Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 20 de noviembre de 2007

Planteando un problema

Lo primero que he hecho es etiquetar el artículo. Puede que sea lo único que tengo claro sobre aquello que voy a escribir. Y para empezar, recordaré que si cada artículo de este blog es ininteligible si no se fusiona lo que escribo con los comentarios de quienes lo leen, este exige atender en mayor medida a la opinión de los lectores antes que al artículo en si.
Y así debe ser pues lo que voy a exponer son situaciones y dudas, pero no respuestas. Creo que no existen soluciones mágicas, excepto las que suministra el azar, y la vida me ha demostrado que solo se llega a conclusiones válidas cuando se trabaja en equipo y se coordinan inteligencias y experiencias.
¡A ello pues!. Esta mañana comencé a tratar con unas amigas sobre una de las situaciones que me han alterado en mayor medida y que, más tarde o temprano, nos afectan a todos: Los años finales de la vida durante los que la persona requiere asistencia.
No voy a teorizar; he vivido ese tiempo de familiares muy directos. Nadie queda ya que me anteceda. Y he experimentado cuantos errores se pueden cometer; creo. Y no he salido bien parado. Así que quien busque ejemplo en lo que sigue, va listo; aquí solo encontrará dudas, preguntas y tristeza, mucha amargura.
Quiero comenzar con alguna de las ideas que tengo claras. Los que desde ahora llamaré ancianos no cambian su personalidad; somos los demás quienes disimulamos la nuestra y al llegar al final de la existencia nos manifestamos tal cual, mostrando las cualidades, defectos, usos y costumbres que hemos acumulado con los años.
Lo que más necesita el anciano es sosiego. A quien no le queda mucho tiempo para reaccionar frente a los avatares de la vida, no se le pueden plantear problemas; ni peleas familiares -máxime cuando provienen del vano intento de establecer quien le ayuda y cuida más cariñosamente-, ni asustarle diciéndole que el ayuntamiento le va a arruinar con la contribución, ni contándole que hay problema con las pensiones... No se si me siguen.
¡Ah!; y a pesar de que los españoles consideramos que la mejor manera de que nos entiendan es dar alaridos, este sistema no ofrece buenos resultados con los ancianos. Y con los perros, tampoco.
También precisan distraerse. ¡Cómo daña el aburrimiento!. Y no digo compañía, que estoy harto de "hacer la visita" y pretender que con eso se ha hecho lo necesario. O lo debido, socialmente; que es un comportamiento que suele bastar a muchos.
Y no se como distraer a un anciano. No es fácil. La mayoría viven de, y en, sus recuerdos. Y se relacionan en función de sus intereses y conocimientos; intereses no les quedan muchos, que las limitaciones propias de la edad no lo permiten, y conocimientos solo los que acumularon, que lo de la ciencia infusa es demasiado espiritual para mis cortas entendederas.
Me dediqué a escuchar a los míos.. Una y otra vez.. Hasta que me sentía agotado..; además, en mi familia, solemos terminar con la cabeza perdida. Una y otra vez.. Y a veces no pude más; estallaba. Todo lo que he conseguido progresar intelectualmente es lo que me separaba de ellos..; ¡cruel ironía!. Y es que conversar largo y tendido requiere cierta proximidad, no solo emocional sino de conocimiento.
Y todo aquello de lo que puedo hablar, les reducía al silencio; y aquello de lo que hablaban, no originaba en mi respuesta alguna. Te sientes vacío; incapaz. Insensible.

"Nosotros nos vamos al hospital. Mamá ya no puede estar sola en su casa. Alguien tiene que ir y convencerla para que venga a la mía...
Iré yo.."
La casa es muy grande; muchas habitaciones, hoy vacías de personas y sonidos, que no de muebles, olores y recuerdos. Está sentada en su sillón orejero, en la habitación que hay al final del largo pasillo.
Era fuerte y sólida, como yo hoy. Un carácter. La veo menuda y frágil. Sonríe suavemente, con sus ojos muy abiertos. Sus cabellos, peinados belle époque..
Sonríe.. "Hola hijo, ¿qué tal?; ¿y mi hermana, está bien?". "Si; ya sabes, el hospital". No se como decírselo..; al cabo, le digo: "Aquí sola ya no puedes vivir; tendrás que ir a casa ...".
"Pero esta es mi casa hijo". Esta es mi casa, hijo......
Razoné, sonreí, camelé, me puse nervioso, irritado,... No sabía que hacer. Me sentía impotente, torpe, inútil.. Se alteró; amenacé... Si...
Al cabo.., se levantó. Se puso el abrigo.. Cogió su bolso.. Salió de su casa. Para siempre, para no volver jamás. Dejando atrás su vida, sus cosas, su cesto de costura...
En cada uno de sus pasos fui perdiendo el alma. Tanto como ella iba quedándose vacía. En silencio, ambas. Murió en silencio un año después. Sonriendo suavemente. Con los ojos abiertos y mirando hacia sus hijos.
Tengo 59 años. Y estoy llorando... Dios mío, Dios mío...

