Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 17 de diciembre de 2007

Educación sentimental

¡Cuánto daño nos ha hecho a veces la educación basada en valores heredados, que han obligado a asumir roles que no siempre son los nuestros! Aquellos hombres de antes debían de ser viriles y aquellas mujeres de entonces debían de ser delicadamente femeninas, aunque no excesivamente sensuales.

Los primeros debieron alejarse forzosamente de la madre, y en realidad de todo su lado femenino, con lo que engulleron sus lágrimas y se enfrentaron a la vida. Muchas veces con éxito. Incluso alcanzaron su porción de poder y fueron capaces de lograr una cómoda posición social. Pero para ser tan fuertes como la vida les exigía, debieron alejar tanto de sí cualquier vestigio de sentimentalismo que al final se convirtieron en dura roca, o en frío hielo. Pura lógica, puro análisis. En muchos casos la inteligencia fue su mejor arma. La usaron tanto que se encontraron condenadamente solos. Al final olvidaron la palabra, la verdadera palabra, esa que brota de las entrañas. Los hombres piensan –pensaron-, las mujeres sólo sienten. “Si soy hombre no debo, no puedo, sentir”, se repitieron tenazmente cada minuto.

Lo malo es que sentían y mucho, con fuerza, con pasión. Se enamoraron, se enamoraron de lo que no tenían, de la mujer. La pusieron en un altar para los dioses: ¡era tan hermosa, tan dulce y delicada! Él la cuidaría siempre, la protegería con su fuerza. ¡Necesitaba el calor del abrazo femenino tanto como el aire que respiraba! O más.

Fue hermoso, pero la vida les fue demostrando que a su lado tenía una compañera, una mujer que también era inteligente y hasta acertaba muchas veces utilizando caminos intrincados. “Intuitivos”, dicen ellas. Pero algo faltaba. Cuando la vorágine de la vida les permitió ralentizar el paso, empezaron de nuevo a mirar su corazón, como solían en aquella lejana adolescencia. Y se sintieron vacíos. Tan vacíos que cuando quisieron llorar se dieron cuenta de que las lágrimas se les habían secado. Pero alguno, más osado, se atrevió a iniciar un camino peligroso, un camino difícil, pero muchas veces placentero. Golpeó su corazón, quiso sentir, aunque fuera sufriendo. Y cuando se dio cuenta de que la vida le estaba regalando la oportunidad de volver a construirse, no dejó que pasara de largo. Se armó con un pantalón corto y con un puñado de imaginarias hojas en blanco e inició el viaje, un viaje paralelo. Poco a poco fue descubriendo lo que su corazón le había ocultado: su lado femenino. El hielo se fue fundiendo. ¡Iba a poder disfrutar por fin! Cada uno de los ladrillos que había ido desmontando, iba a recobrar su lugar natural. Y seguía conservando la viril fuerza, el apasionamiento vital de su carácter. Se había ido convirtiendo en hombre sabio; sabía hablar, pero también sabía escuchar. Fino mármol: piedra sólida en la que muchos se refugian en las tempestades, pero también capacidad para moldearse, para alcanzar la forma deseada. ¡Al final el camino convergía! Un nuevo edificio, nuevos engranajes que lograrían el aspecto de un ser hermoso, redondo, completo.

Las segundas también se esforzaron dócilmente en contrariar su naturaleza. Obedecieron, obedecieron por encima de todo, de sus propias inclinaciones y deseos. Incluso aprendieron el recato, aunque fueran tan vitales y de naturaleza desbordante. Se sentían a menudo culpables cuando sus ansias de vivir les impulsaban por caminos poco recomendables. Algunas decidieron vivir su femineidad a su manera. Pero casi siempre se enamoraron de hombres que las cuidaron. Pero también descubrieron que eran inteligentes y tenían afán por conocer. Desarrollaron sus propias facultades, aprendieron por caminos circulares, y vivieron. Hasta comprendieron que tenían capacidad para controlar a los hombres. Sí, ese ser tan dulce y delicado puede controlar a los hombres. Después encontraron en la maternidad la fuerza de la naturaleza: se hicieron fuertes. Fueron madres fuertes que lucharon con uñas y dientes por lo más importante: sus hijos.

Lo malo fue que con la edad un día creyeron que perdían la belleza y con ella su fuerza. Además sus hijos crecieron: habían sido fuertes porque otros necesitaban su fuerza, pero se sintieron débiles y desvalidas cuando sus hijos no las necesitaron. Tenían que aprender a vivir de nuevo, a estar orgullosas y satisfechas. Algunas se sintieron fracasadas, pues sólo habían sido madres. Cayeron víctimas del cuento de que la maternidad era cosa de poca importancia.

