Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 17 de julio de 2010

El balcón

Es un piso patera. Frente al mío, al otro lado de la calle. Por él han desfilado razas, naciones, vidas, personas al fin y al cabo. Desde mis ventanas domino con la mirada dos de sus habitaciones; a una de ellas se accede a través de la otra, por lo que los ocupantes de ambas tienen su existencia condicionada mutuamente.

En una, la que tiene ventana, vive desde hace unos dos años un anciano. Extremadamente flaco, de tal modo que sus costillas parecen salir en busca de su nuez, que quiere escapar hambrienta de su cuello. En estas noches en que el calor apresa cuerpos y mentes, se asoma a la ventana sin vestir otra ropa que unos calzoncillos vetustos, tan arrugados como la piel de su frente.

Contempla la noche, la cabeza gacha, la memoria solo Dios sabe donde. De rato en rato pasan grupos de gente joven, que hablan en voz bien alta para oírse y reducir así sus dudas sobre si existen. El anciano saca entonces fuerzas de flaqueza y grita con voz débil: "¡Cabrones, joputas, si bajo..!"; antes le respondían, ahora la mayoría solo se ríe.

Luego se retira despacio a su cueva. Y pasa la noche mirando al suelo, sentado en un sillón, hecho a la medida de sus esperanzas gastadas, mientras la televisión vomita anuncios, imágenes que nada dicen, anuncios, películas de cultura extraña, anuncios...

En la otra habitación, tras dos mujeres eslavas dueñas de sus tangas, acaba de entrar a vivir una familia. El hombre, grande; la mujer, delgada peliteñida de platino; la niña, menuda sonrisa morena que no cumplió aún diez años.

La mujer baña por la noche el cuerpo flaco de la niña en un barreño de plástico azul que coloca en el poco espacio que queda entre las camas. La niña ríe. Mientras, el hombre, a quien le oí decir cuando hablaba por el móvil que le habían quitado el piso, se sienta en una silla de formica que hay en el balcón; se recoge físicamente sobre si mismo, apoya la cabeza entre las manos y se pierde..

Madrugada. Me levanto a beber agua. El anciano sigue con la luz a todo trapo, la televisión por toda compañera, mirando un suelo que no ve. La mujer y la niña duermen en la habitación. El hombre, echado en el suelo del balcón cuan largo es, revuelve sueños que nadie sabe.

martes, 13 de julio de 2010

El revisor

Abro la puerta. Silencio y penumbra. Susurro de coches, murmullo lejano de personas. De pie, quieto en mitad del espacio. Hace calor; sudo. Por instinto, me desnudo; total, absolutamente. Voy a sumergirme en otra vida; la de un muerto.

La mirada se desliza; localiza objetos, lugares, detalles. Nada debe escapar. Violación. La verdad la exige; no caben deducciones. Y eso implica tener cerca el cubo de la basura; leer, contemplar, escuchar, comprobar, desechar, romper, tirar. Y guardar lo que fue íntimo.

Agota. Mente en blanco. Guardamos mientras vivimos pensamientos, deseos, amarguras, pasiones; tantas cosas.. Hasta que llega el censor. Creemos que nada será conocido, pero la existencia es pura suma de rastros. Ropas, comidas, maletas, archivos, carteras, cuentas, bancos, dineros, ... Todo sale, todo se muestra, impúdico y desvergonzado.

Tristeza. "Te quiero tanto". Ilusiones. "No me dejes, te entregué mi amor". Silencio y distancia. Sangra el alma. Miradas desde lejos, que nada comprenden. "Olvidará; nunca me entregué". Solo necesidad de alimentarse de corazones cálidos. Vacío.

Ordenador. Bloqueado; huella dactilar. Necesitamos creernos seguros. Solo es seguro que nacimos, solo aseguro que morimos. El resto..; el resto, un atajo. Lo abro... Experiencia. Grabaciones. Voces, imágenes.. Nos contemplamos.. No suponía que estaríamos así, ambos desnudos, frente a frente. Escucho; no pienso, duele. Amargo baño el de desesperanza.

Medicinas. Si las piedras hablasen.. Las paredes cobran vida, cual pantallas de aquel viejo cine.. El pasado se hace hoy. Solo un espectador. Me siento muy viejo. No duele. La Nada acecha en esa historia interminable de la existencia humana. Es negra. No tiene futuro, no concibe la esperanza, aborto de toda inteligencia. El pavor se reviste inmisericorde de amores horrorosos.

Cierro la puerta. Guardo en mí lo que nadie sabe. La calle. Ruido. Gente. Hablan. Se mueven. ¿Difieren los vivos de los muertos?.