Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Aclaración al "cielo gratis"

Hace muy poco he publicado un artículo cuya esencia es que el cielo es gratis. Hoy Kalia me comentaba en persona que según como se leyesen mis palabras podría entenderse que están próximas al Calvinismo. Nada más alejado de mi pensamiento. Así que toca aclarar...

Creo que el asunto se centra en la idea que cada uno tenga de Dios. Y eso comprende desde ninguna al más absoluto empandullo -término tan complejo que ni siquiera figura en el diccionario de la R.A.E.-.

Mi Dios es el cristiano de Jesús. Lo he aprendido a través de la Iglesia Católica de Roma, que al desarrollarse ha introducido un arsenal de novedades que dudo que se ajusten a lo predicado por Aquel; pero este no es ahora el asunto...

Creo que Dios, si Es, tiene que Ser forzosamente infinito. Cualquier limitación, en cualquier aspecto, le desnaturaliza. Centrándome en la explicación que quiero dar, Es, por tanto, infinitamente Justo.

Cualquier estudiante de Derecho, que haya tenido algún profesor medianamente iuris prudente, sabe que no hay una justicia única y rígida, pues tanto por su rigidez como por su unicidad dejaría de valorar cuanto aspecto aporta la persona al caso, bien en sus actos, omisiones e intenciones, siendo por ello sus soluciones radicalmente injustas. Sería tanto como pretender ser justos con el Hombre ignorando al Hombre.

Por contra, a mi me enseñaron y convencieron del valor de la Equidad, que en Derecho podríamos definir como la Justicia del caso concreto. La esencia de la operación de juzgar es, así, realizar una valoración de lo vivido y aplicar al caso, en consecuencia, la respuesta pertinente.

Expuesto lo anterior, lo que quise decir es que vivimos para crecer, para ser cada día mejores, más adultos, ..., esforzándonos en ser como Él quiere que seamos. Que la valoración que cada uno de nosotros haga de nuestra existencia carece de valor, pues si somos parte no podemos ser juez. Y que Él, como Juez, conociéndonos absolutamente, valorará la prueba de nuestra vida con infinita libertad, otorgando a cada uno lo que en verdad merezca.

En ese sentido, el Cielo es gratis, pues solo Dios sabe cual es el precio en cada caso. Recordad a Dimas...

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sonido

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Suikinkutsu

Kirainet.com

jueves, 17 de septiembre de 2009

Niñas

Me gusta contemplar a los demás. Y es que me gusta aprender. O sea; me gusta vivir. Prestando atención a otros disminuye la importancia que le damos al estado del propio ombligo... En verano lo hago a mis anchas; escucho y observo....

La mañana es suave. No hay mucha gente en la piscina de la Residencia. Me siento a la sombra. Llega como un suspiro, por sorpresa; sola, pues su marido pasea ausente por la mañana sus dolores. La cabeza, inclinada un poquito, mece media melena ceniza; los ojos, bañados en ojeras, miran tan lejos que no alcanzo. Me sonríe con suavidad al darme los buenos días...

¿La familia de...?. Soy el inspector...; si, en los servicios de la cafetería.... Esperamos.
(¡Cómo, cómo, cómo..!. ¡¡Dios mío!!. Si es una niña... Mi hija solo tiene 12 años...). Hay días duros.. Mírala.. Un tiro en la sien.. ¿Y esa vieja pistola?; seguro que la cogió en su casa. ¿Que pasaría por su cabeza?... Por la hora, vino nada más salir del colegio.. Lo debía tener pensado..

Reposa sobre la hierba fresca, dejando que el sol agosteño acaricie su piel. Su cuerpo delgado guarda la memoria en el corazón, donde nada se olvida, donde nadie alcanza. Le envío un beso con la mirada....


Cae la tarde. Collarada se tiñe con luz dorada, allá en lo alto. No cesa de pasar gente por la plaza. Me repantingo en el sillón, junto al velador de la cafetería. Mis ojos bailan distraídos ante la baraúnda. Desde lejos, atrae mi atención...

Camina casi en volandas, cogida de las manos de sus padres. Apenas tendrá tres o cuatro años, que yo no calculo bien la edad de las mujeres. Lleva un vestido claro, de falda corta. ¡Ah!, y el pelo, revoltoso. Calza unas deportivas blancas, con dibujos rosas y pequeñas estrellas.

Los padres marchan despacio, al ritmo de su hija, atentos a la mucha gente que se cruza con ellos. La niña se atiende sola; disfruta y juega con el aire. La miro..., me mira... Y, ¡en un instante!, colgándose de las manos de su madre y de su padre, zapatea con risa el camino....