Pero cuando consiguieron recobrarse decidieron que había llegado su hora y que iban a coger la vida por los cuernos, decidieron que iban a lidiarla con bravura. Debían pensar de nuevo, debían encontrar el otro lado de su naturaleza que tanto habían ocultado y debían mostrarse, así, serenamente, generosamente con el mundo. A partir de entonces rieron a carcajadas: eran tan fuertes que ya nada les hería. Pero no porque su coraza fuera la más poderosa, sino porque eran tan flexibles que ya nada podía traspasarlas. Descubrieron su belleza, también redonda y acabada. Aprendieron a ser felices y nos hicieron la vida mucho más agradable.

Dicho todo lo anterior, creo que también hay buenos valores heredados en los que se debe de seguir educando, pero siempre que sean valores esenciales, adaptados a nuestros días, que no distingan de sexos, pero que no castren a ninguno. Y que busquen tanto la fortaleza del carácter para afrontar la vida como la fina sensibilidad para disfrutarla.

viernes, 14 de diciembre de 2007

"Intuigción"

Una de mis amigas me intuye. La llamo la "intuigtiva". Cuando la conocí no me cayó del todo bien; o sea, que más que charlar echábamos unos "rounds". Poquito a poco hemos ido conociéndonos y limando asperezas.
Y como se que leerá esto más tarde o temprano.. Es una mujer guapa, con una belleza intemporal, natural, que no depende de modas. Y tiene carácter. Y es naturalmente sensual. Y muy intuitiva. Y es aragonesa; eso, también.
Pues bien. Me dijo hace poco que Turulato y yo éramos distintos. Y que le gustaba más Turulato. Y hoy, aprovechando que tenía delante una caja de polvorones, me ha dicho que tengo un carácter difícil y una manera de ser arrogante. Eso. Que tiene muchísima razón. Tanta que el asunto merece un artículo.

Ya he dicho con anterioridad que empecé este blog porque leí que un blog era un diario personal. Y necesitaba desahogar mi intimidad. Y eso -nadie me va a convencer de lo contrario- solo se hace completamente bien de forma anónima. Así que creé a Turulato.
Turulato soy yo en "pelota picada". Con mis sentires, ideas y pensamientos en cueros vivos. Pero.., ¡imagínense!; salir desnudo, para que te vean todos. ¡Qué horror!. Me moriría de vergüenza. Además, quien quisiese lastimarme lo tendría fácil; mucho.

Les contaré una anécdota.. Aunque no se.. Es que soy algo susceptible. ¡Bueno, va!.
Agosto. El pueblo era silencio; las aceras, sol de plomo. El niño caminaba su ilusión hacia el puerto; ellas volvían con su trabajo a las espaldas. Dos edades, dos mundos, dos aceras.
Sudor. El niño, buscando la mar, alejaba de si la ropa. Ellas, vestían ropas de hierro en el alma.
No se miran. No se entienden. Solo, como tantas otras vidas, se cruzan.
El niño ve volar una gaviota. Ella, al paso, ve al niño en bañador. Necesita reírse, que sus días son duros.
¡Míalo, qué tié tetas!.
Ellas siguen sin reparar. No tiene importancia. El niño, de golpe, siente la soledad de la calle. Y, dos pasos más, la inmensidad de la mar. Se siente desnudo; está indefenso. Le huye la palabra. El rostro grana. Quieto, en medio del sol de plomo. Sin fuerza.

Así que me dije: ¡Nunca más!. Otros tendrán desparpajo y no se andan con contemplaciones. Pues bien, se enterarán. Y aquel día puse en marcha mi cabeza. Y resolví, como desde entonces he resuelto siempre, en silencio hacia los demás, pero charlando sin parar conmigo mismo.
Años más tarde ingresé joven en una academia militar. Y la primera noche lloré a oscuras; "en cuanto se duerma esta manada de cabrones, me piro". No tuve valor; o que se yo..
Y me oculté con gran rapidez. Modelé, o modelaron -¡qué más da!- mi personalidad. Y cada día me hice más resistente. Más. Y luego, durante años, impuse mi voluntad. A veces, no siempre limpia. Y me fortalecí físicamente; mucho. Y desde entonces miro serio, desde lejos..
Y, sobre todo, descubrí el valor de la palabra. Es poderosísima, si se sabe utilizar. Y de la fuerza del carácter. Y de la ironía, cruel hasta la sangre. Y el poder supremo de la información. Y la importancia de la capacidad de decisión. Y que dirigir a otros es, en la mayoría de las ocasiones, mandarles con energía y rapidez antes de que reaccionen. Y que muchas de mis capacidades personales, generadas en la milicia, podían aplicarse socialmente con sutiles adaptaciones.

