Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 24 de mayo de 2005

Arte, arte, arte...



Comparad vuestro ordenador -galicismo- o computador -"yanquicismo", con perdón- con aquella vieja máquina de escribir. Luego, haced lo mismo con vuestro actual equipo de música y los tocadiscos -giradiscos, "pick-up's",- que se utilizaban en 1960.
Pensad en los aviones, en los coches, en la medicina, en ...... de hoy en día y rememorad, aunque sólo sea un momento, la situación de hace .... 50 años, por decir algo.
La vida avanza. Los medios que la tecnología pone a nuestra disposición cambian "de la noche a la mañana". El hombre permanece. Y la necesidad de comunicarnos, de compartir sentimientos, vivencias, sensaciones, ......, se hace mayor cada día.
Sí utilizamos y disfrutamos de todos esos "avances" que nos facilitan la vida diaria ...., ¿por qué somos tan renuentes a admitir que el arte actual es tan maravilloso como el clásico?. ¿Qué pretendemos, qué los artistas sigan escribiendo con una pluma de ganso cuando nosotros usamos PDA's?. ¿O es qué sólo se puede ser sensible sí estás apolillado?.
¿No será.., qué en verdad nos da un ardite los sentimientos, la belleza, la ternura, ...?. ¿No será que lo que nos importa es sólo lo que podemos manosear y tocar?. ¿No será que nos cuesta pensar y discurrir?. ¿No será que cada día somos más duros y crueles?. ¿No será que cada día nos dominan los complejos y el miedo?. ¿No será....?.
Pues mirad. Un gran artista, que se llama Chema Madoz, tuvo un día la ocurrencia de coger con sus manos una placa de metacrilato traslúcido, o de cristal que tanto da, situarlo horizontálmente e iluminar su centro desde abajo.
Luego, con paciencia, fué dejando caer gotitas -las imagino frescas como lluvia de primavera- sobre la placa; grandes y abundantes en los bordes, chiquitas hacia el interior..., pero mantuvo limpio el centro, ¡tan lleno de luz!.
Después, con sosiego, depositó unas cuantas más y, con una pincelada de lágrimas, creó un pescadito....
Del costurero de su madre tomó un poco de hilo blanco y una simple aguja.. y con aquellas lágrimas saladas formó un collar marino..
Comprobó el resultado.. La composición era puro equilibrio; estaba llena de ritmo y la repetividad de sus elementos, de armonía.
Sólo había un cristal, un poco de agua, algo de hilo, una aguja y una luz. Sonrió y sacó una foto, modesta -en blanco y negro-,...
Así, contemplándola, nos sentiríamos en el fondo del oceano, viendo brillar el sol en la superficie y angustiándonos ante la posibilidad de que nos prendiese un anzuelo cualquiera de los muchos que la vida tiende "entre dos aguas"..
Y como todo artista, supo que su obra, su arte, sólo estarían completos cuando otras personas, de maneras de pensar, gustos y sensibilidad distintos, percibiesen que un ser humano les entregaba su corazón en aquel empapado trozo de cristal.
Era sólo un regalo para nosotros.

6 comentarios:

Ana María dijo...

Si te gusta la fotografía espero que conozcas a Gorge Rueda un fotógrafo almeriense con una visión distinta,te pongo un enlace por si quieres echarle un vistazo:
Jorge

Turulato dijo...

No es que me guste la fotografía sino que me interesa toda manifestación personal con la que otro intenta decirme algo que le preocupa.
Rueda me parece "surrealista" -yo no he entrado en la postmodernidad y sigo calificando-, por lo que exige dedicación y análisis iconográfico.
No transmite conformidad sino rebeldía. Tiene fuerza. Le seguiré.
Gracias Maruja.

Luis Caboblanco dijo...

Me he tomado la licencia de aprovecharme del comentario para ver la web. Esperaba un buen fotógrafo y me he encontrado un artista.

Sinceramente, me gustó.

Turulato dijo...

No esperaba menos, don Luís, de una persona sensible y con cacumen, como usted.
Cuando álguien quiere transmitir algo a otro requiere cierta habilidad para hacerlo y, sin duda, un "receptor", dotado de los "códigos" mentales imprescindibles para descifrar y comprender el mensaje...

it dijo...

Me apasiona Madoz, y Cosmin Bumbut y Graham Jeffery, y....

Saf ;-))

Turulato dijo...

¡.......y vivir, Saf!