Y, ¡oh milagro!, sus pies se iluminan con estrellitas de colores.

domingo, 13 de septiembre de 2009

¿Pero tío; qué me estás contando?

Tarde de domingo. Calor. He leído tres periódicos y sus suplementos. He resuelto con éxito el solitario 23.145 de Carta Blanca -comencé con el 1 y espero llegar al 999.999 algún día de estos-. Me cuesta escribir...

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Me encanta la sensación durante el verano de la mañana en el Pirineo. Fresca y seca. Como conviene a la delicadeza de mi cutis y corresponde a mi carácter. Elegante como siempre, con bañador y camiseta -puro glamour-, voy a comprar el periódico, caminando por la calzada de la calle, sin coches.

Al volver, saludo a don José Luis Sampedro, que desayuna en "El Jaqués", y sigo hacia el "Astún" tras el suave, delicado, aromático, insinuante y estremecedor olor a cruasán que impregna el ambiente.

En la terraza de este último, sentado junto a un velador, dedicado a la vez a un sudoku y a una tostada con mantequilla y mermelada, contemplo a El Obispo. Y los recuerdos afluyen desde mi memoria... Fue, tras El Criterios -cultivado y fino sacerdote-, el confesor de mis veinte años. Ambos me escucharon en silencio y aquel respetó mis lágrimas. Ninguno pretendió cuantificar, como si hicieron los jesuitas de mi infancia, el número exacto de gallardas con que concluían mis numerosos pensamientos impuros.

Era otra época y si intentabas besar a una mozuela te contestaba: "No, que soy de Pamplona" (sic). Época que, dicho sea de paso, unos cómicos me intentan contar ahora sin que reconozca cosa alguna. Será porque están algo confusos, manifestándose a todas horas contra la presencia militar española en Afganistán y manteniendo ante el Gobierno de España su "No a la guerra".

El Obispo ... La E.T.A asesinó a tres familiares suyos directos; más próximos, imposible. Quizá por eso .. y otras muchas cosas, su pensamiento sacerdotal no se corresponde con el modorro de su oficio. Me hace recordar a un pater de nuestra primera misión en Bosnia. Ambos predican la Esperanza.

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"¿Qué tal está pater?". Levanta la mirada hacia mí, por encima de sus anteojos y sonríe.. "¡Hombre, tú por aquí. Qué bien te veo!". "Ya ve; tan chulo como siempre", le contesto. "Me permite que me siente y charlamos un rato, que usted no tiene, pero yo solo peino canas y me canso", continúo. "¡Claro que no tengo, soy calvo!; siéntate", me responde con una nueva sonrisa.

Recordamos lo vivido ... Charlamos de las familias ... Y como no, de religión; de los sacerdotes y de su influencia en los laicos. El Obispo, ante un comentario mío, reconoció que da grima escuchar los sermones en las misas. "Muchas veces, a poco de comenzar a escuchar el sermón, pienso en silencio: ¿Pero tío; qué me estás contando?. Y es que se limitan a repetir algo de lo que han leído, sin orientar a quienes les escuchan sobre como vivir, hoy, las situaciones del día a día, de acuerdo con Jesús", opinaba.

"¿Sabes lo que te digo?" me dijo al pronto. "Todo se reduce a que el Cielo es gratis y eso da muchísimo miedo. Cuando era niño, en el pueblo solo había un cine; los de mi pandilla le debíamos caer bien al dueño, pues nos dejaba entrar cuando la película era tolerada. También dejaba entrar a un crío que no nos caía nada bien y una tarde no pude más y le pregunté: ¿Y a ese que no aguanta nadie, por qué le dejas entrar gratis?. Y me contestó sonriendo: Porque soy el dueño del cine y dejo entrar al que quiero".

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Gratis... Si, es verdad. El Hombre persigue con desesperación estar seguro. Seguro de la fidelidad de su pareja, seguro de que la vacuna de la gripe A le protegerá, seguro de la inversión que hizo en Lehman Brothers, seguro de que no le van a despedir, ..... ¡Infeliz!.

Basta entrar en una catedral importante y antigua para comprobar como algunos que vivieron en tiempos antañones pretendieron comprar los cielos con su poder y dineros. Altares, capillas, ... ¡Cómo si fuese posible contratar a Dios y comprar sus decisiones!.