Y este animal les va a seguir contando. Creo que como no sabemos muy bien que hacer, nos dedicamos a proporcionarles toda una serie de cuidados materiales. Y a ella que aborrecía la verdura, le plantamos delante, día tras día, un plato de acelgas. "Lo ha dicho el médico".
Y un día me preguntó: "¿Quién es ese insensato?"; ¿por qué no me deja comer un bocadillo de chorizo?, ¡con lo que me gustan!". Entre verduras y paseos agotadores, amargaron sus últimos días. Y se me ocurre preguntarte doctor..: ¿Acaso tus medidas higiénico sanitarias y nutricias van a evitar que muera?. Tiene 92 años tío.. Respóndeme..: ¿Por qué no la dejamos ser dichosa?. Y si vive menos, ¿qué más da?. ¿Se estudia en la facultad la importancia de la sonrisa?. ¿O es que simplemente, tanto tú como yo, no tenemos ni idea y a falta de humana ternura proporcionamos ciencia?.

Por otro lado, recuerdo la casa familiar del pueblo. Allí nacían y morían generaciones. Sin vivir y trabajar en otro lugar. Juntos. Daba igual ser joven que viejo. Nacías donde morirías. Nadie te asistía pues todos lo hacían mutuamente. Había espacio. Y servicio que ayudaba. Y todos trabajaban juntos o muy próximos.
Pero esa sociedad ya no existe. Hoy cada persona se labra el futuro donde puede. Las familias y las generaciones están dispersas. Las costumbres dejaron de parecerse y cada hogar es un mundo diferente.
Esta sociedad nuestra tiende a ser de "maricón el último y sálvese el que pueda". Y en España el Estado, porque la sociedad así lo quiere y tolera, soluciona mucho a base de familia. Imaginad muchas situaciones sin el apoyo de las familias.., hospitales por ejemplo. Funciona todo como el hogar; porque tanto en aquellos como en estos hay pringadas que solucionan gratis el problema.
De modo que se saca al anciano de su ambiente y se le embute en un lugar desconocido. Por ejemplo, si nació y vivió siempre en Alconera, provincia de Badajoz, se le lleva a Baracaldo, provincia de Vizcaya, y allí, para facilitar el asunto, se le cambia cada tres meses de casa y familia.
O se le consigue plaza en una residencia. De lujo. Hasta tiene rejas en todas las ventanas y puerta metálica a la entrada, que está siempre cerrada y con guarda. Propia de nuestra economía. 3000 € al mes. Aunque las hay más baratas.. Entré en alguna en que a poco me hago pis del miedo que sentí, según una gordagrasientabigotudacarcelera abrió la puerta.

Termino. Tal como están las cosas, viviendas y economías, trabajo y sociedad, atender al anciano implica el sacrificio durante el tiempo preciso de otra vida y esto conlleva, habitualmente, que se sacrifiquen los miembros de una familia. Y esto, guste o no, bueno o malo, es una bomba de relojería. Y las bombas no solucionan nunca cosa alguna.
¿Alguna idea?

