Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

miércoles, 20 de enero de 2010

Charlando sobre un cuadro

Ritratto di vecchia
Giorgione (1477 circa - 1510)
Gallerie dell'Accademia di Venezia
Realizado entre 1508 y 1510 - Óleo sobre lienzo, 68 x 59 cms.

Los retratos de Giorgione se caracterizan por su intenso naturalismo, siendo "El retrato de una vieja" un ejemplo elocuente. La mujer, que está retratada en formato de busto, se encuentra situada y resguardada tras lo que parece un pequeño muro, resaltando sobre el fondo oscuro y mostrando un cutis enrojecido, un pelo canoso y un rostro avejentado. Sostiene en su mano derecha una tira de pergamino donde puede leerse "c(on) (i)l Tempo”. Así, para describir la decadencia física de la anciana, el artista confiere a la pintura "un intimo valore di pura moralità".

Giorgione va más allá de la simple imagen, centrándose en el carácter de la mujer. Sigue así la recomendación de Leonardo, que instó a representar el lado menos agradable de la naturaleza. Esta suposición se apoya en el encuentro entre ambos artistas durante el segundo viaje a Italia de Durero. Por otra parte, tanto el tema de la ancianidad como el del transcurso del tiempo podrían basarse en "La avaricia", conocida también como "Anciana con monedero", de Alberto Durero (Kunsthistorisches Museum, Viena), obra algo anterior, de 1507, y que fue titulada así por el escaso estipendio recibido por el retrato de un joven realizado al otro lado de la tabla sobre la que están pintados ambos.

La avaricia

Durante el "Cinquecento" se especuló sobre si el "Ritratto di vecchia" sería el "Retrato de la madre, de Tiziano, pintado imitando el estilo de Giorgione", citado en el inventario de la "Colección Manfrin", criterio que se mantuvo tras la restauración de 1949.

Más recientemente se interpretó, a la vista de la leyenda que figura en el pergamino, que la obra podría ser una alegoría sobre la vanidad, mostrando los devastadores efectos del paso del tiempo sobre el cuerpo, por muchos artificios que se empleen para evitarlo. Esta interpretación es coherente con la propuesta del famoso crítico de arte Bernard Berenson, según la cual la anciana guarda cierto parecido con los jóvenes de "La tempestad ", de modo que a la luz de este dictamen, la tarea de la "vieja" sería recordar a los jóvenes el efímero valor de la belleza.

El cuadro llegó a la Galería de la Academia en 1856, procedente de la colección Manfrin. El "Ritratto di vecchia" está recogido, junto a "La tempestad", en el inventario de 1528 de la "Collezione Vendramin", con el título de "Testa di donna vecchia con un velo in torno al capo". En el inventario de 1565, realizado por Luca Vendramin durante el fracasado proceso de venta de la colección familiar a Alberto V de Baviera, la obra se relaciona bajo el título de "Retrato de la madre de Giorgione por la mano del dios Giorgione".
(Fuente: Sauvage)

Bien. Hasta aquí, una brevísima ambientación a la obra; algo así como un calentamiento gimnástico previo a una competición. Por que lo que busco, de nuevo, es sacar a la luz una charla maravillosa que mis amigas Kalia y Silvia han mantenido en Caralibro.

Inicié la charla preguntando..: ¿Retrato espléndido de una mujer de edad o alegoría de la vanidad?. ¿Qué opinan?. A lo que Silvia contestó: ¿Y por qué no ambos?; con el tiempo, la belleza que causaba vanidad se agosta y se convierte en esa mujer. Me atrapan sus ojos. No pude reprimirme y puntualicé: A mí, su palabra inacabada.

Kalia entró al trapo..: "Tempus fugit". La belleza se ha escapado de esta mujer; el paso del tiempo es implacable. Pero sus ojos de mirada huidiza, su boca desdentada, su pelo ralo... me hablan más de fragilidad, de humildad, que de vanidad vencida por el tiempo. Sus ropas son más de criada que de gran dama. Una mujer anciana que ha sido vanidosa por el éxito de su belleza tiene otro aspecto; un gesto de envidia, algo de maldad (lo que seguimos llamando "una bruja"). Pero aquí hay ternura. Hay belleza. El retrato es magnífico, pero estará en las antologías de lo feo en el arte. ¿Lo feo es bello?.

