Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 18 de diciembre de 2018

Una mano acuna mi vida


White forest (Isabella), 2015

Durante toda mi existencia he sentido a mi manera cada instante de mi vida. Lo que quiero decir es que no he sido capaz nunca de contemplar objetivamente lo que he vivido; me he comportado siempre cual niño que no reconoce la verdad y en lugar de asumir que estudia poco, busca toda clase de justificaciones, desde que el maestro le tiene manía hasta que le dolía la barriga el día del examen. Soy siempre subjetivo, aunque siento en todo momento, allá en el fondo, como la verdad me susurra su existencia.

Contemplen la imagen de la escultura de Jaume Plensa. No hace falta que sea en detalle; simplemente centren sobre ella la mirada y piérdanse... Inmóvil, los ojos cerrados, ausente dentro de si misma. El material recoge la luz que baña el volumen empapando la figura, de manera que cuando esta absorbe nuestra mirada, pasado un tiempo, provoca la sensación de que la luz brota suavemente del interior de la cabeza, como si los sentimientos e ideas que bullen en su mente produjesen efectos lumínicos, luces y sombras, apreciables desde el exterior según intentan encontrar su camino.

Así soy, así creo que somos todos. Subjetivos, siempre. Contamos nuestra verdad y eso a veces, que en otras ocasiones largamos mentiras de todos los tamaños. Tenemos miedo a la verdad. Nos asusta reconocer la realidad desnuda, pues sería tanto como asumir nuestra debilidad y eso es dificilísimo.

Podemos reconocer o negar lo que podemos ver y tocar, lo que existe materialmente, los sucesos que conforman el tiempo. Todo ello es objetivo. A la realidad le importa un comino lo que hagamos. Con todo, hay quien niega, por ejemplo, tanto que la Tierra sea más o menos esférica como que los "amarracanos" llegasen a la Luna. A otros les da por atacar la efectividad de cuanta vacuna existe y si se les muere el niño, no entienden nada. Ante todo y sobre todo, el individuo tiende a considerarse su propio dios y creer o negar con autoridad lo que le sale de las meninges. Y ya si está de moda o es socialmente correcto, ¡ni les cuento!.

Lo vivido me ha mostrado nítidamente que vivir en plenitud es lo contrario. En las raras ocasiones en que sorprendentemente he logrado ser humilde el resultado ha sido de calidad; el resto, una cadena de despropósitos. Intuyo que la razón es clara: comportarse con humildad logra que no vayamos más allá de nuestras posibilidades, de modo que hacemos lo que somos capaces de hacer y no más. Es decir, ni pajaritos preñaos ni prometerle a la moza que a nuestro lado será una reina; a ella le basta sentir que para nosotros es una mujer, como a nosotros nos basta sentir a su lado que somos hombres.

Pero hay algo que jamás nadie puede comprobar y sobre lo que siempre reina la inseguridad: lo espiritual. ¡Qué se quiere negar!. Pues se niega; nadie puede demostrar científicamente lo contrario. Y si se cree en el Espíritu, se cree, que tampoco creyente alguno está en condiciones de probar el axioma de la Divinidad y sus teoremas y corolarios. El sentimiento espiritual es íntimo y en consecuencia privativo.

Se acerca la Navidad, anunciada por el curso del Adviento (lo que nos debería hacer meditar, pues si se cree en lo que aquí llamamos Dios no se trata de apretar el botón de puesta en marcha durante el sorteo de la Loteria, si no que deberíamos prepararnos para la maravilla en la que decimos creer). Yo no creo, que si creyese mis actos tendrían que ajustarse a la fe que diría poseer. Pero siento un runrún...




La cosa es muy, muy jodida. Desde niño ha habido y lo afirmo con rotundidad, una Mano que me ha ido llevando por la vida. De imaginación nada; un niño de cinco años que sale corriendo para cruzar una carretera nacional por delante de un vehículo que impide que el coche que viene a toda velocidad se aperciba.., hasta una madrugada, solo, en una carretara perdida de Vizcaya pistola en mano ..., pasando por un vuelo en pleno Pirineo ... Y circunstancias personales .... Es muy injusto, pero aquí estoy, sin haber hecho nada para ello y habiendo hecho todo lo posible para joder la marrana. Quizá no llegaré nunca a creer, pero Quien o Lo Que Sea se empeña y se empeña. Y soy un mindundi cagastrón. Les aseguro que es muy duro...

En el techo de la Capilla Sixtina hay un panel pintado al fresco: "La Creación de Adán". Representa al Dios Creador regalando la vida a Adán a través de su mano. Una amiga, que tiene una especialísima sensibilidad para apreciar el Arte, me ha felicitado la Navidad con la imagen que pueden ver antes de estos dos últimos párrafos. Solo pretendía mostrar un sencillísimo nacimiento, que de tan chico requiere que la mano lo soporte. No se ha dado cuenta... De nuevo una mano representa la entrega de la Vida. El regalo supremo; sin nacimiento no hay absolutamente nada. Naciendo, cualquiera tiene la oportunidad de todo. El resto, disgresiones que solo muestran el estúpido desequilibrio de las personas a consecuencia de su miedo.

Y sus palabras, sentimiento puro... Humildes. No se ha dado cuenta. De nuevo se empeña Alguien en tocarme por caminos insospechados.

"Este es mi Belén. Canijo, muy canijo. Y sencillo. Pero me encanta. Y es un poco como siento las Navidades últimamente: pequeñas, sencillas, humildes. Que las puedo recoger en mi mano y cerrar en un puño. Llevo unos días en los que los fantasmas de mis Navidades pasadas y quiénes las habitaban, me visitan de noche. Y aunque no hay esa alegría de antaño, sigo sintiendo la Navidad como un regalo de Bondad y Esperanza. Frágil y que hay que proteger. Y espero poder regalárselo a otros"