

Pasado el primer momento...

Mi abuelo paterno era pobre. Un campesino extremeño. Cuando le tocó, le llamaron al Servicio Militar. Guerra de Cuba, en 1898... Salvó la vida, pequeño y renegrido.
La familia de mi abuelo materno tenía dinero. Labradores propietarios de sus tierras. Cuando le tocó le llamaron al Servicio Militar. Guerra de Cuba, en 1898. Pagaron las 1000 pesetas que establecía la legislación y mi abuelo no fue ní a la guerra ní al Servicio. Siempre me pregunté que fue del que marchó en su lugar, por ser pobre....
2007... Emigrantes.. Pobreza.. Hay que comer; y luchar con puños y dientes para sacar adelante a la familia. Una, dos y tres, lo que el español no quiera p'al emigrante es.... Duduá.

"Dulce et decorum est pro patria mori", escribió Quinto Horacio Flaco -Odas III.2.13-, refiriéndose a la posibilidad de su propia muerte. Antes, los Tespias -adoradores de Eros y de Afrodita- explicaron a la Historia en las Termópilas como entendían sus deberes ciudadanos.

Si, ya lo se. No me hagáis caso. Sólo hablo de lo que ya no existe. Sóis españoles. Sí el abuelo es viejo, a la residencia. Sí el puto perro molesta, abandonadlo en la carretera. Sí están pegando a alguien, cambiad de acera. Sí oís los gritos aterrorizados de la del 3º, mientras la desloma su hombre, subid el volumen del "Tomate.."; eso si, no os olvidéis luego de salir con cara compungida a la calle diciendo: ¡Fíiijaaaate, qué cosas pasan!. Sí tu hijo, tu amiguete coleguilla, de 15 años no vuelve a dormir a casa, no te preocupes, que es feliz inflao de farlopa; un record tito, ya somos el mayor consumidor del mundo por habitante, más que los americanos. ¡Ah!, y sí han preñao a la niña mientras estaba borracha, tranquilo; que aborte. ¡Con lo que se disfruta jodiendo!.
Porque lo importante en la vida, no es comportarse con decoro, ní jugársela para que otros puedan vivir. ¡Trincad, coño, trincad!. ¡Y cuidaros mucho, que así no sufre la familia!. Procurad no dar la cara, que sólo viven mucho los cobardes y cuando te parten la cara defendiendo a alguien, duele ¡joder!.

¿Qué; qué vuestra vida es muy dura?. ¿Qué cada perro se lama su cipote?. ¿Qué bastante tenéis con lo vuestro para ir por esos mundos ayudando a alguien?. ¿Qué pudiendo pagar para que otro se folle a la parienta, da más gusto irse de putas?. Lo se, lo se...
Se que lo importante ahora es durar. No vivir..... Viviendo asume uno el placer del riesgo. Perdonadme; estoy pasado de moda y tiendo a lo insensato. Además, me pueden los recuerdos. Quizá porque sigo viendo la bayoneta con la que abrían el vientre a las embarazadas; en vivo.

Así que cada uno siga con su manera de ser. ¿Para qué hablar?. ¿O es que aún creéis que las palabras, por si solas y sin más, arreglan algo?. Yo seguiré igual de raro.

lunes, 25 de junio de 2007

Gracias

Gracias

sábado, 23 de junio de 2007

Un viaje clásico (y III - Panateneas)

-¿En que piensas Osi?.
-Nunca dejo de pensar, por eso nos llevamos bien, tú, un ateniense, y yo, un meteco ibero.
Sonreí. Osi es alto, algo más que yo, delgado y de apariencia siempre cuidada; su vestido, aun cuando sea sencillo, es muy elegante. No desentonaría en la Academia.
-Lo se; pero ahora, ¿que discurres?.
Me miró dubitativo, mientras se acariciaba la barba incipiente que siempre mantenía en su rostro.
-¿Has reparado alguna vez en la cantidad de dioses que hay?.
-¡Todo un Olimpo!, contesté. Por lo que he oído a los viajeros, en todos los sitios es así.
-Cierto, dijo Osi; pero los dioses son distintos en cada lugar. Y, a poco que uno piense, surge la duda: ¿Cuales son los verdaderos?.
Se produjo un gran silencio. Seguimos caminando despacio, aproximándonos a los límites de la meseta y adquiriendo poco a poco dominio visual sobre el Ática. Al cabo, comenté..
-Creo que son los mismos. Supongo, que el Hombre, en tiempos remotos, cuando todo estaba recién nacido, no comprendía muchos fenómenos naturales que ocurrían a su alrededor y lo desconocido le aterraba; era un ser primitivo, dedicado a sobrevivir, que utilizaba su inteligencia para desarrollar y usar unas pocas técnicas que le permitían vivir en un ambiente hostil, en el que era débil físicamente.
Así que fue su inteligencia; sin ella, como cualquier otro animal, hubiese vivido dedicado a subsistir y procrear. Pero la inteligencia generaba en él dudas constantemente y, tú y yo lo sabemos muy bien, la duda exige respuestas, por lo que es y será la llave del progreso de la Humanidad.
Y como ní podía responderse ní podía dejar de preguntarse, la Naturaleza le ofreció la solución.. Todo aquello que no entendía y le atemorizaba, como el rayo, el trueno, el sol, la luna, el bosque profundo..., lo fue divinizando. Inteligencia en estado puro; digestión de aquello que necesitamos superar para vivir. Y el sistema funcionó.

Osi asentía con la cabeza.. Al poco, comentó:
-Y es lógico; como funcionaba, acabó siendo, más que una respuesta de lo incomprensible, una solución de problemas. Como el Hombre se sabe débil, necesita protección; algo así como el hermano mayor de los niños..
Tras un momento de silencio, continuó: Cuando el Hombre necesitaba apoyo ante una dificultad que superaba sus fuerzas, recurría a la deidad de turno; ¡o mejor, la creaba!, dijo mirando en derredor.
¿Qué hay que defender el acceso a la Acrópolis?; ¡pues nada!, coloco una diosa que me de la Victoria en la puerta... ¿Qué me mareo y paso un miedo horroroso cuando me embarco?; ¡pues hale!, acudo a un ser poderosísimo que me tranquilice.
Fíjate, ateniense, como creo que son las cosas, que conozco un individuo allá en Iberia, un cántabro, en cuyo lugar se venera a una diosa del Puerto; y es que, ¡claro!, son pescadores.

Yo había dedicado horas y horas durante toda mi vida a pensar sobre el asunto, así que respondí: Es verdad lo que dices, aunque no se sí es cierto. Después de mirar a los cielos, seguí..
-Creo que hay .. algo Superior que ha creado y rige el Universo; y sí ha actuado así, ha sido porque ha querido. Y no es lógico que tanto poder actúe por capricho. Siento que el único motivo admisible para crear es Amar.
En consecuencia, no deberíamos tener miedo, continué. Y no manejar a quien nos ama, especialmente para que nos proteja y apoye en nuestras guerras, pues nos Ama por igual.
Tampoco deberíamos dudar de su Amparo y antes que darle nombres que nos convengan, tener más fe, tanto en su existencia como en la bondad de su Voluntad.
Resumiendo, no es que no exista Dios, es que no creemos en Él y nos lo figuramos de muy diversas formas y bajo muchísimos nombres, que responden más a nuestras necesidades materiales, que anhelamos satisfacer rápido y fácil, que al deseo de Amar, de Entregarnos, de ser mejores los unos con los otros, por la simple razón de que somos todos iguales y la única Felicidad, el único Destino, es el Amor.
Pero Dios es Espíritu y supongo que lo que quiere es que seamos espíritu. Quizá por eso estamos aquí -¡tan jodidos, maño!-, a ver sí aprendemos a querernos, a apoyarnos unos a otros sin esperar recompensa, a cuidarnos, a... Y lo tenemos que hacer con nuestras fuerzas y por nuestra voluntad. ¿Sí Él soluciona nuestros problemas, qué mérito tenemos?. Es muy duro de aceptar, pero así es. La vida es una Via de Purificación, algo así como un camino iniciático...

