Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

lunes, 2 de noviembre de 2009

La verdad no debe ser olvidada nunca: Katyn

Escribe Juan Manuel de Prada en "El Semanal" un artículo que por su contenido merece más que un enlace y que transcribo al final. Desde muy joven oí hablar de los asesinatos de Katyn, aunque siempre con cierta sordina y eso que en la España de Franco no parecía lógico que se tapase, en la medida que fuese, el crimen.

Pero siempre que algo se oculta, algo asoma de su realidad por algún lado y esto estimula a todos aquellos que, de verdad y desde su intimidad, quieren ser libres, pues creo que ser libre no es otra cosa que admitir descarnadamente lo que es cierto, aunque vaya contra lo que uno mismo cree y defiende.

Ahí, en estas últimas palabras mías, reside el colosal fracaso de quienes se dicen, muestran y sienten progresistas y de los que se dedican a la política, pues anteponen lo que ellos y no todos entienden como progreso a lo moral, lo cierto y lo justo.

¡Y no!. No se trata de rogar al caudillo de turno o padre de la moda progresista del momento que nos mee encima para no tener que perfumarnos, sino de combatir con todas nuestras fuerzas, aun contra los nuestros y a riesgo de quedarnos solos, para defender "lo que debe ser" y huir de "lo que es" como de la peste.

Y conste que no pido héroes, pero si que lo intentemos y si nos fallan las fuerzas, que no engañemos y, antes de ser cómplices de tanta basura, retirarnos cuando aún podemos mostrar limpio nuestro nombre.


"Se ha estrenado, con dos años de retraso y relegada a las salas de menor relumbrón, Katyn, la película dirigida por el veterano maestro Andrzej Wajda sobre la masacre ordenada por Stalin y perpetrada en el bosque que presta su título a la película, a escasos kilómetros de la ciudad rusa de Smolensko. La matanza de Katyn, uno de los episodios más turbios y estremecedores de la historia contemporánea, fue consecuencia directa de aquel oprobioso pacto germano-soviético que, allá por septiembre de 1939, impulsó a las dos potencias militares más voraces de la época a invadir y repartirse Polonia. Al este del país, miles de oficiales del ejército polaco fueron apresados por los invasores soviéticos e internados en campos de concentración, cuya población fue aumentando en los meses sucesivos con la incorporación de policías, intelectuales y sacerdotes, hasta alcanzar una cifra aproximada de 22.000 prisioneros.

En marzo de 1940, Stalin autorizó al temible Beria, jefe de la NKVD, la policía secreta soviética, para que dispusiera la ejecución de tan abultado contingente humano; y Beria, que ya había sido el encargado de cumplir los designios del `padrecito´ Stalin durante la época de la Gran Purga (1936-1938), y que contaba con la `experiencia piloto´ en fusilamientos masivos de Paracuellos (también diseñada por la NKVD, con la anuencia del gobierno republicano español), se puso de inmediato manos a la obra. Los prisioneros fueron conducidos en camiones al bosque de Katyn, donde se habían excavado grandes fosas, y ejecutados allí mismo, o en mataderos dispuestos a tal efecto en lugares próximos, de un tiro en la nuca, en estajanovistas jornadas que se extendieron desde el amanecer hasta el crepúsculo. En abril de 1943, cuando la amistad germano-soviética ya era historia, soldados de la Wehrmacht descubrieron una de estas fosas; y de inmediato los servicios de propaganda de Goebbels difundieron al mundo imágenes espeluznantes de los cadáveres que allí se hacinaban; pero el área de Smolensko fue pronto recuperada por el Ejército Rojo, que avanzaba imparable hacia Berlín, y la Unión Soviética no reconoció la autoría de la masacre (incluso la imputó a Alemania, en un birlibirloque inverosímil), ante el silencio cómplice de las potencias aliadas. Hubo que esperar hasta 1990 para que un gobernante soviético –Gorbachov– reconociera la ponzoñosa verdad de lo ocurrido en los bosques de Katyn; aunque todavía los documentos secretos que la atestiguan no han sido desclasificados, pese a los constantes requerimientos de las autoridades polacas.

Podemos imaginarnos, pues, lo que la masacre de Katyn significa en la memoria colectiva del pueblo polaco. Wajda, el director de la película, es además hijo de uno de aquellos oficiales salvajemente ejecutados de un tiro en la nuca. Quizá por ello sorprende más que su película esté tan limpia de odio, tan desinfectada de ese regodeo en el resentimiento con que suelen rodearse tantos ajustes de cuentas con la historia; y también tan liberada de morralla ideológica. Wajda no es un ideólogo, sino un verdadero artista; y, como a todo verdadero artista, le interesa mucho más el dolor de sus criaturas que la utilización biliosa de ese dolor. Por eso Katyn no pierde ni un minuto en la caracterización grosera de los soviéticos como `archivillanos´, ni en alegatos ideológicos o nacionalistas que puedan enardecer a su público, sino que desde la primera secuencia fija su atención en las víctimas inocentes de la masacre, tanto en quienes fueron tachados con una bala del libro de la vida como en quienes se quedaron huérfanos de su compañía, penando su ausencia durante el resto de su andadura terrenal. Ese homenaje ensimismado, amoroso, despojado de efectismos, al dolor de los inocentes alcanza cumbres desgarradoras (es imposible contemplar la secuencia final sin sentir que la garganta se nos atora, como abrazada por un manojo de ortigas); pero, en medio de tanto horror, hay siempre una mirada enaltecedora, trascendente, que abraza el dolor de los inocentes. Y esa mirada es divina; es la mirada de un Dios que baja de la cruz y se funde con los cuerpos de esos jóvenes polacos que son arrojados como fardos a una fosa, y que entre sus dedos, sacudidos por el temblor de la agonía, desgranan las cuentas de un rosario. Wajda ha hecho una película llena de cielo, una película religiosa en el sentido más hondo de la palabra, anegada de amor hacia las víctimas y de perdón hacia los verdugos. Y nada más natural que en nuestro país, anegado de odio, la hayan relegado a las salas de menor relumbrón, después de postergar su estreno".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desconocía por completo esa matanza de Katyn y me gustaría ver la película pero sospecho que como todo lo realmente interesante ,no habrá tenido excesivo éxito y la habrán quitado enseguida,no es la primera vez que me pasa . Desde aquí mi recuerdo para todos esos soldados.skintin