Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 31 de agosto de 2013

Existe, existe...

Ayer estuvimos con sus padres y con ella. Como te expliqué en algún momento tiene 37 años y tuvo de niña chica bien una meningitis bien una encefalitis, que no termino de aclararme y no es cosa de preguntar. Su cuerpo pequeño está, pero no sé donde... Tomamos unos quemadillos en la plaza, sentados en una mesa rodeada de otras muchas, llenas de miradas. No hay crítica alguna en mis palabras, solo constatación de la realidad. 

Los padres han alcanzado un nivel muy alejado de la normalidad, pues logran estar con quien sea sin dar muestra de que les influya la situación, viviendo, sin estar sujetos aparentemente a su hija, pero basta que esta necesite su cuidado para que al instante abandonen todo y se entreguen... Ella babea constantemente por su boca abierta, cruzados sobre su pecho escuálido sus brazos con manos contraídas. Y cuando algo la alegra, como un águila que vuela siguiendo los deseos del cetrero que la exhibe en el Mercado Medieval, se altera de tal modo que cae en crisis epiléctica; hay que cubrirle los ojos con un antifaz negro, para que pierda de vista el entorno y deshacer la crispación de su cuello echado hacia atrás con violencia. 

Para muchos de quienes nos rodean nos hemos vuelto invisibles; solo una chica de unos veintitantos años mantiene la mirada fija, tanto que hasta se levanta de su silla y se sienta en un poyete desde donde contempla sin que su gesto sea tan aparente. Sus ojos permiten leer con facilidad su pensamiento: ¿Pero qué es esto?. La escena la supera. Diría que mentalmente repite que si su futuro puede ser algo así, prefiere dejar de existir. 

El padre me cuenta que tiene la espalda reventada, pues cada noche tiene que cambiarla de postura cinco veces, pues si mantiene la misma no solo se llaga sino que la epilepsia activa la crisis y su pequeño cuerpo se torna piedra. La madre atiende a cada latido de su hija y su mirada quizá contenga la explicación; de sus ojos brota a cada instante un chorro de vida que cae a caño abierto sobre aquella cara de mirada perdida.

Pero la preocupación se reduce a la gran pregunta: ¿Y cuando no estemos, qué?. Y los ojos de los padres se llenan de agua transparente... Han vivido una confrontación íntima enorme e intensa; desde la asociación creada por las familias que sufren el problema les aconsejaban que aceptasen una de las plazas disponibles en su residencia de asistidos. Tenéis una edad en la que cada día caben menos dudas; pensad que podéis faltar y tenéis que haber solucionado el futuro que le quede a vuestra hija, pues podría ocurrir que cuando necesite entrar no hubiese plaza, que sabéis muy bien, como todos nosotros, que nuestros recursos son muy limitados.

Y entre semana vive en la residencia, pero los viernes los padres van a buscarla para que esté con ellos.  La madre me susurra que cada lunes se le rompe el alma. ¿Sirve esto de algo?. De verdad, no lo sé. Solo sé que contemplo en vivo el Amor

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