-Contempla Atenas, Osi. Ahí abajo en el llano.... Desde aquí podemos ver donde se desarrollan las Panateneas...

Resumiendo el trabajo "Las Panateneas: Topografía de una fiesta", de la doctora María Eugenia de la Nuez Pérez, del Departamento de Historia Antigua de la Universidad Autónoma de Madrid, las Panateneas, fiesta principal de Atenas, es una de las manifestaciones más completas y complejas de la unidad de los atenienses en torno a su divinidad políada. En efecto, Atenea es el centro de los sacrificios, la procesión, la ofrenda del peplo y los concursos que la ciudad le ofrecía anualmente (Pequeñas Panateneas) y cada cuatro con más esplendor (Grandes Panateneas).
Durante una semana en este último caso y durante tres días en el anterior, toda Atenas vivía por y para la fiesta, y no de manera simbólica. Los actos rituales y los concursos se celebraban involucrando todos y cada uno de los rincones de la ciudad, uniendo de forma real los centros claves de la polis. Así, la Academia, el Cerámico, el Ágora y la Acrópolis aparecen estrechamente ligados en el desarrollo de los actos festivos, sobre todo gracias a la existencia de la llamada Vía Panatenaica, uno de los ejes de comunicación más importantes de la ciudad.
Curiosamente, este paseo por la topografía de las Panateneas no comienza en el centro, en la Acrópolis, sino fuera de las murallas, en el santuario extramuros del héroe Academo, situado cerca de la Vía Sagrada que saliendo de la puerta del mismo nombre conducía a Eleusis.
Este santuario, luego conocido por ser el lugar elegido por Platón para ofrecer sus enseñanzas, era un lugar utilizado comúnmente por los jóvenes atenienses que iban allí a pasear o a entrenarse. Desgraciadamente, en la actualidad poco sabemos de él, ya que apenas quedan restos arqueológicos. No obstante, se ha encontrado un horos, es decir, uno de los mojones que delimitaban el santuario, de manera que los arqueólogos pueden intentar reconstruir una parte de su perímetro.
El siguiente hito nos lleva hasta una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Nos referimos al Céramico y a la puerta del Dipylon. Aquí nos encontramos, por una parte, con el Demosion Sema –el cementerio público-, al lado del cual pasaba la Lampadodromía y que es todo un símbolo de la conciencia ciudadana, pues en él eran enterrados los muertos en la guerra, y, por otra parte, con el área desde donde partía la procesión del 28 Hecatombeón, el acto principal de las Panateneas.
Los primeros testimonios de los que disponemos sobre su recorrido son del s. V a.C. y se los debemos a Tucídides, aunque el historiador se muestre contradictorio en sus afirmaciones, ya que primero hace partir la procesión del Leocoreion, un heroon situado en la esquina noroeste del Ágora y después la sitúa en el Cerámico, fuera de las murallas, refiriéndose en ambos caso al incidente protagonizado por los hijos de Pisístrato, incidente que se saldó con el asesinato de Hiparco.
Sólo él y, después, Aristóteles (Constitución de Atenas, XVIII, 3), quién probablemente le tomó como modelo, nos hablan del Leocoreion como lugar de partida de una Procesión Panatenaica en el s. VI a.C. El resto de nuestra fuentes la sitúan en el Cerámico, pero sin dar más precisiones, por lo que no sabemos exactamente cuál era el lugar de salida, al menos hasta el s. IV a.C. En ese momento se construye el Pompeion, entre las puertas del Dipylon y la Vía Sagrada, en la que desemboca el camino que conducía a Eleusis.
La política seguida en su momento por Pisístrato para lograr la unificación total del Ática y la consolidación de Atenas como polis tenía un objetivo claro: hacer de Atenas el centro religioso más importante del Ática.
Y para lograrlo, el tirano desarrolla una doble política: por un lado, convierte las Panateneas en la fiesta principal de todos los atenienses -tanto de la ciudad como del territorio- y, por otro lado, establece en Atenas los cultos más importantes.
Estos cambios simbólicos tienen, evidentemente, su manifestación urbanística en forma de santuarios y de manera más sutil en las celebraciones: las elecciones de los lugares recorridos por las Panateneas tienden a consolidar la integración entre la ciudad y el territorio. En una palabra, es en clave política, como debe ser entendida la topografía de la fiesta.
La Vía Panatenaica era usada desde siempre para comunicar el territotio y organizaba toda la parte noroeste de la ciudad, comunicando la puerta del Dipylon con la Acrópolis. Este camino era utilizado por las procesiones celebradas en la ciudad -no sólo por las Panateneas- y durante algún tiempo, al menos durante el s. VI a.C., uno de sus tramos en el Ágora, era utilizado, para la celebración de concursos atléticos, en especial carreras.
Quizá de todos los elementos que constituyen la topografía de la fiesta sea el más longevo, debido a carácter de camino natural de paso.
Desde el Dipylon hasta la Acrópolis, la procesión de las Panateneas atravesaba el Ágora, tomando la Vía Panatenaica. La ruta seguida por la procesión es importante, pero para la evolución urbanística de la fiesta lo es más la celebración de los concursos que desde el s. VI a.C. van asociados con ella.
Desde el principio de nuestra fiesta, el Ágora ha sido el lugar elegido para el desarrollo de los concursos celebrados en honor de la patrona de la ciudad. No sólo los atléticos sino también los musicales, los de recitación y los hípicos.
Dentro del espacio libre existente en el centro del Ágora, los concursos tenían sus áreas bien definidas, o al menos así podemos suponerlo sí hacemos caso de los testimonios que conservamos. Los concursos de recitado tenían lugar en un espacio denominado Orchestra, situado casi en el centro de la plaza, sobre el que se situará la pista de carreras en el s. V a.C. Los concursos atléticos y, quizá también, los hípicos, debían desarrollarse sobre una parte de la Vía Panatenaica denominada Dromos, constituida probablemente por el tramo que iba desde el Cerámico hasta la entrada del Ágora. Luego, en el s. V a.C. la pista cambiará de orientación y atravesará la plaza de norte a sur, partiendo desde el altar de los Doce Dioses, cerca del cual se ha encontrado la línea de salida, y llegando hasta el lugar que luego ocupará la Stoa Sur. Este espacio es aproximadamente de 200 m., es decir, la longitud de un estadio, aunque las medidas pudieran variar algo.
Para ver los concursos, los espectadores se sentaban en unas tarimas de madera –ikriai- de las que conocemos, en parte, su situación gracias al hallazgo de los huecos en los que estaban alojados los postes que las sujetaban. Ignoramos sí eran móviles o fijas, pero su aspecto debió de ser parecido al que presentan las gradas que aparecen en un fragmento de un dino del pintor Sófilo, datado a mediados del s. VI a.C. Debieron de ser usadas durante todo el s. VI a.C. y quizá también al siguiente, aunque aún encontramos otro lugar para ver los espectáculos: unas gradas de piedra situadas en la ladera de la colina de Colono, sobre la que se construyó el Hefesteion, y que estarán en uso hasta el s. IV momento en el que son inutilizadas debido a la construcción de varios templos y edificios justo delante de ellas.
Resumiendo, el Ágora fue siempre el lugar en el que se celebraban los juegos de las Panateneas y de otras manifestaciones asociadas a distintas fiestas atenienses. Su elección pudo deberse a motivos funcionales, ya que era el único espacio amplio y abierto que encontramos en Atenas en el periodo en el que fueron introducidos los concursos en las Panateneas, pero también a motivos políticos, pues su presencia en el Ágora dotaba a este nuevo espacio de un significado concreto y lo convertía en uno de los centros de reunión de la polis, y de manifestación de la conciencia cívica.
La evolución de la ciudad de Atenas y de su forma de gobierno influyen de manera importante en la topografía de la fiesta, ya que la transformación gradual del Ágora en el centro político, económico y simbólico de la polis, hace que los juegos -y otras manifestaciones- tengan que buscar nuevos lugares en los que celebrarse.
Lo único que no a va cambiar con el paso del tiempo es el recorrido de la Vía Panatenaica, que seguirá siendo el eje vertebrador de la ciudad y la fiesta, y el signo del paso de la fiesta por el Ágora.
Estamos ante una marca de la supervivencia de los ritos religiosos frente a cualquier otra manifestación cultural. La Procesión Panatenaica es el rito más antiguo de la fiesta y el único que va a continuar celebrándose hasta el fin de los cultos paganos en 395 de nuestra era. El sentimiento religioso es el que se sobrevive, el único que continuará uniendo y dando cohesión a la ciudad.
Tras haber atravesado Atenas desde el Dipylon, la procesión llegaba, por fin, a la Acrópolis, el principal santuario de la ciudad, meta de la Procesión de las Panateneas y lugar en el que se realizan todos los actos rituales de la fiesta: Ofrenda del Peplo y sacrificios.
Pero éste no es su único punto de contacto con las Panateneas. Las Arréforas y, quizá también, las Ergástinas, debieron de vivir allí mientras cumplían su servicio para la diosa. El peplo es posible que se tejiera también en la Colina Sagrada, pese a que apenas se han encontrado restos que atestigüen la presencia de esta actividad textil, que sí tenemos en otros santuarios.
Se trata, sin duda, del lugar emblemático en cuanto concierne a la religión, aunque su presencia dentro de las Grandes Panateneas aparezca empequeñecida sí tenemos en cuenta el programa de los juegos y su duración. No obstante este hecho no debe engañarnos, pues el acto principal de la fiesta era, precisamente, la procesión y los ritos que lleva aparejados y que suponen el máximo exponente de piedad de los atenienses hacia su patrona.
Igual que en el Ágora, aquí es también la Vía Panatenáica la que sirve de eje vertebrador del espacio y de los edificios levantados en honor a Atenea. El camino entraba por la parte oeste y recorría la cima del santuario de oeste a este hasta llegar al gran altar de Atenea Polias, que se elevaba frente a la entrada principal del templo de la Políada.
Muchas reconstrucciones modernas la hacen terminar frente al Partenón, pero esta elección no está justificada porque este edificio no tenía ningún papel en la fiesta.
La Acrópolis queda pues dividida en dos sectores que marcan una clara división funcional. En el sector norte nos encontramos el área cultual, donde se agrupaban los cultos más antiguos e importantes de la ciudad. En efecto, todas las leyendas en torno a los cultos acropolitanos referentes a Atenea, tienen allí su desarrollo: lucha de Atenea y Poseidón; nacimiento y educación de Erecteo/Erictonio y, consecuentemente, los templos que albergan los cultos primigenios también están allí: el templo de Atenea Polias, el santuario de Pándroso, el santuario de Erecteo....
Todo este contenido simbólico y cultual se pierde en el momento que atravesamos la Vía Panatenaica y miramos al sur. Lo que encontramos allí es, ciertamente, un edifico magnífico, grandioso, que terminará por convertirse en el referente de la Acrópolis y en el símbolo de la ciudad. Ahora bien, el Partenón, como tal no fue concebido como templo, ni como santuario, sino como un gran relicario para guardar el exvoto de los atenienses a su patrona, la Atenea Criselefantina. No tenemos restos de altar, ni de culto en el edificio, nada en el ritual de las Panateneas lo vincula a la fiesta, a no ser el friso, que, en cualquier caso, sería una vinculación más bien pequeña y que se justificaba por la concepción del edificio y el lugar que ocupa.
Si la teoría es correcta, entonces la zona sur de la Acrópolis sería en el s. VI a.C. el lugar dedicado a alojar, mayoritariamente, las ofrendas hechas a la diosa que estarían albergadas primero en los Tesoros, como en otros santuarios, y luego en el Partenón, cuyos inventarios han llegado hasta nosotros y que era, todo él, una gran ofrenda a Atenea.
Es cierto que la hipótesis de los tesoros no es aceptada por todos los investigadores, pero su existencia puede entenderse sí tenemos en cuenta que aparecen en un momento en el que la Acrópolis se convierte en el principal santuario del Ática.
Estos tesoros podrían corresponder a la iniciativa de las grandes familias atenienses -que tenían una importante base territorial en el Ática-, que aceptaban, de este modo, el papel de santuario principal querido por el tirano para la Acrópolis.
El papel de los Tesoros, como lugares para guardar las ofrendas hechas a la diosa, sería el mismo que el que nos encontramos en Delfos, donde, no olvidemos, la mayor parte de los edificios corresponden al s. VI a.C.
Cuando Atenas ya sea una polis consolidada, esas muestras de piedad por parte de los dirigentes de la ciudad serán sustituidas por muestras de piedad colectiva, de todos los atenienses: el “Prepartenón” y el Partenón, como relicario para la Atenea Criselefantina de Fidias.
Dos zonas diferentes pues y la Vía de las Panateneas como eje que las separa y organiza, y, al mismo tiempo, los distintos altares sobre los que se realizarán los sacrificios de las Panateneas, ya que los que se celebraban en la fiesta no eran sólo para Atenea Polias, sino también para Atenea Nike, Hygieia, y unos sacrificios “misteriosos” en el “antiguo templo”, que han dado mucho que pensar a los investigadores.

