Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

jueves, 24 de octubre de 2013

La responsabilidad para quien, de verdad, la tiene

En esta vida es esencial situar la responsabilidad por cada hecho u omisión en quien la tiene. Si nos dejamos llevar por los sentimientos, el miedo -en el grado que sea y nacido de lo que nos ha agredido en la vida- entrará en acción y más que aclarar lo que sucede y acercarnos a lo equitativo (lo justo según las circunstancias concretas), nos alejará de la verdad y perderemos toda razón.

La Sociedad tuvo en algún momento -tan largo que aún dura- que resolver si vivía como una manada de fieras, en que el camino lo fijaba el más animal, o llegar a un pacto tácito de convivencia que permitiese, aunque fuese de manera imperfecta, que cada individuo viese respetada su existencia, y todo lo que esto conlleva en cuanto a obligaciones, matriz de donde nace todo derecho subjetivo, pues para que yo disfrute de lo que sea es conditio sine qua non que alguien esté obligado, o se obligue, a proporcionármelo.

Este Pacto nunca ha sido justo, ni moral, ni social. Aunque sí es cierto que para que sirva para algo debe procurar tender a serlo, pues si no nos sentimos tratados con suficiente Justicia, si no respetamos la esencia Moral de la existencia y si ignoramos que los grupos humanos mantienen ciertos hábitos y costumbres que suavizan nuestro trato diario, aquel acuerdo tácito no servirá para nada, se irá diluyendo y dejará de existir.

Ese Pacto lo hemos ido materializando en unas normas que obligan a todos, pues si obligasen a unos a respetar a todos mientras que otros pudiesen hacer de su capa un sayo, estos terminarían destrozando la convivencia. Y tiene que ser coactivo, es decir que el que la hace la paga, pues no somos santos y si no se nos obliga alguno lo incumplirá, de modo que o se castiga a quien lo infringe o será agua de borrajas. Y tiene que ser conocido, pues aquí ciencia infusa no tiene nadie y si no sabes cuales son tus obligaciones difícilmente podrás cumplirlas.

Conocer nuestras obligaciones para poder cumplirlas.... Eso exige que alguien diga con claridad a los demás cuales son, que la vida real es práctica por naturaleza y no etérea y difusamente teórica como pretenden algunos, en busca de ideales ucrónicos que suelen generar baños de sangre. Y ese alguien, hoy por hoy, es el Estado, nos guste o no, lo aceptemos o no; no hay otra institución (conjunto de personas, medios materiales y normas para alcanzar un fin) que tenga capacidad de hacerlo en el conjunto de la Sociedad.

Así que el Estado debe establecer obligaciones (con avaricia, que lo poco agrada y lo mucho cansa) y luego hacerlas públicas, de modo que desde ese momento nos obliguen. Por pura lógica, por sentido común, no puede cambiar las reglas a mitad de la partida; eso, ni en parchís. Podrá hacerlo con vista al futuro, pues si no sería incapaz de atender a la necesaria solución de las demandas sociales que se vayan presentando, pero lo que no puede hacer es alterar las consecuencias de lo que se hizo antes del cambio y que el propio Estado había establecido. Sería un mundo de locos; jugar a algo que desconocemos como se juega.

Así que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no ha establecido en su Resolución más que lo que aprendimos en el brocardo del Derecho Romano: Nulla poena sine lege. Que por si no se capta su sentido tras todo lo expuesto establece que solo es posible proceder contra alguien según las normas existentes en el momento de infringir alguna de ellas. Y lo que había hecho la Jurisdicción española es vulnerar un Principio de Derecho: el de la irretroactividad de la sanción; es posible aplicar una mejora, pero no empeorar la sanción penal establecida.

Y con independencia de lo que sintamos y de nuestras ideas, meditemos sobre esto: El mundo camina muy despacio hacia algo mejor y con todas sus imperfecciones, errores,.., la única herramienta que tenemos a nuestra disposición para convivir mejor es el Derecho.