viernes, 16 de noviembre de 2007

Orgullo vs. humildad

Una de las mejores maneras de aprender es atendiendo a los demás. En realidad, creo que todo lo que hacemos en la vida lo motivan las personas con las que convivimos o las aspiraciones que tenemos con respecto a otras.
Y dicho esto, y tras lo anterior, también opino que no hay nada mejor que mostrarse a los demás, de manera que puedan tener elementos de juicio para establecer quien es aquel con el que se juegan los cuartos.
Así que pensemos un poco sobre el orgullo y la humildad. Es muy interesante, pues ambos son características básicas de nuestro comportamiento y este es el vehículo sobre el que nos relacionamos.
¿Soy orgulloso?. Pues si; o pues no. En fin, no lo se; aunque creo que si.
En suma; conozco algo de lo que valgo y algo de lo que valen otros. Estimo mis méritos, que algunos tengo y ciertos dolores me costó adquirirlos. Y si los tengo y los gané ¿a qué ocultarlos?.
Trato con otras personas. Considero evidentes ciertos despropósitos en su manera de obrar y de pensar; si en igual situación fui más sensato y práctico, ¿no falto a la verdad si lo niego?.
¿Soy humilde?. Pues si; o pues no. En fin, no lo se; aunque creo que la conducta y cualidades de otros me facilitan serlo. Aunque otras veces...
En suma; conozco algo de lo que valgo y algo de lo que valen otros. Admiro y paladeo los conocimientos de aquel y la nobleza del carácter del otro. Aprecio y reconozco sus evidentes cualidades, que poseen y ejercen en mayor grado que yo. Pero, ¿reconocer lo evidente es ser humilde?. ¿O lo es solo cuando no se está seguro sobre la relación entre lo mío y lo ajeno?.
¿O ser orgulloso es pregonar lo que soy y humilde disminuir lo propio?. ¿Qué es entonces ser sincero?.
Creo que hay que cambiar de plano.. A un eminente teólogo y filósofo español renacentista, que participó en el Concilio de Trento, el padre Suárez, de la Compañía de Jesús -inevitable-, le plantearon una paradoja clásica..
"Una balsa, dos supervivientes a punto de morir, un pedazo minúsculo de comida que solo puede salvar la vida de uno.. Ambos deben mantenerse vivos y esforzarse en ello, pues solo Dios puede disponer el momento de nuestra muerte; pero hacerlo presupone quitarle el sustento al otro, al prójimo, quien morirá sin remedio, por lo que quien así actúe quebranta la ley de Dios. ¿Qué hacer?; ¿que es lo justo?....".
Suárez resolvió la paradoja estableciendo que estaba mal planteada, que había que cambiar de plano la pregunta, pues no se trataba de establecer la Justicia sino la Caridad.. Quien más amase a su prójimo debería, por Amor, entregarle el último alimento..".
Y creo que aquí ocurre algo parecido. No se es orgulloso o humilde por el contenido de lo dicho sino por el sentimiento.
Se puede establecer la propia valía y ser a la vez humilde. Y puede mostrarse uno prudente ante sus cualidades mientras ofende y maltrata salvajemente a los demás.
Porque el problema es que la mentalidad judeocatólica en que se ha formado nuestra sociedad concede importancia al fondo en la palabra y a la forma en la realidad. De manera que aquí lo importante no es ser sino parecer.
Quizá convenga que cada uno muestre a los demás lo que cree que es. ¡Aparecer en pelota picada!. Y que sean los demás quienes establezcan como somos.
Pues creo que no hay mayor orgullo y soberbia que convertirse en el propio juez, decidiendo que es lo que está bien y mal en nuestros actos y pensamientos. ¿O eso es la conciencia?.
Porque .... ¡Y qué se yo!.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Miseria

En ocasiones contemplamos las vidas ajenas con deleite e incluso las analizamos y criticamos con igual ánimo. Hoy en día la televisión y otros medios de comunicación, nos ofrecen espacios más que suficientes para satisfacer nuestra pasión por la alteridad.
Creo que es un ejercicio de compensación. Unas veces necesitamos comprobar que alguien lo pasa peor, lo que nos ayuda a soportar nuestra miseria, y otras procuramos creer que hay príncipes azules que buscan a su Cenicienta.
Hoy he vivido en directo algo de una vida ajena. Había ido a la sucursal bancaria donde opero habitualmente y como consecuencia de la directiva MIFID he tenido que esperar a que pudiera atenderme el director; durante la espera ha habido un rato en que estábamos solos en la oficina el interventor, una empleada y este servidor de ustedes.
Dicha empleada, con muchos años de atención al público, ha recibido a una pareja.. A primera vista, tenían unos 50 años; su ropa, usada y mucho; su aspecto, cansado, muy cansado. Al principio no les he prestado atención, pero él ha elevado, nervioso, un poco la voz: "¡Yo sólo avalé; era una empleada; ese préstamo no es mío..!".
Y luego, cada vez más nervioso, proseguía: "¡La cuenta, la cuenta, ¿quién está pagando los recibos?". Y la mujer, cenceña, inquiría: "¡Las cuentas; ¿cuantas cuentas tiene este?". La empleada respondía: "Usted figura en nuestra base de datos como titular del préstamo; pero leyendo la póliza y la escritura puede aclararse". Él respondía, abotargándose: "Es que no tengo los papeles; se los quedó ella". Y ella, la esposa, se inclinaba hacia la empleada y le preguntaba conteniendo la cólera: "Ella, ¿cómo se llama ella?".
La empleada (que solo puede proporcionar información a quien figure como titular o autorizado en el contrato de apertura bancaria) miraba al hombre, como preguntándole ¿qué hago?... El marido, en un tris de comenzar a llorar, rubicundo e inflado como un pez globo, la miraba pasmado, mostrando palpablemente que deseaba que se lo tragase la tierra. Al cabo, ha hecho un gesto que podía entenderse como una autorización...
"Pues la beneficiaría del préstamo, junto con su marido, se llama Svetlana Tetatxovna"... La esposa se ha repanchingado en la silla, silenciosa, gélida la mirada... Les puedo prometer y prometo que se podía cortar el silencio bancario con un cuchillo.. Y que nadie se movía; ni un milímetro.
Les ha vencido la tensión. Él, de pronto, se ha levantado de golpe y ha murmurado: "¿nos vamos?"; la esposa se ha arrebujado el gastado chaquetón y ha salido tras él....
No se que impresión les causará a ustedes esta pequeña historia, pero a mi me ha dejado un sabor de boca muy amargo. Y es que si no me compensa de nada el oropel ajeno, contemplar en vivo las miserias de los demás es doloroso. Y muy triste.