Así que mi preciosa "intuigtiva" me captó a las primeras. Muy fina. Y acertada. Si, soy altanero. Tengo un carácter muy difícil. Mi trato no es sencillo. Y no me muestro; hablo y hablo para que quienes me escuchan no tengan descanso ni ocasión de reparar en mis verdades. Me acorazo. Resumiendo: Inaguantable.
Pero también tengo suerte. Mucha. Hace unos años pasé a la reserva del Ejército; y me encontré mirando alelado los documentales de la televisión. Uno tras otro, hora tras hora.. Desde entonces, aunque con lentitud, el proceso ha sido inverso. Poquito a poco voy abriéndome. Cuesta, cuesta mucho, pero lo intento; fracaso a veces y meto la pata muchas otras.
Y han cruzado mi vida buenas gentes amigas, la mayoría mujeres. Me han ayudado y ayudan mucho, muchísimo. Estoy echando una carrera.. Se que voy, si no a ganarla, si a terminarla.
Algún día Turulato y yo seremos iguales.

martes, 11 de diciembre de 2007

La pasión de vivir

Desde hace tiempo no contesto a los comentarios que se hacen a mis artículos. Al principio si lo hacía, pues consideraba que debía responder educadamente a quienes tenían la amabilidad de leerme.
Poco a poco, leyendo comentarios, aprecié que había aspectos mucho más interesantes en ellos que en mis palabras. De ahí a darme cuenta de que artículo y comentarios forman un todo comprensible, fue muy rápido. Y dejé de contestar.
Os ruego que no lo toméis como descortesía; más bien, es una muestra de humildad. Y os aseguro que no suelo ser modesto.
Estudié hace años ciertas teorías de Filosofía del Derecho desarrolladas en los países escandinavos sobre el lenguaje. Interesantísimas. Apliquemos algo a nuestro asunto...
Pienso sobre algo..; a continuación, me apetece contároslo aquí.. Pero de aquello que bulló en mi mente a lo que soy capaz de exponer por escrito, hay una gran diferencia; tanto de matices como de sentimientos y de complejidad, y extensión, en su contenido.
Lo leéis... Y de lo que yo había escrito a lo que recoge vuestra lectura, otro salto. Y de esto a lo que asimiláis y luego comprendéis... Resumiendo: de aquello que pensé a lo que vosotros pensáis al cabo sobre ello hay un abismo.
De modo que concluí que cualquier artículo comienza en la primera palabra que escribo y termina en el punto y final del último comentario. Solo leyendo el conjunto es posible entender lo tratado. Conjunto que engloba lo que he sido capaz de decir con lo que mis lectores han asimilado. El resto..., humo. Por eso, comentar los comentarios.. No. Conviene acotar lo que se escribe y no prolongarlo, so pena de terminar enmerdando la cuestión.

Pero hay comentarios brillantísimos, que reclaman a gritos que se les realce y se les extraiga del cubículo que tienen dispuesto. Así ocurre con alguno de los que se han hecho al artículo que antecede a este. Y cayendo en aquellos problemas del lenguaje, voy a detenerme en ciertas frases escritas por dos de mis comentaristas: Anónimo -dia 8 de este mes de diciembre, a las 1:16 p.m.- y Kalia. Copio integros sus textos, pero les ruego que lo lean siguiendo las cursivas...

