Érase una vez que se era una tarde cualquiera. Patachunga, malandrín de poca monta, aguardaba en la habitación de la clínica a que fuesen a buscarle para bajarlo al quirófano. Se puso el camisón verde -modelo Jack Nicholson, o sea con el culo al aire- y un gorrito de gasa. Luego se sacó la foto.. Deprimente.
Poco después vino un celador, vestido también de verde, que es un trabajador que vale tanto para un roto como para un descosido y que más que celar suele ir de culo. Patachunga se acostó, sonrió a su mujer y se dejó llevar... Recordó sus años mozos, cuando se dedicaba apasionadamente al automovilismo; en tensión, dispuesto a ganar aun sabiendo que podía perder, recostado en un lugar estrecho, sintiendo pasar las luces cual meteoros, trazando las curvas al límite, rebotando de vez en cuando contra una esquina..
Las luces se deslizaban sobre él, hipnóticas, como hipnotizadas eran las miradas que le dirigían las gentes que pululaban por los pasillos, mostrándole el mismo interés que los del tendido del siete hacia el morlaco cuando sale de toriles. ¿Qué juego dará?, ¿rehuirá el castigo?, ¿se crecerá cuando le piquen?, ¿sabrá palmar con estilo?. Y así..
Cuando aquella carrera se detuvo al fin en el quirófano, aparecieron más seres verdosos; no podía sentirlos como personas, pues todos iban uniformados de aquel color y con todo el cuerpo oculto a excepción de los ojos. Ausente toda sonrisa, cualquier gesto cómplice, solo eran mirada inexpresiva.
Entonces, uno de ellos le quitó el gorrito y el camisón, como si eso dejase bien claro que solo él, el distinto, un puro despelote, era un enfermo; ellos sabían como curar aquel cuerpo desnudo y se aplicaban diligentemente a la tarea. La dificultad es que el mono desnudo es algo más que un cuerpo...
Utilizaron anestesia radicular durante la operación, esa que la gente suele llamar epidural, así que nuestro Patachunga no se perdió ripio. Identificó claramente el momento en que descoyuntaron la articulación de la cadera. No dudó; sonó igual que cuando él lo hacia con los pollos que guisaba.
Luego oyó la puesta en marcha de la sierra -que dedujo sería circular, ya que tenía tiempo para pensar en eso y en to-, que le recordó el placer que sentía cuando la dulce Mary se le acercaba torno en mano ... TSCHIIIIIIIIIII
Y rebotó de contento, y su cerebro 1/4 de fase retrasado, cada vez que uno de los seres verdosos se batía el cobre con el que imaginaba descomunal martillo, pues bien clarito le oyó cuando lo pidió: "El martillo..; no, ese no, el grande. Que tiene el hueso muy gordo".
Al cabo, percibió el ruido de la grapadora.. "Un pistolero", pensó; le está dando gusto al dedo.. Y es que, como dice no se quien, con todo se puede hacer música. Chuinxq, chuinxq, chuinxq,.. Y es que notaba que el tío se ponía cachondo por momentos y aceleraba el disparo.
Le volvieron boca arriba. Otro ser verdoso le separó impúdicamente las piernas, cogiole el miembro viril -que a estas alturas de la película andaba no ya en retirada sino, mismamente, en desbandada- y se la metió toda, de una embestida. ¡Qué sonda, qué pedazo de sonda, qué parecía una anaconda del Amazonas!.
Llegó a la U.C.I. Era su primera vez, como doncella candorosa que se entrega al tálamo. Un cubo pintado de gris; todo, paredes, suelo, techo ... Silencioso. Sin referencia temporal o espacial alguna, cual catacumba martirial, situado en alguno de los anillos circulares profundos del inframundo hospitalario.
Curiosamente, aquí los seres iban de blanco. "Será que estamos próximos al gran tránsito", pensó. Pureza y eso. Y recordó lo sucedido hace muchos años, cuando era un joven piloto para emergencias en un curso de buceadores de combate.