Un decreto del 123/2 a.C. nos habla del sacrificio de un buey que se llevaba en procesión por la Acrópolis y que se debía realizar por un efebo, en el altar de Atenea Nike.
En la obra de Eurípides, Erectheus, la diosa pide un sacrificio que se ha realizar en su altar, dirigido por la sacerdotisa de Atenea Polias. Es probable que el texto de Eurípides y el decreto se refieran al mismo ritual y que este sea la Skira, origen de la edificación de la capilla, que se realizaba al oeste de las tierras de labranza atenienses. Consistía en un sacrificio de bueyes en un recinto prohibido, el Abaton, junto a las tumbas de las hijas de Erecteo.
Eurípides denomina este ritual como el Sphagai Bouktonoi y lo relaciona con un ritual militar que consistía en matar un animal antes del comienzo de una batalla; se practicaba en un recinto obscuro y cerrado para que su desarrollo no fuese interrumpido por ninguna acción del enemigo, de modo que la victoria quedase asegurada. Se establece una analogía, sacrificando a los animales mediante una puñalada en el cuello, como se realizaría en el campo de batalla.
La diosa que está en la capilla del templo de Atenea Niké establece una relación entre el momento en el que los campesinos sacrificaban al toro antes de la trilla, mediante la granada que porta la diosa, con los militares, representados en el casco que lleva en la otra mano, de manera que la ganancia de la guerra y el fruto de la naturaleza quedaban íntimamente relacionados.
En el friso superior del templo se retratan las batallas y, en un juego paralelo, en el friso de la balaustrada aparecen los trofeos y los bueyes del sacrificio. En la parte más importante de la cara oriental, una Niké levanta la espada en su mano derecha y tira de la cabeza del animal hacia atrás con la mano izquierda.


El buey va a ser sacrificado según las formas descritas para el Abatón; este friso se talló sin prisas y es coetáneo a la publicación de la obra de Eurípides.
Estaríamos pues, ante un doble compromiso entre las divinidades de Atenas como núcleo de población -Polias, divinidad de la fertilidad- y las que aseguran la prosperidad de una comunidad que se está definiendo como tal: Hygieia y Nike; compromiso que debe hacer de Atenas el centro del Ática, de forma que los cuatro sacrificios terminarán por convertirse en el acto central de la fiesta principal de Atenas como polis, involucrando todos los aspectos necesarios para el buen funcionamiento de la comunidad.
Salvo el altar de Nike, los demás jalonan por el norte la vía Panatenaica sin que el sur de la Acrópolis se vea concernido por el ritual.

