A la entrada del gimnasio hay un lugar pequeño donde es posible sentarse a tomar algo y charlar un rato. Algunos días estamos allí Oshi y yo -Kosmos suele aparecer en ocasiones- comentando lo que nos llama la atención de nuestro pequeño mundo.
Ocupo el rincón del fondo, pues me gusta mirar y desde allí poco se me escapa. Se aprende mucho observando a los demás. Y para disimular suelo tomar una especie de chocolate -de esos de máquina-; Oshi es más cafetero y Kosmos se decanta por un marroccino, ese café con polvos de cacao sobre su espuma, que considero milanés y que en otras partes de Italia suelen desconocer -o eso dicen-.
Comentábamos hoy la llegada del papa Benedicto XVI a Brasil, tierra de Hélder Câmara y de Leonardo Boff, cuna de la teología de la Liberación -uno de cuyos representantes, Jon Sobrino, fue sancionado este año por la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe-. Oshi ha traído a colación un cuadro de Francis Bacon sobre el papa Inocencio X y cuando le he comentado que es un estudio sobre otro de igual temática de Velázquez, me ha sugerido que escriba algo sobre ellos.
Y la amistad tiene estas cosas; cuando no se sabe que decir, vienen los amigos en tu ayuda.. Te miran con mucha seriedad y te proponen que escribas cualquier cosa, algo así como un divertimento.. ¡Tranquilo, no te esfuerces!. Sólo es un retrato...
Dicen los que entienden de esto, de pintura, que la calidad de un retrato la determinan tres aspectos: Físico, social y psicológico. El primero se refiere a la semejanza entre el retratado y su imagen pictórica, de manera que será mejor cuanto más fielmente se representen en el cuadro las gráciles carnecillas del sujeto pasivo -discúlpenme, es la época; Hacienda.., ya saben-.
El segundo tiene que ver con la impresión que recibe sobre el estatus del retratado quien contempla el cuadro, que viene determinada normalmente por su modo de vestir, entorno, actividad, objetos o cualquier detalle material que aparezca en la pintura.
Y el tercero, ¡ay el tercero!; la calidad de los dos primeros aspectos identifica la mano de los buenos pintores y la del tercero, la de los maestros. Sólo un maestro de la pintura es capaz de reflejar en una sola imagen el alma del retratado.
¿Saben que me viene a la mente?; Italia. Para la mayoría de los artistas del pasado, Italia fue trascendental. Les ilustró sobre la luminosidad, la soltura en la pincelada, la perfección del dibujo, el cromatismo y la tonalidad, etc. Apreciaron de primera mano las obras clásicas y el estallido artístico del Renacimiento. Y, quizá.., ¡no, seguro!, descubrieron algo esencial, la vitalidad de la vida y la alegría que produce disfrutarla. Y no conozco mejor manera de hacer bien las cosas que catar la alegría de vivir, que para amustiarse siempre hay tiempo.
Pues bien. En uno de sus viajes artístico-diplomáticos a España, Peter Paul Rubens se encuentra en Madrid con Velázquez, aconsejándole que sí quiere progresar adecuadamente viaje a Italia y aprenda de lo que vea. Viajar, espíritu abierto, mirada atenta, inmersión en lo que se desconoce,.. ¡Buen camino para vivir!.
Y Velázquez seguirá el consejo. Viajará a Italia en dos ocasiones, 1629 y 1649. Ambas estancias fueron esenciales tanto en la formación como en la evolución de la pintura velazqueña. Modifica su estilo pictórico, iluminándolo, lo que evita el tenebrismo de sus principios, suelta la mano al dar la pincelada -sin miedo al resultado-, pinta alla prima -aplicando directamente la pintura, sin necesidad de dibujo previo- y desarrolla la perspectiva de sus obras de manera que llega a conseguir profundidad espacial no ya por el tamaño, la situación o tonalidad de los elementos que figuran en el cuadro, sino al ser capaz de reflejar la sutileza de la atmósfera que los envuelve. Es lo que se llama perspectiva aérea.
Me explicaré.. Viajen a mi tierra, a Santander, en un día de verano; tranquilos, hace buen tiempo y sí llueve, comerán bien. El aire está sucio, tiene muchas partículas en suspensión. Sí dirigen la vista hacia el fondo de la bahía, a la lejanía, verán que el paisaje está difuminado y no se aprecian bien ní colores ní formas. Quizá, sea el atardecer de un día cualquiera..; viento sur.. Quizá ante sus ojos, en la lejanía, naveguen dos pataches, como en el cuadro de Turner que mostré en El poder de la mirada.. O quizá recuerden el atardecer de la Villa Medicis...
Y ¡de pronto!, un buen chaparrón.. Cuando escampe, siéntense en un noray, al borde mismo de la mar, y miren lejos -como hay que hacerlo siempre en la vida-. Apreciarán que la lluvia ha arrastrado la suciedad del aire y que la atmósfera está limpia; ¡qué claridad!. Distinguirán bien ahora lo que antes era difuso, sus colores y contornos. Lo que parecía lejano, creerán tenerlo ahora a su alcance. La calidad del aire condiciona nuestras sensaciones visuales, de manera que según cual sea aquella veremos los objetos más o menos próximos.
Sigamos.. Don Diego se convierte en un maestro de las veladuras, de la pintura por transparencias, dando sucesivas capas, tenues y muy fluidas, que van siempre del claro al obscuro. Como mantenía Tiziano, svelature, trenta o quaranta!.
Aunque, en honor a la verdad, no todos son de esta opinión. Como suele suceder cuando se habla de personajes importantes, el paso de Velázquez por Roma despertó la polémica sobre la influencia que aquella estancia originó, desde los que como Karl Justi sostenían que "pocas veces ha salido un artista más incólume de los influjos italianos", a quienes consideran a Velázquez fuertemente impregnado del pensamiento y del conjunto de valores de la Italia de aquel tiempo.