"En algún momento, llegué a sufrir como un estorbo eso que ahora llaman tener la cabeza bien amueblada, no porque ciertamente la tuviera ( al final, se quedo en una falsa alarma)… sino porque mi pasión por conocer no encontraba encaje con esa emoción vivificadora que nos hace visibles a los ojos de quienes admiramos. Empiezo a entender, que no se trata tanto de tirar esos muebles (realmente tienen su utilidad), sino de ampliar todo lo que pueda el espacio para no tropezar con ellos. No sé si el temperamento condiciona nuestra capacidad de apasionarnos o la intensidad con la que nos apasionamos. Sé que cuando no hay pasión, una fuerza que alimente la vida, es que estamos muertos. Sé que en todos y cada uno de nosotros hay un delicadísimo espacio, un “yo” encantador que es secuencia y trayecto y que ese niño intuyó en el mismo momento en que se atrevió a hacerlo visible… rompiendo el silencio de los “hombrinos” (no, no he querido hacer sólo ingenioso juego de palabras ,que también, es que casualmente aquí a los bocartes los llaman hombrinos). Creo que el recuerdo es el hijo del Amor. Antes que la sabiduría pueda trazar un sendero a la inclinación, ésta es necesario que exista. La vida no es silencio, aunque la mayor parte del tiempo lo experimentemos, bajo la superficie del ruido. La verdadera calma no se encuentra en la inmovilidad absoluta, sino en el equilibrio de los movimientos. La esperanza es una música que mueve la razón y el corazón. Yo la entiendo como una pasión suave que dilata y embellece el horizonte de la existencia; excita sin fatigar, calienta sin consumir, y transforman gradualmente la llama que arde en cada corazón en una luz quieta y fecundante… indicio de la verdadera fuerza, la que jamás abdica su imperio. Yo confío porque recuerdo los primeros movimientos de esa música “Haced vibrar en el individuo la cuerda de la pasión que mejor corresponda a su disposición en cada momento, y veréis como poco a poco las cuerdas de las demás pasiones vibrarán al unísono, y el instrumento entero se pondrá en el diapasón conveniente. Entonces se producirá la armonía, que es la vida misma, porque la vida no es el silencio.” Ya te imaginarás de dónde me vino el “chivatazo”."

"Había empezado a escribir algo sobre todo esto de las pasiones, pero me parece que otros u otras ante de mí ya han dicho lo que yo hubiera querido decir, y además de una manera verdaderamente bella, apasionada. Que el alma humana es una cuerda que vibra en movimiento armónico según el surco que la vida va trazando y que el plectro que la mueve sigue fielmente la composición que van creando nuestras pasiones, es algo que desde antiguo han sabido los poetas, los que dominan el arte del movimiento del alma, el fino arte de conmover, los que con su música poseen el mágico poder de hacer vibrar sutilmente esa cuerda humana, que resuena con las melodías que ellos van cantando.

Ciertamente, lo que nos mueve siempre es una pasión. Pasión es lo que nos hace salir de nosotros y aprehender el mundo. Y lo que nos mueve, la pasión, siempre es deseo, deseo de lo que es distinto, deseo de otro. La fuerza del deseo es poderosa: si el deseo es tan incontrolado que domina nuestra vida, entonces caemos enajenados, esclavizados; pero si el deseo se desvanece, entonces podríamos decir que estamos muertos. Aunque todos poseemos en mayor o menor medida pasiones de todo tipo, podemos ver que el deseo, la pasión que predomina, es diferente en cada uno de nosotros. Puede que dependa de neutra propia naturaleza, de nuestro carácter, pero también puede venir de nuestra edad, sexo o incluso de nuestra condición socio-cultural. Por eso unos se ven impelidos a actuar por el deseo de poder, por el impulso de imponerse sobre los demás, por poseer su alma, sea mediante la fuerza física, sea mediante la relevancia social o el dominio del dinero, o sea incluso mediante la autoridad de la cultura o de la inteligencia. Otros ven dirigida su vida por la pasión amorosa, que también de algún modo es posesión, y que puede manifestarse de muchas formas, como la que está detrás del amor romántico, la que es puramente erótica, la del amor paterno-filial o incluso la estrictamente filantrópica. Incluso hay quienes pueden estar guiados en su vida entera por lo que los antiguos llamaban entusiasmo, una suerte de pasión por lo divino, y tal vez pudiéramos poner en este grupo a aquellos que ven su vida entera dirigida por el deseo de conocer, por la pura pasión por el conocimiento.

Apasionados somos muchos, pero una cosa es serlo y saber vivir la vida apasionadamente y otra es andar por ahí imponiendo a los demás nuestras pasiones, nuestros padeceres. Los que no controlan sus pasiones y sólo actúan a su dictado son gente ruda o excesivamente lábil; los que las controlan tanto que no saben ya que existen son tan fríos y formales que resultan aburridos. Difícil equilibrio ese entre la elegancia del buen gusto y la relación apasionada. Lloremos, riamos, amemos o conozcamos apasionadamente, que si lo hacemos verdaderamente, siempre nos encontraremos con el sentimiento hermoso que habita en un corazón noble, capaz de conmoverse por una lágrima amiga y ofrecerle todas las rosas de la primavera."

