Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

jueves, 31 de mayo de 2007

Sin palabras

La terraza del bulevar tiene pocas mesas ocupadas cuando me siento. La gente va y viene por el centro del paseo, entre las dos hileras de veladores. La tarde está algo fresquita. Al otro lado, un hombre ocupa distraídamente una mesa; está extremadamente delgado, usa gafas de miope, su pelo es abundante y canoso, viste de gris. Su mirada se pierde en la distancia, vagando en sus recuerdos.
Ella llega tranquila. Dobló la mitad de la existencia. Viste algo ad lib, con cierto desenfado, cuidando que la holgura de su ropa no descubra las curvas sabrosas de su cuerpo. Pelirroja, con abundante cabello rizado; de ojos grandes, su cara muestra ese atractivo profundo que sólo posee la mujer madura que ha vivido.
Se sienta a su lado; él apenas la mira y sonríe levemente. No se hablan. Ella le contempla un instante y se quita el fular malva de los hombros. Se inclina hacia él y despacio, con suma delicadeza, rodea con la seda el delgado cuello del hombre, protegiéndole. Luego, con sus dedos, acaricia la mejilla masculina, en un roce eterno...
Él agacha un poco la cabeza, sonríe...., borracho de tristeza.

Ella camina delante; con cierta torpeza, pues su pierna izquierda describe un amplio arco, producto quizá de alguna rotura mal curada. Él anda detrás, con el brazo extendido, enlazados los dedos con la mano de su esposa, que sirve de cabo guía de aquel navegante perdido que es su marido. La cara de este y su comportamiento, muestran con claridad que de su mente huyeron recuerdos e inteligencia.
Son mayores, muy mayores. Su apariencia es buena, limpia, cuidada, aunque no lujosa. Él marcha con los ojos cerrados, la boca chasqueante a ratos, el ceño fruncido, recorriendo un universo extraño y desconocido.
Ella tiene los ojos grandes, castaños, muy abiertos. Lloraron todo lo que tenían que llorar. No se queja. Mira con serenidad el entorno, con una paciencia incomprensible. Asume la vida, que hace tiempo dejó de intentar comprender.
Ella le lleva hacia una mesa; le sienta y se coloca a su lado. Levanta la cabeza y mira tranquila. Él se balancea. Sus manos, entrelazados los dedos, no muestran tensión; simplemente están juntas. Siempre las veo juntas, cordón umbilical de la vida.

Ella viene presurosa, sin mirar atrás; él la sigue, a pasitos cortos, todo lo rápido que permite un cuerpo que consumieron los años. Ropa clásica y de calidad. Jubilado él; ella no parece haber pasado del café con las amigas.
Ocupan una mesa frente a mí. No se hablan. Él reposa del derby que ha corrido hasta llegar a la mesa. Ella mira a cualquier sitio, menos hacia donde está su marido, próxima a sorprenderse sí descubre su presencia.
La mujer alza la barbilla, altiva, creyéndose bella. Leo el gesto.. No soy vieja, él no me roza, no tengo años, le soporto por caridad... ¡Quiero vivir!. Que mayor es...; sus arrugas, su estilo decadente, su orgullo. Pena.

viernes, 18 de mayo de 2007

Amigos y retratos

A la entrada del gimnasio hay un lugar pequeño donde es posible sentarse a tomar algo y charlar un rato. Algunos días estamos allí Oshi y yo -Kosmos suele aparecer en ocasiones- comentando lo que nos llama la atención de nuestro pequeño mundo.
Ocupo el rincón del fondo, pues me gusta mirar y desde allí poco se me escapa. Se aprende mucho observando a los demás. Y para disimular suelo tomar una especie de chocolate -de esos de máquina-; Oshi es más cafetero y Kosmos se decanta por un marroccino, ese café con polvos de cacao sobre su espuma, que considero milanés y que en otras partes de Italia suelen desconocer -o eso dicen-.
Comentábamos hoy la llegada del papa Benedicto XVI a Brasil, tierra de Hélder Câmara y de Leonardo Boff, cuna de la teología de la Liberación -uno de cuyos representantes, Jon Sobrino, fue sancionado este año por la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe-. Oshi ha traído a colación un cuadro de Francis Bacon sobre el papa Inocencio X y cuando le he comentado que es un estudio sobre otro de igual temática de Velázquez, me ha sugerido que escriba algo sobre ellos.
Y la amistad tiene estas cosas; cuando no se sabe que decir, vienen los amigos en tu ayuda.. Te miran con mucha seriedad y te proponen que escribas cualquier cosa, algo así como un divertimento.. ¡Tranquilo, no te esfuerces!. Sólo es un retrato...