El hecho es que Velázquez, ya en la cumbre de su oficio, en 1649, por encargo de Felipe IV vuelve a Italia, a Roma, para “comprar pinturas originales y estatuas antiguas y vaciar algunas de las más celebradas”. Hemos de imaginar a Velázquez recorriendo galerías, tratantes, coleccionistas con estrecheces económicas, buscando joyas que hubieran escapado a los agentes del Papa y de la nobleza. El embajador español le puso en contacto en Venecia con el mundillo del arte; en otras ocasiones utilizaba su privilegiada posición para influir en las transacciones o conseguir más fácilmente las obras -"tráfico de influencias" lo llamaríamos hoy-. Al mercado del arte italiano había llegado un sagaz y exquisito comprador...
Recibió la protección de las más altas personalidades, como el duque de Toscana, que le invitó a la Villa Medicis, en cuyo jardín pintó las dos bellísimas vistas -impresionistas "avant la lettre"- que conserva el Prado, una de las cuales se mostraba en un artículo anterior.
Se sentía tan a gusto, ¡y tan libre!, en Roma que Felipe IV, a pesar de ser muy paciente con su pintor, hubo de mandarle aviso de que volviese a Madrid en varias ocasiones, pues el entusiasmo de Velázquez, que quería aprender y aprovechar al máximo sus contactos con el riquísimo ambiente artístico italiano, retardaba una y otra vez el día de su regreso.
Pero tanta demora se debía a algo más; posiblemente una mujer… ¿“La Venus del espejo”?. El hijo nacido de aquella relación aparece documentado en Roma en 1652. La identidad de la mujer que amó a don Diego sigue siendo una incógnita, oculta en el tiempo de la intrahistoria.
Velázquez no sólo cumple el encargo real; aprovecha el tiempo tanto para estudiar el Arte que le rodea como para vivir y, deseoso de aumentar su fama, procura realizar algún trabajo de prestigio, que, ¿por qué no?, contribuya a incrementar su bolsa.
Se ofrece al Papa para pintarle un retrato; pero la Curia y el pontífice desconfían, pues no les basta la fama del pintor. Velázquez tiene que conquistar su ánimo y para ello retrata -parece ser que no sin cierto enfado- a su esclavo "Juan de Pareja", mestizo sevillano de origen árabe que le atendía como ayudante en su taller y que llegará a ser, a su vez, un buen pintor. Debió causar una excelente impresión -la obra le valdría el ingreso en la Academia Romana de San Lucca-, pues no sólo pintó a Su Santidad sino que llegó a retratar a su barbero -hoy en una colección privada neoyorquina-.
Actualmente conocemos cuatro de los numerosos retratos realizados durante su segunda estancia en Italia, pues los cita el tratadista Palomino en su biografía, entre los que sobresale el del Papa -Galería Doria Pamphili en Roma, con una salita dedicada sólo a él, Giovanni Battista Pamphili-, realizado en 1649 o en 1650, cuando Inocencio X tenía 73 años.
El pontífice tenía cierta relación con España ya que en 1625 el entonces papa Urbano VIII le había enviado a España y Francia, acompañando en calidad de datario a Francesco Barberini, quien, como sobrino del papa, había sido nombrado nuncio ante Su Majestad.
Cuando le retrató Velázquez dicen que se conservaba muy bien... Inocencio X era famoso por su vitalidad y, mucho más, por su fealdad, que algunos pensaban que, incluso, le descalificaba para ser papa. Por lo que podemos apreciar, la fealdad fue suavizada por el pintor, .. aunque yo de hombres no entiendo y de papas, menos.
El artista sigue el modelo establecido por Rafael, situando al papa de media figura, sentado y girado hacia su derecha, con bonete y mantelete rojos, y el roquete blanco. Los ropajes están captados con el mayor realismo, obteniendo una increíble calidad en las telas mediante una pincelada suelta, que ofrece toda la gama de rojos existente.
El Papa, que había logrado un gran ascenso social, nos mira de través con cierto desdén -como Juan de Pareja en su retrato-, con soberbia; muestra en su mano derecha, bien visible, el Anillo del Pescador, símbolo de su poder, para que todo el mundo sepa quien es y le guarde el respeto debido.
Pero sin duda lo mejor es el rostro, donde Velázquez pinta el sentir del retratado; lo fascinante es como capta su psicología, el magnetismo de la mirada de Inocencio X. Su cara muestra el carácter de quien no busca el afecto; ní siquiera el respeto que genera un gran profesional. No; ante nosotros aparece un hombre que desconfía de todo y de todos, que se mantiene siempre alerta, infatigable en el desempeño de su cargo y que pretende que su mera presencia enerve con intensidad a quienes le rodean. En la mano izquierda lleva un papel donde el pintor se identifica como el autor de esta excelente obra.
El retrato es de una portentosa sencillez, sobre un fondo neutro, para que nada distraiga la atención del espectador de lo esencial, el rostro del retratado. Velázquez le representa con una sinceridad abrumadora; la expresión nos transporta. A través de sus ojos podemos hacer un viaje en el tiempo e introducirnos de la mano de Velázquez en la Roma de aquel tiempo. Troppo vero! -demasiado real-, cuentan que dijo el pontífice cuando vio el cuadro acabado.