De niño, el padre espiritual de los pequeños del colegio acudía a la Brigada de estudio y nos escenificaba magníficamente unas historias truculentas... "¡¡¡Treinta aaaaañosss llevaaaaba el ermitaaaaño en su cueeeeva. Comíiiiiia raices y vestíiiiiia espaaaaarto. Ganáaaaandose el cieeelo. Huyó sieeeeempre de la Serpieeeeeente, de la mujeeeeeer (aquí se tapaba los ojos con la mano). Eeeel maaaaaal.
Y un díiiia oyó fuera de su cueeeeva...; salióooo a ver.. Y antesdequepudiesecerrarlosojos y huiralomásprofundodesuguaridaaaaaaa; la vió. A ella. A la mujer. Y entonces cayó un cacho pedrusco sobre su cabeza, lo mató y se condenó para toda la eternidad. Amén!!!".

Así que los críos aprendíamos dos cosas: Que las mujeres eran mu malas y que para ganar el cielo había que sudar tinta. De modo que había que acumular activos para entregarlos cuando Dios nos juzgase y, así, tener asegurada nuestra presencia en el cielo. Te podías quedar sin merendar, por ejemplo, durante una semana....; o hablarle a la sinsordias de tu prima.
En cuanto a las chicas, estaba claro. No sabíamos nada, pero imaginábamos todo y a cual peor. Distraían, simplemente. Y cuanto acto o pensamiento impuro, de palabra u obra, puedo recordar, estaba relacionado con ellas.
El resultado del balance consolidado espiritual aparecía clarísimo: O te comían los leones en El Coliseo, tras haber catequizado a tropecientos mil negritos en la fe verdadera y haber vivido toda tu vida como eremita, o lo tenías crudo. Porque dios era un mercader; sin más. Contabilizaba la cuenta de resultados y actuaba según el balance de nuestra vida . Era un dios sin libertad, sin amor.

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Y resulta que no. Que el Cielo es una cuestión del querer, de Amor. Y si es así, también lo es de Esperanza. Pues, por un lado, quien está enamorado actúa y quien se sabe amado confía, de modo que hacemos el bien porque amamos y esperamos el abrazo enamorado de Quien nos quiere. Muy simple.

El Cielo es gratis y Dios es libre. Para Amar a quien le da la divina gana. Lee en su corazón
Y se enamora. Y su infinita voluntad trae junto a Él a quienes ama
Porque aman
Muy simple. Muy sencillo

martes, 8 de septiembre de 2009

Pinceladas tras el humo de mi pipa

Cae la tarde y el calor de agosto. Observo la vida. Frente a mí, al otro lado de la pequeña plaza de los cedros del Líbano, la fachada trasera de la casa es gris, de cemento picado, con sencillos balcones corridos de hierro que soportan las ventanas, cubiertas por viejas persianas enrollables de listones verdes de madera. Solo algún ventanuco aislado rompe la simetría.

Está sentado junto a la ventana, en una silla de enea, vestido con pantalón gris y camisa blanca, cubierta la cabeza con boina negra, apoyadas sus manos en la gayata, inmóvil, la mirada fija, quizá en el recuerdo, puede que en sueños no vividos; quien sabe. Nadie a su lado, pasan las horas. Silencio.

En la plaza, a la sombra de un cedro, una pareja muy joven. Ella es rubia clara, delgada, de fino aire y aspecto cuidado; él, inquieto, un tanto adán y con cada pelo a su aire. Ella contempla, él asedia. Él inclina la cabeza, insinuando el beso, adelantando el brazo; ella sonríe, pero no concede. Ella escucha en silencio, él es palabra desbordada. Él se acerca, ella finta con suave estilo. Ella va cediendo, él regala promesas.... Al fin, él la besa despacio en los labios; ella entrega amor, que no fe.

El anciano, ella y él. La vida. Unos se inician probando sus verdades, otros repasan sus fracasos. El tiempo fluye. Comienzan a brillar las estrellas. Y yo, como siempre, charlando conmigo mismo, comprendo que unas veces vivimos realidades y otras sueños. Unas y otros, nuestros. En muchas personas, están tan alejados que tiñen de amargura la existencia.

Sentí siempre que lo que creía era verdad, de modo que acabé convenciéndome de que lo que hacía también era verdad. Así que he paladeado en innumerables ocasiones la eficacia del método de prueba y error. Hoy tengo en el corazón un gran archivo de errores y en la mente uno pequeño de aciertos que me permiten decidir rapidísimamente. Por todo eso, suelo hablar aquí de mí, de mis sueños y de mi realidad. Mis sueños son los de Turu, débil; mi realidad, de quien les escribe. Hoy se que mi verdad coexiste con otras, que no es la única posible. Y también se que mis fracasos son míos.

El humo nubla mis ojos....