-Osi, ¿recuerdas lo que te expliqué en el Partenón sobre la composición de las Panateneas, cuando contemplamos su friso?.

El friso -deteneos en este enlace y recorrer despacio la totalidad del friso- jónico y continuo, estaba en el interior, en los muros de la Cella. Los fragmentos se conservan en los Museos de la Acropolis y del Louvre. Es una banda, cuyas escenas tienen 1 metro de altura por 1,60 metros de longitud, que recorre el Partenón y nos narra la Procesión de las Panateneas.
Se desarrolla en dos sentidos, hacia el norte y hacia el sur, para culminar en el lado oriental en la puerta de acceso, donde se hallaba la representación de la ceremonia de entrega del Peplo sagrado a Atenea, presenciada por un grupo de deidades. En ella intervenían los ciudadanos y también los dioses, se hacían sacrificios y había música.
La procesión ocupa los cuatro lados del friso y es posible apreciar la extraordinaria diversidad de figuras que aparecen: divinidades, sacerdotes, sacerdotisas, ciudadanos, músicos, jinetes, animales para el sacrificio, etc.
Prescindiendo por un momento del punto de vista temático, cabe decir que el friso del Partenón aparece como la más alta expresión y el más intenso resumen del arte griego.


El friso supone un cambio en cuanto a la representación de los frontones y presenta ciertas variaciones estilísticas. Está tallado en altorrelieve y las figuras y el fondo estaban policromados en vivos colores. La parte superior posee un relieve más profundo, debido a que se ve con un ángulo muy agudo, por lo que la luz que le llegaba desde el intercolumnio realzaba las figuras.
Veréis desfilar ante vosotros jinetes sobre sus caballos y personas a pie, ataviadas algunas con trajes militares; otras llevan animales para el sacrificio (bueyes, carneros,..), representados con gran realismo.
Los relieves, de diversos tipos, están recortados contra el fondo, plano, y carecen de escenas que ambienten el conjunto. Fijaros en la calidad de la talla, pero no en la escala con la que han sido representados, pues no se tuvo en cuenta.



Las escenas de los carneros han llegado hasta nosotros en muy mal estado; en las escenas con animales resalta la técnica empleada, utilizando planos superpuestos de sus patas. En otra escena puede verse a un muchacho que se gira para hablar con el que se sitúa detrás, como sí su gesto hubiese sido congelado por el artista, en un intento de dar dinamismo a la figura.
La calidad técnica del trabajo es desigual, lo que denota, y es lógico, la intervención de diversos artistas.
Podemos contemplar a las aguadoras, que portan las vasijas que se utilizaban para transportar dicho líquido, y
a las Panateneas, que son las doncellas que llevan los brazos hacia abajo, aproximándose hacia la asamblea de dioses. Fijaros en los vestidos de las mujeres y de los hombres, y apreciar la técnica aplicada para tallar sus pliegues.

La escena más importante es la Asamblea de dioses, que está enmarcada por las divinidades que aparecen sentadas. Se representan doce escenas, de las cuales se conservan tres. Los pliegues de los vestidos resultan más trabajados y esmerados, y el canon escultórico es completamente clásico. Aunque son las únicas figuras que representan deidades, reciben el mismo trato formal que el resto y al no estar acompañadas por ningún símbolo que las identifique, no es posible nominar que dioses concretos han sido representados.


La Procesión de las Panateneas es, por una parte, una imagen narrativa que describe un acontecimiento real con personajes reales y una disposición similar a la de la procesión cívica que se celebraba, pero, por otra, la obra no es la simple ilustración de un acontecimiento cívico, pues asoma en sus detalles la importancia relativa de los participantes y muestra al observador atento la finalidad de cada grupo social.

Observando el conjunto, vemos que los escultores adoptaron una composición bien sencilla: la sucesión y redundancia entendidas linealmente, recurriendo a la superposición de figuras o motivos cuando era necesario por el asunto que representaba (se acentúa en el caso de los jinetes, que se ofrecen como grupo).
Esta composición introduce un ritmo, una cadencia en todo el friso que no se apoya en el entrelazamiento sucesivo, sino en el puro sucederse. La verticalidad de las figuras recuerda las imágenes de las estelas funerarias. Y con estos procedimientos, los escultores sólo cuentan con un elemento para introducir variantes en el ritmo: el espacio, que no pretende simular uno real, sino que se limita a ser el plano sobre el que destacan las figuras y que el artista vacía o rellena de contenido para trasladarnos la sensación de movimiento, como sí ante nuestros ojos "pasase" una de aquellas antiguas películas mudas.
Con este tratamiento se consigue intensificar el efecto visual de algunas imágenes al concentrar en ellas la mirada del observador o al separarlas de otras, invalidando lo anecdótico que pudiera haber en la escena.
Son admirables el grupo de los dioses del Olimpo, con un magistral tratamiento de las telas, que se adhieren al cuerpo –la llamada técnica de paños mojados- y dibujan sus contornos, una faceta creativa que ha contribuido decisivamente a la fama del arte de Fidias y, también, los caballos, poderosos y dinámicos, y sus fieros jinetes, que denotan la maestría del escultor.

Bien Osidoro. ¿Qué te parece sí nos despedimos?. El paseo ha cansado a mis pobres huesos, aunque, en compensación, he aprendido más que nadie. Como siempre que enseño algo o ayudo a alguien, compruebo que el mayor beneficiario soy yo mismo.
Os recomiendo encarecidamente que visitéis, además del enlace del friso que destaqué, este del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Columbia, que os permitirá visitar en imágenes la Acrópolis y el Partenón.
Y para terminar, perdonar mis errores, que seguro que los hay. En realidad, sólo pretendo ser lo que soy, alguien que busca vuestra amistad leyendo para vosotros aquello que pueda enriquecer vuestra mente.
Gracias

jueves, 14 de junio de 2007

Un viaje clásico ( II - Acropolis: Erecteion y Partenon)

-Vayamos a la Pinacoteca Osidoro. Deseo reposar unos momentos y es un buen lugar; esta meteorología tan variable parece que hincha mis huesos y eso dificulta mis pasos.
-Te sigo, respondió. ¿Habrá alguna hetaira que atienda mi sed?.
-¡Los actores sólo pensáis en bebedizos o en hetairas!; ¡estás hecho un crápula!.
-¿Yo?; tú sabes como me cuido, como ejercito mis músculos, como cuido mis relaciones..
-Ya, ya...
A todo esto, habíamos llegado a la Pinacoteca. Una vez en su interior, nos sentamos en el banco corrido adosado a sus muros y nos mantuvimos en silencio, mientras contemplábamos las pinturas de sus paredes.