Destaca el uso de finísimas veladuras y de una pincelada muy suelta, propia de la etapa final de Velázquez, ejecutadas con un control admirable; deténganse en el detalle del roquete, en sus múltiples golpes de pincel, mostrando la agilidad de la muñeca, jugando con blancuras, grises y azules desvaídos, mostrando un color excelente, con una gama de matices insuperables. Pinta soltando la muñeca, de una forma menos detallista que en los cuadros de su primera época, pero sin perder calidad en la representación de los objetos que aparecen en la obra, de un realismo cuasi fotográfico, anticipándose al impresionismo.
La profundidad también le interesa; el sillón adelanta la figura del Papa, alejándola del fondo, mientras que trazando líneas desde su cabeza, en vertical a lo largo del tronco y hacia adelante, buscando sus manos, se genera una pirámide que inscribe la figura y resalta el volumen del cuerpo.
Puede considerarse modelo no sólo de una técnica y una creación geniales, sino de una mentalidad moderna, que se adelanta a su tiempo, que aflorará en la vida y en el pensamiento europeos, y de la que Velázquez es un exponente característico.
En 1660 Marco Boschini escribió:
Francis Bacon es, posiblemente, el mayor pintor figurativo del siglo XX. Como todas las personas que dominan su oficio, tuvo muy presente lo realizado por los grandes maestros que le precedieron. Tanto que hay una obra que le obsesionó durante más de veinte años -entre 1949 y 1971- y sobre la que pintará algo más de 40 cuadros (44 es lo más probable): El retrato de Inocencio X realizado por Velázquez.
Consideraba que era, por su belleza y poderío, una de las obras más grandes del arte occidental. Para Bacon, la imagen papal presentaba una serie de posibilidades casi infinitas para la asociación y la metamorfosis. Su gran ambición como artista era crear secuencias de imágenes que revelasen los más profundos y ocultos sentimientos que la contemplación de otras obras hubiesen generado en nuestro subconsciente, abriendo así lo que le gustaba llamar las válvulas de la imaginación.
Al pasar de una versión del Papa a otra, Bacon daba rienda suelta a sus impulsos, permitiendo que, desde el gran pozo de sensaciones que había en su interior, manasen formas pictóricas que materializaban nuevas implicaciones.
He elegido dos de los estudios realizados por Bacon para que comprueben el resultado de las válvulas de la imaginación sobre las que escribí antes. El de 1949, es el que inicia la secuencia; al nominarlo "Cabeza VI", su autor está confesando que había trabajado con anterioridad sobre la misma idea. El de 1953 lo he elegido por tener una composición semejante a la obra de Velázquez conservada en la Galería Doria-Pamphili, mientras que el primero se correspondería con la obra existente en The National Gallery of Art.
Para entenderlos creo que es imprescindible contemplar primero, y despacio, el retrato velazqueño. Miren cara a cara a Inocencio X; sostengan su mirada.. Luego intenten sumergirse en los pasillos vaticanos.. No, no es tan difícil; ¿cuantas veces no han sentido en su trabajo la misma soledad, aquella opresión, la obscuridad de aquel lugar..?. Libérense.. Así, bien..
Cada uno de nosotros es una pequeña pieza de un enorme engranaje vital. Tendemos a pensar, cuando la vida nos aprieta, que sí se es poderoso se sufre menos, o nada; creemos que los grandes no se asustan. Craso error. Sufren. Tanto más cuanto mayor es su poder. El Poder aísla. El Poder no genera afecto ní ternura; pare soledad y miedo. Y desconfianza, mucha desconfianza. Lo refleja bien TolKien en el sentimiento de quien pierde el Anillo..
Las pinceladas con las que Bacon plasma el ambiente, largas, verticales, negras, dejando caer su mano, como sí no pudiese soportar el peso de la púrpura, agobian, ahogan como una lluvia espesa de desesperanza, de ausencia de amor, de falta de caridad, de comprensión..
En la obra de 1949 van anulando, obscureciendo por momentos, el brillo dorado de la luz, de la inteligencia, de la humanidad, mientras que en la de 1953 han vencido.. La luz huye despavorida por donde puede, humillada, desparramándose por el suelo.
Lo esencial aquí es mascar el terror del poderoso.. Apresado en su trono -cual urna acristalada en 1949 y jaula dorada en 1953-, obligado a vivir, luchando siempre, entre las cuerdas de un cuadrilatero imaginario -1953-, allá arriba, en lo alto, a la vista de todos, del público, de la Humanidad que le observa, le critica y le analiza. De gentes de toda condición que le animan y le gritan, sin darse cuenta de que llegará a ser poco más que un viejo púgil sonado... ¡Solo, se siente solo!. ¡Desconfía!. Su Poder es su cárcel. ¡Aúuuuulla!. Su decisión es Ley, su Palabra Verdad. Pero no está seguro, duda.... La incredulidad acecha, aupada por tanto Poder. Sabe que sólo es un hombre. Necesita Fé. Porque nadie asegura al Papa que ... ¿Y sí Él no hubiese sido más que....?.
Ocupo el rincón del fondo, pues me gusta mirar y desde allí poco se me escapa. Se aprende mucho observando a los demás. Y para disimular suelo tomar una especie de chocolate -de esos de máquina-; Oshi es más cafetero y Kosmos se decanta por un marroccino, ese café con polvos de cacao sobre su espuma, que considero milanés y que en otras partes de Italia suelen desconocer -o eso dicen-.
Comentábamos hoy la llegada del papa Benedicto XVI a Brasil, tierra de Hélder Câmara y de Leonardo Boff, cuna de la teología de la Liberación -uno de cuyos representantes, Jon Sobrino, fue sancionado este año por la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe-. Oshi ha traído a colación un cuadro de Francis Bacon sobre el papa Inocencio X y cuando le he comentado que es un estudio sobre otro de igual temática de Velázquez, me ha sugerido que escriba algo sobre ellos.