A lo que Silvia replicó..: ¿Y por qué no una criada de gran belleza que gozó del favor de sus señores?. Y, ahora que ya no es bella, esos gestos amables hacia ella desaparecieron. Yo sí creo que lo feo puede ser bello, aunque no siempre. Supongo que dependerá de las sensaciones que despierte en cada persona que lo contemple.

Kalia, pensativa, siguió al poco..: Me gusta la apreciación de Silvia. He leído por ahí que algunos creen que pudiera ser el retrato de su madre. Lo que más me choca es que esta pintura, como otras que se atribuyen a Giorgione, parece pertenecer a otra época mucho más avanzada. Más de Tiziano. Nunca diría que es un cuadro del Renacimiento, como enseguida se aprecia, por ejemplo, en "La Tempestad".

Gozaba leyendo, tanto por lo sensible de las opiniones como por el valor tranquilo de ambas al exponer lo que sentían, sin pararse en alicortos comportamientos, pero no pude más e intervine: ¡Si yo consiguiese en el blog que me comentasen como vosotras dos lo habéis hecho!. Eso, mis lindas damas, es vivir el Arte; abrirnos a lo que nos dice, acertemos o no.

Todo lo que decís es cierto, pues todo es posible. Y más en este artesano misterioso, que pasa a ser artista. Posiblemente es el primer paisajista y la confusión de su obra con la de Tiziano pudiera deberse tanto a que ambos trabajaron en sus inicios en el taller de Giovanni Bellini, como al que al abandonar este Tiziano se incorpora al que abre Giorgione. Su influencia es tal que no solo terminó afectando al propio Giambellino sino que es dificilísimo en ocasiones distinguir su obra de la de Tiziano y, como guinda, pintó ese enigma supremo: "La Tempestad"
.

Kalia escribió, dirigiéndose a Silvia: Muy observadora Silvia. Ya me había fijado en la incongruencia que tiene la mano de joven con la que sostiene el rollo. Curioso todo lo que se puede sacar cuando se comparte visiones. Respondí inmediatamente: "Cuando se comparte..", se obtiene riqueza.

Silvia, en ese momento, me picó: ¿Y tú no te quieres hacer rico compartiendo más?. Venga, que Giorgione te gusta... La respondí con una idea que considero esencial y que repetiría por mi gusto en cuanto escrito y conversación sobre Arte participase..: Silvia, un cuadro es una conversación muda, con la que su autor quiere charlar con nosotros y decirnos algo. Hay dos tipos de gente que desdeñan la oferta: uno, como el que escribe las fichas en la web del Museo del Prado, que se detiene exclusivamente en los detalles, como cuando se pintó, donde se conserva o quien es el retratado, y otro el que se pierde en la técnica pictórica, sin ir más allá. Ambos desdeñan la conversación porque priman exponer su erudición y les importa un rábano el sentimiento del artista, núcleo de sus palabras y objetivo de lo que quiere transmitirnos.

Vosotras habéis conversado con Giorgione. Ha sido delicioso. Pretender añadir algo sería rallar un cuadro vivo. Además, Giorgione es un aumentativo en italiano y se lo ganó a pulso entre las mujeres, a las que adoraba; así que sobra lo que piense un hombre, yo mismo
.

Y Kalia puso el punto final con simpatía..: ¡Vividorcillo que era el mozuelo!. Se le nota en sus retratos de mujeres...

Hace ya unos días que publiqué el artículo. Es sábado; llueve y anochece.. Buen momento para sosegar el alma contemplando un cuadro...

De entrada, contemplando la obra de Giorgione, reparo en dos detalles: por un lado, ese pequeño muro tras el que el pintor sitúa a la mujer en la composición y por otro, el fondo marrón de oscura tonalidad; mediante el primero obtiene cuatro planos consecutivos que proporcionan profundidad al cuadro: el correspondiente al espacio en que se halla el espectador, el del propio muro, aquel donde se encuentra la mujer y el del fondo, que bien pudiera ser una pared. Y gracias a la tonalidad aumenta al máximo el efecto de la luz, volcada sobre la mujer, de modo que toda la atención queda centrada en ella.

Luego, algunas cosas más. La ropa está muy limpia y, aunque el vestido es sencillo, no está deteriorado. La mano que sostiene la cartela es fuerte, casi masculina, y su dedo índice señala inequívocamente al corazón. La boca muestra la dentadura y excepto un diente desproporcionado, no parece que hubiese perdido piezas. El pelo está descuidado, pues aunque está recogido por la cofia se escapa sin dificultad.

