He comenzado este artículo con la foto que aparece en la web del Museo. Lo he creído conveniente para que fuese más fácil captar el tamaño, relativamente pequeño en proporción a la figura humana, que tuvo esta escultura originalmente.
Suelo comenzar con alguna introducción antes de incluir imágenes en mis artículos, pero esta vez prefiero que os sumerjáis en la contemplación de la escultura de la que os voy a hablar, para que mi explicación pueda apoyarse en lo asumido con anterioridad por la mirada. Y como pretendo que os empapéis visualmente, incluyo a continuación dos fotografías de mayor tamaño, que, como siempre, podéis ver ampliadas clicando sobre ellas con el ratón.
La primera, en color, os permite apreciar desde el lado derecho de la obra las tonalidades de la escultura en bronce y corresponde a una exposición organizada por Caixaforum; la segunda, en blanco y negro, permite algo muchísimo más complejo desde el lado izquierdo: la influencia de la luz sobre una obra de arte.
Mirad.. Vemos gracias a la luz; sin ella no hay color, como habrá comprobado el lector que practique el buceo según desciende a más profundidad. Y también la luz, en combinación con las variaciones de volumen de los cuerpos, crea las sombras, lo que unido a nuestra visión estereoscópica -aunque no todas las personas tienen la misma agudeza visual- nos permite apreciar el relieve, las distintas formas de los objetos.
El artista trabaja con la luz.. El pintor la tiene siempre presente para lograr el cromatismo del cuadro, pero juega con ventaja, tanto por las posibles combinaciones que puede obtener de su paleta como al representar en dos dimensiones, lo que obliga a que las perspectivas disponibles para el espectador sobre un cuadro colgado en una pared no vayan más allá de las que se obtienen desde los puntos de cierto arco de circunferencia y la influencia de los focos de luz que iluminan la obra, aun siendo importantísima, vaya pareja, pues el cuadro siempre tendrá las espaldas cubiertas.
Por contra, el escultor tiene que resolver muchísimos problemas relacionados con la luz. A no ser que la escultura esté policromada -lo que no es habitual hoy en día-, toda ella tendrá una única tonalidad, por lo que será a través de la forma como tendrá que conseguir expresar lo que necesita, sin poder apoyarse en la posibilidades y variaciones de los colores. Y además una escultura puede contemplarse desde delante, de lado, por detrás, desde abajo, desde... ¿En que lugar se expondrá, como y por donde la iluminarán, ..?. ¡Angustioso!.
Pero si contempláis con calma esta representación en que solo existen variaciones de grises, descubriréis las maravillosas posibilidades de la luz... Una obra de arte y más si es una escultura, requiere tanto su espacio como el mimo de una estudiadísima iluminación.
En el año 1880, el Estado francés encargó al artista Auguste Rodin la realización de un relieve destinado a decorar la entrada de un supuesto Museo de Artes Decorativas de París que finalmente no fue creado. El escultor trabajó durante años en el proyecto, pero la obra, basada en La Divina Comedia de Dante, no llegó a ocupar el sitio para el que había sido concebida. Sin embargo, de la monumental empresa de Rodin, titulada La Puerta del Infierno (La Porte de l'Enfer), surgieron piezas independientes que se transformarían luego en iconos de la escultura moderna; entre ellas El Pensador (Le Penseur), El Beso (Le Baiser) y La Eterna Primavera (L'Eternel Printemps)
El Pensador es, sin duda, la escultura más célebre de Rodin. Titulada inicialmente por su autor El Poeta y luego Dante Pensando, en principio la pieza iba a estar situada en medio de una serie de condenados al Infierno esculpidos en bajorrelieve y que aparecían meditando su destino. Modelada entre los años 1880 y 1882 en un estilo que mezcla realismo y romanticismo, la obra muestra el gusto del escultor por la falta de acabado que tanto admiraba en alguna de las obras de Miguel Ángel. Rodin se refirió a ella manifestando: "Un hombre desnudo sentado sobre una roca (...). Su cabeza sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles nacen lentamente en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador".
Al situarla en el centro del dintel de la Puerta del Infierno, se concibió como una representación de Dante situado en una posición dominante sobre la turba de los condenados que son conducidos hacia el Abismo. Muestra al Hombre reflexionando sobre su destino y al creador sobre su obra. Apreciamos a simple vista la magnitud de esta meditación; el personaje aparece imperturbable, sumido en sus reflexiones, librando una dura batalla interna.
Rodin expresa su fuerza, de una potencia retenida, a través de la musculatura, pero no muestra la fuerza psíquica mediante la apariencia externa, sino a través de la inferencia de un fenómeno interior, el del ánimo de quien experimenta tormentos morales o angustias humanas que se generan y manifiestan desde el alma.