Pero volvamos a la responsabilidad de lo sucedido. Criminales, puros y duros (que no se pueden marear perdices ni creer en pajaritos preñaos cuando tratamos actos tan salvajes), condenados en virtud de aquel pacto a penas de privación de libertad de muchísimos años van a ser puestos en libertad.

Dentro de aquel Pacto hay una parte que denominamos como Penal. ¿Se han preguntado cuales son sus fines?. Pensemos... ¿Qué acabaría sucediendo si alguien asesina a una madre, por ejemplo, y nada sucede, de modo que sus hijos solo pueden sufrir?; ¿y si eso o algo parecido vuelve a ocurrir, y vuelve a ocurrir, y..?. Pues o vivimos en la inopia o reconoceremos que antes o después las gentes se empezarán a tomar la justicia por su mano, aplicando la antiquísima norma del ojo por ojo y diente por diente. 

¿Cómo se puede evitar eso, que no deja de ser otro crimen?. Parece claro que aplicando tres medidas: Castigando al criminal con la suficiente intensidad como para que los afectados no se sientan con fuerzas para plantearse tomar la justicia por su mano y a la vez evitando que dicho castigo se convierta en simple venganza; la pena debe disuadir eficientemente, tanto al criminal como a todos nosotros, de tener en el futuro tal comportamiento, pero no debe destruir al individuo, lo que es perfectamente inútil. Difícil, muy difícil, pero no queda otro camino a recorrer.

Luego, el cumplimiento de la pena debe buscar reformar al criminal, de modo que se perciba que la Pena sirva para mejorarlo y acercarle al comportamiento de un buen ciudadano, que notemos que se logra mejorar a la persona y no solo la muele a palos; eso debilitaría nuestra sed de venganza, que es comprensible pero no buena. No me hago ilusiones; digo buscar, pretender, intentar.. La Pena consiste básicamente en privar de libertad, en separar de la sociedad al criminal, durante cierto tiempo, pero la Sociedad no puede bajo ningún concepto depositarlo entre cuatro paredes y nada más; aunque parezca una fiera, es un Hombre y eso nos exige procurar que donde entre un criminal salga libre un ciudadano. Soy escéptico. Pero así debe ser y recuerdo que este articulista se guía por el Derecho de Obligaciones, de Deberes.

Y eso nos lleva a la tercera y última medida. Lo que imponga la Sociedad exige verosimilitud. Tratamos de la Pena, pero en realidad cualquier cosa exige ser verosímil para existir. ¿De qué sirve todo lo anterior si es ficticio?. Los criminales afectados por la resolución del TEDH fueron condenados a la pena correspondiente a cada ilícito penal cometido, de modo que sumadas todas estas resultan en ciertos casos miles de años de reclusión; es imposible que las cumplan íntegramente, pues la vida no da para tanto.

Pero ni tanto ni tan calvo. Lo que no puede ser es que una condena de este tipo quede limitada primero a cierto número máximo de años, luego a grados penitenciarios, de manera que se está en la cárcel durante unos años, después se sale ciertos días y tras ello se está dentro ciertos días mientras el resto se pasa en la calle, para finalmente estar en la calle más o menos controlado. Únase a esto que si trabajas, o estudias, o haces como que.., cada día vale por los que sea, de manera que cumples mucho viviendo menos. No es verosímil. Da ocasión a sentir que el crimen sale barato. Y humilla a quien no puede defenderse, pues entregó a la Sociedad su defensa.

Pero no es el TEDH el culpable de esto. Esto sucede porque nuestra legislación está como está y nuestra Judicatura se ha quedado con el culo al aire en el intento de paliar el despropósito del Legislador. Este y solo este, siervo fiel en España del poder, es el único culpable. Cámbiense las normas y dejen de enmerdar.

(En mi primera semana tuve dos funerales de asesinados por criminales de ETA. En mi unidad tuve seis heridos por ametrallamiento y cuatro muertos por voladura, cometido todo por criminales de ETA. Entre mis compañeros, míos, dos muertos más, asesinados por criminales de ETA. Y en mi familia, un herido. Tengo derecho a opinar. ¿Alguien asume la obligación de atenderme?) 


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