lunes, 12 de noviembre de 2007

El caballo gris

Todo crece. En especial, el dolor. El niño se dio cuenta de que dolía; le pasó cuando sintió que había crecido. Dolía pensar. Por eso conoció que era Hombre.
Recuperó sueños e ilusiones; un hijo. Sonrió. Soñó. Y supo para siempre como sufre la ternura. Descubrió que el silencio interpreta el amor. Dar, así suena.
Entendió la vida, mientras crecía el hijo. Aprendió lo que no sabía, a abrazar. Miró sus brazos y comprendió lo poco que vale la fuerza ante una lágrima, fruta de tristeza. Hijo, se Hombre, llora; que calmarán tu llanto rosas de primavera, mis manos.
Espera en silencio. Sabe que ser adulto es arriesgar; sabe que maduran las cicatrices. Vivir; no puedo hacerlo por ti. Que duro es ser libre.
Mirada. Si silencias la palabra, clama la mirada. Poco tengo, mucho deseo. Tu dicha. Es hora; tu hora. El espejo. Era gris, soy gris.

sábado, 10 de noviembre de 2007

El caballito gris

Llueve. Desde el mirador se domina la plaza. Allí se montan las atracciones durante las fiestas. El niño, quieto, pone toda su atención en percibir su llegada. "Aguado"; sabe de memoria el nombre de los feriantes y distingue su camión en la distancia.
Obscurece. Un día más. Esperará. Siempre espera. Y lee. O mira, tras el cristal, los juegos de la calle.
Se levanta cuando las ruedas del carro del lechero cantan con los adoquines. La cocina es aroma de tahona candeal. Silencio; ruido de cacharros. Sale de prisa hacia el mirador.
Sol de agosto. Compran de mañana en el mercado las mujeres. Nada. La tarde, imaginando. Fajándose con el tiempo. Tras el cristal, ve pasar a la niña rubia.
El niño se funde con el mirador. Oye un motor, unas voces, gira la cabeza; el viejo camión rojo. Huye el hambre, desaparece el sueño. Llegó su sueño.
Cual director de orquesta, se anticipa un segundo a todo movimiento, soñado de tan vivido. ¡Allí está!. Entrega la mirada al caballito gris. Su caballito. No es feliz, pero tiene un amigo.
Cuando hay poca gente, baja a hablarle. El caballito gris escucha en silencio. Sueños. A veces, con unas perras, sube y monta un viaje. Se agarra, firme, a su amigo. Nada dice. Siente.
Otras veces suben otros niños. A su caballito. No se enfada; comprende. Su mirada, triste y más tierna. Dulce y amarga.
Acabó la feria. Donde había vida, vacío. Reina lo normal. El año que viene....
Será mayor. Ya será .....

