Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 12 de junio de 2023

Charlando en soledad

Estaba a punto de eliminar este blog. Cumplió su misión. Hubo un tiempo tras pasar a la retraite en que sentí que me descentraba. Necesitaba contemplar mi interior y charlar en soledad conmigo mismo, o lo que es igual poner los píes en el suelo con firmeza y aclararme. Para ello solo tuve un interlocutor: yo mismo, Turulato. Queda mucho camino que debe recorrer mi pensamiento pero he logrado alcanzar la base de partida y de ahí aquel propósito.

He recordado esta tarde .... Hace muchos años realicé un vuelo atípico: transportar aceite usado que mi unidad regalaba a alguien de quien no había oído hablar en mi vida. Aquel aceite y otras grasas se eliminaban tras cumplir su ciclo de uso; en los hangares se aprovechaban para preparar estufas, rellenando viejos bidones vacíos de 200 litros con serrín, también de desecho de los talleres, que se empapaba con el aceite y que ardía en brasa muy lentamente, cual brasero, tras darle fuego, de modo que se templaba el interior del hangar de Mantenimiento.

Volamos hasta lo alto de la Sierra de Cantabria y tomamos tierra, digo hierba, en un claro despejado en lo alto. Nunca había estado allí. El lugar estaba desierto. Paramos turbinas y pusimos pie a tierra, digo hierba. De pronto, apareció de la nada una figura vestida como un monje con el hábito más pobre que uno pueda imaginarse. Alguien me susurró; "ha salido de aquel agujero en el suelo".

Calvo y viejo, aunque quizás tuviese pocos años. En sus manos estaba grabado a fuego todo trabajo y su piel curtida por cuanto frío, lluvia, viento y sol pueda uno imaginar. "Gracias, buenos días les dé Dios". Dejamos los bidones en el lindero de la campa. El monje solo añadió: "somos ocho". Un compañero me dijo mientras me indicaba unos huecos en el suelo: "Camaldulenses estrictos de la regla primitiva; eremitas".

Arrancamos turbinas y despegamos para volver a nuestra base. Durante años no he dejado de meditar sobre aquellos hombres de vida pobre. que rezaban y vivían hacia su interior (no sé decirlo de otro modo), charlando cada uno en soledad con él mismo........

Vivimos hacia el exterior. Imagen. La vida de la inmensa mayoría está volcada hacía los demás (y no precisamente hacia el prójimo). Mostramos títulos, dineros, trabajos, relaciones, ... Y un buen día nos quedamos solos con nuestra realidad, pues el trabajo y todas sus consecuencias y relaciones se desvanecen en la niebla. 

Todas las mañanas encuentro en el gimnasio (hay quien dice que duerme allí, aunque creo que solo es el primero que llega) a un empresario de aquí, más mayor que yo. Esta sentado en una bicicleta estática durante varias horas, pedaleando a unas cuatro o cinco R.P.M. A pesar del calor de estos días lleva una especie de anorak ligero sobre la ropa, pues pasa frío por sus años, la falta de verdadero ejercicio y porque la bici está frente a la puerta, en plena corriente. Hace crucigramas y está pendiente de todo el que entra o sale...

No habla. Intuyo que necesita salir de casa todos los días, como hacía cuando trabajaba y poder contar que se dedica a algo. Intuyo que necesitaría enfrentarse a su intimidad, charlar consigo mismo, asumirse y disfrutar de la vida. Pero sigue esperando que algún anciano conocido le reconozca su importancia.....