La capilla no era muy grande. ¿Para qué?. En estos casos, la gente ahueca; no quieren compromisos. Cuando entré, el ataúd estaba ya sobre los caballetes y el viejo esperaba. Habían dejado libres los primeros bancos, a la izquierda y a la derecha.
Eso está bien, así no se juntan. Los hijos de la esposa en uno; su mujer amante y al cabo también esposa en el otro.
Entraron. Hijos y nueras, juntos, algo perdidos, indecisos en el papel que la vida les llevaba haciendo representar desde hacía tantos años. En sus caras se leía el contraste; resentimiento en el uno, tan encelado en si que era incapaz de romper su resquemor hacia quien se fue de casa un día. Mirada perdida en el otro, pues vagaba por los recuerdos de su padre, que siempre les atendió -¡tan vivo!- y que un día, cuando eran ya mayores, eligió vivir enamorado.
Cuando se sentaron, entró la anciana. Modesta en el vestir, perdida la apariencia; tuvo que ser grande de cuerpo, pero en aquel momento solo se apreciaban arrugas, un bastón y un caminar quedo. A su lado, otra mujer de mediana edad, quizá su hija. La otra parte contratante de la primera parte....
El cura navegando, como casi siempre. Que si amaros, que si perdonaros, que si.. Y cada dos por tres alabando al viejo, un dechado de virtudes, según él que no lo conoció. Y llegó el momento de darse la paz.. La paz del Señor sea con vosotros; y con tu espíritu. Todo normal, cada uno en su banco y Dios en el de todos.
Y lo vi .. Giró su mirada, que seguía perdida, hacia la mujer que tanto amaba a su padre y a la que este había entregado su vida, por encima de costumbres, sociedad y comidillas de quienes nunca vivieron. Y salió del banco, despacio, con los hombros caídos, buscando la mejilla de aquella mujer extraña.. Y la dio un beso. Y sonrió. Y se miraron.
Y ya puestos, besó a la hija. Y es posible que se sintiesen, beso y mirada, dolor y ternura, compañía. Y la hija, con fuerza, cruzó también el pasillo de la capilla y se lió a besos suaves con aquellos que no la hablaban.
"Viejo -pensé- de esta vas al Cielo. Se están perdonando. Y el daño que hiciste se esfuma como la niebla que mueve el viento. ¡Tiene cojones, viejo!. ¡Qué cosas puede el amor!. Será que es lo único que se nos pide. Amarnos".
En el pasillo, busqué su mirada. Ya no estaba perdida. Solo líquida. Enrojecida. Le abracé por la cintura. Y nos cogimos las manos, sonriendo, apretando los dedos entrelazados. Y le dije en voz baja: "Campeón, eres todo un hombre y estás vivo". Sonreía. Su padre descansaba.
Eso está bien, así no se juntan. Los hijos de la esposa en uno; su mujer amante y al cabo también esposa en el otro.
Entraron. Hijos y nueras, juntos, algo perdidos, indecisos en el papel que la vida les llevaba haciendo representar desde hacía tantos años. En sus caras se leía el contraste; resentimiento en el uno, tan encelado en si que era incapaz de romper su resquemor hacia quien se fue de casa un día. Mirada perdida en el otro, pues vagaba por los recuerdos de su padre, que siempre les atendió -¡tan vivo!- y que un día, cuando eran ya mayores, eligió vivir enamorado.
Cuando se sentaron, entró la anciana. Modesta en el vestir, perdida la apariencia; tuvo que ser grande de cuerpo, pero en aquel momento solo se apreciaban arrugas, un bastón y un caminar quedo. A su lado, otra mujer de mediana edad, quizá su hija. La otra parte contratante de la primera parte....
El cura navegando, como casi siempre. Que si amaros, que si perdonaros, que si.. Y cada dos por tres alabando al viejo, un dechado de virtudes, según él que no lo conoció. Y llegó el momento de darse la paz.. La paz del Señor sea con vosotros; y con tu espíritu. Todo normal, cada uno en su banco y Dios en el de todos.
Y lo vi .. Giró su mirada, que seguía perdida, hacia la mujer que tanto amaba a su padre y a la que este había entregado su vida, por encima de costumbres, sociedad y comidillas de quienes nunca vivieron. Y salió del banco, despacio, con los hombros caídos, buscando la mejilla de aquella mujer extraña.. Y la dio un beso. Y sonrió. Y se miraron.
Y ya puestos, besó a la hija. Y es posible que se sintiesen, beso y mirada, dolor y ternura, compañía. Y la hija, con fuerza, cruzó también el pasillo de la capilla y se lió a besos suaves con aquellos que no la hablaban.
"Viejo -pensé- de esta vas al Cielo. Se están perdonando. Y el daño que hiciste se esfuma como la niebla que mueve el viento. ¡Tiene cojones, viejo!. ¡Qué cosas puede el amor!. Será que es lo único que se nos pide. Amarnos".
En el pasillo, busqué su mirada. Ya no estaba perdida. Solo líquida. Enrojecida. Le abracé por la cintura. Y nos cogimos las manos, sonriendo, apretando los dedos entrelazados. Y le dije en voz baja: "Campeón, eres todo un hombre y estás vivo". Sonreía. Su padre descansaba.
7 comentarios:
Y la Paz fue con él.
Un abrazo
Qué a menudo nos olvidamos que un día morimos y las ofensas, si las hubo, ya no tienen sentido.
Un abrazo
La Señora.
¿Ha de llegar, arrebatadora, para que Amor conquiste, al fin, su territorio?
Común tragedia cotidiana.
Pero tragedia antigua al fin y al cabo.
Dicen que es imposible servir a dos señores.
Que uno no puede correr tras el viento incierto de pasiones arriesgadas
Y vivir la vida que Dios manda.
Que estamos condenados al dolor,
Y que el peor dolor es el que nosotros causamos.
¡Bienaventurados aquellos que pudieron elegir fielmente su Destino!
¡Que Dios los tenga en su gloria!
La verdad está en el corazón sencillo.
Y siempre hay tiempo para la esperanza.
Creo que el comentarista anónimo que me antecede ha interpretado (¿como si fueras tu mismo?)ese sentir que nos quiebra y entre esas grietas que el Amor abre en la oscuridad hay un atisbo de redención, de esperanza...
Pasiones reconciliadas que, tras las tormentas de la vida, llegan al puerto final.
Corazones asustados.
Dificil situación no lo dudo...Dios me guarde de vivirla!, ya que no se si seria tan noble como aquella...no lo se!!
Que se tiene que perdonar en este caso?, el que tuviste su amor y no era el debido ante la sociedad?, patrañas, digo yo!, el amor es eso simplemente...
En este caso nadie tiene la culpa, y el que tal vez la tuviera ya no esta para dar cuentas...
Si difícil es vivir a veces tu propia vida sin dañar al prójimo,cómo va nadie a juzgar la vivida por otros!
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