Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 30 de junio de 2009

Ciencia económica

Me pides amiga una receta económica y la sabes también como yo, como la sabe cualquiera. Un Estado es exactamente igual que la casa de una familia, como la Economía es lo mismo que administrar los cuatro cuartos de un hogar. El resto.., palabrería para sacar la manteca a los pobres de espíritu.

De entrada, los que vivan en la misma casa y ganen un jornal, tienen sus obligaciones y si les parece mal, ¡puerta!; eso si, sin ayuda del lugar que no quisieron, ni beneficiarse de los amigos y apoyos que tiene su familia, ya que si tan listo y chulo eres, qué menos que demostrarnos que eres capaz de vivir y hacerlo todo mejor aislado, sin compartir cosa alguna y despreciando a todo bicho viviente.

De aquellas obligaciones, la primera es contribuir a los gastos comunes en proporción a estos, al importe de su salario y a si dependen de ellos pareja e hijos o son solteros; y la segunda deriva del cariño, propio entre gentes bien nacidas y más si lo hicieron de los mismos padres, y consiste en ir más allá de la primera obligación y atender aún más a los que conviviendo con ellos lo necesiten en mayor medida para poder tener un futuro digno, como ellos han logrado, para poder ganarse las habichuelas el día de mañana. Que una familia es cosa de iguales y no de putas por rastrojo, servidores ni esclavos.

Lógicamente, la combinación de ambas obligaciones exige todo esfuerzo que cualquiera pueda dar en cada momento y como en toda vida hay etapas de aprendizaje y otras, luego, de aplicar lo aprendido, quien tenga brazos, manos y entendederas para ganar el sustento está obligado a hacerlo -donde sea y en lo que sea, guste o no, cerca o lejos, huela a mierda o a flores-, debiendo despreciar y mover a patadas en el culo a todo aquel que, pudiendo trabajar, sangre a los demás. El resto son necesidades propias de la convivencia y son las procedentes de todo el que no sea fillo da puta o mire do través.

Con eso, se atiende como una sola cosa a todo lo necesario; se puede razonar y llegar a acuerdos, claro, pero al final solo puede haber una decisión, pues si más hubiese sería cosa de piara. Y así, habrá un solo comedor, una sola despensa y una sola cocina, que parece ruindad que quien tenga un chorizo lo coma sola hasta cagarse vivo y no lo comparta con sus hermanos. Es lógico y sensato, además de gastar lo debido y huir de la demasía, que cada pieza pensada para el servicio común de la casa sea utilizada por todos y no que cada uno tenga la propia por el simple orgullo pecaminoso de distinguirse; solo en casa de babiones hubiera siete planchas para planchar siete pantalones merdoleros en siete días diferentes.

El límite lo impone la razón y el sentido de las cuentas. Sean cuantos sean los reales que entren todos los meses, esas son las perras habidas y gastar más es prodigalidad e insensata locura, pues arriesgamos el día de mañana, cuyas circunstancias desconocemos, y cargamos de deudas a nuestros hijos, hipotecando su futuro. Bien es cierto que nadie debe morir de hambre un día si sabe con certeza que cobrará al siguiente y es de razón usar el fiao, pero teniendo muy claro que toda deuda debe pagarse, pues en caso contrario el casero nos pone en la calle y el acreedor nos forra a hostias.

Por eso es bueno, tras la matancía, guardar chorizos, untos y morcillas para el día de mañana, que ya dijo Nuestro Señor a través del gran profeta José que tras siete años de riqueza acaecen otros tantos de vacas flacas. Y, por la gracia de Dios, así ha ocurrido durante miles de años. En consecuencia, es ley del Señor usar nuestros talentos e invertir lo poco que tenemos para obtener el máximo provecho y para ello no hay mejor sistema que de aquello que entra todos los meses en la casa guardar una miajica y dedicarla al futuro.

Y precisamente porque es ley de Dios, guarda de nuestros huesos cuando sean viejos y futuro de quienes nos siguen, esa inversión no debe guiarla ni la avaricia ni la soberbia, sino ha de consistir en algo que produzca más bienes reales y no vanas palabras y adornos que se evaporan como el humo.

Y para terminar, añadiré que aunque me gusta que la gente vaya escoscada, como dicen en Aragón a quien brilla gracias al agua y al jabón, y que tenga buena presencia, la imagen no hace bocadillo; por si no lo entiendes, que una mierda será siempre una mierda por muy de diseño que sea. Aunque si te gusta ser un comemierdas.... ¡Se moderno!

3 comentarios:

alelo dijo...

De acuerdo totalmente con el planteamiento. Ahora bien, tengo una duda, una ligerísima duda: Si todo eso que cuentas es así y el Estado es como la casa de una familia ¿quién coño es el Jefe de Estado de la mía?

Me estoy temiendo muy mucho tu respuesta sobre todo porque con esto de la igualdad lo mismo me respondes que no hay Jefe de Estado en mi hogar sino Jefa de Estado.

Al tiempo.

Y yo con estos pelos...

Turulato dijo...

Admirado maestro Alelo: Pues no sabría que decirle.. Fíjese que hay naciones que no saben si ejerce el jefe de estado y tienen a Mr. Bean por jefe de gobierno. Más que respirar, boquean; pero siguen....

Marian dijo...

Resulta que sí, que cuanto más se enturbia un pozo, se calcula peor el fondo. Tanta economicitis atrofia el sentido común, no es una cuestión de cálculo sino de percepción de que lo sencillo no es incongruente. Incongruente es en mi modesta opinión, crear engendros administrativos y financieros que cuando caen en manos de burócratas y políticos y se somete a filtros técnicos, jurídicos y audiencia de todo tipo de asociaciones y organizaciones acaban siendo de impronosticable desenlace práctico. Me temo que tras la modorra estival volverán los políticos, los tertulianos, los ponentes del pedazo de la cosa del Estado de la Ración hocicándose el lomo en el pesebre-urna de Ikea y nos regalarán gratis un imán de nevera con el lema “yo no soy tonto”. ¿Y cómo vamos a regatear nuestro bovino apoyo al Tio Abundio de turno que nos asegure una elemental ventaja?. Estado del bienestar sí, pero para el que se lo gana currando día a día y la remuneración generosa para el que la merezca. Nada de apalancamientos en el privilegio y de cebar a nuestros chiquirritines con bocadillos de ocio y tiempo libre porque “regar las macetas con el hambre de otros, produce plantas voraces”