El pasado jueves me hicieron la última extracción de sangre. Parece que se pierde mucha durante la operación y la medida más sensata es tener dispuesto de antemano un perolillo con la del propio paciente.
He aprendido mucho durante los días que he estado en el Banco de Sangre y Tejidos. Sencillez, cariño, profesionalidad, humildad, ...; cosas así. En estos sitios se reconcilia uno con el mundo; tanto dándose cuenta del constante goteo de personas que donan su sangre como sintiendo el oficio de quienes allí trabajan. Oficio..., si; pues el trato y atención que dispensan no se estudian sino que se maman día a día. Es el único camino para saber dar afecto.
Durante la entrevista con el hematólogo solicité que si no se utilizaba mi sangre en este suyo que lo es, sirviese para cualquier otra transfusión. Que tengo hierro para dar y tomar, y tela de cacharricos pequeñajos de esos coloraos que pudieran ser necesarios. ¡Vamos, que si con sangre de cerdo se hacen morcillas, que no se desaproveche la mía!.
Sonrió y me dijo que no era posible; que para mí o para nadie. Me miró... "¿Difícil de entender, verdad?", comentó. Hice un gesto, tanto de afirmación como de extrañeza, al que respondió serio con unas palabras muy hermosas...
"Recordará que hace años se pagaba dinero a quien permitía que le sacásemos sangre. Es más, en la base americana hubo un tiempo que se obtenía de la yugular y por cada litro daban 1.000 pesetas de las de entonces; ¡una fortuna!. Eso dio lugar a que se transmitiesen enfermedades muy graves. La sangre transporta lo que necesitamos para vivir y, también, es un vehículo fantástico para todo lo que puede viajar por el organismo.
Se corrigió la situación estableciendo un control analítico rigurosísimo y además se comprendió algo evidente: donar sangre tenía que ser necesariamente altruista. Pero dimos un paso más... Lo importante no era la sangre en si sino la decisión del donante, el hecho de que la regalase, soportando incomodidades a cambio de nada, exclusivamente por el deseo gratuito de donar.
Así la donación muestra su esencia y adquiere su valor. Es, solo eso, un regalo de vida. Por eso usted no ha donado, pues lo que le trae aquí es, en principio, su propia necesidad; aceptar un uso alternativo para su sangre sería tanto como pasar por alto que la vida no se compra ni se vende; solo se regala, se entrega".
En estos días lo he entendido; y lo he disfrutado viendo la actitud de cuanto donante ha coincidido conmigo. ¡Y no hablemos de los de plasma y plaquetas, que se tiran una hora en el trono!. Y nadie se vanagloria de nada, en ningún momento.
Por eso sentí un regusto amargo viendo el anuncio en la tele de un programa que iban a ofrecer por la noche. Se trataba de un reportaje sobre el Samur, los bomberos, la policía y otros servicios de auxilio ciudadano.
Carreras, gritos, luces de colores, estrellato, .... En fin, farándula y vanidad, que parece ser cuanto puede explicar hoy un periodista. "Personas de élite", clamaba una engolada voz en off. Y eché muchísimo de menos a los donantes y a las personas del Banco de Sangre, seres anónimos que regalan vida sin alharacas.
Entendí a la perfección el valor ético que me explicaba el médico. Y concluí, una vez más, que ante la Verdad no hay héroes anónimos. Y que mal favor hacen todos aquellos que quieren prestigiar la excelencia a base de élites y publicidad.
He aprendido mucho durante los días que he estado en el Banco de Sangre y Tejidos. Sencillez, cariño, profesionalidad, humildad, ...; cosas así. En estos sitios se reconcilia uno con el mundo; tanto dándose cuenta del constante goteo de personas que donan su sangre como sintiendo el oficio de quienes allí trabajan. Oficio..., si; pues el trato y atención que dispensan no se estudian sino que se maman día a día. Es el único camino para saber dar afecto.
Durante la entrevista con el hematólogo solicité que si no se utilizaba mi sangre en este suyo que lo es, sirviese para cualquier otra transfusión. Que tengo hierro para dar y tomar, y tela de cacharricos pequeñajos de esos coloraos que pudieran ser necesarios. ¡Vamos, que si con sangre de cerdo se hacen morcillas, que no se desaproveche la mía!.
Sonrió y me dijo que no era posible; que para mí o para nadie. Me miró... "¿Difícil de entender, verdad?", comentó. Hice un gesto, tanto de afirmación como de extrañeza, al que respondió serio con unas palabras muy hermosas...
"Recordará que hace años se pagaba dinero a quien permitía que le sacásemos sangre. Es más, en la base americana hubo un tiempo que se obtenía de la yugular y por cada litro daban 1.000 pesetas de las de entonces; ¡una fortuna!. Eso dio lugar a que se transmitiesen enfermedades muy graves. La sangre transporta lo que necesitamos para vivir y, también, es un vehículo fantástico para todo lo que puede viajar por el organismo.