La importancia que el artista otorga a la luz y la técnica del modelado es impresionista; sin embargo, el vigor con que Rodin manifiesta las formas, el trabajo de la materia y la naturaleza de su textura dejan entrever rasgos expresionistas.
La referencia a Dante persistió por lo menos hasta 1885, año en que Mirbeau escribió: "El Dante está sentado, su cabeza inclinada hacia adelante, el brazo derecho descansando sobre la pierna izquierda, mostrando en su desnudez un bello y trágico movimiento".
Poco después, sin embargo, la referencia a Dante se diluyó en una dimensión más universal; con su fuerza contenida, su torso musculoso, este hombre desnudo, absorto en su meditación, materializa en su cuerpo miguelangelesco a El Pensador.
Rodin explicó así esta transformación: "En el frente de esta puerta, pero sobre una roca, profundamente absorto en su meditación, Dante encuentra su forma poética; detrás de él están Francesca, Paolo y todos los personajes de la Divina Comedia. Este proyecto se anuló. Delgado y ascético, vestido con sencillez y aislado dentro del conjunto, mi Dante no hubiese tenido significado. Siguiendo mi inspiración original, ejecuté otro "Pensador", un hombre desnudo sentado sobre una roca, los dedos de los pies agarrándose en los bordes de la roca, con su cabeza apoyada sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles nacen lentamente en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador."
El Pensador fue expuesto por primera vez en su talla original -71,5 x 40 x 58 cm.- en Copenhague, en 1888, como una escultura de bulto redondo -exenta-, cuerpo entero y sedente. En 1902 se hizo un nuevo vaciado, que aumentó sus dimensiones -1,98 x 1,29 x 1,34 cm- y peso -aproximadamente, 650 quilos-, y cuyo resultado se presentó en el Salón de París de 1904, suscitando vivas reacciones de la crítica. Más tarde, en 1906, la obra se instaló delante del Panteón, siendo la primera realización de Rodin erigida en un espacio público de la ciudad. Considerada como un símbolo socialista por los conservadores, en 1922 la estatua fue transferida con su pedestal a los jardines de l'Hotel Biron -actual Musée Rodin-; otra reproducción domina la tumba de Rodin y su esposa, en Meudon.
La primera versión de El Pensador fue realizada en terracota y de las numerosas reproducciones expuestas en museos de todo el mundo, la más importante se encuentra en el Musée Rodin de París. Sobre esta pieza emblemática dijo el poeta Rainer Maria Rilke: "Todo su cuerpo se ha vuelto cráneo y toda la sangre de sus venas, cerebro".
Para el público, El Pensador se convirtió en un ícono del hombre meditando acerca de su destino y preparándose para la acción. En el pensamiento de Rodin, su significado evolucionó desde la representación de Dante hacia la imagen del Hombre, que, esforzándose convulsivamente por superar su animalidad, recibe una Inspiración misteriosa, que ilumina su mente y origina su primer pensamiento.
El Pensador debe mucho al arte clásico -en particular al Torso de Belvedere, sito en los Museos Vaticanos- y renacentista -el Lorenzo de Medici sentado y el Moisés de Miguel Ángel-. Lo que distingue a Rodin es la manera de expresar el esfuerzo del pensamiento a través de la contracción de todos y cada uno de los músculos del cuerpo, de forma que el mismo resulta palpable.
"(...) Ante todo estableced netamente los grandes planos de las figuras que vais a esculpir. Acentuad vigorosamente la orientación que vais a dar a cada parte del cuerpo, a la cabeza, a los hombros, a la pelvis, a las piernas. El arte exige decisión. Es por la bien acusada fuga de líneas, que os sumergiréis en el espacio y que os haréis dueños de la profundidad. Cuando nuestros planos estén definidos, todo habrá sido hallado. Vuestra estatua vive ya. Los detalles nacen y se disponen por sí mismos, de seguido." "Yo no soy un soñador, soy un matemático. Mi escultura es buena porque es geométrica. No niego que hay exaltación en mis obras, pero es porque en ellas hay verdad. Esa exaltación no está en mí, sino en la naturaleza en movimiento". Auguste Rodin.
El Pensador está concebido como una forma cerrada que concentra un gran poder interno; parece quieto, pero el brazo derecho apoyado sobre la pierna izquierda origina una gran rotación del cuerpo, que traslada al espectador una sensación dinámica de giro. A la vez, esa diagonal que dibuja el brazo derecho nos dirige hacia su gran masa escultórica, las piernas.
Por otra parte, la mano doblada debajo del mentón -otra diagonal más pequeña- deja descubierto el rostro, con lo que apreciamos la integración corporal que realiza Rodin, en la que nada se esconde.