-¿Qué es para tí la belleza, Osidoro?.
Se mantuvo unos instantes en silencio, con la mirada perdida..
-¿Una adecuada proporción?, dijo. Algo he oído sobre vuestro concepto de belleza, aunque no creo que nadie pueda responder completamente a esa pregunta. Es posible que haya tantas maneras de entenderla como seres vivos.
-Es verdad, contesté. Creo que la belleza se siente y cada ser lo hace de manera distinta; por eso nunca algo, o alguien, podrá parecer bello a todos.
-¿La mujer puede ser bella?.
-¿Una mujer?. No se me había ocurrido.. Deseable si, pero bella.. No es un ser pleno y, en consecuencia, no reúne las características de la belleza.
Osidoro sonrió. Me había desconcertado. Para salir del trance, aducí:
-En el Hombre, creo que la belleza se basa en el agrado de la percepción ajena. No se trata de que nos veamos bellos; eso es indiferente, sí los demás nos ven feos. Lo esencial es la impresión que producimos en otros. En consecuencia, es preciso transmitir belleza y no lo es ser bello.
Pero sólo transmitimos lo que puede percibirse; un sordo nunca oirá mi palabra, luego lo que le diga carece de importancia.
Así que la gran cuestión es ¿qué agrada percibir?, ¿qué nos gusta sentir?. Quien sepa responder adecuadamente, será considerado bello. Y como para el común de los mortales lo que importa es la belleza física, creo que esta reside en el equilibrio de lo imperfecto.
Osidoro escuchaba con atención. Me animó a continuar con la mirada.
-Creo que todos tenemos imperfecciones físicas desde que nacemos. Grandes narices u orejas, brazos largos en exceso, piernas muy delgadas, ojos pequeños, poca o mucha estatura, ... ¡Y no hablemos de la evolución del cuerpo con los años!.
Vistas una a una, aisladas, no agrada contemplar esos despropósitos de la naturaleza. Pero forman parte del cuerpo y cabe la posibilidad de que esas irregularidades se integren unas con otras, constituyendo un conjunto armónico. Algo así como ese juego infantil, en el que juntando como es debido pedazos de algo logramos recomponerlo y contemplar el objeto en su conjunto.
En realidad, cualquier cuerpo tiene muchos defectos. Quien los oculta será descubierto más temprano que tarde, pero quien los aprovecha para su beneficio, acaba serenándose y disfrutando de la vida. Y es que no cabe enfrentarse a la Naturaleza sino que hay que colaborar con ella para vivir.

Me había recuperado. Y quería volver a tratar sobre la mujer. Así que le pregunté:
-Osidoro ¿qué es una mujer?.
Me miró como sí le hubiese preguntado que era el agua.
-¿Una entelequia, quizá?, martilleé.
-Conozco a una meteco, de una tierra montañosa hacia el Sol, que, aunque te cueste creerlo, piensa, me respondió. Dice que la Mujer es Materia y el Hombre, Idea. La Mujer desarrolla vida en su interior, como la Naturaleza; es estable, real y se dedica a si misma, a sentirse. Es equilibrio, porque es emoción y la emoción expulsa sus tensiones, como hace la Naturaleza mediante la lluvia, los truenos y los rayos.
Por contra, el Hombre mira en derredor, buscando donde dirigirse. Nunca acepta algo, se rebela contra todo y en especial contra si mismo. Busca saber, desentrañar los porqués y se vuelca en el pensamiento, no en el sentimiento. El resultado es que se dedica no tanto a vivir como a idear como vivir.
Por eso, amigo mío, ellas son sólidas y nosotros fugaces... En especial cuando...
-Calla, no sigas, le interrumpí. Ya es hora de que conozcas el Erecteion...

Recreación de la Acropolis, a vista de pájaro

Estado actual

Noté su mano sobre mi antebrazo. Durante unos segundos mi espíritu estuvo perdido, sin conciencia de donde me hallaba. Cuando conseguí ver lo que me rodeaba, contemplé frente a mi la estatua de Atenea Promacos, “la que combate en la primera línea”.
-Has hecho un largo viaje, musitó Osidoro.
Guardé silencio, mientras giraba la cabeza hacia él y le contestaba con la mirada.. Sentí como apretaba mi brazo, con suavidad y, a la vez, con firmeza.
Dirigió la vista hacia la estatua y dijo:
-Sí algún enemigo de Atenas consigue llegar hasta aquí quedará detenido por su presencia.

Realmente imponía. Fidias había realizado, entre el 450 y el 448 a.C, una estatua en bronce de algo más de 30 pies (nueve metros), que se elevaba sobre un pedestal de cinco pies (metro y medio).
Estaba armada con una lanza, apoyada junto a su pie y sujeta por su mano diestra, y embrazaba un gran escudo en la izquierda, sobre cuya cara había esculpido Mys -hijo de Hermias- imágenes de la lucha entre Centauros y Lapitas, pueblo de Tesalia y prototipo para los griegos de los ciudadanos civilizados en lucha contra la barbarie.

Dirigí la vista en derredor... Mira Osidoro, al frente y a nuestra derecha, el Partenón, y a nuestra izquierda, el Erecteíon. A nuestra derecha, allá atrás, el templo de Artemisa Brauronia y a continuación y en dirección al Partenón, a nuestra altura, la Calcoteca. Y este templo pequeño, ahí a la derecha, es el de Atenea Ergane, diosa de los artesanos.
El primero es un templo donde la diosa está representada en forma de osa, pues ese es el culto de Brauron; en él, las jóvenes tienen que danzar imitando a un oso antes de casarse, pues así lo establece el ritual, sí es que quieren disponer de las cualidades necesarias para ser una buena esposa y madre. En el interior de este santuario se encuentra el arcaico Xoanon de la divinidad y una estatua realizada por Praxíteles (siglo IV a.C.).
La Calcoteca es un almacén donde se guardan y exhiben los trofeos y máquinas de guerra, como ofrendas para Atenea, así como las piezas de bronce de la vajilla utilizada en el culto.

-Vayamos hacia el Erecteíon y dejemos para el final el templo de Atenea Partenos, la diosa virgen, propuse.
-Curioso, dijo Osidoro a media voz.
-¿Curioso?; ¿qué es curioso?, respondí.
-Que para ser diosa haya que ser virgen.
Guardé silencio durante unos instantes. Detuve mis pasos y le pregunté: ¿Crees que ser virgen no tiene mérito?.
-Para un mortal creo que ninguno; es más, renunciar por propia voluntad a algo tan natural y esencial como aquello que permite que todo lo creado se reproduzca, creo que es anular un aspecto básico de nuestro ser. Y sí es en contra de nuestra voluntad, bien porque no podemos o no tenemos ocasión, debe ser algo lesivo para el equilibrio del espíritu, además de ir contra la tendencia del cuerpo.
Pienso que en ningún caso la virginidad aumenta la calidad de quien la mantiene, pues el Hombre puede superarse y ser más digno sin tener que renunciar a lo que formó en él Quien le creó. Creo, continuó, que es algo que tiene su origen en el miedo; pero no en el que podemos sentir ante algo visible que nos asusta sino ante el desconocimiento profundo de quienes somos. En realidad, ser virgen es un problema de soberbia.
-¿Y quienes, o qué, somos, Osidoro?. ¿Seres soberbios?.
-Es más fácil saber que no somos. No soy una piedra, ní un olivo, ní un buey. Somos algo distinto, un ser que no se entiende como un trozo de carne, sin más, o que haya nacido sin responder a un plan superior, que desconozco -lo que no demuestra su inexistencia, que no me creo tan listo-, pero que de algún modo rige el kosmos. Creo, dijo mirando a su alrededor, que me rodea algo muy complejo; algo que no puede funcionar sin un orden. Y algún origen tiene que tener...
En resumen, como dijo Sócrates, sólo se que no se nada. Como todos. Y eso nos asusta. Porque lo que se y de lo que estoy seguro, es que soy mortal; y como tal debo de ser humilde. Y para ser humilde no debo valorar lo que ha sido creado, estableciendo categorías, purezas o dignidades.
Se mantuvo en silencio unos momentos y continuó..
-Y cuando estamos asustados, nuestra primera reacción suele ser intentar ignorar lo incomprensible. Luego lo interpretamos, como hago en el teatro, de modo que podamos entenderlo. Y lo que resulta tiene poco que ver con lo que verdaderamente era.
-¿Así que la virginidad nos asusta?, le pregunté
-Claro, como las mujeres; por eso las adulamos, buscando conquistarlas y luego las atacamos. Pero rara vez fundimos nuestro espíritu con el suyo, completando el ser único. Eso exige un acto de fe, creador, de plena entrega, confiando ciegamente en el futuro, propio de un ser humilde que sabe de sus pocas fuerzas y acepta las consecuencias vitales de su existencia.
Por contra, un soberbio pretende imponerse. Califica que es válido y que perverso. Cree que sabe y, paradójicamente, se desconoce a si mismo. En realidad, la soberbia es la reacción del cobarde ante la Vida.