Dicen los que entienden de esto, de pintura, que la calidad de un retrato la determinan tres aspectos: Físico, social y psicológico. El primero se refiere a la semejanza entre el retratado y su imagen pictórica, de manera que será mejor cuanto más fielmente se representen en el cuadro las gráciles carnecillas del sujeto pasivo -discúlpenme, es la época; Hacienda.., ya saben-.
El segundo tiene que ver con la impresión que recibe sobre el estatus del retratado quien contempla el cuadro, que viene determinada normalmente por su modo de vestir, entorno, actividad, objetos o cualquier detalle material que aparezca en la pintura.
Y el tercero, ¡ay el tercero!; la calidad de los dos primeros aspectos identifica la mano de los buenos pintores y la del tercero, la de los maestros. Sólo un maestro de la pintura es capaz de reflejar en una sola imagen el alma del retratado.

¿Saben que me viene a la mente?; Italia. Para la mayoría de los artistas del pasado, Italia fue trascendental. Les ilustró sobre la luminosidad, la soltura en la pincelada, la perfección del dibujo, el cromatismo y la tonalidad, etc. Apreciaron de primera mano las obras clásicas y el estallido artístico del Renacimiento. Y, quizá.., ¡no, seguro!, descubrieron algo esencial, la vitalidad de la vida y la alegría que produce disfrutarla. Y no conozco mejor manera de hacer bien las cosas que catar la alegría de vivir, que para amustiarse siempre hay tiempo.
Pues bien. En uno de sus viajes artístico-diplomáticos a España, Peter Paul Rubens se encuentra en Madrid con Velázquez, aconsejándole que sí quiere progresar adecuadamente viaje a Italia y aprenda de lo que vea. Viajar, espíritu abierto, mirada atenta, inmersión en lo que se desconoce,.. ¡Buen camino para vivir!.
Y Velázquez seguirá el consejo. Viajará a Italia en dos ocasiones, 1629 y 1649. Ambas estancias fueron esenciales tanto en la formación como en la evolución de la pintura velazqueña. Modifica su estilo pictórico, iluminándolo, lo que evita el tenebrismo de sus principios, suelta la mano al dar la pincelada -sin miedo al resultado-, pinta alla prima -aplicando directamente la pintura, sin necesidad de dibujo previo- y desarrolla la perspectiva de sus obras de manera que llega a conseguir profundidad espacial no ya por el tamaño, la situación o tonalidad de los elementos que figuran en el cuadro, sino al ser capaz de reflejar la sutileza de la atmósfera que los envuelve. Es lo que se llama perspectiva aérea.

Me explicaré.. Viajen a mi tierra, a Santander, en un día de verano; tranquilos, hace buen tiempo y sí llueve, comerán bien. El aire está sucio, tiene muchas partículas en suspensión. Sí dirigen la vista hacia el fondo de la bahía, a la lejanía, verán que el paisaje está difuminado y no se aprecian bien ní colores ní formas. Quizá, sea el atardecer de un día cualquiera..; viento sur.. Quizá ante sus ojos, en la lejanía, naveguen dos pataches, como en el cuadro de Turner que mostré en El poder de la mirada.. O quizá recuerden el atardecer de la Villa Medicis...
Y ¡de pronto!, un buen chaparrón.. Cuando escampe, siéntense en un noray, al borde mismo de la mar, y miren lejos -como hay que hacerlo siempre en la vida-. Apreciarán que la lluvia ha arrastrado la suciedad del aire y que la atmósfera está limpia; ¡qué claridad!. Distinguirán bien ahora lo que antes era difuso, sus colores y contornos. Lo que parecía lejano, creerán tenerlo ahora a su alcance. La calidad del aire condiciona nuestras sensaciones visuales, de manera que según cual sea aquella veremos los objetos más o menos próximos.

Sigamos.. Don Diego se convierte en un maestro de las veladuras, de la pintura por transparencias, dando sucesivas capas, tenues y muy fluidas, que van siempre del claro al obscuro. Como mantenía Tiziano, svelature, trenta o quaranta!.

