Atardece con suavidad. Sentado en la terraza del bulevar dejo que vague el pensamiento y se deslice la mirada. De vez en cuando se detiene en alguien que llama mi atención, como en esa mujer que se acerca. Camina encorvada y su media melena pende al su caer; la cara, ajada y sin arreglo, así como su cuerpo anoréxico, envuelto en un desgastado conjunto vaquero azul de camisa y pantalón pitillo, me llevan a pensar que posiblemente sea drogadicta. Saluda brevemente a los camareros y se aleja caminando sobre sus raídas botas de lona.
Pasan unos días.. Y vuelvo a caminar por el bulevar, yendo a no se donde, disfrutando el sol de media mañana. Según me acerco a la terraza, que a estas horas solo tiene unos pocos veladores, me doy cuenta de que la mujer está sentada en uno de ellos, casi oculta en una esquina. Sobre sus piernas flacas, puro hueso, está sentado en su regazo quien pudo ser un hombre, pero se quedó en un cuerpo sin mente. Reposa entre sus brazos, babeante la boca, extraviados los ojos, estirado el cuerpo, adulto y huesudo, caídos los miembros...
Y según paso contemplo como su madre sonríe con gran dulzura sin apartar la mirada del rostro de sus hijo, teniendo sus hombros con un brazo mientras con la otra mano, libre, desliza sobre su mejilla las yemas de sus dedos en una caricia eterna, entregándole toda la ternura que el amor pare con dolor en su alma y regalándole todo lo que tiene. Su vida.
Pasan unos días.. Y vuelvo a caminar por el bulevar, yendo a no se donde, disfrutando el sol de media mañana. Según me acerco a la terraza, que a estas horas solo tiene unos pocos veladores, me doy cuenta de que la mujer está sentada en uno de ellos, casi oculta en una esquina. Sobre sus piernas flacas, puro hueso, está sentado en su regazo quien pudo ser un hombre, pero se quedó en un cuerpo sin mente. Reposa entre sus brazos, babeante la boca, extraviados los ojos, estirado el cuerpo, adulto y huesudo, caídos los miembros...
Y según paso contemplo como su madre sonríe con gran dulzura sin apartar la mirada del rostro de sus hijo, teniendo sus hombros con un brazo mientras con la otra mano, libre, desliza sobre su mejilla las yemas de sus dedos en una caricia eterna, entregándole toda la ternura que el amor pare con dolor en su alma y regalándole todo lo que tiene. Su vida.
5 comentarios:
"Su vida". Su vida. Su vida.
Una madre.
"Guardado como: Sentimientos"
Gracias, Turulato.
...Y si pudiéramos leer sus pensamientos, tal vez le procupara qué será de él, si ella falta.
Desde hace un tiempo forman parte del paisaje matutino del Paseo. Va creciendo. Me fijé en ellos por primera vez un día de Agosto. Hará tres años. Mer me los señaló con tristeza. Creo que no me atreví a mirar por una especie de pudor, por ese pudor que nos causa a veces el sufrimiento ajeno. Eran días difíciles para mi aquellos, aquellas mañanas de Agosto desoladas. Creo que en algún momento pensé que había más dolor en el mundo, que yo no lo agotaba todo. Va creciendo. Una madre. El tiempo.
Lleno de dureza, pero también de ternura. Pura vida y belleza.
Como me has dicho muchas veces, quién es capaz de sentirlo, es capaz de compartirlo como cronista.
Gracias.
Un abrazo
Dios mío, siguen ?Hacía tiempo que no los veía , así que creí....pero está claro que la muerte viene sólo cuando toca y nunca antes ,La madre será feliz solo acariciando su cara y meciéndole en sus brazos !!
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