Reanudamos la marcha y pasamos por el lugar, inmediato al Erecteíon, donde estuvo el templo dedicado a Atenea Polías -patrona de la ciudad- y cuyo culto acoge aquel, pues del antiguo apenas quedan sus cimientos -levantados directamente sobre roca-, ya que fue destruido por los persas. Es el templo jónico griego más grandioso, edificado para reconstruir el destruido por los persas en los años 480 y 479 a.C; fue dedicado al culto de Poseidón y Atenea, asociados a Erecteo.

-Dicen, comenté, que el Erecteíon es una copia de la casa de Erecteo, según la describe Homero.
-¿Erecteo?, contestó Osidoro; ¿quién es ese?.
-Un héroe antiguo, fundador de Atenas, que algunos identifican con Poseidón y que fue uno de nuestros primeros reyes; introdujo el culto a Atenea y puso en marcha las Panateneas. Se dice que fue fulminado por Poseidón y enterrado en el lugar de la Acrópolis donde se alza el Erecteion.

Vista actual del Erecteíon con el Pórtico de las Cariátides en primer plano

-Observa que su pórtico principal está orientado hacia el camino sagrado de Eleusis y que al construirlo se respetaron los signos de la controversia que libraron Poseidón y Atenea por el Ática, expliqué.
Zeus prometió el Ática a aquel dios que otorgase a la ciudad algo que la beneficiase en mayor medida. En el lado izquierdo del propileo puedes ver tres orificios en la roca que son las huellas que dejó el tridente de Poseidón cuando lo clavó en ella para hacer brotar un manantial de agua marina y junto a la pequeña entrada que hay más allá puedes ver el olivo que plantó Atenea.
Poseidón estaba solo cuando lo hizo y no pudo probar que el agua había brotado gracias a él, mientras que Cécrope testificó ante el tribunal de los dioses en favor de Atenea, manifestando que el olivo crecía porque ella lo dispuso. Los dioses creyeron a Atenea y dictaminaron, además, que el olivo resultaba más beneficioso, ya que el agua salada ní podía beberse ní usarse para regar los campos, por lo que otorgaron el Ática a Atenea, en cuyo gobierno sería ayudada por Cécrope, como premio a su testimonio.

Fue la última construcción realizada en la Acrópolis. El Erecteíon es un unicum, un templó jónico de modelo especial, cuyo arquitecto, Mnesiklés, vuelve a encontrarse con graves dificultades impuestas por la topografía y por los vestigios de viejos santuarios relacionados con los genios de la Acrópolis, como los de Cécrope, Erecteo y el de la diosa Atenea; es el sucesor del antiguo templo de Atenea Polias erigido por los Pisistrátidas, cuyas anomalías en planta evoca y repite.
Mnesiklés da otra lección sobre la composición de un complejo arquitectónico al integrar varios cuerpos en distintos planos y con dificultades mayores, sí cabe, que en los Propíleos. El núcleo o parte principal está precedido por un pronaos hexástilo que incluye el recinto de culto de Atenea Polias, incomunicado de otros tres colocados a su espalda y dedicados a Poseidón-Erecteo, a Hefaistos y a los ancestros míticos.
A un nivel inferior se le adosa un pórtico tetrástilo, por el lado opuesto una fachada plana con columnata incrustada en el muro a gran altura y por el costado el famoso Pórtico de Las Cariátides, relacionadas con el taller de Alkamenes.
Se trata, en conclusión, de un edificio construido sin axialidad ni simetría, con cambios permanentes en el sistema de proporciones y en el lenguaje formal, lo que hace que su carácter sea aún más atrevido y evolucionado que el de los Propíleos. A una fábrica arquitectónica tan bien resuelta se añadió la decoración plástica más fina, primorosa, rica y elegante de la arquitectura griega.
Así, por ejemplo, dinteles y marcos de las puertas están labrados en mármol imitando el trabajo de carpintería, las molduras y cenefas con motivos vegetales evocan la técnica del marfil y las figuras de mármol blanco esculpidas en el friso resaltan sobre el fondo de piedra oscura de Eleusis.

Plano de planta del Erecteíon

El Erecteión es un templo hexástilo cuya cella está dividida en tres partes: una dedicada a Atenea y la Serpiente de la Acrópolis, en recuerdo de Cécrope, a quien se consideraba un hombre serpiente; otra a Poseidón, en la que tal vez existió una cisterna para la sal marina de este dios; y la tercera en la que se veneraba a Erecteo.
En la principal se custodiaba la vieja estatua de Atenea, la Xóana, hecha con madera de olivo; ante la diosa ardía la famosa Llama Eterna en la lámpara obra del escultor Calímaco. La cella, de forma rectangular, mide 20,03 x 11,21 metros y cuenta con esbeltas columnas jónicas.
Como continuación natural de esta, pero sin comunicación -como se explicó-, se abren tres vestíbulos que contienen los altares de Poseidón, del legendario Erecteo, de Hefaistos y de Butos, un héroe local.
La pequeña entrada junto a ellos conducía al témenos -palabra griega que significa campo consagrado a una divinidad- de la ninfa Pandroso - hija de Cécrope-, el Pandroseio, donde crecía el olivo sagrado de la diosa Atenea (el árbol que podemos observar actualmente fue plantado en 1917). Desde aquí, una escalera lleva a la tumba de Cécrope, el mítico rey de Atenas, situada justo bajo el límite del Erecteíon.
Anexo a esta construcción, pero situado en un plano inferior para adaptarse a un desnivel del terreno de aproximadamente tres metros, se abre un pórtico con cuatro columnas jónicas en la fachada y dos en los laterales. Aquí se encuentra la bóveda que, con probabilidad, alojaba a la serpiente tutelar: la Serpiente Sacra de Erecteo, a la que los atenienses ofrecían cada mes tortas de miel.

-¿No crees Osidoro que con unas proporciones tan estilizadas, la esbeltez de sus columnas y la delicadeza de sus esculturas, tiene algo de femenino?; por contra, el Partenón, que vemos desde aquí, da una impresión de robusta solidez que, en cierto sentido, podría tomarse como prototipo de masculinidad.

Fíjate en la decoración jónica de la puerta, a través de la que se accede desde el pórtico al templo principal; ¡es espléndida!. Y en la decoración esculpida del friso que rodea el edificio principal y el pórtico más al norte..; ¡lástima que el de las Cariátides no la tenga!. ¡Y qué decir del mármol que decora el techo!; por cierto, ¿ves esa abertura que hay en él?.. Nadie se ha atrevido a cerrarla, ya que se dice que la causó un rayo que Zeus dirigió a Erecteo.

Pórtico del Erecteíon, con techo de placas de mármol

-Vayamos hacia la entrada que está junto al Pórtico de las Cariátides, propuse; es la más famosa, por lo que es donde se muestran los objetos sagrados cuando la ocasión lo merece. Así podemos contemplar alguna estatua o vestido de los dioses.
Está dedicado a Pandrosia, hija de Cécrope, y es obra de Calimacos, discípulo de Fidias y guarda la tumba de Cécrope. Observa, continué, que en lugar de columnas presenta seis figuras femeninas de casi 8 pies de altura (unos 2,30 metros).

Vista general; a nuestra derecha, el Pórtico de las Cariátides

Vitrubio les dio el nombre de Cariátides porque las jóvenes que posaron como modelos provenían de Carie, una ciudad cercana a Esparta. Visten túnicas jónicas y llevan sobre la cabeza un cesto que actúa como capitel.
La segunda koré (muchacha) de la izquierda fue substraida por Lord Elgin y en su lugar se ha colocado una copia de yeso. En la actualidad, las cinco Cariátides restantes son también copias; sus originales se conservan en el Museo de la Acrópolis para protegerlos de la contaminación atmosférica.
Faltan las manos de las Cariátides, por lo que sólo cabe suponer que la izquierda sujetaría probablemente la vestimenta y la derecha algún objeto de los usados en el culto. La cabeza no soporta directamente la cornisa, sino que entre ambas se sitúa un "cesto" esculpido que distribuye eficazmente las cargas arquitectónicas.