El joven médico que formaba equipo de rescate con la tripulación de vuelo le contó que acababan de inaugurar la U.V.I. del hospital. "Mucha idea no tienen, la verdad; la han puesto a cargo del dentista". "Y resulta", prosiguió, "que el páter -buen mocé donde los haya- se enteró de que habían reunido a todos los enfermos desahuciados en una misma sala. De manera que en cumplimiento de su sagrado ministerio y para auxiliar como es debido a quienes se hallaban en semejante trance, se revistió de pontifical, o como se diga, y dispuso a dos monagos -vestidos de grana y oro (blanco manchao)- para que le acompañasen; uno con la cruz alzada y otro con aquellas campanillas en montaje cuádruple que sonaban como la sinfónica de Filadelfia. Precedido por ellos, penetró sin avisar en la U.V.I., sosteniendo bien alto el Santo Viático ..... ". El médico cabeceaba.. "En el primer minuto, según vieron el desfile, cascaron cinco de un infarto".
A lo que iba, que en seguida me voy por los Cerros de Úbeda.. Me dejaron encamado en el centro del cubículo e inmediatamente se pusieron a enchufarme a maquinitas. Lo hicieron primero con una que parece ser que mide la tensión cada cinco minutos, pero que en realidad consigue mantenerte despierto por agotado que estés, pues cuando menos lo esperas suena algo así como PUTCHUUUSS y te preta el brazo con desesperación. Al primer intento se descojonó, pues Patachunga, suyo que lo es, tenía antes de este tratamiento un perímetro de bíceps de 51 cms. y pura y simplemente el manguito reventó al hincharse. Pero encontraron la medida..
Y allí se quedó solo Patachunga... Sin rostro humano que mirar, sin voz que oír, sin reloj que consultar, sin saber como, cuando ni donde... Solo, desesperadamente aislado, cual mono desnudo, cuyos ojos siguen diciéndonos que no solo necesita cuidado y comida, pues VIVE DEL CALOR HUMANO.
No es de extrañar que Patachunga, dándose cuenta de que en la punta de su dedo índice portaba una luz roja -cual entrada de putiferio- que controlaba su pulso, extendiese el brazo y se dedicase a dibujar en rojo el vacío del aire, mientras decía bajito cosas incomprensibles.. "Mi caaaassssaaaaaa".
Seguía la soledad invadiendo la vida, avanzando como la Nada en contra de Bastian... Gélida, implacable. En la frontera del Hombre, que sabe que carece de ayuda y debe de enfrentarse a sus miedos y soledades.
Patachunga llegó al punto en que dudaba que fuese real; aquello era un sueño. Y para salir de dudas, King Kong. Así que cerró los puños y, como no sabía que coño dice King Kong en semejante situación, se dedicó a golpearse los pechos cual gorila de montaña, mientras clamaba algo así como UHHHHUAHHHH. Le tranquilizó. Sobre todo porque como estar mucho rato haciendo el gorila, aburre, comenzó a modular el UHHHHUAHHHH, de manera que más que un gorililla comenzó a sentirse como Baloo, el oso del Libro de las Tierras Vírgenes. ¡Y es que la música...!.
Con todo, la Nada iba ganando terreno poco a poco... Recordó sus primeros años, sus ilusiones, la juventud,.... y púsose a cantar... NADIE EN EL TERCIO SABÍAAAA.... Se dio cuenta de que ya no entraban en su box las enfermeras y solo aparecía de vez en cuando un mocetón, que, eso si, le dijo muy amablemente que eran las cuatro de la madrugada. ¡Y Patachunga que creía llevar en aquel antro solitario tres años y un día!.
Al fin le sacaron de allí. Por razones médicas no creo, pues estaba más o menos como entró. Posiblemente para perderlo de vista. Un alunado. Y lo llevaron a hacerle una foto, que en los hospitales se conocen como placas. Cosas.
Por el camino encontró una mirada y una sonrisa. Y se sintió mejor. Además los pasillos estaban más fresquitos, ¡qué es horroroso el calor que hace en un hospital, por Dios!. Gracias que él siempre va en pelota, que es propenso a la caló y al sofoco -más desde que está pitopáusico perdío- y le basta, y le sobra, cubrirse con una sábana, para que no sufran pudores ajenos.
Ya en la sala de rayos, le colocaron entre varios celadores sobre la especie de cama metálica que permite hacer las radiografías, pero en la operación se separó de la sábana que protegía sus frágiles carnecillas.
Uno de los celadores se quedó pensando... "Hay que taparlo, que se ha quedado desnudo". Patachunga le contestó que no se preocupase, que ni tenía frío ni pudor. Era ya solo un mono desnudo. Pero el celador sonrió ... "No, si no es por usted; es que alguno se va a alterar demasiado si le ve..".