Y la amistad tiene estas cosas; cuando no se sabe que decir, vienen los amigos en tu ayuda.. Te miran con mucha seriedad y te proponen que escribas cualquier cosa, algo así como un divertimento.. ¡Tranquilo, no te esfuerces!. Sólo es un retrato...
Dicen los que entienden de esto, de pintura, que la calidad de un retrato la determinan tres aspectos: Físico, social y psicológico. El primero se refiere a la semejanza entre el retratado y su imagen pictórica, de manera que será mejor cuanto más fielmente se representen en el cuadro las gráciles carnecillas del sujeto pasivo -discúlpenme, es la época; Hacienda.., ya saben-.
El segundo tiene que ver con la impresión que recibe sobre el estatus del retratado quien contempla el cuadro, que viene determinada normalmente por su modo de vestir, entorno, actividad, objetos o cualquier detalle material que aparezca en la pintura.
Y el tercero, ¡ay el tercero!; la calidad de los dos primeros aspectos identifica la mano de los buenos pintores y la del tercero, la de los maestros. Sólo un maestro de la pintura es capaz de reflejar en una sola imagen el alma del retratado.
¿Saben que me viene a la mente?; Italia. Para la mayoría de los artistas del pasado, Italia fue trascendental. Les ilustró sobre la luminosidad, la soltura en la pincelada, la perfección del dibujo, el cromatismo y la tonalidad, etc. Apreciaron de primera mano las obras clásicas y el estallido artístico del Renacimiento. Y, quizá.., ¡no, seguro!, descubrieron algo esencial, la vitalidad de la vida y la alegría que produce disfrutarla. Y no conozco mejor manera de hacer bien las cosas que catar la alegría de vivir, que para amustiarse siempre hay tiempo.
Pues bien. En uno de sus viajes artístico-diplomáticos a España, Peter Paul Rubens se encuentra en Madrid con Velázquez, aconsejándole que sí quiere progresar adecuadamente viaje a Italia y aprenda de lo que vea. Viajar, espíritu abierto, mirada atenta, inmersión en lo que se desconoce,.. ¡Buen camino para vivir!.
Y Velázquez seguirá el consejo. Viajará a Italia en dos ocasiones, 1629 y 1649. Ambas estancias fueron esenciales tanto en la formación como en la evolución de la pintura velazqueña. Modifica su estilo pictórico, iluminándolo, lo que evita el tenebrismo de sus principios, suelta la mano al dar la pincelada -sin miedo al resultado-, pinta alla prima -aplicando directamente la pintura, sin necesidad de dibujo previo- y desarrolla la perspectiva de sus obras de manera que llega a conseguir profundidad espacial no ya por el tamaño, la situación o tonalidad de los elementos que figuran en el cuadro, sino al ser capaz de reflejar la sutileza de la atmósfera que los envuelve. Es lo que se llama perspectiva aérea.
Me explicaré.. Viajen a mi tierra, a Santander, en un día de verano; tranquilos, hace buen tiempo y sí llueve, comerán bien. El aire está sucio, tiene muchas partículas en suspensión. Sí dirigen la vista hacia el fondo de la bahía, a la lejanía, verán que el paisaje está difuminado y no se aprecian bien ní colores ní formas. Quizá, sea el atardecer de un día cualquiera..; viento sur.. Quizá ante sus ojos, en la lejanía, naveguen dos pataches, como en el cuadro de Turner que mostré en El poder de la mirada.. O quizá recuerden el atardecer de la Villa Medicis...
Y ¡de pronto!, un buen chaparrón.. Cuando escampe, siéntense en un noray, al borde mismo de la mar, y miren lejos -como hay que hacerlo siempre en la vida-. Apreciarán que la lluvia ha arrastrado la suciedad del aire y que la atmósfera está limpia; ¡qué claridad!. Distinguirán bien ahora lo que antes era difuso, sus colores y contornos. Lo que parecía lejano, creerán tenerlo ahora a su alcance. La calidad del aire condiciona nuestras sensaciones visuales, de manera que según cual sea aquella veremos los objetos más o menos próximos.
Sigamos.. Don Diego se convierte en un maestro de las veladuras, de la pintura por transparencias, dando sucesivas capas, tenues y muy fluidas, que van siempre del claro al obscuro. Como mantenía Tiziano, svelature, trenta o quaranta!.
Aunque, en honor a la verdad, no todos son de esta opinión. Como suele suceder cuando se habla de personajes importantes, el paso de Velázquez por Roma despertó la polémica sobre la influencia que aquella estancia originó, desde los que como Karl Justi sostenían que "pocas veces ha salido un artista más incólume de los influjos italianos", a quienes consideran a Velázquez fuertemente impregnado del pensamiento y del conjunto de valores de la Italia de aquel tiempo.
El hecho es que Velázquez, ya en la cumbre de su oficio, en 1649, por encargo de Felipe IV vuelve a Italia, a Roma, para “comprar pinturas originales y estatuas antiguas y vaciar algunas de las más celebradas”. Hemos de imaginar a Velázquez recorriendo galerías, tratantes, coleccionistas con estrecheces económicas, buscando joyas que hubieran escapado a los agentes del Papa y de la nobleza. El embajador español le puso en contacto en Venecia con el mundillo del arte; en otras ocasiones utilizaba su privilegiada posición para influir en las transacciones o conseguir más fácilmente las obras -"tráfico de influencias" lo llamaríamos hoy-. Al mercado del arte italiano había llegado un sagaz y exquisito comprador...
Recibió la protección de las más altas personalidades, como el duque de Toscana, que le invitó a la Villa Medicis, en cuyo jardín pintó las dos bellísimas vistas -impresionistas "avant la lettre"- que conserva el Prado, una de las cuales se mostraba en un artículo anterior.
