Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 7 de marzo de 2011

A la mañana

Mantiene los ojos bajos y permanece callada. De vez en cuando levanta la mirada y recorre lentamente el entorno; creo que no se da cuenta de lo que ve. Viste de negro, quizá porque así siguen siendo nuestras costumbres, quizá porque quiere, puede que porque no tiene ganas de otra cosa.

Me habla despacio, en voz baja, pero con fuerza; su voz tiembla un poquito, allá en el fondo: Nos casamos porque me quedé preñada. ¿Querernos?; no creo... Le acompañé durante años, rabiando en cierto modo, sin olvidar aquel principio. Discutimos mucho; aguantamos porque tocaba. Pero hablamos, hablamos de nosotros, aun más, cuantas veces tuvimos ocasión. Es posible que haya sido lo único que hicimos bien.

En la clínica no le dejé solo. Le costó una enormidad reconocer que se iba. Se rebeló. Pero la vida siempre vence. Y más cuando decide por sorpresa y tan rápido. Ya casi no tenía fuerzas. Algo de aliento, voluntad y poco más. Era media tarde. Estábamos solos en la habitación. Me di cuenta de que me miraba.. Se quitó el oxígeno y cuando fui a protestar hizo un gesto con la mano, como asegurando que no pasaba nada. Me acerqué hacia su cama; se levantaba despacio, agotado.. Le recogí entre mis brazos y el me abrazó. "Nos tenemos que despedir.. Han pasado rápido... Treinta años.. Como el perro y el gato.. Pero hemos hecho algo grande; hemos creado una familia... Y se que te quiero. Si, te quiero, compañera, amiga mía".

No pudo más. Se me cayó de entre los brazos, sobre la cama.
Murió a la mañana..