Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 4 de diciembre de 2012

Señores soldados

Por alguna que otra noticia, por más de un recuerdo, me han venido a la mente tres señores soldados de la Infantería Española. Uno de ellos, don Pedro Calderón de la Barca, escribió el verso que podéis leer algo más adelante, explicando quienes eran los que servían al Rey en los Tercios, posiblemente porque ni el monarca ni nadie en la Corte se acordaba de quienes morían defendiendo los intereses de la Corona. Los otros dos, entre muchos, eran don Miguel de Cervantes y Saavedra, y Garcilaso de la Vega, que la pluma ha sido apoyo durante siglos de la espada. 



Ese ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido.

Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás,
tratando de ser lo más,
y de parecer lo menos.

Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría;
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados".

Quizá por eso, ningún señor soldado de aquellos Tercios consistió nunca, aun a riesgo de vida, que le hablasen alto, pues no es posible hacerlo a gente que teniendo por todo patrimonio su memoria y por todo capital sus recuerdos, vive con el temple que muestra don Julián Romero, uno de los más afamados Maestres de Campo de entonces, como testimonia su postrera carta al Rey Felipe II:

Ha que sirvo a Vuestra Majestad cuarenta años la Navidad que viene, sin apartarme en todo este tiempo de la guerra y los cargos que me han encomendado y en ello he perdido tres hermanos, un yerno y un brazo y una pierna y un ojo y un oído [...] y ahora últimamente un hijo en el que yo tenía puestos mis ojos [...] y por otra parte ha de nueve años que me casé pensando en poder descansar y después acá no he estado un año entero en mi casa”.

1 comentario:

Turulato dijo...

El verso de Calderón fue lo primero que mis compañeros de segundo curso me hicieron aprender de memoria al ingresar en la Academia General Militar, buscando que me sirviese de guía durante el resto de mi vida. No es fácil. No todos lo lograron. Pero si fue ilusión de todos..

Y hoy, ¿qué queréis que os diga?. Voy envejeciendo la piel, que no el carácter ni la mirada. Conservo mis ideales, a pesar de que están siendo arrasados. Pero no sería digno si olvidase lo que juré una mañana, ni si traicionase los ideales que forjaron mis sueños