Se sentía tan a gusto, ¡y tan libre!, en Roma que Felipe IV, a pesar de ser muy paciente con su pintor, hubo de mandarle aviso de que volviese a Madrid en varias ocasiones, pues el entusiasmo de Velázquez, que quería aprender y aprovechar al máximo sus contactos con el riquísimo ambiente artístico italiano, retardaba una y otra vez el día de su regreso.
Pero tanta demora se debía a algo más; posiblemente una mujer… ¿“La Venus del espejo”?. El hijo nacido de aquella relación aparece documentado en Roma en 1652. La identidad de la mujer que amó a don Diego sigue siendo una incógnita, oculta en el tiempo de la intrahistoria.
Velázquez no sólo cumple el encargo real; aprovecha el tiempo tanto para estudiar el Arte que le rodea como para vivir y, deseoso de aumentar su fama, procura realizar algún trabajo de prestigio, que, ¿por qué no?, contribuya a incrementar su bolsa.
Se ofrece al Papa para pintarle un retrato; pero la Curia y el pontífice desconfían, pues no les basta la fama del pintor. Velázquez tiene que conquistar su ánimo y para ello retrata -parece ser que no sin cierto enfado- a su esclavo "Juan de Pareja", mestizo sevillano de origen árabe que le atendía como ayudante en su taller y que llegará a ser, a su vez, un buen pintor. Debió causar una excelente impresión -la obra le valdría el ingreso en la Academia Romana de San Lucca-, pues no sólo pintó a Su Santidad sino que llegó a retratar a su barbero -hoy en una colección privada neoyorquina-.
Actualmente conocemos cuatro de los numerosos retratos realizados durante su segunda estancia en Italia, pues los cita el tratadista Palomino en su biografía, entre los que sobresale el del Papa -Galería Doria Pamphili en Roma, con una salita dedicada sólo a él, Giovanni Battista Pamphili-, realizado en 1649 o en 1650, cuando Inocencio X tenía 73 años.
El pontífice tenía cierta relación con España ya que en 1625 el entonces papa Urbano VIII le había enviado a España y Francia, acompañando en calidad de datario a Francesco Barberini, quien, como sobrino del papa, había sido nombrado nuncio ante Su Majestad.
Cuando le retrató Velázquez dicen que se conservaba muy bien... Inocencio X era famoso por su vitalidad y, mucho más, por su fealdad, que algunos pensaban que, incluso, le descalificaba para ser papa. Por lo que podemos apreciar, la fealdad fue suavizada por el pintor, .. aunque yo de hombres no entiendo y de papas, menos.
Inocencio X
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 140 x 120 cm. Galería Doria-Pamphili. Roma.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 140 x 120 cm. Galería Doria-Pamphili. Roma.
El artista sigue el modelo establecido por Rafael, situando al papa de media figura, sentado y girado hacia su derecha, con bonete y mantelete rojos, y el roquete blanco. Los ropajes están captados con el mayor realismo, obteniendo una increíble calidad en las telas mediante una pincelada suelta, que ofrece toda la gama de rojos existente.
El Papa, que había logrado un gran ascenso social, nos mira de través con cierto desdén -como Juan de Pareja en su retrato-, con soberbia; muestra en su mano derecha, bien visible, el Anillo del Pescador, símbolo de su poder, para que todo el mundo sepa quien es y le guarde el respeto debido.
Cabeza Inocencio X
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 49,2 x 41,3 cm. The National Gallery of Art. Washington
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
1649-1650. Óleo sobre lienzo. 49,2 x 41,3 cm. The National Gallery of Art. Washington
Pero sin duda lo mejor es el rostro, donde Velázquez pinta el sentir del retratado; lo fascinante es como capta su psicología, el magnetismo de la mirada de Inocencio X. Su cara muestra el carácter de quien no busca el afecto; ní siquiera el respeto que genera un gran profesional. No; ante nosotros aparece un hombre que desconfía de todo y de todos, que se mantiene siempre alerta, infatigable en el desempeño de su cargo y que pretende que su mera presencia enerve con intensidad a quienes le rodean. En la mano izquierda lleva un papel donde el pintor se identifica como el autor de esta excelente obra.
El retrato es de una portentosa sencillez, sobre un fondo neutro, para que nada distraiga la atención del espectador de lo esencial, el rostro del retratado. Velázquez le representa con una sinceridad abrumadora; la expresión nos transporta. A través de sus ojos podemos hacer un viaje en el tiempo e introducirnos de la mano de Velázquez en la Roma de aquel tiempo. Troppo vero! -demasiado real-, cuentan que dijo el pontífice cuando vio el cuadro acabado.
Destaca el uso de finísimas veladuras y de una pincelada muy suelta, propia de la etapa final de Velázquez, ejecutadas con un control admirable; deténganse en el detalle del roquete, en sus múltiples golpes de pincel, mostrando la agilidad de la muñeca, jugando con blancuras, grises y azules desvaídos, mostrando un color excelente, con una gama de matices insuperables. Pinta soltando la muñeca, de una forma menos detallista que en los cuadros de su primera época, pero sin perder calidad en la representación de los objetos que aparecen en la obra, de un realismo cuasi fotográfico, anticipándose al impresionismo.
La profundidad también le interesa; el sillón adelanta la figura del Papa, alejándola del fondo, mientras que trazando líneas desde su cabeza, en vertical a lo largo del tronco y hacia adelante, buscando sus manos, se genera una pirámide que inscribe la figura y resalta el volumen del cuerpo.
Puede considerarse modelo no sólo de una técnica y una creación geniales, sino de una mentalidad moderna, que se adelanta a su tiempo, que aflorará en la vida y en el pensamiento europeos, y de la que Velázquez es un exponente característico.
