Ella y él estaban sentados solos en el primer banco del lado del Evangelio. Los hijos, algunos a su altura en el lado de la Epístola, otros más atrás, a ambos lados. Los dos nietos jugaban sin ruido en el banco que estaba tras del de sus abuelos y la nieta chica, Gabriela, contemplaba todo con seriedad arrebujada en la falda de su madre. Las lecturas las hicieron los hijos y las oraciones los dos nietos; aquello empezó a caldearse.. El niño mayor, que habla español con acento brasileño y un deje alemán, fue el primero y le siguió con seriedad -incomprensible en quien es movido como nadie- el menor; rogaron por muchas cosas y también por sus abuelos, que tanto se habían esforzado durante su vida.
Y el coñocura -que así llamo al páter que trata sobre lo que necesitan las gentes y lo hace para ayudar a vivir según lo que dijo Jesús, pues el sábado se hizo para el Hombre y no el hombre para el Sábado- se puso a hablar; a lo pequeño, que la capilla no era grande y no requería ni altavoz. Y pajodela, habló con sentido y sentimiento, con carnalidad, que es tanto como reconocer que el hombre vive cayendo y levántandose, de modo que su calidad se mide por su esfuerzo y no tanto por su éxito.
Les dio la enhorabuena, las gracias y les felicitó. Enhorabuena por llegar, recordando que muchos no lo logran, bien por desvanecerse en la niebla bien porque aquel amor no fue suficientemente fuerte para imponerse a los días; recordó a quienes estaban aquella mañana de hace 50 años y se habían alejado para siempre, pero todo sin retórica, a lo íntimo.. Les dio las gracias en nombre de todos, pero especialmente por si mismo, pues aclaró que día tras día intentaba explicar lo que era el matrimonio, quizá sin lograrlo, y tener a una mujer y a un hombre que renovaban sus bodas, no porque todo les hubiese salido bien y su amor hubiese sido idílico, sino porque habían vivido juntos paso a paso, superando desencuentros, frustraciones, desilusiones y realidades gracias a creer en el otro, a entregarse y a vivir con esperanza, mostraba mejor que cualquier sermón el camino del amor.
Terminó felicitándoles de todo corazón por estar allí, porque sus hijos estaban a su lado, por aquella docena de amigos íntimos que les arropaban, por haber generado futuro para otros y haberles regalado cariño ... Acabó la misa y volvieron los hijos a subir a la tarima. El cura quedó en silencio, contemplando... Y uno tras otro los hijos agradecieron a sus padres, con pocas palabras, la vida y el esfuerzo, el amor y la presencia. Aquello finalizaba...
Y se levantó Ella; habló.. Estoy muy nerviosa y no sé que voy a decir, a pesar de que lo tengo escrito y que lo voy a leer. Se trabucó, agradeció nuestra compañía y no sé que más dijo, pues luego Él hizo lo propio. Leyó... Siempre me emociono... He dedicado mi vida a mi familia y a trabajar; he hecho siempre todo lo que he podido y lo mejor que he sabido, tanto en familia, entregando mi vida a mi mujer y a mis hijos, como en mi trabajo a los enfermos. Levantó la mirada, contempló a los suyos y dijo: ¡Os quiero tanto!. Y se echó a llorar..
Y se quedó allí quieto, de pie, llorando, en mitad del silencio de todos. Al cabo, que no sé a cuanto, aplaudimos y me enorgullezco de que mis palmadas fueron las últimas que se oyeron. Me volví un poco. Su nuera lloraba en silencio. Junto al último pilar entre naves de aquella catedral que abrió el Camino, los del bautizo que venía a continuación y unos cuantos turistas estaban inmóviles, contemplándole, atendiendo a la vida...
Post Scriptum.- Cuando nos invitaron, nos dijeron que no querían regalo alguno. Solo nos dieron la cuenta de Cáritas...
Y el coñocura -que así llamo al páter que trata sobre lo que necesitan las gentes y lo hace para ayudar a vivir según lo que dijo Jesús, pues el sábado se hizo para el Hombre y no el hombre para el Sábado- se puso a hablar; a lo pequeño, que la capilla no era grande y no requería ni altavoz. Y pajodela, habló con sentido y sentimiento, con carnalidad, que es tanto como reconocer que el hombre vive cayendo y levántandose, de modo que su calidad se mide por su esfuerzo y no tanto por su éxito.
Les dio la enhorabuena, las gracias y les felicitó. Enhorabuena por llegar, recordando que muchos no lo logran, bien por desvanecerse en la niebla bien porque aquel amor no fue suficientemente fuerte para imponerse a los días; recordó a quienes estaban aquella mañana de hace 50 años y se habían alejado para siempre, pero todo sin retórica, a lo íntimo.. Les dio las gracias en nombre de todos, pero especialmente por si mismo, pues aclaró que día tras día intentaba explicar lo que era el matrimonio, quizá sin lograrlo, y tener a una mujer y a un hombre que renovaban sus bodas, no porque todo les hubiese salido bien y su amor hubiese sido idílico, sino porque habían vivido juntos paso a paso, superando desencuentros, frustraciones, desilusiones y realidades gracias a creer en el otro, a entregarse y a vivir con esperanza, mostraba mejor que cualquier sermón el camino del amor.
Terminó felicitándoles de todo corazón por estar allí, porque sus hijos estaban a su lado, por aquella docena de amigos íntimos que les arropaban, por haber generado futuro para otros y haberles regalado cariño ... Acabó la misa y volvieron los hijos a subir a la tarima. El cura quedó en silencio, contemplando... Y uno tras otro los hijos agradecieron a sus padres, con pocas palabras, la vida y el esfuerzo, el amor y la presencia. Aquello finalizaba...
Y se levantó Ella; habló.. Estoy muy nerviosa y no sé que voy a decir, a pesar de que lo tengo escrito y que lo voy a leer. Se trabucó, agradeció nuestra compañía y no sé que más dijo, pues luego Él hizo lo propio. Leyó... Siempre me emociono... He dedicado mi vida a mi familia y a trabajar; he hecho siempre todo lo que he podido y lo mejor que he sabido, tanto en familia, entregando mi vida a mi mujer y a mis hijos, como en mi trabajo a los enfermos. Levantó la mirada, contempló a los suyos y dijo: ¡Os quiero tanto!. Y se echó a llorar..
Y se quedó allí quieto, de pie, llorando, en mitad del silencio de todos. Al cabo, que no sé a cuanto, aplaudimos y me enorgullezco de que mis palmadas fueron las últimas que se oyeron. Me volví un poco. Su nuera lloraba en silencio. Junto al último pilar entre naves de aquella catedral que abrió el Camino, los del bautizo que venía a continuación y unos cuantos turistas estaban inmóviles, contemplándole, atendiendo a la vida...
Post Scriptum.- Cuando nos invitaron, nos dijeron que no querían regalo alguno. Solo nos dieron la cuenta de Cáritas...
1 comentario:
Hay personas buenas que saben hacer la vida.
Gracias por contarlo, compartirlo, Turulato.
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