Por fin le dejaron reposar en su habitación. Reposar si, que comer en absoluto. El buenazo de Patachunga, grandón y todo eso, es en realidad algo inocentón. Y viene a resultar que al ingresar declaró que era hipertenso -típico; las mujeres le han hecho siempre poco caso y no está desfogao-. Así que algún gracioso discurrió que había que darle comida hipocalórica, hipograsa, hiposódica, hipomierda.... Que los purés de verdura eran, tal cual, diarrea de mamoncillo.
¡Otra vez...!. Que no compañero, que la vida no es solo sufrimiento ni pastillas ni cables, ni medidas de no se que. La vida es una caricia, y también una mirada, y siempre una sonrisa, y no sobra una palabra suave, y vivir es sentir que una mano coge la tuya. Y no dudes, campeón, que vivir son también dos huevos fritos con chorizo. ¡Ayyyyyy...!.
Estoy seguro que dentro de unos siglos, si antes no hemos quebrado todo, cuando la gente del mañana lea algún trabajo histórico sobre nuestra medicina pensará: "¡Qué atrasados estaban; qué primitivos!". Y es que la ciencia, aunque no sepa admitirlo, siempre fue, es y será primitiva. De ahí la pasión por saber e investigar del Hombre.
Poco después vino un celador, vestido también de verde, que es un trabajador que vale tanto para un roto como para un descosido y que más que celar suele ir de culo. Patachunga se acostó, sonrió a su mujer y se dejó llevar... Recordó sus años mozos, cuando se dedicaba apasionadamente al automovilismo; en tensión, dispuesto a ganar aun sabiendo que podía perder, recostado en un lugar estrecho, sintiendo pasar las luces cual meteoros, trazando las curvas al límite, rebotando de vez en cuando contra una esquina..
Las luces se deslizaban sobre él, hipnóticas, como hipnotizadas eran las miradas que le dirigían las gentes que pululaban por los pasillos, mostrándole el mismo interés que los del tendido del siete hacia el morlaco cuando sale de toriles. ¿Qué juego dará?, ¿rehuirá el castigo?, ¿se crecerá cuando le piquen?, ¿sabrá palmar con estilo?. Y así..
Cuando aquella carrera se detuvo al fin en el quirófano, aparecieron más seres verdosos; no podía sentirlos como personas, pues todos iban uniformados de aquel color y con todo el cuerpo oculto a excepción de los ojos. Ausente toda sonrisa, cualquier gesto cómplice, solo eran mirada inexpresiva.
Entonces, uno de ellos le quitó el gorrito y el camisón, como si eso dejase bien claro que solo él, el distinto, un puro despelote, era un enfermo; ellos sabían como curar aquel cuerpo desnudo y se aplicaban diligentemente a la tarea. La dificultad es que el mono desnudo es algo más que un cuerpo...
Utilizaron anestesia radicular durante la operación, esa que la gente suele llamar epidural, así que nuestro Patachunga no se perdió ripio. Identificó claramente el momento en que descoyuntaron la articulación de la cadera. No dudó; sonó igual que cuando él lo hacia con los pollos que guisaba.
Luego oyó la puesta en marcha de la sierra -que dedujo sería circular, ya que tenía tiempo para pensar en eso y en to-, que le recordó el placer que sentía cuando la dulce Mary se le acercaba torno en mano ... TSCHIIIIIIIIIII
Y rebotó de contento, y su cerebro 1/4 de fase retrasado, cada vez que uno de los seres verdosos se batía el cobre con el que imaginaba descomunal martillo, pues bien clarito le oyó cuando lo pidió: "El martillo..; no, ese no, el grande. Que tiene el hueso muy gordo".
Al cabo, percibió el ruido de la grapadora.. "Un pistolero", pensó; le está dando gusto al dedo.. Y es que, como dice no se quien, con todo se puede hacer música. Chuinxq, chuinxq, chuinxq,.. Y es que notaba que el tío se ponía cachondo por momentos y aceleraba el disparo.
Le volvieron boca arriba. Otro ser verdoso le separó impúdicamente las piernas, cogiole el miembro viril -que a estas alturas de la película andaba no ya en retirada sino, mismamente, en desbandada- y se la metió toda, de una embestida. ¡Qué sonda, qué pedazo de sonda, qué parecía una anaconda del Amazonas!.