¿Comprenden?. Sin integrar absolutamente los comentarios y el artículo, este desaparece; queda reducido a la opinión de uno. Mientras que junto todo, aparece la vida...
¡Vida y pasión!. ¿No creen que es una misma cosa?. Creo y siento que quien está vivo es apasionado y quien se apasiona vive. ¡Qué triste es ver a quienes controlan sus emociones más allá de lo necesario!. La vida y la pasión salen por cada poro de la persona. ¡Risas, llantos, gestos, ..., todo, todo vibra!.
Me encanta contemplar como viven aquellos que se abren a los demás, que procuran descubrir lo que no conocen, que no se limitan ni aun en los detalles accesorios; no por soledad o para compensar complejos o manías sino por puro placer. Por gozar de la existencia; de su cuerpo, de sus ideas, de otras personas. ¡Vida, vida!. Solo una barrera infranqueable: la construida por los derechos de otros y el evitar hacer daño, tanto al prójimo como a uno mismo.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Pasión

Hace unos días, durante la tertulia que mantenemos algunos amigos, se planteó el tema de la pasión; solo dimos unas pocas pinceladas, pues el rato en que nos reunimos no da para mucho, pero algo quedó flotando ya que Oshi publicó luego un breve artículo.
Cuando lo leí dije que, en lugar de dejarle un comentario, escribiría a mi vez. Lo hice a bote pronto y cuando quise discurrir sobre lo que iba a exponer, me quedé en blanco. Sabía que la pasión está en mi vida y supuse, equivocadamente, que la experiencia bastaba para tratar el asunto con un mínimo de claridad, de modo que la lectura pudiera aprovechar.
Craso error. He mantenido desde hace mucho, tras experiencias muy desagradables, que nunca existe diálogo cuando alguna de las partes es solo sentimiento; y debería haber comprendido, en consecuencia, que también es muy difícil concluir algo cuando el diálogo es íntimo y en soledad con uno mismo.
He estado unos días sin saber por donde tirar. Hasta que he caído en la cuenta de algo esencial o así lo creo. Y he sabido, ¡por fin!, cual iba a ser mi línea argumental. Comienzo pues..

Como cada día nos entendemos con más dificultad, pues empleamos las palabras según lo que significan para nosotros, sin reparar en que para los demás pueden significar otra cosa, acudo a la vigésima segunda edición del diccionario de la R.A.E.: pasión; y como estoy dando mi opinión, me quedo con las acepciones 1, 5, 6 y 7. Así que me van a permitir la siguiente inducción:
Pasión es el padecimiento del ánimo originado por la inclinación, apetito o afición vehemente del individuo hacia algo o alguien, resultando perturbado su estado (mental).
Padecer.., padecer; creo que en su correcto entendimiento está la clave del arco emocional que sustenta cualquier vivencia apasionada. Deteneros en la primera acepción.. Sentir daño, experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
¿Puede padecer una piedra?. No; creo que estaremos de acuerdo en que solo padecen los seres vivos y que de todos ellos somos nosotros los que tenemos mayor capacidad de padecer. Como también de sentir placer. Cosas de la complejidad estructural del sistema nervioso y de la mente..
Conviene hacer un inciso. Es muy común que se limite la pasión al campo de lo romántico. O más aun, al amor romántico. Creo que no es así. La pasión es mucho, muchísimo más. Creo que para aproximarnos a su sentido debemos pensar en el Amor; en su sentido más comprensivo. Y desde este, entender aquel padecimiento del que hablaba; padecer no tanto por lo que no tengo como por lo que no vivo.
Y desde aquí me puedo perder. Carezco de preparación para desarrollar un asunto que requiere tal profundidad. Así que me van a disculpar y a permitir que exponga a la pata la llana alguna de mis ideas ...

Desde bien pequeño comencé a contemplar con curiosidad lo que me rodeaba. Aún no me hacia preguntas. Esas llegaron después. Antes, la soledad me llevó a la lectura. La lectura alimentó mi imaginación y la soledad, cierta rebeldía.
Y un día cualquiera, uno de tantos, contemplando desde el mirador como pasaba la vida, me vino a la mente una pregunta.. Y dudé; no sabía. Mi mundo chiquito daba para muy poco. Y padecí cierta congoja. La congoja no era solo hija de la ignorancia sino tambien de la tristeza. Pero eso es otra historia... Ahora no hace al caso.
Mi compañía fueron desde ese día las respuestas; no siempre ciertas, pero si estimulantes. Cada una generaba, a su vez, múltiples dudas, para las que procuraba encontrar respuesta. Y vuelta a empezar. Casi sin darme cuenta me aficioné a aprender. Un placer, una sensación deliciosa descubrir que no sabía.