La mujer está en reposo, sentada y mientras nos mira "siento" que está charlando con nosotros, los que contemplamos el cuadro. Giorgione ha detenido el tiempo y capta un instante, un suspiro..; aquel en que ella, ante nuestra pregunta, levanta el brazo, se señala a si misma y exclama: ¿quién, yo?. Su mirada, el gesto de su boca, su palabra detenida ... Así que, amigos míos, la cuestión es muy sencilla.. ¿Cual es la pregunta que se le ha hecho a la mujer?; y más, ¿quien parece ser esta?.

Cuidado...Estáis ante un maestro, uno de los primeros que pasó de ser considerado un artesano, cual albañil o carpintero, cuyo nombre carecía de interés para figurar en la obra, a ser calificado de artista, tendencia que durante el Renacimiento va a consolidarse, despareciendo el anonimato de la obra de arte. Y Giorgione es además un misterio en si mismo. Cuando no sabía nada de Historia del Arte me entusiasmé leyendo una tesis sobre su vida; el libro terminaba describiendo una velada de nobles venecianos, durante la que cada uno de los que asistían exponía una interpretación distinta sobre "La tempestad", sin que pudiesen establecer su significado o concretar acuerdo alguno.

Silvia es, entre todos mis conocidos, quien contempla con mayor finura las obras de Arte; creo que la Naturaleza la ha dotado de un sentido especial, que le permite captar mensajes artísticos que otros no percibimos. Su opinión sobre la obra que nos ocupa es interesantísima y origina esta ampliación a lo publicado inicialmente ...

Parte de esa especie de chal de lienzo que cubre los hombros de la mujer... No es una prenda delicada, pero su estado es impecable. Un lienzo de algodón quizá. No creo que sea de abrigo...; ¿qué utilidad tendría?. Y Silvia me contesta: "Veo a la mujer cuidando a un niño muy pequeño, a un mamoncillo aún, al que cubre con el lienzo mientras lo amamanta, arrebujándolo entre sus brazos". Sugerente, muy sugerente.. Recordad que, excepto entre 1528 y 1565, el cuadro siempre ha sido recogido en los inventarios unido a la palabra "madre"....

La mano ... Es fuerte, masculina diría. Y señala directamente al corazón, donde tienen refugio la verdad y el sentimiento. ¿Por qué no combinar todo?; ¿no estaríamos así ante una declaración muda, un gesto mediante el que el autor nos asegura, con fuerza, quien es la mujer retratada..?. ¡Si, es mi madre!.

Retrocedamos en el tiempo.. Estamos presentes sin que nos vean mientras Giorgione va pintando.. El artista, fuerza y pasión, contento por el resultado del retrato, exclama ..: "¡Ja, ja, ja..!; ¿sabes?, ¡vas a ser conocida gracias al cuadro durante muchos años!". Y ella, con mucho vivido sobre sus espaldas, contesta mientras se señala con el dedo..: "¿Quién, yo?; ¡ya has bebido otra vez!".

Entonces, en silencio, Giorgio Barbarelli da Castelfranco recoge el gesto de la madre, el de su mano fuerte y sólida, que reafirma con rotundidad sus palabras... y hace una apuesta a la Historia: añade una cartela donde dice que el tiempo le dará la razón....

Lo dejaré aquí. Nadie se va a percatar de que he ampliado el artículo. Quizá otro día...

9 comentarios:

Silvia dijo...

Disfruté como una enana con esto (y con la conversación relacionada con éste del cuadro de Durero). Y aprendí.
¿Para cuándo la próxima?

Unknown dijo...

¿Cómo que no? ¡Claro que nos hemos percatado!

Sí, sin duda es el retrato de una madre, mayor pero no tan anciana. No sé si es porque lo he contemplado mucho, pero me resulta ya muy familiar este retrato: es la madre por antonomasía. Su vestimenta sencilla, como dice Silvia, es pulcra y blanca. Huele la ropa a limpio, a plancha reciente. Como su mirada, tímida y humilde, que también se presenta limpia, de cara. No es el retrato de la avaricia como el de la vieja del monedero. Es justo lo contrario: es el bellísmo rostro de una mujer mayor, sencilla, de esas que cuando las ves por la calle te gustan y que cuando tienes confianza les dices; "¡Qué guapa estás hoy!", te contestan apuradas: "Cómo voy a estar guapa yo, con lo mayor que soy!", pero se ruborizan .