La Tribuna-Pórtico de las Cariátides es una de las obras de la Edad de Oro griega, tanto arquitectónicas como escultóricas, más comúnmente reconocidas por su exquisitez formal. Seis jóvenes doncellas, talladas en mármol pentélico a mayor tamaño que el natural, vestidas con vaporosos peplos, cuyos sinuosos pliegues realzan sus formas anatómicas, sostienen sobre sus cabezas la cornisa de la “próstasis” o porche, que sobresale del ala meridional del templo.
Perfectamente integradas en la estructura arquitectónica del edificio y respondiendo al cien por cien a su estilo jónico, orientan su mirada hacia el Partenón y hacia el camino procesional que conducía al mismo: la Vía Sacra.

El perfil del
Erecteíon, y el de los templos jónicos en general, supera en verticalidad al de los templos de estilo dórico. Su canon de proporciones es totalmente distinto. Las columnas son más delgadas y están provistas de basas trabajadas con molduras que se apoyan en un estilóbato, confiriendo al alzado del edificio un aspecto más etéreo.
Las estrías de los fustes no moldean las cortantes aristas características de las columnas dóricas, sino que consisten en finas acanaladuras enmarcadas por cantos romos. Los capiteles son fácilmente discernibles por sus típicos pares de volutas en espiral y están enriquecidos con otros adornos, como el astrágalo y un delicado equino de ovas y dardos. El ábaco es más plano. Los capiteles jónicos de doble voluta que rematan las columnas del Erecteíon están considerados como los más bellos entre los producidos en Grecia.

Capitel jónico de doble voluta del Erecteíon

El entablamento se divide, al igual que en el dórico, en arquitrabe, friso y cornisa, pero todos estos elementos son mucho más ligeros en conjunto y detalles. El friso, en lugar de estar entrecortado con triglifos y metopas, corre a todo lo ancho del frontispicio y se adorna con una sucesión ininterrumpida de relieves figurativos describiendo temas de la mitología helénica.

Cuando estaba a medio acabar, su construcción fue súbitamente interrumpida, a causa quizá de la desastrosa expedición ateniense a Sicilia (415 - 413 a.C.), pero fue reemprendida en 409 y el templo se completó en 406 a C. La reconstrucción de la Acrópolis llegó a su término dos años más tarde, aunque fue entonces cuando se produjo la derrota definitiva de Atenas en la Guerra del Peloponeso, y en años posteriores sólo se añadieron edificios secundarios.
El templo sufrió varios incendios y fue restaurado antes de ser transformado en una iglesia cristiana en el siglo VI d. C. Cuando la Acrópolis se convirtió en manos de los turcos en una fortaleza, el Erecteíon sirvió para alojar el harem del jefe militar.

-Bien amigo, creo que es hora de que nos acerquemos a la gran maravilla.. Como ves, está a dos pasos. Vayamos en silencio, inmersos en nuestros pensamientos, preparándonos para comprobar que, aún siendo pequeños -muy pequeños-, realizamos grandes obras.
Recorrimos el corto espacio que separa el Erecteíon del Partenon. El sol mediterráneo iluminaba el lugar, realzando lo que los hombres habían construido y, a la vez, empequeñeciéndolo ante la maravilla de la Luz.
-Ante ti, Osidoro, el Partenón, hoy está considerado como la obra maestra del arte griego el templo de Atenea Partenos; ¿sabes?, en este mismo lugar se alzó en tiempos el Hecatómpedon, dedicado también a Atenea Virginal. Estamos en un lugar que los atenienses han sentido sagrado siempre.

Vista aérea del Heraion de Samos, primer hecatompedón

Conocemos las fechas en que se construyó el Partenón por inscripciones en la propia obra que fijan su comienzo en el año 448-447 a.C. y el final en el 438-432 a.C., lapso de tiempo brevísimo cuando se piensa en la magnitud de lo realizado. Las fuentes que están a nuestra disposición mencionan como arquitectos a Iktinos y Kallíkrates, aunque Vitrubio cita también a Karpion, quien se desvanece en la Historia. Las ideas básicas del proyecto las aporta Iktinos, un arquitecto genial que escribió un libro, desgraciadamente perdido, sobre las teorías desarrolladas en la construcción del Partenón. Posiblemente fueron supervisados e influidos por Fidias, pues en realidad el templo no es otra cosa que la morada de una obra de este.
Su idea de lo que es un templo dórico y de cómo se modela el espacio se aprecia cuando comparamos el Partenón con el
Templo de Zeus en Olimpia y con el llamado Prepartenón, un templo dórico hexástilo que los persas arrasaron durante la 2ª Guerra Médica y del que sabemos que estaba en construcción en 480 a.C.

Réplica a tamaño real en Nashville USA

El parangón demuestra que el Partenón es más monumental, más cerrado y más compacto, aunque extreme la finura y la delicadeza de sus elementos constructivos. Respecto al canon dórico de Olimpia se observa que la ampliación de la perístasis (8 x 17) y la considerable ampliación de la cella, van en detrimento de la anchura del pasillo existente entre ambas y denotan un nuevo sentido del espacio, pues el conjunto resulta más grandioso y unitario. De hecho, la amplitud y la espaciosidad del Partenón se perciben desde fuera y desde dentro, dada la perfecta conjunción e interdependencia de exterior e interior.

Plano de planta

La planta es la de un templo octástilo y anfipróstilo, cuyas columnas se encuentran más próximas entre sí y hacia la cella, con la natural repercusión en los espacios interiores. Por su parte, el nuevo sentido del espacio, que modifica sensiblemente las proporciones de la cella, es una novedad importantísima, cuya causa primordial es la colosalidad de la estatua en oro y marfil de Atenea Partenos -forjada con las armas fundidas de los persas derrotados, armada con casco dorado y pectoral, con espada y con escudo-, que tiene absorto a Fidias durante el proceso constructivo.

Vista del interior de la reconstrucción del Partenón en Nashville

El basamento de la estatua, que se conserva in situ, es monumental; exigía una anchura enorme, de ahí la necesidad de ampliar la cella. Se trata, pues, de una solicitud de Fidias a Iktinos, ante la necesidad de un escenario adecuado para el coloso de casi 12 m que fue la Atenea Partenos. Fue llevada a Constantinopla en algún momento y allí desapareció.

Corte transversal

Por idéntico motivo, en lugar de una cella de tres naves con doble columnata paralela, las columnas se curvan en forma de U por la parte posterior de la nave central para ubicar la estatua de Atenea, como sí se tratara de un nicho. Fue una solución revolucionaria, cuya influencia se dejó sentir inmediatamente.

Estructura general

Está asentado sobre un basamento de tres peldaños rodeado por una columnata exterior con ocho columnas dóricas en las fachadas este y oeste y 17 columnas a lo largo. El templo ocupa una superficie de 69,54 metros por 30,87 metros y las columnas alcanzan una altura de 10,43 metros, estando ensanchadas en el centro para corregir el efecto óptico de las líneas horizontales.

Frente a estas novedades inesperadas existen en el Partenón peculiaridades que no son originalidad del proyecto arquitectónico, sino consecuencia o adaptación de tradiciones ancestrales. Así, por ejemplo, la división de la cella en dos espacios desiguales y la introducción de rasgos jónicos en un templo dórico -el friso que recorre los muros de la cella y las cuatro columnas jónicas de la menor de las dos estancias en que queda dividida la cella- deben considerarse rasgos heredados del Prepartenón e incluso del llamado Templo Dörpfeld de época Pisistrátida.