La tienda era alargada. Mesas de mármol, pies forjados de hierro. El anciano dibuja despacio con un lápiz sus recuerdos; un bonito, un tolino, una faneca.. Su sangre, agua salada; su piel, sol curtido por los vientos. Sus dedos, chicotes. Su alimento, un chiquito y una galleta maría.
El niño, a su vera, apoya los dedos en el mármol. Contempla en silencio; sus ojos siguen el lápiz desgastado y cuando se detiene, se sueldan a la cara del marinero.
Poquito a poco se acercan otros marineros. Marea azul bilbao de boina negra. Silencio. El lápiz en el aire, la mano difuminos. ¡Un tomatero!, exclama uno. Admiran. Y otro pregunta: ¿Qué será esa raya del costado?, la tienen todos. Nadie responde, el niño los mira.
Y se atreve.. Con voz aún insegura. Es el oído; está formada por pequeños sensores que sienten la vibración del agua. Silencio. No se mueve el azul. El anciano gira despacio la cabeza, le mira y dice ganando barlovento: La escuela..; nunca pude ir.
Camina el niño despacio hacia su casa, el alma alegre, el ánimo henchido, oliendo marmites y gibiones fritos con cebolla que guisan en casas de colores. Siente que es uno más, que le aceptan.

Un buen día, aquel niño del caballito gris que sabía como oían los bocartes, descubrió a la niña rubia debajo de un platanero en la alameda. Se acercó tanto que se bañó en oro y verde jade. Hablaron, caminaron. Y una noche de final de agosto les acarició un beso; solo uno, que luego escucharon como la luna susurraba a la pleamar un bolero.
Y después de tantos años el niño supo, ¡por fin!, como viven quienes aman. Comprendió que crecer y criar es amar. Supo algo que nunca olvidó.., que hay ojos cálidos que templan las noches frías. Y abrió alma, corazón y vida. Con tanta fuerza que quedaron abiertos para siempre. Lo sabe. Por eso, porque lo sabe, procura encerrarlos bajo siete llaves....

Pero los cierres solo funcionan de puertas afuera. Por dentro, carne viva. O mejor, pura borrachera. Porque el cóctel había sido colosal. Como aquel viejo marino cuyos ojos contemplaban el Elcano en El Callao mientras declaraba con fiereza a las velas y los vientos que por sus venas corría agua marina.
Y ahora ya, este hombre de pelo blanco y no tanta fuerza que os cuenta, es pasión. Solo eso. El resto, ¡qué más da!. Ama aquello que siempre le acompañó, lo que le ahuyentó soledades y tristezas y le buscó respuestas a su vida, que es solo pregunta y duda. Amo saber. Soy un ignorante.
Y amo a la mujer. No hijos míos, a todas no, que sería desmesura. Amar solo se puede a una; por lo menos yo. Pero admiro a muchas. Y disfruto como un "becerrico" en su compañía. La mujer es un placer. Y es vida. Y da vida. Y va en camino de convencerme de que puede hacer todo lo que hace un hombre y, además, tener hijos. Y lo más importante.. Ellas me enseñaron a vivir, me mostraron lo que es amar. Lo poco o mucho que tengo de hombre lo aprendí junto a alguna.
¿Qué que aprendí?; cosas. Que la pasión estalla en la risa, resplandece en la mirada y baila con los gestos. Algo que le oí también a un hombre, a Vicente Ferrer: Amar..; si, es sentir en lo más profundo; pero el amor necesita obrar, lo exige. Altera el ánimo de tal forma que solo haya la íntima paz en la entrega.
Y a ello me dedico. Con poca habilidad y mucha torpeza. A buscar alguna respuesta a todas mis dudas. Y a ir aprendiendo a amar, cuestión en la que soy un desastre. Esa es mi borrachera, mi afán y mi pasión.

Acabo. Y aún no os he dicho que es, de verdad, la pasión. Pues la pasión de vida es perder el control cuando lo que intentamos es domeñar los fuegos del alma. Cuando lógicas y raciocinios rinden sus banderas ante una lágrima. Cuando muestras, demuestras y vives, que gobierna el sentimiento y puede el corazón. Cuando reina en ti la humanidad.

Lágrimas de mujer
flores de ternura
que calmen tu llanto
rosas de primavera

Si yo fuese alguna vez capaz de sentir algo tan hermoso......