Me hubiera gustado titular el artículo "El tío del palillo" pero he preferido, por mor de precisión, utilizar el diccionario y situar al mondadientes donde le corresponde. En primer plano.
Estaba yo, tan rícamente, tomando un aperitivo en la barra de un bar cuando entró.. él, el del palillo.
No muy alto, peludo y morenazo, bigotón, con chubasquero azul y unas manos... ¡Qué manos!. Sus dedos parecían morcillas, por lo gruesos, y sus manos trampas para osos, por lo fuertes.
No hablaba. Se sentó en un taburete, bajó la testuz y movió la cabeza a derecha e izquierda, abarcando con su vista las "tapas" y raciones expuestas.
El camarero, inocente, le saludó: "¿Qué desea tomar el señor?"... El maromo, aún con la cabeza gacha, levantó una mano y golpeó el cubreviandas de plástico sobre la fuente de las croquetas. Al suave roce de su piel temblequeó la totalidad de aquel y el camarero dió un respingo, sorprendido.
"¿Desea el señor una ración de croquetas?".. Se oyó algo así como "grrrjjug..", mientras su vista -la de él- no perdía de vista la fuente "croquetuela".
El camarero le sirvió un plato con cuatro piezas.. Él fijó la vista en la ración.. ¡Acojonante! (perdonad mi grosería, pero la imagen lo precisa). No comió, no; tampoco devoró.. ¡Qué va!.
Echó la zarpa derecha a una velocidad de vértigo.. Cuando su boca apresó la primera croqueta, cambié la vista al plato.. En ese instante la última, crujiente y dorada, subía ya hacia sus fauces..
El camarero, "curtido en mil batallas", le miraba boquiabierto..
Él, sacó un billete arrugado de un bolsillo y lo dejó sobre la barra. Dirigió, de nuevo, la mirada de derecha a izquierda.. ¡De pronto, miró algo con fijeza!.
Cerró la presa sobre un palillo, un mondadientes, ese pequeño instrumento apto para las mayores gorrinadas...
¡Qué espectáculo!. ¡Voto a bríos!. Aquella piececita de madera entraba con furia en su boca, giraba, restregaba, subía, bajaba, ensartaba, arrastraba... ¡Qué ardor. Qué pasión!.
Pero no; quedaba lo mejor. Aún no había culminado su obra. Abrió la caverna, digo la boca, e intrudujo una de sus morcillas, digo su dedo. ¡Nada de delicadezas ní de pequeños palillos, ¡tan frágiles!.
El dedazo recorrió a sus anchas la dentadura.. Debió arrastrar con la uña lo que le molestaba pues, al rato, se dió por satisfecho. Entrelazó las manos, frunció los belfos y, de repente, con una agilidad simiesca, salió en silencio...
Nunca padecí guarrería mayor........
Estaba yo, tan rícamente, tomando un aperitivo en la barra de un bar cuando entró.. él, el del palillo.
No muy alto, peludo y morenazo, bigotón, con chubasquero azul y unas manos... ¡Qué manos!. Sus dedos parecían morcillas, por lo gruesos, y sus manos trampas para osos, por lo fuertes.
No hablaba. Se sentó en un taburete, bajó la testuz y movió la cabeza a derecha e izquierda, abarcando con su vista las "tapas" y raciones expuestas.
El camarero, inocente, le saludó: "¿Qué desea tomar el señor?"... El maromo, aún con la cabeza gacha, levantó una mano y golpeó el cubreviandas de plástico sobre la fuente de las croquetas. Al suave roce de su piel temblequeó la totalidad de aquel y el camarero dió un respingo, sorprendido.
"¿Desea el señor una ración de croquetas?".. Se oyó algo así como "grrrjjug..", mientras su vista -la de él- no perdía de vista la fuente "croquetuela".
El camarero le sirvió un plato con cuatro piezas.. Él fijó la vista en la ración.. ¡Acojonante! (perdonad mi grosería, pero la imagen lo precisa). No comió, no; tampoco devoró.. ¡Qué va!.
Echó la zarpa derecha a una velocidad de vértigo.. Cuando su boca apresó la primera croqueta, cambié la vista al plato.. En ese instante la última, crujiente y dorada, subía ya hacia sus fauces..
El camarero, "curtido en mil batallas", le miraba boquiabierto..
Él, sacó un billete arrugado de un bolsillo y lo dejó sobre la barra. Dirigió, de nuevo, la mirada de derecha a izquierda.. ¡De pronto, miró algo con fijeza!.
Cerró la presa sobre un palillo, un mondadientes, ese pequeño instrumento apto para las mayores gorrinadas...
¡Qué espectáculo!. ¡Voto a bríos!. Aquella piececita de madera entraba con furia en su boca, giraba, restregaba, subía, bajaba, ensartaba, arrastraba... ¡Qué ardor. Qué pasión!.
Pero no; quedaba lo mejor. Aún no había culminado su obra. Abrió la caverna, digo la boca, e intrudujo una de sus morcillas, digo su dedo. ¡Nada de delicadezas ní de pequeños palillos, ¡tan frágiles!.
El dedazo recorrió a sus anchas la dentadura.. Debió arrastrar con la uña lo que le molestaba pues, al rato, se dió por satisfecho. Entrelazó las manos, frunció los belfos y, de repente, con una agilidad simiesca, salió en silencio...
Nunca padecí guarrería mayor........
4 comentarios:
Lo bueno es que no te lo presentaron, ¡le hubieras tenido que tocar la mano! o ¡darle dos besos! :))
¿Y si "me se" come?. Maruja, que soy como "Platero", algo burro pero también..
Espero que ese hombre no se dedicara a los asesinatos a sueldo. Con semejantes modales, dejaría el "escenario del crimen" como un mercadillo de ADN..
Maruja, don Luís...
¡Ahora viene lo bueno!. ¡Llega el verano!.
Sobacos con cerco (¿principesco?), pies de plantas marronáceas, talones callosos, uñas "aarrrggg", autobuses olorosos....
¡Piedad!.
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