Existe un recorrido dinámico marcado por la diagonal del brazo derecho para terminar en la postura de reposo de su brazo izquierdo y en la posición de sus piernas, que materializa un eje diagonal desde la cabeza hasta el pie izquierdo. A pesar de que el brazo derecho sostiene mayor peso corporal, hay un gran equilibrio, ya que el volumen de las masas de ambos brazos tiene la misma trascendencia y ambos convergen en una misma pierna.
La obra está estructurada sobre grandes diagonales, que la confieren dinamismo y vitalidad, y a la vez sobre grandes planos triangulares, de modo que las formas se abren, como en la parte frontal de sus piernas, recogiendo el espacio. De esta manera, aparecen grandes huecos que circundan la escultura e impelen al espectador a recorrerla e introducirse dentro de la misma, impregnándose de su gran contenido psicológico.
En el cabello se observa un tratamiento discontinuo de su volumen, que logra un gran resultado estético.
Hay que resaltar el tratamiento de los volúmenes, basado en el empleo de grandes masas, y de las superficies, influenciado por la admiración que sentía hacia el acabado sin finalizar de la época tardía de Miguel Ángel. Rodin no cae en el virtuosismo, deja aflorar su instinto en busca de expresividad, sin perseguir la belleza clásica -en la cual hay más resolución anatómica-, y no le preocupa la musculatura en sí sino la potencia que transmiten las formas, ya que, posiblemente, su objetivo fuese hacer vibrar a la materia.
Trata la figura como un pretexto que le permite ir en busca permanente del mundo interior. El Pensador es una muestra fidedigna de ello, por su actitud volcada hacia el pensamiento, por la tranquilidad que transmite, por el carácter basado en su espiritualidad y pasividad, por su soledad y preocupación, todo, en contraposición con lo explosivo de la forma, plena de vida, energía y movimiento, de manera que esta contraposición genera dramatismo y permite al artista resumir de una manera extraordinaria la psicología del Hombre, haciendo vibrar la materia gracias a la luz.
Transmite en su obra que el hombre necesita despojarse de toda influencia para lograr una verdadera pureza de pensamiento interior y refleja que es preciso abstraerse del mundo exterior, y esforzarse en alcanzar un grado profundo de meditación, para poder lograr el equilibrio espiritual.
Medita y mira hacia abajo...; quiere ver sus propios pasos, el camino que ha recorrido, pues sabe que en lo vivido, en la experiencia, en sus muchos errores y algún acierto, está la fuente del conocimiento que nos permite aprender y ser mejores personas. Y ese aprendizaje exige reposo, calma, detenerse a reflexionar..; de ahí que se encuentre sentado.
Por otra parte, si bien la obra es una escultura, tiene contenido literario, ya que nos hace sentir algo así como si estuviera hablando, como si estuviera viva.
Hasta aquí he escrito un extracto de los muchos textos que he consultado; extracto que he interpretado según mi criterio y redactado de la manera más clara que he sido capaz. Pero queda algo muy importante y más en esta obra: mi opinión sobre ella, desnuda de conocimiento técnico o artístico, la del hombre que contempla y siente.
¿Qué siento?.. Soledad. Claro que percibo a ese hombre concentrado sobre si mismo, discurriendo, pero le siento solo. ¿Por qué?. Pues porque no sonríe; y tampoco espero que lo haga nunca.
Fijaros en que no menciono la palabra tristeza. No, la tristeza abate y este hombre aparece entero, fuerte. Pero muy solo.
Y creo que, aunque él todavía no se ha dado cuenta, tiene miedo. ¿Por qué?. Contemplad sus pies, especialmente sus dedos..; engarfiados al suelo, a cada pequeño resalte rocoso, dispuestos a servir de firme apoyo en el inicio de la carrera que emprende en un instante quien huye de algo terrible. Los mismos apoyos que busca un velocista de 100 metros lisos cuando apoya sus pies antes del disparo de salida.
Luego observad la inclinación del cuerpo hacia adelante, la postura de las piernas.. Cualquiera de nosotros se ha sentado alguna vez a meditar; cómodamente en un banco, la espalda recostada, quizá cruzando una pierna sobre la otra, dispuestos a permanecer así...
Pero él no. Sin percatarse, sus músculos están tensos, listos para responder, dispuesto a saltar en un instante... No se en que está pensando, pero no es agradable; es algo que torna inquieto a cualquiera y que le va a obligar a moverse, a actuar...
Y entonces me pregunto.. ¿y si más que miedo lo que quiere transmitirnos el artista es un concepto básico?. ¿No será que lo que quiere expresar a través de El Pensador es que aprendemos analizando nuestros errores, los que nos condenan al fracaso, extrayendo consecuencias para el futuro y poniéndonos a continuación en marcha, ya que todo pensamiento sin acción es inútil?....
