El niño ha terminado de comer; solo, como todos los días, en uno de los laterales de granito del fregadero de la cocina. Luego, lee el periódico en un sillón orejero del cuarto de estar; siempre lo hace, desde no recuerda cuando. Más tarde, poco antes de que se vaya al colegio, llega su padre; también come solo, en silencio, pero en el cuarto de estar. Nadie habla.
Y todos los días, cuando su padre come, hay un momento en el que el niño se acerca a él; se queda de pie a su lado, junto a la silla en que se sienta. ¿Me das un poco?; es para gusto. Una cucharada de lentejas, un pedacito de fielete, ...; cualquier cosa. Y se va tranquilo al colegio, con buen sabor de boca....
(Dedicado a LF, en recuerdo de su bellísima anécdota)
3 comentarios:
Da gusto venir aquí y llevarse un pedacito de lo que escribes. Te vas con buen sabor de boca, hasta con las cosas más amargas, pues compartes parte de tu existencia.
Un abrazo
Me encanta. La ternura de los recuerdos nos devuelve a la inocencia de la niñez.
Ganas de que te hiciera caso y te mirara un rato,no ?La comida era lo de menos,lo que querías era un poco de ternura y de atención ,solamente !!
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