Llegó a la U.C.I. Era su primera vez, como doncella candorosa que se entrega al tálamo. Un cubo pintado de gris; todo, paredes, suelo, techo ... Silencioso. Sin referencia temporal o espacial alguna, cual catacumba martirial, situado en alguno de los anillos circulares profundos del inframundo hospitalario.
Curiosamente, aquí los seres iban de blanco. "Será que estamos próximos al gran tránsito", pensó. Pureza y eso. Y recordó lo sucedido hace muchos años, cuando era un joven piloto para emergencias en un curso de buceadores de combate.
El joven médico que formaba equipo de rescate con la tripulación de vuelo le contó que acababan de inaugurar la U.V.I. del hospital. "Mucha idea no tienen, la verdad; la han puesto a cargo del dentista". "Y resulta", prosiguió, "que el páter -buen mocé donde los haya- se enteró de que habían reunido a todos los enfermos desahuciados en una misma sala. De manera que en cumplimiento de su sagrado ministerio y para auxiliar como es debido a quienes se hallaban en semejante trance, se revistió de pontifical, o como se diga, y dispuso a dos monagos -vestidos de grana y oro (blanco manchao)- para que le acompañasen; uno con la cruz alzada y otro con aquellas campanillas en montaje cuádruple que sonaban como la sinfónica de Filadelfia. Precedido por ellos, penetró sin avisar en la U.V.I., sosteniendo bien alto el Santo Viático ..... ". El médico cabeceaba.. "En el primer minuto, según vieron el desfile, cascaron cinco de un infarto".
A lo que iba, que en seguida me voy por los Cerros de Úbeda.. Me dejaron encamado en el centro del cubículo e inmediatamente se pusieron a enchufarme a maquinitas. Lo hicieron primero con una que parece ser que mide la tensión cada cinco minutos, pero que en realidad consigue mantenerte despierto por agotado que estés, pues cuando menos lo esperas suena algo así como PUTCHUUUSS y te preta el brazo con desesperación. Al primer intento se descojonó, pues Patachunga, suyo que lo es, tenía antes de este tratamiento un perímetro de bíceps de 51 cms. y pura y simplemente el manguito reventó al hincharse. Pero encontraron la medida..
Y allí se quedó solo Patachunga... Sin rostro humano que mirar, sin voz que oír, sin reloj que consultar, sin saber como, cuando ni donde... Solo, desesperadamente aislado, cual mono desnudo, cuyos ojos siguen diciéndonos que no solo necesita cuidado y comida, pues VIVE DEL CALOR HUMANO.
No es de extrañar que Patachunga, dándose cuenta de que en la punta de su dedo índice portaba una luz roja -cual entrada de putiferio- que controlaba su pulso, extendiese el brazo y se dedicase a dibujar en rojo el vacío del aire, mientras decía bajito cosas incomprensibles.. "Mi caaaassssaaaaaa".
Seguía la soledad invadiendo la vida, avanzando como la Nada en contra de Bastian... Gélida, implacable. En la frontera del Hombre, que sabe que carece de ayuda y debe de enfrentarse a sus miedos y soledades.
Patachunga llegó al punto en que dudaba que fuese real; aquello era un sueño. Y para salir de dudas, King Kong. Así que cerró los puños y, como no sabía que coño dice King Kong en semejante situación, se dedicó a golpearse los pechos cual gorila de montaña, mientras clamaba algo así como UHHHHUAHHHH. Le tranquilizó. Sobre todo porque como estar mucho rato haciendo el gorila, aburre, comenzó a modular el UHHHHUAHHHH, de manera que más que un gorililla comenzó a sentirse como Baloo, el oso del Libro de las Tierras Vírgenes. ¡Y es que la música...!.
Con todo, la Nada iba ganando terreno poco a poco... Recordó sus primeros años, sus ilusiones, la juventud,.... y púsose a cantar... NADIE EN EL TERCIO SABÍAAAA.... Se dio cuenta de que ya no entraban en su box las enfermeras y solo aparecía de vez en cuando un mocetón, que, eso si, le dijo muy amablemente que eran las cuatro de la madrugada. ¡Y Patachunga que creía llevar en aquel antro solitario tres años y un día!.
Al fin le sacaron de allí. Por razones médicas no creo, pues estaba más o menos como entró. Posiblemente para perderlo de vista. Un alunado. Y lo llevaron a hacerle una foto, que en los hospitales se conocen como placas. Cosas.