Marta dijo...

Para mi,es un magnifico retrato de una mujer de edad.No una alegoria de la vanidad.Estoy totalmente de acuerdo con Kalia.Esa anciana que retrato Giorgione no ha podido ser nunca vanidosa.Nunca se hubiera dejado retratar asi.En algun lugar lei que "La fealdad no es la negacion de la hermosura como la pobreza es la negacion del bienestar y la ignorancia del saber."Hay tres clases de fealdad,la que repugna,la que espanta,y la que incita a la risa.En este retrato hay belleza.
La belleza con la que Giorgione ha pintado el retrato de una mujer de edad.

Silvia dijo...

¿Ves cómo nos íbamos a dar cuenta?

Kalia, siento disentir sobre la anciana con monedas. La mujer de Durero (que para mí no es tan mayor, sino que está avejentada), quizás fuera un retrato de la avaricia, pero creo que tiene más fuerza como retrato de la locura. ¿Qué es una alegoría de que la avaricia desmesurada nos hace caer en la locura? Puede ser, no lo sé. Para mí el saco de monedas ha pasado a ser secundario ante el rostro de la mujer. Cuanto más lo contemplo, como me sucede con el de Giorgione, más ternura me despierta.
La madre me inspira un sentimiento de seguridad, de saberme acogida.
En cambio, la otra mujer, hace que quiera cuidarla, de taparla con algo para que no coja frío y mientras lo hago, preguntarme sobre cuál fue el motivo que la hizo acabar así.

Oshidori dijo...

Me encantan estas charlas.
Hay algo... algo equívoco en este retrato de mujer. Algo "demasiado" masculino.

Unknown dijo...

Oshi, ¿te refieres a la de Giorgione o a la de Durero? Interesante apreciación en la que habrá que seguir indagando.

Unknown dijo...

Hoy me ha parecido que la vieja de Giorgione ha sido retratada en una instantánea. Le han pillado desprevenida. Hoy he visto que tenía miedo. Su boca entreabierta, su ojo izquierdo que mire un poco por el rabillo, no sé. Retratar la vejez no es fácil y menos si se hace sobre un cuerpo de mujer. Serán estereotipos, pero cuando se pinta a una mujer no se suele buscar el expresionismo precisamente. Hay muchos retratos de viejos en la Historia de la Pintura, viejos magníficos que transmiten fuerza; pero no hay tantos retratos de mujeres mayores. ¿Por qué? ¿Es porque la mujer es bella solo de joven y el hombre puede seguir teniendo una imagen atractiva aún en una edad avanzada? ¿O será porque la belleza femenina se ha asociado, más o menos inconscientemente, a su capacidad reproductora? No lo sé.

Pero sigo mirando las diferencias: aunque ambos retratos sean muy próximos en el tiempo y aunque ambos pretendan plasmar un rostro yo un cuerpo de verdad, sin idealismos glorificantes, la técnica pictórica es muy distinta y quizá por eso consiguen efectos expresivos muy distintos y nos producen emociones bien diferentes.

En la de Giorgione (si es de Giorgione) predomina el volumen, el color matizado, las sombras, el difuminado entre los contornos del retrato y el fondo. No percibimos a primera vista el dibujo. Hay consistencia, presencia de la corporalidad, pero transmitiendo todo el alma en ese cuerpo, en la mirada, en la boca asombrada. Es un retrato, podríamos decir, escultórico, como tantos del Renacimiento italiano. Y por eso en cierto sentido los volúmenes son, podríamos decir, “masculinos”, cm se ve en esa mano que porta el cartel sobre el paso del tiempo.

En el de Durero, sin embargo, el dibujo es preciso. Si lo ampliamos encontramos el finísimo delineado de cada arruga, el trazo de cada cabello, de cada pliegue, de modo que se crea una nítida separación entre los objetos del cuadro (entre las partes del cuerpo, el saco, las monedas, etc.). Hay mucho más movimiento, menos solidez, más contraste de los colores. El seno desnudo, el desarreglo, la carne desvencijada, los dos dientes que asoman en una risa inquietante, todo se opone al carácter de la otra mujer. La mano, como la piel, es de alguien mayor, nudosa. La mirada es algo de través y quizá por eso transmite la idea de la locura, o la de la locura de la avaricia, como señala Silvia, una cierta idea de desamparo no desprovista, desde mi punto de vista, de cierta crítica por parte del pintor, de cierto deseo de pintar un mal moral. Además, no es casualidad que el saco de las monedas, el monedero, ocupe un lugar destacado en el cuadro. Esa mujer, quizá una prestamista de la época, está satisfecha de lo que ha recolectado: monedas, oro. Y seguramente también soledad, desamor, rechazo.