martes, 6 de noviembre de 2007

Culturas orales

Cada vez que en África muere un anciano, desaparece una biblioteca

domingo, 4 de noviembre de 2007

A buen tino

¡Qué delicia si supiera que es lo que voy a decir a continuación!. Pero no lo se. Ni siquiera he sido capaz de discurrir un título. Pero necesito soltar lastre. ¿Para eso creé a Turulato, no?. No, para escribir no, que no tengo mucha idea de como se hace, sino para desahogarme.
Mi familia no me deja ver las noticias de la tele, que me sofoco. Aunque pienso que lo que me sucede en realidad es que me ruborizo. La diferencia es grande; aquello tiene causa interna, muy comprensible dada mi andropausia galopante, mientras que el rubor lo provocan causas externas.
-Veo a todo un presidente de Francia, heredero del gran Napoleón Bonaparte y del rutilante Luís XIV, acudir presto al rescate, seguro de su éxito. Alcanza gallardo el África y allí, galante, recobra las flores de la inocencia, periodistas y españolas. Mientras, el nuestro, con gran tino, confía en el destino, pues comprende, ante el realce de su nombre en todas las naciones, que solo el sino puede deshacer el desatino-.
¡Estoy ya muy mayor para estos trotes..!. Que son además harto cochineros. Que nadie parece reparar en mis canas, el aturdimiento de mis entendederas y la mucha fatiga del cuerpo.

Y esto me hace pensar de nuevo, como tantas otras veces, en que el único cuidado de la Sociedad debe ser la Educación y la Enseñanza de sus gentes. Si las personas se comportan con urbanidad -¡que cosa, oiga!: cortesanía, comedimiento, atención y buen modo- hacen de suyo fácil la convivencia y si disfrutan de la mejor preparación intelectual posible no es fácil aborregarlas, lo que las conduce inevitablemente a ser cada día más libres. El resto de las cuestiones son importantes, no lo niego, pero considero que aquellas son esenciales y que la sociedad que no las promueve marcha indefectiblemente hacia el fracaso.
Libre..: que tiene facultad para obrar o no. E indefectiblemente tal libertad requiere la de pensamiento. O sea, que quien es libre, dentro de lo humanamente posible, tiende a no comulgar con ruedas de molino. Es más; deduzco que a alguien así habrá que ofrecerle resultados y no imagen, sin más. ¡Cuanto falta para eso!.
Lo anterior implica que aunque alguno actúe coordinadamente con otros, perteneciendo al tipo de asociación que sea, eso no le obliga a asumir los despropósitos del grupo. Lo que suele hacerse comúnmente en España bajo la justificación de "¡son mi gente; son los míos!".
Y no crean que hablo solo de la cosa pública. ¡Quia!. España ha crecido mucho económicamente en estos años; ¿pero somos los españoles más maduros e instruidos?. Y no me vengan con el jolgorio ese de la tolerancia y la igualdad social.
Tolerar..: sufrir, llevar con paciencia; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente; resistir, soportar; respetar (tener respeto, veneración, acatamiento) las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
¡Y un huevo!. ¡Y por uebos!. ¿O es que tengo que sufrir al animal ese que veo en la tele golpeando con saña a otra persona?; ¡qué lo resista y soporte quien lo educó!. ¡Ah, ya!, se trata de respetar las ideas ajenas.. ¿Cuales, las de Idi Amín Dada, que consistían en interrogar personalmente a "los presos" (al primero de la fila lo capaba de un machetazo; al segundo le decía con suavidad.."¿hablamos..?").
Eso. Soy un grosero. Vale. ¡Harto, harto estoy de tanta memez!. ¡COBARDÍA!; eso es lo que hay, eso es lo que exhibimos. Nuestra despelotada venta por el más miserable plato de lentejas. Y el prójimo que se joda, que a mí no me toca.
No lector; a quien hay que respetar es a la persona como tal y defender el ejercicio de sus derechos, en especial los humanos -que son idénticos para todos nosotros- y políticos. Lo que me lleva a recordar, y recordarles, que las personas no tenemos los mismos derechos ni las mismas obligaciones. Por ejemplo, la Ley no permite que me sindique ni que puedan elegirme diputado. Y eso es sensato y lógico, y no menoscaba mi ciudadanía. O sea que no somos iguales en muchos aspectos.
Y puestos a recordar, que quede claro que, en razón de las diferentes Teorías del Derecho sobre las que se basa el modelo contemporáneo del Estado, este es la organización que reclama para sí el "monopolio sobre la violencia legítima", a tenor de la definición de Max Weber. Lo que implica que este, y por lo tanto sus responsables, tienen la obligación inexcusable de impedir que ciudadano alguno, solo o en sociedad, ejerza cualquier tipo de violencia, extirpando esta acción privada aun cuando tenga que emplear una violencia mayor.