Aunque, en honor a la verdad, no todos son de esta opinión. Como suele suceder cuando se habla de personajes importantes, el paso de Velázquez por Roma despertó la polémica sobre la influencia que aquella estancia originó, desde los que como Karl Justi sostenían que "pocas veces ha salido un artista más incólume de los influjos italianos", a quienes consideran a Velázquez fuertemente impregnado del pensamiento y del conjunto de valores de la Italia de aquel tiempo.

El hecho es que Velázquez, ya en la cumbre de su oficio, en 1649, por encargo de Felipe IV vuelve a Italia, a Roma, para “comprar pinturas originales y estatuas antiguas y vaciar algunas de las más celebradas”. Hemos de imaginar a Velázquez recorriendo galerías, tratantes, coleccionistas con estrecheces económicas, buscando joyas que hubieran escapado a los agentes del Papa y de la nobleza. El embajador español le puso en contacto en Venecia con el mundillo del arte; en otras ocasiones utilizaba su privilegiada posición para influir en las transacciones o conseguir más fácilmente las obras -"tráfico de influencias" lo llamaríamos hoy-. Al mercado del arte italiano había llegado un sagaz y exquisito comprador...
Recibió la protección de las más altas personalidades, como el duque de Toscana, que le invitó a la Villa Medicis, en cuyo jardín pintó las dos bellísimas vistas -impresionistas "avant la lettre"- que conserva el Prado, una de las cuales se mostraba en un artículo anterior.
Se sentía tan a gusto, ¡y tan libre!, en Roma que Felipe IV, a pesar de ser muy paciente con su pintor, hubo de mandarle aviso de que volviese a Madrid en varias ocasiones, pues el entusiasmo de Velázquez, que quería aprender y aprovechar al máximo sus contactos con el riquísimo ambiente artístico italiano, retardaba una y otra vez el día de su regreso.
Pero tanta demora se debía a algo más; posiblemente una mujer… ¿“La Venus del espejo”?. El hijo nacido de aquella relación aparece documentado en Roma en 1652. La identidad de la mujer que amó a don Diego sigue siendo una incógnita, oculta en el tiempo de la intrahistoria.

Velázquez no sólo cumple el encargo real; aprovecha el tiempo tanto para estudiar el Arte que le rodea como para vivir y, deseoso de aumentar su fama, procura realizar algún trabajo de prestigio, que, ¿por qué no?, contribuya a incrementar su bolsa.
Se ofrece al Papa para pintarle un retrato; pero la Curia y el pontífice desconfían, pues no les basta la fama del pintor. Velázquez tiene que conquistar su ánimo y para ello retrata -parece ser que no sin cierto enfado- a su esclavo "Juan de Pareja", mestizo sevillano de origen árabe que le atendía como ayudante en su taller y que llegará a ser, a su vez, un buen pintor. Debió causar una excelente impresión -la obra le valdría el ingreso en la Academia Romana de San Lucca-, pues no sólo pintó a Su Santidad sino que llegó a retratar a su barbero -hoy en una colección privada neoyorquina-.
Actualmente conocemos cuatro de los numerosos retratos realizados durante su segunda estancia en Italia, pues los cita el tratadista Palomino en su biografía, entre los que sobresale el del Papa -Galería Doria Pamphili en Roma, con una salita dedicada sólo a él, Giovanni Battista Pamphili-, realizado en 1649 o en 1650, cuando Inocencio X tenía 73 años.
El pontífice tenía cierta relación con España ya que en 1625 el entonces papa Urbano VIII le había enviado a España y Francia, acompañando en calidad de datario a Francesco Barberini, quien, como sobrino del papa, había sido nombrado nuncio ante Su Majestad.
Cuando le retrató Velázquez dicen que se conservaba muy bien... Inocencio X era famoso por su vitalidad y, mucho más, por su fealdad, que algunos pensaban que, incluso, le descalificaba para ser papa. Por lo que podemos apreciar, la fealdad fue suavizada por el pintor, .. aunque yo de hombres no entiendo y de papas, menos.

Inocencio X
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 140 x 120 cm. Galería Doria-Pamphili. Roma.

El artista sigue el modelo establecido por Rafael, situando al papa de media figura, sentado y girado hacia su derecha, con bonete y mantelete rojos, y el roquete blanco. Los ropajes están captados con el mayor realismo, obteniendo una increíble calidad en las telas mediante una pincelada suelta, que ofrece toda la gama de rojos existente.
El Papa, que había logrado un gran ascenso social, nos mira de través con cierto desdén -como Juan de Pareja en su retrato-, con soberbia; muestra en su mano derecha, bien visible, el Anillo del Pescador, símbolo de su poder, para que todo el mundo sepa quien es y le guarde el respeto debido.

