Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 31 de mayo de 2005

El alma se serena...


Hace poco relataba en este diario como se había iniciado la agonía de una mujer de mi familia.
Tuvo conciencia absoluta de su muerte. Se negó a que se la visitase en sus últimas horas, pues sabía del curso dantesco de su enfermedad. Mantuvo hasta el último aliento la energía mental que la acompañó siempre...
Aceptó recibir la visita de un sacerdote católico, pero se negó a confesarle nada. Me gustaron. El cura mantuvo que él tampoco era nadie para perdonar o condenar; símplemente le preguntó sí se arrepentía del mal que hubiese podido hacer...
El pasado día 28 depositamos sus cenizas según su voluntad...
Después de 12 años volví al pueblo, a la casa, a la mar...
Me asomé a la ventana. Saqué la foto para mí; no me gusta fotografiar "mis cosas", pues creo que la memoria es nuestra mejor fotógrafa, pero mi mirada devoraba de tal modo que no pude resistirme.
¡Recordé tanto!. Personas, lugares, fracasos, amores, besos, pasiones, ausencias,... Mi mirada se perdió en la mar, en la lejanía del turbón que se anunciaba... Y volví a llorar. Mánsamente.
Sólo veía soledad. Allí donde mi memoria estaba llena de personas, sol y risas, había vacío. Y silencio. Pasaron horas. Llegó la noche... Yo seguía viviendo lo vivido.....
Inspiré. Poco a poco sentí que no había añoranza. Noté que mi pasado, mis nieblas, se diluían como la bruma... Aparecieron algunas estrellas, Mizar, Rucba,... ¡tantas veces observadas en la mar!.
Me dí cuenta de que mi pasado perdía fuerza. Que mi alma se serenaba. Supe que estaba en el presente y que quería vivirlo. No espero mucho del futuro, que va a ser consecuencia de lo ya vivido, pero lo aguardo en calma...
Sonreí...

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