Suelo comenzar con alguna introducción antes de incluir imágenes en mis artículos, pero esta vez prefiero que os sumerjáis en la contemplación de la escultura de la que os voy a hablar, para que mi explicación pueda apoyarse en lo asumido con anterioridad por la mirada. Y como pretendo que os empapéis visualmente, incluyo a continuación dos fotografías de mayor tamaño, que, como siempre, podéis ver ampliadas clicando sobre ellas con el ratón.
La primera, en color, os permite apreciar desde el lado derecho de la obra las tonalidades de la escultura en bronce y corresponde a una exposición organizada por Caixaforum; la segunda, en blanco y negro, permite algo muchísimo más complejo desde el lado izquierdo: la influencia de la luz sobre una obra de arte.
Mirad.. Vemos gracias a la luz; sin ella no hay color, como habrá comprobado el lector que practique el buceo según desciende a más profundidad. Y también la luz, en combinación con las variaciones de volumen de los cuerpos, crea las sombras, lo que unido a nuestra visión estereoscópica -aunque no todas las personas tienen la misma agudeza visual- nos permite apreciar el relieve, las distintas formas de los objetos.
El artista trabaja con la luz.. El pintor la tiene siempre presente para lograr el cromatismo del cuadro, pero juega con ventaja, tanto por las posibles combinaciones que puede obtener de su paleta como al representar en dos dimensiones, lo que obliga a que las perspectivas disponibles para el espectador sobre un cuadro colgado en una pared no vayan más allá de las que se obtienen desde los puntos de cierto arco de circunferencia y la influencia de los focos de luz que iluminan la obra, aun siendo importantísima, vaya pareja, pues el cuadro siempre tendrá las espaldas cubiertas.
Por contra, el escultor tiene que resolver muchísimos problemas relacionados con la luz. A no ser que la escultura esté policromada -lo que no es habitual hoy en día-, toda ella tendrá una única tonalidad, por lo que será a través de la forma como tendrá que conseguir expresar lo que necesita, sin poder apoyarse en la posibilidades y variaciones de los colores. Y además una escultura puede contemplarse desde delante, de lado, por detrás, desde abajo, desde... ¿En que lugar se expondrá, como y por donde la iluminarán, ..?. ¡Angustioso!.
Pero si contempláis con calma esta representación en que solo existen variaciones de grises, descubriréis las maravillosas posibilidades de la luz... Una obra de arte y más si es una escultura, requiere tanto su espacio como el mimo de una estudiadísima iluminación.
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En el año 1880, el Estado francés encargó al artista Auguste Rodin la realización de un relieve destinado a decorar la entrada de un supuesto Museo de Artes Decorativas de París que finalmente no fue creado. El escultor trabajó durante años en el proyecto, pero la obra, basada en La Divina Comedia de Dante, no llegó a ocupar el sitio para el que había sido concebida. Sin embargo, de la monumental empresa de Rodin, titulada La Puerta del Infierno (La Porte de l'Enfer), surgieron piezas independientes que se transformarían luego en iconos de la escultura moderna; entre ellas El Pensador (Le Penseur), El Beso (Le Baiser) y La Eterna Primavera (L'Eternel Printemps)
El Pensador es, sin duda, la escultura más célebre de Rodin. Titulada inicialmente por su autor El Poeta y luego Dante Pensando, en principio la pieza iba a estar situada en medio de una serie de condenados al Infierno esculpidos en bajorrelieve y que aparecían meditando su destino. Modelada entre los años 1880 y 1882 en un estilo que mezcla realismo y romanticismo, la obra muestra el gusto del escultor por la falta de acabado que tanto admiraba en alguna de las obras de Miguel Ángel. Rodin se refirió a ella manifestando: "Un hombre desnudo sentado sobre una roca (...). Su cabeza sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles nacen lentamente en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador".
Al situarla en el centro del dintel de la Puerta del Infierno, se concibió como una representación de Dante situado en una posición dominante sobre la turba de los condenados que son conducidos hacia el Abismo. Muestra al Hombre reflexionando sobre su destino y al creador sobre su obra. Apreciamos a simple vista la magnitud de esta meditación; el personaje aparece imperturbable, sumido en sus reflexiones, librando una dura batalla interna.
Rodin expresa su fuerza, de una potencia retenida, a través de la musculatura, pero no muestra la fuerza psíquica mediante la apariencia externa, sino a través de la inferencia de un fenómeno interior, el del ánimo de quien experimenta tormentos morales o angustias humanas que se generan y manifiestan desde el alma.
La importancia que el artista otorga a la luz y la técnica del modelado es impresionista; sin embargo, el vigor con que Rodin manifiesta las formas, el trabajo de la materia y la naturaleza de su textura dejan entrever rasgos expresionistas.