En 1660 Marco Boschini escribió:
..Retrato veramente de valor, fato col vero colpo venetian.
Al finalizar la obra, el Papa concedió al artista la Medalla del Pontificado y le regaló una cadena de oro.Francis Bacon es, posiblemente, el mayor pintor figurativo del siglo XX. Como todas las personas que dominan su oficio, tuvo muy presente lo realizado por los grandes maestros que le precedieron. Tanto que hay una obra que le obsesionó durante más de veinte años -entre 1949 y 1971- y sobre la que pintará algo más de 40 cuadros (44 es lo más probable): El retrato de Inocencio X realizado por Velázquez.
Consideraba que era, por su belleza y poderío, una de las obras más grandes del arte occidental. Para Bacon, la imagen papal presentaba una serie de posibilidades casi infinitas para la asociación y la metamorfosis. Su gran ambición como artista era crear secuencias de imágenes que revelasen los más profundos y ocultos sentimientos que la contemplación de otras obras hubiesen generado en nuestro subconsciente, abriendo así lo que le gustaba llamar las válvulas de la imaginación.
Al pasar de una versión del Papa a otra, Bacon daba rienda suelta a sus impulsos, permitiendo que, desde el gran pozo de sensaciones que había en su interior, manasen formas pictóricas que materializaban nuevas implicaciones.
Study after Velazquez's Portrait of Pope Innocent X -Head VI-
Francis Bacon
1949. Óleo sobre lienzo. 93,2 x 76,5 cm. Arts Council of Great Britain. Londres
Francis Bacon
1949. Óleo sobre lienzo. 93,2 x 76,5 cm. Arts Council of Great Britain. Londres
He elegido dos de los estudios realizados por Bacon para que comprueben el resultado de las válvulas de la imaginación sobre las que escribí antes. El de 1949, es el que inicia la secuencia; al nominarlo "Cabeza VI", su autor está confesando que había trabajado con anterioridad sobre la misma idea. El de 1953 lo he elegido por tener una composición semejante a la obra de Velázquez conservada en la Galería Doria-Pamphili, mientras que el primero se correspondería con la obra existente en The National Gallery of Art.
Para entenderlos creo que es imprescindible contemplar primero, y despacio, el retrato velazqueño. Miren cara a cara a Inocencio X; sostengan su mirada.. Luego intenten sumergirse en los pasillos vaticanos.. No, no es tan difícil; ¿cuantas veces no han sentido en su trabajo la misma soledad, aquella opresión, la obscuridad de aquel lugar..?. Libérense.. Así, bien..
Cada uno de nosotros es una pequeña pieza de un enorme engranaje vital. Tendemos a pensar, cuando la vida nos aprieta, que sí se es poderoso se sufre menos, o nada; creemos que los grandes no se asustan. Craso error. Sufren. Tanto más cuanto mayor es su poder. El Poder aísla. El Poder no genera afecto ní ternura; pare soledad y miedo. Y desconfianza, mucha desconfianza. Lo refleja bien TolKien en el sentimiento de quien pierde el Anillo..
Study After Velazquez's Portrait of Pope Inocent X
1953. Óleo sobre lienzo. 153 x 118,1 cm. Des Moines Art Center. Iowa
1953. Óleo sobre lienzo. 153 x 118,1 cm. Des Moines Art Center. Iowa
Las pinceladas con las que Bacon plasma el ambiente, largas, verticales, negras, dejando caer su mano, como sí no pudiese soportar el peso de la púrpura, agobian, ahogan como una lluvia espesa de desesperanza, de ausencia de amor, de falta de caridad, de comprensión..
En la obra de 1949 van anulando, obscureciendo por momentos, el brillo dorado de la luz, de la inteligencia, de la humanidad, mientras que en la de 1953 han vencido.. La luz huye despavorida por donde puede, humillada, desparramándose por el suelo.
Lo esencial aquí es mascar el terror del poderoso.. Apresado en su trono -cual urna acristalada en 1949 y jaula dorada en 1953-, obligado a vivir, luchando siempre, entre las cuerdas de un cuadrilatero imaginario -1953-, allá arriba, en lo alto, a la vista de todos, del público, de la Humanidad que le observa, le critica y le analiza. De gentes de toda condición que le animan y le gritan, sin darse cuenta de que llegará a ser poco más que un viejo púgil sonado... ¡Solo, se siente solo!. ¡Desconfía!. Su Poder es su cárcel. ¡Aúuuuulla!. Su decisión es Ley, su Palabra Verdad. Pero no está seguro, duda.... La incredulidad acecha, aupada por tanto Poder. Sabe que sólo es un hombre. Necesita Fé. Porque nadie asegura al Papa que ... ¿Y sí Él no hubiese sido más que....?.
Terror
Horror vacui
Les dejo solos. Mediten mientras contemplan
Horror vacui
Les dejo solos. Mediten mientras contemplan
11 comentarios:
Sin duda el aspecto más dicifil en cualquier representación artística esn la psicológica, y es cierto que hay genios, como aquella persona de quien nos escribes, es un genio. También hay gente que tiene un gran don de palabras.
Después de leerte, como siempre, una sonrisa, y hoy, unas ganas terribles de visitar tu tierra.
¿Se puede humillar a la luz? No lo creo.
Besos
Mil gracias por haber atendido mi proposición y regalarnos esta maravilla de artículo. Fantástico.
La luz que siempre aureola el poder huye ¿desconfiada, también?
Dicen que Sofía Loren vendió por 21 millones de € uno de los retratos de esta serie al morir su marido Carlo Ponti, su propietario, ¿Por qué lo haría?
Le espero con café y chocolate para continuar con la alegría de vivir.
