Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 20 de noviembre de 2004

Libertad religiosa

No sé si la vida premia los aciertos, pero me demuestra con tenacidad que, como mínimo, se cachondea de todos y cada uno de mis errores. Hace años, a caballo de los 70 y 80, estaba deslumbrado por todo lo que iba conociendo de la cultura U.S.A. Tenía un contacto directo, pues estaba agregado a una unidad del Army y cada día descubría aspectos diferentes entre su mundo y el mío.

Recuerdo que me comentaban que en sus centros de enseñanza de primaria y secundaria se iniciaba la jornada escolar cantando el himno nacional y rezando un padrenuestro. Una familia disconforme con esa costumbre, que creía que condicionaba la formación religiosa de sus hijos, solicitó que se les eximiese de asistir a aquellas ceremonias. Estudiado el caso por los responsables del centro se llegó a la conclusión de que la asistencia contribuía a formar en los jóvenes una conciencia nacional, fomentado los valores patrióticos, y que, en si misma, no actuaba sobre la libertad religiosa de nadie; en su caso, se ofreció a la familia que el niño no asistiese a la ceremonia.

Se inició ahí una cadena de recursos, ya que quién no era favorecido por la correspondiente resolución se mantenía en sus trece, de manera que la cuestión llegó al Tribunal Supremo para que este resolviese en instancia constitucional. Y lo hizo en el sentido de que debía prevalecer la libertad de cada niño ante la libertad comunitaria para autoregularse.

¡ Qué deslumbramiento !. ¡ Prevalece la libertad de uno ante la voluntad de todos !. Así pensaba yo en el entorno de los 30 años, cuando me regía a mi mismo y poco más. Hoy he leido en el periódico que en Avilés un grupo de padres ha obtenido de la dirección escolar del centro donde estudian sus hijos la supresión de los villancicos navideños en su escuela. La historia se repite. Ahora tengo muchas canas. Hace años que asumo la carga que supone decidir sobre lo que afecta a otros.

¿Es mala la Navidad?. ¿Perjudica a los no cristianos?. ¿Es malo cantar?. ¿Son perniciosas las letras de los villancicos?. Y más, y más. Vivimos socialmente y precisamente por eso, por egoismo social, es imprescindible respetar al individuo; la sociedad se compone de individualidades y sí estas no están en equilibrio malamente lo estará el conjunto que forman.

Pero el individuo asocial o en solitario está abocado a la autodestrucción. Desde su génesis precisa pluralidad. Y sí precisamos algo de otros, algo debemos entregarles pues ellos precisan algo de nosotros. Solo obligándonos lograremos tener derechos. No se trata tanto de enfatizar mi derecho sino tu derecho, que es mi obligación. Cediendo convivo. Y también es necesario conocer la historia. Saber como hemos ido evolucionando, que no teníamos y ahora tenemos, cuanto costó alcanzar tal o cual garantía. Y más, y más.

Me parece que nos domina el orgullo y la soberbia. Pobres diablos que, más que atender a nuestras razones o intereses, damos alaridos para oírnos y saber así que estamos vivos. Cada vez más ignorantes, cada vez menos humanos, menos espíritu y más animal.

2 comentarios:

Mar dijo...

En el colegio de mis hijos también se plantean estas cosas. Aunque más que el problema religioso es el intercultural. Ya no hay solo niños católicos, sino musulmanes, ortodoxos y no se qué más. A mi me gustan los villancicos independientemente del mensaje religioso, me gusta cantarlos. Pero bueno a lo que iba... que en el Colegio al final se hace una fiesta con canciones para todos y los villancicos se los canta cada uno donde quiera, todos están contentos menos aquellos que pretenden imponer al que llega de fuera nuestras costumbres, y una cosa es enseñar y otra imponer. Me encantaría aprender rumano, fíjate tu...
La mejor frase es aquella que dice más o menos eso de que tu libertad termina donde empieza la de los demás.

Más besos... estoy en lo de "libertad religiosa"

Turulato dijo...

La libertad termina donde empieza la tuya, pero, como no sabemos muy bien donde ocurre eso, es muy bueno ceder y otorgar al otro más de lo que pido para mi.
A eso lo llamo elegancia, sentido común e inteligencia