Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

viernes, 31 de diciembre de 2010

Anochece el 31 de diciembre..

Cada vez tengo más dudas sobre si merece la pena escribir algo en el blog; tantas como sobre si merece la pena hablar con la gente. No es que no me guste estar con los demás o charlar, que es una de mis actividades más placenteras, sino que creo que no se extiende más allá del momento de la charla. Y con la lectura ocurre lo mismo.

Escribe Jose Mª Castillo: .. en el antiguo Oriente, la palabra no consistía en un mero pensamiento o la designación de un objeto. No. La "palabra" era, en aquellas antiguas culturas orientales, "un poder" que desencadenaba unas consecuencias. Es decir, la "palabra" estaba vinculada a la "acción". Así lo entendía la cultura hebrea cuando se refería a la palabra (dabar). Y de ahí la palabra evangélica, propia de dicha cultura, que nada tiene que ver con escucharla en una iglesia antes del vermú.

Cansa no hacer. Vivir es hacer. La vida comienza cuando una mujer y un hombre hacen eso tan magnífico de acogerse hondamente el uno al otro.. -Por cierto, que repulsión siento ante quienes consideran ese obrar como algo sucio. Me repelen. Solo una mente llena de mierda y miedo se lo plantea de ese modo-. Y la vida se extingue cuando pierde toda capacidad de hacer.

Acaba el año en España, que en otros sitios ya lo hizo y en algunos lo hará más tarde. Y me siento ante el teclado discurriendo si he hecho algo y lo que es más importante, si seré capaz de hacer algo en el futuro que esté acorde con lo que siento, con las razones que me convencen, con lo que pueda beneficiar a otros, y no tanto con mi pereza -a la que por cierto los cristianos primitivos denominaban cobardía-.

Y tengo este runrún en el pensamiento a cuenta de las Fiestas de Navidad, que año tras año vivo del mismo modo, aun sintiéndome a disgusto desde antes de su comienzo hasta que acaban. Aunque reconozco que este año ha habido una pequeña, o gran, mejoría; en lugar de echar la culpa a la Sociedad o al Moro Muza, he asumido que lo que me sucede se origina exclusivamente por lo que hago. Soy el único responsable de mi mismo (¡jodo que brillantez!).

Recuerdo que de niño chico me encantaban las Navidades. Y también que su magia desapareció rapidísimamente tras instruirme en la realidad.. O sea, que la ilusión y la magia están en relación directamente proporcional al número y calidad de los regalos. Parece ser que fue así.. La magia que me inundó años más tarde tuvo que ver con el descubrimiento de las tetas femeninas...; pero eso es otra historia. A lo que vamos.

Hace unos días hice las últimas compras en el supermercado de unos grandes almacenes. ¡Qué orgía!. Aquello si que era pornográfico y no unos pobres diablos haciendo gimnasia. ¡Delirante!. Corrían de estantería en estantería tomando para si cosas raras, pues en estas fechas más que el placer se busca la rareza, en todo. Quienes durante el año comen pasta, carne picada, patatas y dulces -¡que así estamos de relucientes!-, buscan con ansía, desesperados, los ingredientes de la puta receta de ese joío cocinero famoso, para desestructurar unas lapas en esencia de malvavisco. Y como se atocinan, sudan y no llegan a nada, se empujan y chocan sus carritos como si estuviesen en la ferias..

Cuando salí a la calle, respiré.. Y recordé las Navidades que añoro, aquellas en las que de verdad he sentido que Dios nació Hombre sin que yo lo entienda. Aquellas en las que sentía el pálpito de los Hombres que estaban conmigo y percibía con nitidez que a ellos les ocurría lo mismo. Aquellas en las que me embriagaba el deseo de ayudar, de abrazar, sin pararme a pensar ni como ni con quien. Aquellas en las que me sentía igual y prójimo. Aquellas en las que la cena podía ser un bocadillo. Pero también aquellas en que por techo estaban las estrellas y por villancicos los silencios de la noche.

No. No es que la Navidad sea un engaño. O falsa. Somos nosotros quienes al hacer solo regalos, lucecitas, colorines y comilonas, matamos el canto del Nacimiento de Jesús. Empobrecer estos días, pausar el ritmo, gastar cuanto menos podáis, contar cuentos a los niños, jugar con ellos a cuanto os pidan sus ojos, iros a la calle a sentir frío y si brilla alguna estrella, elevad la mirada al cielo y rezad: "No creo en Ti. No se que decir. Estoy solo".

Y cada vez que os miréis al espejo,
tened claro que de lo que os ocurre íntimamente
solo hay un responsable:
Tú, el que lees

3 comentarios:

Manolo dijo...

El día de Navidad este año hice un pavo al horno que tenía manzanas en el relleno. El año anterior me había quedado estupendo con una receta muy parecida, pero este año puse unas manzanas demasiado ácidas y el pavo estaba así así.

Bueno, pues por la noche hice para cenar un arroz blanco con vegetales y unas pechuguillas de pollo a la parrilla. El arroz en una máquina que tengo para eso, los vegetales eran congelados y los hice al microondas, y las pechugas en un grill eléctrico también. Tenían aceite, ajo, sal y pimienta como condimento.

La cena fué mejor que la comida.

Saludos

trimbolera dijo...

¡Si señor, así es la Navidad!
Pero eso, solo lo vemos los viejos, porque los años son los mejores prismáticos. Así que, cierra los ojos y lánzate al río que no es mala la corriente, te lo aseguro. ¡Feliz Año!

Unknown dijo...

Hoy he vivido con nitidez lo que alguien me ha contado sobre su larga noche oscura, negra, abandonado de la luz. Tristeza infinita.

Pero he comprendido que en algún momento alguna luz debió de penetrar en algún rincón de su corazón y le permitió ascender por la senda de la esperanza. Y fue creciendo, atizada por la fuerza de la vida.

Con el paso del tiempo, ahora puede dejarse mecer por aquella lumbre que nació en los más oscuro del invierno para infundir el calor en el corazón gélido y salvarle. Por eso hoy mantiene muy alta la antorcha de lo humano.

Quizá eso tan sencillo sea la Navidad. Y debiera de ser un gran motivo de celebración. Alzo mi copa.