La referencia a Dante persistió por lo menos hasta 1885, año en que Mirbeau escribió: "El Dante está sentado, su cabeza inclinada hacia adelante, el brazo derecho descansando sobre la pierna izquierda, mostrando en su desnudez un bello y trágico movimiento".
Poco después, sin embargo, la referencia a Dante se diluyó en una dimensión más universal; con su fuerza contenida, su torso musculoso, este hombre desnudo, absorto en su meditación, materializa en su cuerpo miguelangelesco a El Pensador.
Rodin explicó así esta transformación: "En el frente de esta puerta, pero sobre una roca, profundamente absorto en su meditación, Dante encuentra su forma poética; detrás de él están Francesca, Paolo y todos los personajes de la Divina Comedia. Este proyecto se anuló. Delgado y ascético, vestido con sencillez y aislado dentro del conjunto, mi Dante no hubiese tenido significado. Siguiendo mi inspiración original, ejecuté otro "Pensador", un hombre desnudo sentado sobre una roca, los dedos de los pies agarrándose en los bordes de la roca, con su cabeza apoyada sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles nacen lentamente en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador."
El Pensador fue expuesto por primera vez en su talla original -71,5 x 40 x 58 cm.- en Copenhague, en 1888, como una escultura de bulto redondo -exenta-, cuerpo entero y sedente. En 1902 se hizo un nuevo vaciado, que aumentó sus dimensiones -1,98 x 1,29 x 1,34 cm- y peso -aproximadamente, 650 quilos-, y cuyo resultado se presentó en el Salón de París de 1904, suscitando vivas reacciones de la crítica. Más tarde, en 1906, la obra se instaló delante del Panteón, siendo la primera realización de Rodin erigida en un espacio público de la ciudad. Considerada como un símbolo socialista por los conservadores, en 1922 la estatua fue transferida con su pedestal a los jardines de l'Hotel Biron -actual Musée Rodin-; otra reproducción domina la tumba de Rodin y su esposa, en Meudon.
La primera versión de El Pensador fue realizada en terracota y de las numerosas reproducciones expuestas en museos de todo el mundo, la más importante se encuentra en el Musée Rodin de París. Sobre esta pieza emblemática dijo el poeta Rainer Maria Rilke: "Todo su cuerpo se ha vuelto cráneo y toda la sangre de sus venas, cerebro".
Para el público, El Pensador se convirtió en un ícono del hombre meditando acerca de su destino y preparándose para la acción. En el pensamiento de Rodin, su significado evolucionó desde la representación de Dante hacia la imagen del Hombre, que, esforzándose convulsivamente por superar su animalidad, recibe una Inspiración misteriosa, que ilumina su mente y origina su primer pensamiento.
El Pensador debe mucho al arte clásico -en particular al Torso de Belvedere, sito en los Museos Vaticanos- y renacentista -el Lorenzo de Medici sentado y el Moisés de Miguel Ángel-. Lo que distingue a Rodin es la manera de expresar el esfuerzo del pensamiento a través de la contracción de todos y cada uno de los músculos del cuerpo, de forma que el mismo resulta palpable.
"(...) Ante todo estableced netamente los grandes planos de las figuras que vais a esculpir. Acentuad vigorosamente la orientación que vais a dar a cada parte del cuerpo, a la cabeza, a los hombros, a la pelvis, a las piernas. El arte exige decisión. Es por la bien acusada fuga de líneas, que os sumergiréis en el espacio y que os haréis dueños de la profundidad. Cuando nuestros planos estén definidos, todo habrá sido hallado. Vuestra estatua vive ya. Los detalles nacen y se disponen por sí mismos, de seguido." "Yo no soy un soñador, soy un matemático. Mi escultura es buena porque es geométrica. No niego que hay exaltación en mis obras, pero es porque en ellas hay verdad. Esa exaltación no está en mí, sino en la naturaleza en movimiento". Auguste Rodin.
El Pensador está concebido como una forma cerrada que concentra un gran poder interno; parece quieto, pero el brazo derecho apoyado sobre la pierna izquierda origina una gran rotación del cuerpo, que traslada al espectador una sensación dinámica de giro. A la vez, esa diagonal que dibuja el brazo derecho nos dirige hacia su gran masa escultórica, las piernas.
Por otra parte, la mano doblada debajo del mentón -otra diagonal más pequeña- deja descubierto el rostro, con lo que apreciamos la integración corporal que realiza Rodin, en la que nada se esconde.
Existe un recorrido dinámico marcado por la diagonal del brazo derecho para terminar en la postura de reposo de su brazo izquierdo y en la posición de sus piernas, que materializa un eje diagonal desde la cabeza hasta el pie izquierdo. A pesar de que el brazo derecho sostiene mayor peso corporal, hay un gran equilibrio, ya que el volumen de las masas de ambos brazos tiene la misma trascendencia y ambos convergen en una misma pierna.