Puede que esté equivocado. Os aseguro que que me encantaría. Entre otras cosas porque siento que he ayudado a que sea así parte de lo que critico. No estoy libre de culpa. De manera que ahora aprovecho cualquier consulta que me hacen para plantear una manera de ver las cosas y de comportarse que considero más madura.

A estas alturas, muchos pensarán que soy inaguantable. Puede..; hay veces que no me aguanto ni yo. En realidad, callo mucho de lo que pienso. No se puede ir pregonando las propias verdades, pues quizá no sean ciertas y en algún caso hagan más daño que beneficio. Con todo, conviene en determinadas ocasiones decir a los más jóvenes alguna de las cosas que ha enseñado la experiencia.
Me contaba estos días una amiga lo mucho que le ha costado comprarse una vivienda; tanto en el aspecto económico como en el personal, pues ha ido a hacerlo en plena crisis del mercado hipotecario y ha necesitado apoyo de las personas de su entorno. En el primer aspecto no creo necesario describirles los problemas que ha tenido que superar y en el segundo se ha dado de bruces con el verdadero carácter de aquellas.
Ha llevado a término la compra, pero ha terminado disgustada y con mal sabor de boca. Además, ha comprado la vivienda que podía adquirir y no la que le hubiese gustado poseer. Al final, en lugar de sentir alegría cuando abrió la puerta de su casa, me contaba que primaba cierto desengaño. ¡Vamos; como si se hubiese casado!.
Lo primero que he hecho es felicitarla. La he comentado que me encanta que la gente se esfuerce y me siento bien cuando logra obtener algo gracias a sus afanes.
Y esa palabra, algo, es muy importante. Tendemos a enlazar la satisfacción con las características de las cosas, lo que en parte está bien -pues si quiero un plátano me deja frío tener una llave inglesa-, pero es una manera de sentir que no me gusta.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que las cosas que tengo significan mucho para mi, pero no tanto por ellas sino por ser mías. Y profundizando un poco más, lo que hace que las sienta propias es el grado de esfuerzo que tuve que desarrollar para que lo fuesen.
Un regalo es muy agradable, pero siento que lo es por provenir de quien proviene, por el afecto con el que lo entrega y no por su valor intrínseco. Con lo que llegamos al extremo..; lo que no cuesta nada recibir, nada vale. Y no confundamos ilusión con valor; aquella se apaga poco a poco con el paso de los días, mientras que lo valioso se aprecia. Así que su casa es un premio; uno de los recibidos. Porque no debe dudar de que esa casa, quizá hoy no muy de su gusto, vacía y algo fría, irá siendo más su hogar cada día según cada rincón vaya recordándole su esfuerzo, una lágrima, una presencia, una alegría.... Sentirá que crear hogar es un premio en si mismo.
Otro pasito más.. Vivir es aprender. Quien existe sin asimilar algo cada día se animaliza, reduciendo su ámbito a la menor o mayor satisfacción de sus funciones. Y aprender cuesta; ¡y mucho!.
(Qué tristeza tan inmensa me produce contemplar como se facilita el paso de un curso escolar a otro a quienes más debiera exigírseles, dada su carencia de conocimientos. Se confunde preparación con la posesión de un simple e inútil título)
¿O alguien se atreve a decir que puede aprender algo de bóbilis bóbilis?. Ciencia infusa lo llaman... ¡Seamos serios!.
Y siempre que se aprende quedan atrás ciertos "entenderes" vitales que creíamos ciertos sobre como nos sentimos y relacionamos las personas, y cuya aceptación facilitaba mucho nuestras relaciones. Pero resulta que son erróneos, no tanto por si mismos como por el afán de pretender que todos lo individuos los viven de igual forma. Así que aprender nos obliga a pensar; en nosotros, en los demás y en el verdadero sentido de la vida y sus quehaceres. ¡Tela!. Otro premio... Abrir los ojos, en la medida que sea, a la realidad de nuestro comportamiento. ¡Cuantos sinsabores futuros evita el conocimiento!.
En fin. Aprender a vivir es algo que hay que hacer solo. Es duro. Pero poco a poco va uno resolviendo las situaciones que le tocan en la lotería de la existencia. Y algún día se mira uno despacio en el espejo y cae en la cuenta de lo que ha logrado con su esfuerzo. Y sonríe. Mi pequeño mundo... Mi vida...