Hay en el Partenón refinamientos casi imperceptibles, pero de extraordinaria eficacia a la hora de darle ese carácter vital de músculo activo tantas veces señalado. Son las llamadas correcciones ópticas, que en sí mismas no son novedad, aunque la tiene en grado sumo la manera de interpretarlas o hacerlas valer.
Se persigue con ellas una estudiada contraposición en los miembros del orden arquitectónico según la función ejercida, a partir de la que se obtiene una perfecta compensación de efectos visuales; algo así como la versión arquitectónica del contraposto escultórico, dice Gruben. Como sobresalientes hay que citar el mayor grosor de las columnas laterales respecto al de las centrales, para neutralizar la impresión de adelgazamiento provocada por la intensidad de la luz en las esquinas, así como la inclinación hacia dentro de todas las columnas.

Percepción visual

Realidad construida

Percepción visual, sin corrección

En segundo lugar, la contracción de las metopas propagada desde el centro; es decir, la anchura de las metopas disminuye progresiva e imperceptiblemente a partir del centro, de manera que se evita el cambio brusco de dimensiones, siendo más anchas sólo las dos últimas metopas de cada lado.

Por último y principalísimo, la curvatura de todos los elementos horizontales, desde las gradas del estilobato al entablamento. A consecuencia de la curvatura y de las líneas de fuga, siempre verticales, los bloques de mármol no son rectangulares sino trapezoidales; cada uno de ellos hubo de ser cortado y tallado individualmente, detalle que merece ser tenido en cuenta para aquilatar la dificultad y calidad del trabajo. El ensamblaje tan cuidado como armonioso de todos estos pormenores es lo que hace distinto al Partenón.

Las columnas sustentan el arquitrabe y el friso, que está decorado con 92 metopas; las exteriores estaban parcialmente forradas de piezas de hierro pulido, lo que producía un intenso reflejo dorado al ser iluminadas por el sol, visible a mucha distancia mar adentro.

Realizado en su totalidad en mármol pentélico, que carece de vetas y proporciona cierto tono rosado, consigue unos efectos cromáticos sorprendentes, debidos a su calidad inigualable, ya que su transparencia y blancura definen el núcleo de la obra. Triglifos, mútulos y reglas iban pintados de azul, como es frecuente en los elementos verticales, mientras la taenia o moldura lisa, la banda que corre por debajo de los triglifos y el listel superpuesto a ellos, iban decorados con un meandro datado sobre fondo rojo, como si fuera el motivo tejido en una cinta o en un galón.

Recreación informática de la decoración interior

El acasetonado del techo quedaba enmarcado por motivos vegetales, ocupado el centro por una palmeta exquisitamente dibujada sobre fondo azul. La decoración escultórica iba lógicamente policromada, tanto en las metopas del friso dórico, como el friso jónico y los frontones.

Su decoración, en sus días de gloria sumaba noventa y dos metopas (catorce en los frentes occidental y oriental, y treinta y dos en cada uno de los lados largos), ciento cincuenta y nueve metros de friso ininterrumpido y cincuenta esculturas de bulto redondo en los frontones.

Metopa con la representación de un centauro y un lapita
Museo Británico

Las metopas estaban ubicadas alrededor del edificio, sobre la fila exterior de columnas y representaban varias batallas míticas. Describían en el lado norte la Toma de Troya o Iliupersis, referencia mítica al doble saqueo de Atenas por los persas; la Centauromaquia, estaba situada al sur de Partenón y simbolizaba la victoria de los griegos y los atenienses contra los bárbaros, de la civilización frente al caos, tras terribles esfuerzos y sacrificios; la Amazonomaquia, en la parte oeste, insistía en el mismo tema de la victoria del helenismo liderado por Atenas frente a los bárbaros; y la Centauromaquia, al este, relataba en imágenes la mayor de las batallas libradas entre las fuerzas del orden y la justicia contra la oscuridad y el caos.
Las metopas mostraban a Atenas campeona del Helenismo y la Civilización, como el poder benéfico que se opone al caos y a la barbarie. Eran esculturas individuales en altorrelieve y había 92 metopas, 32 en cada lado y 14 en cada extremo; cada una estaba separada de su vecina por un simple adorno arquitectónico llamado tríglifo.

Las mejor conservadas pertenecen al lado sur y las del norte han podido ser reconstruidas gracias a los dibujos de Carrei. Se pueden apreciar algunas diferencias entre ellas, pues algunas uniones están mejor conseguidas que otras, quizás por ser de distintas personas o tal vez por el simple paso del tiempo. Pero todas las figuras son de un canon alargado, muy dinámicas y casi de bulto redondo. Se piensa que podría haber plantillas, posiblemente dibujadas por Fidias, que servían de modelo para después plasmarlas en la piedra, ya que todas son composiciones muy parecidas.


El friso, un elemento jónico incluido en un templo dórico, permite, a diferencia de las metopas, el desarrollo pleno de la libertad en el espacio y en la expresión. El friso sintetiza la gran Procesión de las Grandes Panateneas que tenía lugar cada cuatro años. Aquí es el propio pueblo ateniense el sujeto de la obra artística, sin distinción de ricos o pobres; el demos en su conjunto, al lado de los metecos, en pleno y gozoso movimiento, en la alegría de la fiesta. El friso plasmaba la plenitud ateniense y proclamaba la fe en su diosa y en el destino de su ciudad. Representaba el triunfo de la democracia, el único régimen político capaz de desplegar la inteligencia y las virtudes que residen en todo hombre.

Alma-Tadema nos presenta -tomando como fuente las "Vidas" de Plutarco- el momento de la exhibición del recién concluido friso de las Panateneas del Partenón por parte del escultor Fidias a Pericles y su amante, amor y amada, la hetaira Aspasia

Los frontones fueron realizados entre el 438/437 y el 434/433 a.C. En ellos Atenas y Atenea se funden. El occidental representaba la disputa entre Atenea y Poseidón, un mito que había tenido lugar en la propia acrópolis, en el Erecteo. La composición exaltaba a Atenea y mostraba las bases de la misma Atenas: el poder marítimo y la riqueza del Ática. El frontón oriental narraba el nacimiento de Atenea en el Olimpo; en él, del mismo modo que el surgimiento de Atenea provocaba la admiración de los demás dioses, así la emergencia de Atenas movía la admiración en toda Grecia.

Nacimiento de Atenea

Su ejecución es parecida a la de las metopas, pues parecen esculturas de bulto redondo; rompen con la típica representación de los frontones, donde el ángulo superior del triángulo coincidía con la figura principal -la cima del frontón- pues su composición es simétrica, con dos figuras en formas de V (como en Atenea y Marsias). Además, las figuras aparecen ahora vestidas y antes estaban desnudas.

Disputa entre Atenea y Poseidón

Finalmente, Fidias depositó en la cella del Partenón la estatua crisoelefantina de Atenea de 12 metros de altura y 1.140 kg de oro y marfil. Construirlo había costado 469 talentos (1 talento era lo que costaba una trirreme arranchada, que era el barco de guerra más avanzado de la época y, también, el importe del salario mensual de toda su tripulación. El P.I.B. anual de la ciudad de Atenas se estima que ascendía a 1000 talentos). Y para terminar, el conjunto se desarrolla matemáticamente sobre el número 8, que se aplica a ciertas dimensiones para obtener las restantes; así, la altura de las columnas es ocho veces el diámetro de su base. Pero esto es otra historia…

-Impresiona, comentó Osidoro.
-Es cierto, contesté. Ante la diosa, dentro del Partenon, se siente uno pequeño; aunque.., templo y estatua no dejan de ser sólo una obra humana.
Vayamos hacia el norte de la Acrópolis, continué; desde allí veremos Atenas y te explicaré las Panateneas.....

(Continúa en "Un viaje clásico " (y III - Panateneas)