Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 2 de enero de 2018

Manos

El padre mantiene la mirada fija. Su mente se perdió. Sentado a su lado, su hijo. Charlamos con normalidad, pero sin que nadie cite al enfermo y la conversación va por otros derroteros. Mantengo silencio. Observo.

El hijo, que pasó los cuarenta, mantiene entre la suya la mano del padre. Con el dedo pulgar acaricia despacio la piel curtida de quien se ha ido. Tengo claro que ese suave roce es el verdadero protagonista de la Vida.

Otro lugar, otras personas. Sobremesa. Como siempre, observo. La mujer no puede más; durante años ha soportado. El marido, igual y sobre lo mismo. Sé que cuando está solo se acurruca en el suelo de la ducha y llora, pero luego se esfuerza y apoya, aunque se equivoque. 

Ella tiene un aneurisma cerebral que se trató hace unos años. Contemplo. Comprendo que por un flanco ha cargado el sufrimiento causado por los fracasos y por el otro el daño que originó aquel. No está perdida, pero si dañada. Y en ese momento su mirada se vacía. Su marido, que no está pendiente, baja al instante una mano y recoge en ella la de su mujer, manteniéndola en un abrazo delicado, mientras sigue charlando con los demás.

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