La obra está estructurada sobre grandes diagonales, que la confieren dinamismo y vitalidad, y a la vez sobre grandes planos triangulares, de modo que las formas se abren, como en la parte frontal de sus piernas, recogiendo el espacio. De esta manera, aparecen grandes huecos que circundan la escultura e impelen al espectador a recorrerla e introducirse dentro de la misma, impregnándose de su gran contenido psicológico.
En el cabello se observa un tratamiento discontinuo de su volumen, que logra un gran resultado estético.
Hay que resaltar el tratamiento de los volúmenes, basado en el empleo de grandes masas, y de las superficies, influenciado por la admiración que sentía hacia el acabado sin finalizar de la época tardía de Miguel Ángel. Rodin no cae en el virtuosismo, deja aflorar su instinto en busca de expresividad, sin perseguir la belleza clásica -en la cual hay más resolución anatómica-, y no le preocupa la musculatura en sí sino la potencia que transmiten las formas, ya que, posiblemente, su objetivo fuese hacer vibrar a la materia.
Trata la figura como un pretexto que le permite ir en busca permanente del mundo interior. El Pensador es una muestra fidedigna de ello, por su actitud volcada hacia el pensamiento, por la tranquilidad que transmite, por el carácter basado en su espiritualidad y pasividad, por su soledad y preocupación, todo, en contraposición con lo explosivo de la forma, plena de vida, energía y movimiento, de manera que esta contraposición genera dramatismo y permite al artista resumir de una manera extraordinaria la psicología del Hombre, haciendo vibrar la materia gracias a la luz.
Transmite en su obra que el hombre necesita despojarse de toda influencia para lograr una verdadera pureza de pensamiento interior y refleja que es preciso abstraerse del mundo exterior, y esforzarse en alcanzar un grado profundo de meditación, para poder lograr el equilibrio espiritual.
Medita y mira hacia abajo...; quiere ver sus propios pasos, el camino que ha recorrido, pues sabe que en lo vivido, en la experiencia, en sus muchos errores y algún acierto, está la fuente del conocimiento que nos permite aprender y ser mejores personas. Y ese aprendizaje exige reposo, calma, detenerse a reflexionar..; de ahí que se encuentre sentado.
Por otra parte, si bien la obra es una escultura, tiene contenido literario, ya que nos hace sentir algo así como si estuviera hablando, como si estuviera viva.
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Hasta aquí he escrito un extracto de los muchos textos que he consultado; extracto que he interpretado según mi criterio y redactado de la manera más clara que he sido capaz. Pero queda algo muy importante y más en esta obra: mi opinión sobre ella, desnuda de conocimiento técnico o artístico, la del hombre que contempla y siente.
¿Qué siento?.. Soledad. Claro que percibo a ese hombre concentrado sobre si mismo, discurriendo, pero le siento solo. ¿Por qué?. Pues porque no sonríe; y tampoco espero que lo haga nunca.
Fijaros en que no menciono la palabra tristeza. No, la tristeza abate y este hombre aparece entero, fuerte. Pero muy solo.
Y creo que, aunque él todavía no se ha dado cuenta, tiene miedo. ¿Por qué?. Contemplad sus pies, especialmente sus dedos..; engarfiados al suelo, a cada pequeño resalte rocoso, dispuestos a servir de firme apoyo en el inicio de la carrera que emprende en un instante quien huye de algo terrible. Los mismos apoyos que busca un velocista de 100 metros lisos cuando apoya sus pies antes del disparo de salida.
Luego observad la inclinación del cuerpo hacia adelante, la postura de las piernas.. Cualquiera de nosotros se ha sentado alguna vez a meditar; cómodamente en un banco, la espalda recostada, quizá cruzando una pierna sobre la otra, dispuestos a permanecer así...
Pero él no. Sin percatarse, sus músculos están tensos, listos para responder, dispuesto a saltar en un instante... No se en que está pensando, pero no es agradable; es algo que torna inquieto a cualquiera y que le va a obligar a moverse, a actuar...
Y entonces me pregunto.. ¿y si más que miedo lo que quiere transmitirnos el artista es un concepto básico?. ¿No será que lo que quiere expresar a través de El Pensador es que aprendemos analizando nuestros errores, los que nos condenan al fracaso, extrayendo consecuencias para el futuro y poniéndonos a continuación en marcha, ya que todo pensamiento sin acción es inútil?....
Quizá alguno de vosotros tenga la respuesta..
10 comentarios:
Gracias por tu blog.
Antes de leer el artículo, he estado un buen rato contemplando las fotografías.