Cabeza Inocencio X
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 49,2 x 41,3 cm. The National Gallery of Art. Washington

Pero sin duda lo mejor es el rostro, donde Velázquez pinta el sentir del retratado; lo fascinante es como capta su psicología, el magnetismo de la mirada de Inocencio X. Su cara muestra el carácter de quien no busca el afecto; ní siquiera el respeto que genera un gran profesional. No; ante nosotros aparece un hombre que desconfía de todo y de todos, que se mantiene siempre alerta, infatigable en el desempeño de su cargo y que pretende que su mera presencia enerve con intensidad a quienes le rodean. En la mano izquierda lleva un papel donde el pintor se identifica como el autor de esta excelente obra.
El retrato es de una portentosa sencillez, sobre un fondo neutro, para que nada distraiga la atención del espectador de lo esencial, el rostro del retratado. Velázquez le representa con una sinceridad abrumadora; la expresión nos transporta. A través de sus ojos podemos hacer un viaje en el tiempo e introducirnos de la mano de Velázquez en la Roma de aquel tiempo. Troppo vero! -demasiado real-, cuentan que dijo el pontífice cuando vio el cuadro acabado.
Destaca el uso de finísimas veladuras y de una pincelada muy suelta, propia de la etapa final de Velázquez, ejecutadas con un control admirable; deténganse en el detalle del roquete, en sus múltiples golpes de pincel, mostrando la agilidad de la muñeca, jugando con blancuras, grises y azules desvaídos, mostrando un color excelente, con una gama de matices insuperables. Pinta soltando la muñeca, de una forma menos detallista que en los cuadros de su primera época, pero sin perder calidad en la representación de los objetos que aparecen en la obra, de un realismo cuasi fotográfico, anticipándose al impresionismo.
La profundidad también le interesa; el sillón adelanta la figura del Papa, alejándola del fondo, mientras que trazando líneas desde su cabeza, en vertical a lo largo del tronco y hacia adelante, buscando sus manos, se genera una pirámide que inscribe la figura y resalta el volumen del cuerpo.
Puede considerarse modelo no sólo de una técnica y una creación geniales, sino de una mentalidad moderna, que se adelanta a su tiempo, que aflorará en la vida y en el pensamiento europeos, y de la que Velázquez es un exponente característico.
En 1660 Marco Boschini escribió:
..Retrato veramente de valor, fato col vero colpo venetian.
Al finalizar la obra, el Papa concedió al artista la Medalla del Pontificado y le regaló una cadena de oro.

Francis Bacon es, posiblemente, el mayor pintor figurativo del siglo XX. Como todas las personas que dominan su oficio, tuvo muy presente lo realizado por los grandes maestros que le precedieron. Tanto que hay una obra que le obsesionó durante más de veinte años -entre 1949 y 1971- y sobre la que pintará algo más de 40 cuadros (44 es lo más probable): El retrato de Inocencio X realizado por Velázquez.
Consideraba que era, por su belleza y poderío, una de las obras más grandes del arte occidental. Para Bacon, la imagen papal presentaba una serie de posibilidades casi infinitas para la asociación y la metamorfosis. Su gran ambición como artista era crear secuencias de imágenes que revelasen los más profundos y ocultos sentimientos que la contemplación de otras obras hubiesen generado en nuestro subconsciente, abriendo así lo que le gustaba llamar las válvulas de la imaginación.
Al pasar de una versión del Papa a otra, Bacon daba rienda suelta a sus impulsos, permitiendo que, desde el gran pozo de sensaciones que había en su interior, manasen formas pictóricas que materializaban nuevas implicaciones.


Study after Velazquez's Portrait of Pope Innocent X -Head VI-
Francis Bacon
1949. Óleo sobre lienzo. 93,2 x 76,5 cm. Arts Council of Great Britain. Londres

He elegido dos de los estudios realizados por Bacon para que comprueben el resultado de las válvulas de la imaginación sobre las que escribí antes. El de 1949, es el que inicia la secuencia; al nominarlo "Cabeza VI", su autor está confesando que había trabajado con anterioridad sobre la misma idea. El de 1953 lo he elegido por tener una composición semejante a la obra de Velázquez conservada en la Galería Doria-Pamphili, mientras que el primero se correspondería con la obra existente en The National Gallery of Art.
Para entenderlos creo que es imprescindible contemplar primero, y despacio, el retrato velazqueño. Miren cara a cara a Inocencio X; sostengan su mirada.. Luego intenten sumergirse en los pasillos vaticanos.. No, no es tan difícil; ¿cuantas veces no han sentido en su trabajo la misma soledad, aquella opresión, la obscuridad de aquel lugar..?. Libérense.. Así, bien..