Por el camino encontró una mirada y una sonrisa. Y se sintió mejor. Además los pasillos estaban más fresquitos, ¡qué es horroroso el calor que hace en un hospital, por Dios!. Gracias que él siempre va en pelota, que es propenso a la caló y al sofoco -más desde que está pitopáusico perdío- y le basta, y le sobra, cubrirse con una sábana, para que no sufran pudores ajenos.
Ya en la sala de rayos, le colocaron entre varios celadores sobre la especie de cama metálica que permite hacer las radiografías, pero en la operación se separó de la sábana que protegía sus frágiles carnecillas.
Uno de los celadores se quedó pensando... "Hay que taparlo, que se ha quedado desnudo". Patachunga le contestó que no se preocupase, que ni tenía frío ni pudor. Era ya solo un mono desnudo. Pero el celador sonrió ... "No, si no es por usted; es que alguno se va a alterar demasiado si le ve..".
Por fin le dejaron reposar en su habitación. Reposar si, que comer en absoluto. El buenazo de Patachunga, grandón y todo eso, es en realidad algo inocentón. Y viene a resultar que al ingresar declaró que era hipertenso -típico; las mujeres le han hecho siempre poco caso y no está desfogao-. Así que algún gracioso discurrió que había que darle comida hipocalórica, hipograsa, hiposódica, hipomierda.... Que los purés de verdura eran, tal cual, diarrea de mamoncillo.
¡Otra vez...!. Que no compañero, que la vida no es solo sufrimiento ni pastillas ni cables, ni medidas de no se que. La vida es una caricia, y también una mirada, y siempre una sonrisa, y no sobra una palabra suave, y vivir es sentir que una mano coge la tuya. Y no dudes, campeón, que vivir son también dos huevos fritos con chorizo. ¡Ayyyyyy...!.
Estoy seguro que dentro de unos siglos, si antes no hemos quebrado todo, cuando la gente del mañana lea algún trabajo histórico sobre nuestra medicina pensará: "¡Qué atrasados estaban; qué primitivos!". Y es que la ciencia, aunque no sepa admitirlo, siempre fue, es y será primitiva. De ahí la pasión por saber e investigar del Hombre.
Pero hay algo intemporal. La ternura.
6 comentarios:
Por algo dicen que la esperanza es la quintaesencia del sentido del humor… la verdad es que uno sabe cómo es otro cuando nos hace reír. La experiencia de este alunizaje me recuerda momentos personales en los que se es “consciente” de que las realidades humanas presentan esas dos caras: la tragedia y la comedia. Y ¿Sabes?, es complicado aceptar que el “piloto del platillo volante” sólo maneja controles, números, ecuaciones y registros digitales porque en el fondo, la profesionalidad indispensable para cualquier especialista, no debería estar reñida (en el caso de algunos profesionales omnipresentes) con un ejercicio afectuoso y humanizado que no exagere las condiciones rigurosas a las que la vida nos somete, a veces.
¡Bienvenido! Un abrazo y gracias por hacerme llorar… de risa, sí, de la más elemental e inteligente manera que se puede manifestar la ternura.
Hola Patachunga ! Qué bien que hayas vuelto ,ya verás como te alegras enseguida de haberte decidido por fín a" dar el paso"
dentro de nada no se te escapará ninguna...
Hola Turu!!!
Celebro que estés bien (supongo que los estás ya que te "veo" por aquí) y deseo que tu recuperación sea tan rápida como efectiva.
Un fuerte abrazo.
Ciencia primitiva, música primitiva, ternura primitiva... Ha quedado claro que estamos ante el mono desnudo.
Intenta leerlo como si no fueras tu el q lo has escrito; puede q entiendas muchas cosas.
Besazos, Tururú
Dios!!! Me deja que lo imprima y lo cuelgue en el hospi??? (No venga, es broma). Es que me ha encantado. Nunca me habían llamado "ser verdoso de mirada inexpresiva", je,je,je, espero no serlo nunca!!
Y nunca nadie había descrito de forma tan bella y divertida lo que se siente "desde el otro lado".
Pero me ha llamado la atención que sintiera tanto calor en el hospital. Si es como el reino del hielo!!. Yo ando todo el día encogía y encapulladita. Dios mío... un ser verdoso, encogío, al que sólo se le ven los ojos y que sólo aparece cuando uno está chungo...soy una marcianaaaa!!!!!
Espero que su cadera se haya puesto buena. A pesar de toda la odisea.
Saludos desde los madriles.
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