Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

domingo, 7 de julio de 2013

Sueños que nacen venenosos

Creo que este artículo aclara muchas cosas. Meditar lo que expone y ponerlo luego en práctica para corregir hábitos que nos hacen mucho daño puede traer mucho beneficio personal y social. Y como hay que predicar con el ejemplo les contaré lo que ha pasado por mi cabeza. Comenzaré hace muchos años cuando me molestó profundamente el comportamiento de uno de mis amigos, a consecuencia de lo cual sentí que no era tan íntimo como creía hasta entonces y tuve plena conciencia de ello...

En aquellos tiempos juveniles y aunque pudieran darse discrepancias puntuales entre nosotros, los amigos sentíamos instintivamente que existía entre nosotros una identidad de pensamiento general que nos hacía compartir criterios ante cualquier ambiente, situación o ser que cruzaba nuestra existencia. Sucedía lo contrario respecto a nuestros mayores, empeñados en que nos comportásemos no sé como, que comprendiésemos no sé que, que nos esforzásemos para llegar a no sé donde y demás.

Aquel día caí en la cuenta de que nuestro idílico ambiente de amistad se basaba en que ninguno de nosotros exigía nada a los demás; teníamos clarísimo que éramos aspirantes a pretendientes de sueños y que excepto palabras y compañía poco podíamos regalar, pocas peticiones de ayuda éramos capaces de satisfacer. Paseos, pipas y charlas en cualquier lugar.

Poco a poco fuimos materializando nuestros particulares futuros. Algunos se mantuvieron, más o menos, donde estaban, incapaces de confrontarse con las frustraciones derivadas de optar por una posibilidad cualquiera que les planteaba la existencia y siguieron reduciendo la vida a un parloteo incesante. Y así fuimos teniendo responsabilidades...; así otros dependieron de nosotros...; así comenzamos a administrar lo ajeno, en la medida que fuese..

En mi caso -así tocó- desde muy joven me asignaron la responsabilidad de disponer el comportamiento de otros y administrar dinero público. Como otros muchos, como todos, sea en lo privado sea en lo público, tuve que decidir no entre lo que me gustaba y lo que me desagradaba, sino entre una serie de posibilidades incompletas e imperfectas; y tuve que elegir como emplear unos fondos escasos que no llegaban a satisfacer las necesidades de las áreas de las que era responsable. En mi caso fue solo administrar, pero en el de otros que trabajaban en el sector privado antes tuvieron que generar capital, para luego invertirlo, negociarlo, administrarlo y producir. Y como cualquier estudiante de primero de Economía sabe, todo eso es porque los bienes son escasos, no llegan, no tenemos posibilidad de satisfacer perfectamente nuestras necesidades; así que hay que elegir... Y elegir es siempre desechar algo de lo que necesitamos, de lo que nos gusta, de lo que querríamos ver realizado; es decir, elegir es siempre renunciar a parte de nuestros sueños.

Y hay momentos en que la situación es tan dura que hay que renunciar a cosas que consideramos esenciales.. en nuestra época, que no siempre se considera tal o cual cosa como primordial ni la distribución de los recursos para satisfacer necesidades se hace siguiendo el mismo orden de prioridades. Así que cuando tocan años de vacas gordas la categoría de las gentes es tanto mayor cuanto más se dedican a adelantar lo verdaderamente necesario, alejándose de florituras, y en los años de vacas flacas la calidad de las personas se demuestra reconociendo realidades, sabiendo renunciar a lo que no es posible, marcándose objetivos que permitan sacar todo el jugo a los recursos y dedicándose a aprovechar al máximo lo que se nos ha entregado para salir adelante.

No se trata tanto de exponer problemas sino de plantear soluciones; no se trata tanto de pedir recursos sino de justificar el empleo de aquellos que se detraen de otra aplicación concreta. Y de que quien pide algo exponga con claridad y se haga responsable de donde quita lo que no hay. El papel lo soporta todo y quien carece de responsabilidad tiene gratis gritar contra todo y contra todos. Decía nuestro viejo Código de Comercio que comerciante es todo aquel que soporta el riesgo del negocio y eso le otorga todo el derecho a hablar con crudeza de lo que padece y criticar al sursuncorda. Y nuestro Código Civil establece que hay que administrar como lo haría un buen padre de familia. Quien no se ajuste a esto y proceda como aquel amigo mío, pidiendo que se le conceda algo pero sin exigírsele responsabilidad alguna ni corriendo por ello riesgo, no obra como un buen padre de familia..., a quien casi siempre le duelen sus decisiones.

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