Se corrigió la situación estableciendo un control analítico rigurosísimo y además se comprendió algo evidente: donar sangre tenía que ser necesariamente altruista. Pero dimos un paso más... Lo importante no era la sangre en si sino la decisión del donante, el hecho de que la regalase, soportando incomodidades a cambio de nada, exclusivamente por el deseo gratuito de donar.
Así la donación muestra su esencia y adquiere su valor. Es, solo eso, un regalo de vida. Por eso usted no ha donado, pues lo que le trae aquí es, en principio, su propia necesidad; aceptar un uso alternativo para su sangre sería tanto como pasar por alto que la vida no se compra ni se vende; solo se regala, se entrega".
En estos días lo he entendido; y lo he disfrutado viendo la actitud de cuanto donante ha coincidido conmigo. ¡Y no hablemos de los de plasma y plaquetas, que se tiran una hora en el trono!. Y nadie se vanagloria de nada, en ningún momento.
Por eso sentí un regusto amargo viendo el anuncio en la tele de un programa que iban a ofrecer por la noche. Se trataba de un reportaje sobre el Samur, los bomberos, la policía y otros servicios de auxilio ciudadano.
Carreras, gritos, luces de colores, estrellato, .... En fin, farándula y vanidad, que parece ser cuanto puede explicar hoy un periodista. "Personas de élite", clamaba una engolada voz en off. Y eché muchísimo de menos a los donantes y a las personas del Banco de Sangre, seres anónimos que regalan vida sin alharacas.
Entendí a la perfección el valor ético que me explicaba el médico. Y concluí, una vez más, que ante la Verdad no hay héroes anónimos. Y que mal favor hacen todos aquellos que quieren prestigiar la excelencia a base de élites y publicidad.
6 comentarios:
Una vez me hice donante, me enviaron una ficha donde me decían que no tenía sida, ni enfermedades raras cuyo nombre no recuerdo, pero... como tengo el tipo de sangre más normal, cuando pregunté cuándo tenía que volver me dijeron: No se preocupe porque de su sangre nos sobra. Si alguna vez la necesitamos ya le llamaremos.
Hasta el día de hoy no me han vuelto a llamar.
Es lo que tiene ser un tipo normal con una sangre normal. Una cosa sí saqué en claro: Mi RH no es igual que el de Arzallus y eso creo que es bueno. Alguna ventaja tenía que tener ser un tío del montón.
Un abrazo y que todo vaya bien.
Tengo un amigo que conduce una ambulancia y me contó un chiste del gremio que sin ánimo de ofender a nadie, creo que apunta a esa imagen falseada de “élite”…
“¿Sabes en que se diferencia un conductor de ambulancia y Dios?... en que Dios no lleva sirena” y yo añadiría que tampoco un equipo de televisión para sacar tajada ¿informativa? de las tragedias o miserias humanas. Y no me refiero a ese reportaje en particular, porque no lo ví y desconozco el tratamiento televisivo de esas imágenes.
Reconozco que tengo muy poca tolerancia al morbo y a la carroña a cuenta del dolor ajeno… Pero si el titular empieza con el calificativo de “héroes”, me chirría un poco. A lo mejor porque no tengo ni idea de qué es un héroe o que mi idea se acerca a la de quien no estando preparado y entrenado para responder en una situación de emergencia, da todo lo que puede para ayudar a otro y quizá por eso entiendo mejor el auxilio mágico del donante… ayudar al héroe (que al fin, es quien verdaderamente lo es, que se debate entre la vida y la muerte en un quirófano).
Un abrazo
¡Con sangre, con sudor y lágrimas tenemos que aprender tantas cosas…!
Con el color de la sangre. Con el calor de la sangre…el miedo. Que la sangre es vida, como tú bien dices. Y ¿qué mejor regalo que la vida?
Si bello es el ejercicio de libertad del que dona, como bello es todo lo regalado, más lo es si se ha hecho por pura filantropía. Y también a veces, como ahora, es bella la historia que nos has contado. ¿Por qué? Pues porque con tus palabras, simplemente puestas unas al lado de las otra, has aupado la esperanza y has conseguido que, al menos durante un momento, queramos ser un poquito mejores y que confiemos algo más en la buena gente.
¿Ves? El dolor puede llegar a ser vivificante. Y puede ser reelaborado para ser trascendido. Alguno incluso saben convertirlo en Arte.
A mí me gustaría disponer de sangre o médula ósea si yo o los míos la necesitáramos, pero supongo que para que eso suceda, alguien tiene que dar el primer paso y ser generoso. Es tan fácil como eso, empatizar un poco con los demás. No es una heroicidad, salvo que tengas en cuenta que me sobrepongo a mi pánico a las agujas cada vez que dono.
En cada hospital, en cada centro sanitario, y en muchos sitios más, hay mucha gente anónima trabajando día a día para ayudarnos, cuidarnos, escucharnos y consolarnos.
Es que a mí los héroes tampoco me van...
¿Cómo va la cosa?
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