Siempre me ha gustado esta obra, quizás porque me recuerda al Miguel Ángel tardío, que me encanta.
Gracias por la lección, maestro (aunque tú digas que no). Llegamos a conclusiones finales muy parecidas.
Un abrazo y gracias nuevamente
Algo más.
Yo no tengo la respuesta a lo que dices en el artículo, pero lo que sentí siempre al ver la escultura, incluso la primera vez que la ví hace casi veinte años, era un deseo de poner mi mano en su hombro, como si tratara de calmarle y de hacerle ver que había alguien. Porque aunque él sea el que tenga que actuar, siempre viene bien saber que hay alguien detrás que nos apoya y consuela.
Gracias otra vez. Y otro abrazo
Hay algo que me llama la atención: la textura de la terracota trasladada al bronce en “El Pensador” conserva la magia de los cuatro elementos, esa febril excitación de lo que se adivina al tacto.
La “toma a tierra” la descarga de toda esa constricción muscular y orgánica nos obliga a viajar a través suyo hacia nosotros mismos, nos hace hablar y, sin embargo… es una escultura muda, muestra el instante que precede a la acción, rehúsa el diálogo. Va más allá del Dante que contempla las almas encaminándose a la perdición .Lo que Dante llama “la grande tristeza”, no parece surgir de una circunstancia particular sino de la existencia misma. Como aquella idea de Yourcenar en sus "Memorias de Adriano " : el hombre se sentía sólo. Pero este abandono no produjo tristeza, sino acción.
Se me hace muy difícil creer que la escultura de Rodin no va a levantarse, pero si lo hiciera, sería muy diferente al hombre que se sentó.
No parece pensar, está como recogido en esa concentración que roza el vacío. Ese juego entre la plenitud y el vacío forma parte de las características de la melancolía. Tristeza no, pero a mí me trasmite la síntesis de la melancolía. Deja que me explique, no me refiero a una melancolía enfermiza o paralizante si no a la que induce al curso inverso de acción: incómodos ante la finitud de lo concluso, nos obliga a vivir bajo la premura de lo transitorio. Ojalá la vida no fuese deseo y la luz implicase siempre entendimiento. Ojalá los ojos indagando no se desbordaran en anhelos y que cada palabra que pronunciaras estuviera libre de incertidumbre. La mirada perdida en el deseo, imposible deseo, el indomable impulso de desear continuamente. No hay descanso para los ojos que quieren ver, ni reposo para los oídos que quieren escuchar, ni satisfacción en la consumación de lo que resurge como Fénix al instante mismo.
El pensador de Rodin no necesita moneda para cruzar el Aqueronte, precisa de algo más difícil de obtener: el valor y la decisión para dar el paso por su propio pie. Esa me parece la razón de la tensión reflejada en su cuerpo y de la lasitud de aquel de quien ya no depende su futuro O para ser más precisos: es la estela de la muerte la que en la melancolía se transforma en espuela para no retenernos en nada. Reflejo del más posesivo de los desposeimientos…
Es el hombre quien inventa al hombre, con la melancolía como fundamento dinámico de su quehacer. Cada época histórica impone una nueva forma de anatomía de la melancolía: ya sea como “fuerza humanizante”; “presencia del ser en el no ser” o, también, más próxima a nosotros, como condición de posibilidad de lo humano , al no ser entendible la existencia sino por “participación a cierta idea negativa de la nada”. Lejos, pues, de ser fuente de adormecimiento vital, de inercia en la desdicha, hay una forma de melancolía que proporciona a la historia su brinco creador, de manera plástica y abierta, en un movimiento perpetuo de flujo y reflujo.
Probablemente contemplando el Pensador se puede intuir que lo precario de la humanidad ha sido su verdadera fortaleza, el estímulo al que necesita apelar una y otra vez para arrojarse a la conquista del futuro. He ahí el misterioso cara y cruz de la melancolía: un germen inconsciente de fe en un destino desnudo, refractario a la muerte, en el que ya no habrá imposiciones inamovibles que cercenen la naturaleza de su ser precipitándolo en la quietud petrificante de la nada.
Poeta o pensador. ¡Qué mas da! Rodin sabe que viene a ser lo mismo. O sea, creador. Al fin y al cabo no hay tanta diferencia entre el poeta y el filósofo, al menos entre el poeta que, como Dante, gusta trascenderse, el que recoge y da forma a los asuntos universales del ser humano. Alguien dijo que filósofo es el que sabe poetizar entes y lo cierto es que mucha filosofía ha sido escrita en forma de poema o de escritura poética. El poeta, como la propia palabra nos dice, es un creador y no un soñador, como deja bien claro Rodin.