Turulato dijo...

Creo que a nuestra sociedad -la basada en la cultura clásica grecolatina- le aterra la vejez, incapaz de aceptar la lógica de la Existencia. Además y por otra parte, siempre ancló sus miedos tras los escudos de la mujer y de la juventud, otorgándoles una imagen de valor supremo, aunque esto ha hecho que mujeres y jóvenes paguen un precio elevadísimo, ya que no se les deja ser, pues se les impone como ser y se les vacía de contenido. Solo en sociedades primitivas la ancianidad adquiere valor.

Sobre la diferencia técnica entre Durero y Giorgione que expone Kalia, tenemos que tener en cuenta que mientras uno trabaja en el colorido y la luz venecianos, el otro va a dedicarse con intensidad al grabado. Creo que ahí podríamos encontrar parte de la explicación.

Es interesantísima la idea que abre Oshi sobre la sugerencia masculina de la figura. El desarrollo clásico de la Belleza en el Arte se basó en el cuerpo del Hombre, que se estudió y analizó en busca de la exacta proporción. No es de extrañar que durante el Renacimiento, que no olvidemos que recibe su nombre de la recuperación cultural grecolatina, lo masculino tuviese una influencia enorme.

Dicho esto, no parece lógico considerar en Giorgione, cuyo nombre deriva de sus características físicas y que era un amante heterosexual formidable, pasión hacia la masculinidad de sus figuras, como pudo darse en Miguel Ángel, sino que la apariencia debe contemplarse buscando el significado concreto que el artista quiso darle en cada caso. Eso me lleva a pensar que la fortaleza de la mano que sostiene la cartela de la vieja giorgionesca busque reafirmar tanto el gesto como el carácter de trabajadora manual de la mujer.

Por contra, no contemplo a la figura de Durero como femenina. Creo que utiliza a la mujer solo porque tanto la avaricia como la locura son palabras de género -aquí si- femenino, y aprovecha eso para darle significado a ese pecho escuálido, incapaz de nutrir, como incapaz es la riqueza de aportar nada por si misma.

Silvia dijo...

Me sumo al debate, que estado observando en silencio estos días. Cuando leí vuestros últimos comentarios, se me vino algo a la cabeza, pero temóme que está en algún intersticio de mi cerebro avasallado por los estudios de los exámenes.
Así que os pido disculpas si divago un poco...
(Gracias Kalia y Turulato por la lección sobre la técnica. Aprendo una barbaridad)

Ambos habéis hablado de la masculinidad de la "mamma".
Pues no lo veo así. Es más, salvo por el pecho, me parece mucho más masculina la de Durero.
Cuánto más miro a Gía (que no sé si se llamaría así, pero yo la he bautizado), sé que detrás de esos ojos cansados y a los que Giorgione ha cogido con las defensas bajas, hay una enorme ternura y que esas manos fuertes (aunque para nada rudas), acogerían con todo el mimo del mundo a los mamoncillos que dormirían sobre su pecho.
Quizás se identifica esa fortaleza física y mental que emana con la masculinidad, pero pocas cosas se me ocurren más femeninas que la capacidad de luchar por los suyos y sobreponerse, para crear hogar.

La mujer de Durero...
Según la voy mirando, con ese desvalimiento infantil, me siento más y más impelida a cuidarla.
Me resulta muy curioso que para ser la avaricia, sus manos no están crispadas alrededor de las monedas. Las sujeta casi con suavidad, no con el ansía con la que mentalmente identificaríamos al avaricioso.
Y creo que podría, en la vida real jugando como con un niño pequeño, cambiárselas por otra cosa, que lo hiciera de buen grado. Por una bolsa de piedras o de papeles inservibles.
Porque más que por acumular, por el afán de riqueza, veo como si quisiera sentir algo suyo. Y como si al mismo tiempo, sintiera que también pertenece a algo.