Me estáis dando envidia :-P
Besos
Trataré de simplificar esas meditaciones, yo de Arte poca cosa … pero a esa improvisada tertulia que os tenéis montada, vaya si me arrimo, aunque tenga que tomar un “aguachirri” de máquina.
1.-“Impecable”… Primera sensación al leer con detenimiento el artículo.
Trato de despejar la “atmósfera” porque creo que el Arte hay que contemplarlo desde el instinto, la intuición, lo accidental. Bien, nos dejas solos para meditar sobre lo que contemplamos… nos invitas a escudriñar lo que hay bajo un gesto, buscar la humanidad del personaje bajo las apariencias… ¿la “veladura” humana entre el poder y la gloria?
2.- “Humano, demasiado humano”…Contemplo el cuadro de Velázquez , Inocencio X parece que acaba de sentarse y que así que pasen mil años, el enigma de su corporeidad en el lienzo seguiría fascinándome. La parte más sustanciosa, la reserva vital del personaje la concentra en la mirada y no puedo estar más de acuerdo en tu análisis… el alma se encierra en la mirada. De alguna manera me siento interpelada por esa expresión que invita a guardar las distancias porque me advierte que el poder nunca se siente seguro si admite la fisonomía elemental de sus miserias, quizás la verdadera piedra sobre la que edifica todas esas falsas grandezas.
“Asombroso”…llegar a esa síntesis de los tres supuestos que mencionas al considerar un retrato , ser capaz de asimilar la cultura visual del barroco y servírnosla en estado puro y con un lenguaje irrepetible, anticipatorio de lo que puede ser una instantánea sin dejar de ser pintura.
(Un inciso: ¿Serán cosas mías o… hay un parecido razonable entre el personaje del cuadro y el actor Gene Hackman?)
3.- “¿ Por que esa obsesión de Bacon , por qué una reinterpretación de la figura “perversamente” cosificada?... parece que la haya sometido a un proceso reprográfico acelerando la desconstrucción casi al límite de desintegrarla… Aunque debo reconocer que si la intención del pintor es agredir directamente mi sistema nervioso (como espectador, me refiero) el calambre es muy efectista. Me puedo sentir parte de una “performance” inquietante.( Si, el horror vacui de toda la vida pero agitado y con mucho hielo ) Desplaza la atmósfera a un contexto casi psicótico, irracional, donde el fondo y la delineación del trono mantiene la ornamentación del original y sobre ese orden hace explosionar la figura violentamente. La despersonaliza haciendo desaparecer esa mirada viva y hace que todo ese desorden angustioso que percibimos quede enfatizado en la boca, en su bestialidad devoradora, en ese patético aullido áfono.
4.- “Si, el artista puede explorar la belleza estética por el reverso”… Lo que personalmente considero una perversidad irracional son esos 52,6 millones de dólares que se han pagado por uno de esos cuadros… sinceramente, eso si que me perturba.
¡Hagan juego señores!. La tertulia está abierta.
¿Se puede humillar a la luz?.
¿La luz es desconfiada?
¿Por qué se vende -se desprende uno de- una obra de arte?
¿El Poder y la Gloria velan siempre lo humano?
¿Gene Hackman será descendiente -ilegítimo, supongo- de Inocencio X?
¿Se puede deconstruir la imagen de una persona, sin que deje de serlo?
¿La angustia despersonaliza, deshumaniza?
¿Lo que se paga por una obra de arte -o por las patorretas depiladas de un futbolista- tiene alguna lógica?.
¿Quien da más?; ¿algún valiente se anima?
Dónde tu ves a la luz humillada, desparramándose por el suelo, yo la veo que retorna, desbrozando la oscuridad. Yo no creo que la luz pueda ser humillada. Porque aunque tratemos de someterla, doblegarla, siempre encuentra un resquicio por dónde brillar. Y aunque sea un pequeño rayo, tiene más fuerza que la oscuridad.
Respecto a la angustia...Los animales pueden sentir temor, pero suele ser por causas concretas. Pero esa sensación de opresión en el pecho, nuestros temores acrecentados por nuestra propia "inteligencia", sin una causa precisa...Definitivamente me parece de lo más humano...
Lo de desprenderse de una obra de arte...
Hay gente que emplea las obras de arte para mostrar su poderío económico, no porque realmente lo sientan y les toque la fibra sensible. Supongo que el verdadero coleccionista, el que lo siente de verdad, no se deshace así como así de una obra de arte que aprecie.
Y yo también le veo un aire a Inocencio X con Gene Hackman, aunque mezclado con un Eli Wallach ya mayorcete.
Un abrazo
Valor, lo que se dice valor… como no hice la mili ni se me supone, pero osadía …
Pues quiero creer que no, que aunque ambas “imágenes” sean; una ,objeto de la acción del verbo y la otra, sujeto enlazado a un atributo… mi necesidad de consuelo es insaciable y la luz, por fortuna, se propaga en el vacío y confiadamente en línea recta.
“El Poder y la Gloria”… no pensaba en la novela de Graham Geeen , ni en la Teología de la Liberación, al menos conscientemente. Pero ahí van dos proposiciones (no de ley) subjetivas, como el Arte: “Ovejero sin rebaño no es tal, una parte de él prefiere la merma en las ovejas que la pérdida del oficio” y la otra; la “Institución”más que vivir el “mensaje” siempre ha gustado de endulzarse con la Gloria pero actuar con el Poder.
