Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 23 de enero de 2016

Cerezas y esperanza

Escribí un artículo sobre la hija de un compañero mío. Supo que iba a morir; tenía un hijo pequeño. Y sabía amar. Ignoro los vientos que recorrerían su intimidad al amparo de soledades, pero conozco a que dedicó sus momentos: dejó a su hijo un libro sobre las estrellas. Quiso que su muerte no vaciase de ternura y llenase de soledad a quien tanto amaba, así que le regaló esperanza. En aquel libro le explicaba al niño que Dios la iba a convertir en una estrella, para que siempre estuviese viva, tan bella. Pero nunca dejaría de estar a su lado y cada vez que la necesitase podría levantar la mirada. Vería palpitar su estrella. Era ella, su madre, atendiéndole, acompañándole; podría contarle sus cosas y nunca se sentiría solo .....

Ayer comí con el abuelo del niño, con el padre de la mujer que escribió el libro y que hoy luce en el Cielo. Somos ya algo mayores y tan pronto reímos, como perdemos la mirada. Me pidió que le fotografiase con su móvil y al hacerlo pude ver imágenes de algunas de sus pinturas. Recogí dos. Hace tiempo que no siento necesidad de escribir; aunque levemente, ayer sentí que debería compartir algo con quien abriese esta página.




¿Saben cómo lograr que palpiten las cerezas?. Entrecierren los ojos y dejen que sueñe en rojo la mirada; añadan ligeros chorros del tono del café oscuro recién hecho, aún humeante. Y terminen de matizar suavemente con algo de amarillo, casándolo con azul para que nazca el verde. El rojo no deja de ser rastro de vida, de pasión, mientras que un buen café, sabroso y ceñido por pequeñas burbujas doradas, tonifica las noches frías. Amarilla o si lo prefieren, dorada es la luz del sol que nos templa la mañana. Y Dios es Azul, que cantaba el poeta, lo mismo que la hondura del mar es azul humo. Vida, pasión, calor, Espíritu, la profundidad de todo misterio.

He escrito muchas veces en estas páginas que la pintura es un lenguaje, la herramienta que permite a ciertas personas abrir su intimidad e impulsarla hacia nosotros para que nos susurre sentimientos, sueños, alegrías y dolores. Hay quien nos habla con música, otros con palabras, algunos con imágenes; necesitamos que salga el alma, como cuando el hombre primitivo convivía con un mundo misterioso y lanzaba al aire sus temores. Hoy pensamos que comprendemos, cuando solo nos hemos acostumbrado. Seguimos envueltos en misterios.

Me confesó el artista que la imagen no es suya. El solo la pintó, copiando lo que veía, e interpretó como aparecen los objetos, componiendo con sensibilidad. Cerezas vivas, que se desprenden y caen. Cerezas en el agua, que se alza cuando se sumergen y parece acoger en un abrazo a las que llegan luego. Es un bodegón, sencillo, en que todo es movimiento, cuando estamos acostumbrados a que sean estáticos. El frutero donde se recogen las cerezas, frescas y jugosas, es cristal de agua, que es espejo. Todo el sabor de la vida, la pasión y la esperanza, verde hoja florecida, se bautiza en agua limpia y fresca. Parábola de vida. Y de muerte, cuando se desprende el aliento y caemos al olvido.




Me contaba que había disfrutado  con este cuadro, depositando la pintura para luego extenderla y diluirla, con fuerza, quizá con rabia. Acuarela, pura y dura. Dos colores, verde y negro, sobre una base clara. El artista juega con tonalidades, que no con la paleta. Derrama, extiende, concentra. Recuerda la representación oriental del paisaje; por eso me parece Zen, aunque no lo sea. Y siempre que es así estamos ante la materialización del sentimiento.

¿Qué toda obra está revestida de sentimiento, responden?; si creer eso les hace felices.. Es como si me dicen que hoy la gente busca encontrar lo que le gusta para luego trabajar en ello, cuando en realidad buscan lo que llaman curro -uno cualquiera-, que no es otra cosa que sacar alguna perra -que eso si gusta- haciendo algo mal, en especial si comprende servicio a otros. Pero no divagaré, que me excita y eso a mis años, enloquece.

Decía que esta pintura es sentimiento. La mano se desliza; ¡zas, fschss!. El color se extiende, sin forma deseada, hacia donde en principio no se sabe. De pronto nace la necesidad de abandonar el verde esperanza y bañar de negro el cuadro de la vida. Me atrevería a decir que estamos ante una Abstracción Lírica. Y cuando sucede esto no se trata solo de contemplar sino de intuir. ¿Qué tensión íntima ha llevado la mano a lanzarse donde la voluntad no decide?.

Nadie puede decirlo; ni el propio autor. Ha habido quien al contemplar esta obra ha visto el desembarco de los Marines en Iwo Jima, aunque con helicópteros, tanques y todo eso. ¿Y por qué no?. Si es Abstacción Lírica, es ensoñación y esta no es más que lanzar a vivir los sueños. Que cada uno, contemplando el Arte, vea lo que quiera. Y que cada artista, vuelque en la obra lo que le pida el alma.