Cada uno de nosotros es una pequeña pieza de un enorme engranaje vital. Tendemos a pensar, cuando la vida nos aprieta, que sí se es poderoso se sufre menos, o nada; creemos que los grandes no se asustan. Craso error. Sufren. Tanto más cuanto mayor es su poder. El Poder aísla. El Poder no genera afecto ní ternura; pare soledad y miedo. Y desconfianza, mucha desconfianza. Lo refleja bien TolKien en el sentimiento de quien pierde el Anillo..


Study After Velazquez's Portrait of Pope Inocent X
1953. Óleo sobre lienzo. 153 x 118,1 cm. Des Moines Art Center. Iowa

Las pinceladas con las que Bacon plasma el ambiente, largas, verticales, negras, dejando caer su mano, como sí no pudiese soportar el peso de la púrpura, agobian, ahogan como una lluvia espesa de desesperanza, de ausencia de amor, de falta de caridad, de comprensión..
En la obra de 1949 van anulando, obscureciendo por momentos, el brillo dorado de la luz, de la inteligencia, de la humanidad, mientras que en la de 1953 han vencido.. La luz huye despavorida por donde puede, humillada, desparramándose por el suelo.

Lo esencial aquí es mascar el terror del poderoso.. Apresado en su trono -cual urna acristalada en 1949 y jaula dorada en 1953-, obligado a vivir, luchando siempre, entre las cuerdas de un cuadrilatero imaginario -1953-, allá arriba, en lo alto, a la vista de todos, del público, de la Humanidad que le observa, le critica y le analiza. De gentes de toda condición que le animan y le gritan, sin darse cuenta de que llegará a ser poco más que un viejo púgil sonado... ¡Solo, se siente solo!. ¡Desconfía!. Su Poder es su cárcel. ¡Aúuuuulla!. Su decisión es Ley, su Palabra Verdad. Pero no está seguro, duda.... La incredulidad acecha, aupada por tanto Poder. Sabe que sólo es un hombre. Necesita Fé. Porque nadie asegura al Papa que ... ¿Y sí Él no hubiese sido más que....?.
Terror
Horror vacui
Les dejo solos. Mediten mientras contemplan

Me alegro, me alegro, me alegro

No sabe Economía -bien es cierto que no es su especialidad, cuestión que a quien le nombró le importaba mismamente un carajo- y es uno de los tres neo-conservadores que en los primeros años 90 del siglo pasado concibieron un desarrollo geoestrátegico en Oriente Medio que está costando miles de vidas y que sólo Dios sabe como evolucionará. ¡Y eso que sólo pusieron en marcha la primera fase del plan!.
Quizá piensen que una dimisión así es poca cosa... Pues no; en absoluto. Intenten comprender los gigantescos intereses en juego. La dimisión de Paul Wolfowitz es una buena noticia que nos muestra que, a pesar de todo y por poderoso que se sea, nadie es inmune a las consecuencias de sus actos (bueno, en España no se). Y que este individuo recibe las bofetadas que no le pueden dar a quien le nombró.
(¡Y además con tomateras en los calcetines!. ¡Impresentable!)

miércoles, 2 de mayo de 2007

Orgullo de amigo

Os presento a mi amiga Nairi Grigorian interpretando, durante su gira italiana de 2005, el tercer movimiento del Concierto para Piano número 1 de Tchaikovsky. ¡Un placer para los sentidos!.


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martes, 1 de mayo de 2007

Primer día de Mayo

Siempre que se dedica un día a una causa concreta hay que echarse a temblar por esa causa... Me temo que, incapaces de ajustar a lo debido el asunto en si, compensamos nuestra mala conciencia mediante una conmemoración.
Nos ciscamos en amores, padres, madres y trabajadores -entre otros- y somos felices dedicándoles un día. ¡Corta conciencia!.
Por cierto.. Debe ser jodido sentirse progresista de izquierdas y contemplar como los habitantes de los países que pusieron en práctica esa teoría sociopolítica-económica han tenido que emigrar de su tierra empobrecida para poder vivir.