Si la deconstrucción consiste en mostrar cómo se han ido construyendo conceptos a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas, mostrando que lo claro y evidente dista de serlo. Si la «deconstrucción» consiste en tomar una idea, una institución o un valor y comprender sus mecanismos quitando el cemento que la constituye .Entonces… las sucesivas distorsiones, el proceso creativo, el tratamiento de la imagen del “presunto” ascendiente de Gene Hackman por parte de Bacon, sí que “por arte de magia”es fiel al modelo, porque como diría Kundera “¿Dónde está la frontera tras la cual un “yo” deja de ser “yo”?.
Y para no aburrir , la angustia me parece un mecanismo de defensa muy humano siempre que no te quedes a vivir en ella. Aunque ahora que me acuerdo… a mi se me murieron tres pececillos tropicales, según el veterinario … de angustia, estresaditos los pobres, en el trayecto de la tienda a casa. (Sí, que sí, que tenían agua :-) ) .
Cariño, te hacen falta unas vacaciones en Granada!!. Descansa, anda ;)
Vaya que si valió la pena seguir la sugerencia de Oshidori para que nos regalaras tan maravilloso aprendizaje (bueno para mi) de esto que se ve, es algo de sobra dominado por ti!!
Ha de ser una experiencia indescriptible, el contar con tu compañía en algún buen museo,... vamos, me imagino en El Prado x ejemplo....lugar en el que me suelo perder varias horas...a solas!
Como he disfrutado el leerte!!
Ojalá se pudiera asistir (claro que yo estaría mega callada, café en mano..x supuesto! solamente disfrutando) a las tertulias en ese GYM, se han de poner interesantísimas, con los que la arman que se siente son unos grandes conocedores...
saludísimos cariñosos
Es un placer haber encontrado tu blog
Leo entusiasmada las impresiones y los comentarios de los virtuales tertulianos. Había leído con avidez tu artículo al poco de publicarse, cuando aún nadie había escrito nada. Pero el destino timofónico me ha impedido hasta ayer seguir de cerca las interesantes apreciaciones de los comentaristas. Ciertamente, la idea de abrir una suerte de tertulia “metafísica” (y lo digo en el sentido literal del término, más allá de la física), a través de las sinuosas ondas cibernéticas, me parece no sólo divertida sino, además, apasionante. Lamento haberme incorporado algo tarde.
El cuadro de Velázquez es el magnífico retrato de un hombre. Aunque la “escena” nos presenta el poder, con todos los atributos simbólicos del cargo y de la época, si nos fijamos un poco más vemos al hombre más allá del papa. Sí, esos ojos, enmarcados en unas cejas tan poco papales, tan poco refinadas, dejan escapar el alma del retratado y traduce ese miedo que seguramente deben tener siempre los poderosos a que alguien vislumbre sus debilidades.
Como tú bien dices, el buen retrato es el que manifiesta el carácter del retratado, sus pasiones, sus debilidades e incluso sus virtudes. El verdadero retrato artístico no es el que sólo capta una instantánea al azar de nuestro rostro, como hacemos cualquiera de nosotros habitualmente en una foto. Por el contrario, el retrato que hace el artista -con independencia de que su arte sea figurativo, simbólico o conceptual- debería ser capaz de plasmar, nuestra “forma” individual, “eso” que nos caracteriza, nos individualiza y nos hace únicos e irrepetibles. Por mucho que nos parezcamos a nuestros familiares y por más que el tiempo transforme nuestras facciones, hay algo que todos sabemos que permanece, más allá de la forma cambiante externa, ¿no os parece? Es ese volátil gesto, esa mueca en el que cada uno de nosotros inevitablemente nos mostramos. Ése que sólo el verdadero retratista, el que los antiguos llamaban fisionomista, sabe reflejar en su obra. Y también me refiero a la fotografía. Así, a través del arte incluso los más inexpresivos de nosotros manifiestan su alma. Creo que es eso precisamente lo que llamamos “persona”, o “personalidad”. Por eso, como vemos en el retrato de Velázquez, también en el caso de los poderosos, en toda su mayestática presencia, deben aparecer su etéreo hálito de vida a través de la mirada. Y por eso el papa Inocencio nos parece tan vivo. Eso es saber dibujar el alma.
Además, a través de la individual forma del retrato, Velázquez pinta la idea “papa” de su época, con todos los atributos que posee. Y no sólo los simbólicos. Ciertamente no parece muy divina esa idea. Al contrario, está mucho más del lado del poder terrenal, de la dureza afilada de lo material, de las infinitas resistencias, oposiciones, turbias manipulaciones que hubiera tenido que vencer todo aquél que, al fin, hubiera logrado sentarse en el trono papal. Creo que seguramente esta capacidad de expresar la vida de la “idea” en lo particular es una de las razones por las que este retrato ha trascendido y ha adquirido la categoría de Obra de Arte con mayúsculas. Es en esa dialéctica entre lo puramente personal, lo más particular de todo, y el concepto puro, el universal que viene a representar, donde podemos encontramos quizá lo más interesante de lo que se suele llamar arte clásico. Por mucho que últimamente esto parezca olvidarse. Y al ser clásico es permanente fuente de creación. Y ahí está Francis Bacon para demostrarlo.
Como muy bien nos ha explicado desde el Norte nuestra comentarista, Bacon desmonta el cuadro velazquiano. La fascinación que este retrato parece que le impulse a desmontarlo en sus distintos planos y estructuras, como si se afanara en captar la estructura de cada uno de la geometrías lumínicas sobre los objetos, de los colores sobre las forma, y en una boca fagocitaria, como la de un nuevo Saturno próximo a devorar a sus hijos como pintara Goya. Es más un demonio del inconsciente que un beatífico papa lo que aterradoramente nos ofrece en estos cuadros. Misterio, sombra, luz rota y descompuesta en líneas predominantemente rectas, duras, agresivas y punzantes. Ahora es el concepto puro de éste que más parece un antipapa lo que nos arrastra y nos conmueve.
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