Por eso me parece que Rodin quiere mostrar en esta escultura la idea del esfuerzo, la tensión al límite que todo creador experimenta, una tarea hercúlea en la que interviene todo el cuerpo y toda el alma. Esfuerzo, concentración, tensión. El pensador ahora es un coloso. Me gusta la apreciación de Rilke de que el cuerpo entero es un cráneo. Es un cuerpo entero dedicado a la agotadora tarea de pensar, de preguntarse. Los músculos tensados, los pies agarrados a la roca (que simbolizaría la tierra, lo tangible), pero como dispuesto a saltar, presto a elevarse. Ha necesitado sentarse, pararse un momento. Se sienta de modo casual, no está posando. Es como una instantánea.
Además, noo es el cuerpo de un hombre joven; más parece el de un adulto en su apogeo o incluso ya con ciertos signos de la edad. La juventud,nos viene a decir Rodin, no es la edad del pensamiento; hace falta haber vivido, haber aprendido algo para poder empezar a reflexionar verdaderamente. La madurez es la edad de la filosofía.
Tiene aspecto clásico, pero es muy diferente a los patrones estéticos de otras épocas. Los escultores griegos habían mostrado el cuerpo del atleta y el de los dioses. Y eso hicieron los escultores del Renacimiento y del Barroco. Pero ahora Rodín quiere rendir un homenaje al hombre, al hombre que piensa, al hombre que, lejos de estar enajenado, se vuelve sobre sí mismo, en una curva que abarca todo el espacio, en un cuerpo lleno de vigor y de vida. Pensar, quiere decirnos, no es algo pasivo, es actividad pura. Rodin nos da una lección de clasicismo en esta concepción: pensamiento activo, fuerza, concentración. Esto deberían entender quienes creen que el pensamiento y la acción son incompatibles, o los que consideren que los que se dedican a filosofar están lejos de la realidad y de la vida. Me parece que esto es lo que nos quiere decir con esta magnífica escultura.
El rostro no posee rasgos muy individualizados, por lo que parece representar el universal, la idea “pensador” más que a un pensador en particular. Todos somos ese pensador de Rodin en algún momento de nuestra vida, o al menos todos deberíamos serlo, pues pertenece a la condición humana el hecho de serlo, el hecho de sentarnos a pensar, hasta los límites, hasta allí donde el cuerpo se torsiona, se tensa como resultado de la agónica tarea.
El pensador de Rodín es humano: no es el cuerpo bien acabado de un dios de una escultura clásica, ni es el como la estatua que se erige para celebrar al atleta divinizado por sus éxitos en las olimpiadas, ni es un David o un Moisés, que ya están cerca de los cielos. Se trata del cuerpo de un hombre, de algún modo inacabado, del cuerpo que se dobla y abarca en una imitación de la forma esférica, el espacio tridimensional, un cuerpo que es capaz de recoger en sí el vacío, el hueco.
Y lo que más me interesa ahora destacar. Esta escultura es claramente expresionista. Está hecha para hacernos sentir, para comunicar una idea inmediatamente. Y precisamente para ello Rodín sabe jugar con la forma, conoce perfectamente la matemática, las proporciones con las que juega. Ya lo dice él expresamente:
"Yo no soy un soñador, soy un matemático. Mi escultura es buena porque es geométrica. No niego que hay exaltación en mis obras, pero es porque en ellas hay verdad. Esa exaltación no está en mí, sino en la naturaleza en movimiento".
La exaltación esa de la que habla, que también podría ser llamada Belleza, está en la naturaleza misma, en una naturaleza viva, en movimiento, en una naturaleza conformada matemáticamente. Los que olvidan esto solo sueñan. Creo que es mejor vivir. Y la belleza es difícil.
Me encanta la obra de Rodin, aunque mi escultura favorita no es "El pensador", sino "El beso", es fantástica, perfecta. Bueno, es mi percepción, claro :).
Estupendo tu artículo, Turulato, muchas gracias :) .
Yo, desde muy pequeño, tengo respuestas para todo. Otra cosa es que esas respuestas sean coherentes con lo que veo o leo. Y en este caso no iba a ser una excepción. Aún así creo que tu análisis es suficiente para que mañana, cuando vuelva a ver la escultura, la forma de mirarla sea diferente a como lo venía haciendo hasta ahora. Y eso es muy importante.
Un abrazo.
No sé, Turulato, pero tú mismo has extractado:
"Al situarla en el centro del dintel de la Puerta del Infierno, se concibió como una representación de Dante situado en una posición dominante sobre la turba de los condenados que son conducidos hacia el Abismo. Muestra al Hombre reflexionando sobre su destino y al creador sobre su obra. Apreciamos a simple vista la magnitud de esta meditación; el personaje aparece imperturbable, sumido en sus reflexiones, librando una dura batalla interna.
Rodin expresa su fuerza, de una potencia retenida, a través de la musculatura, pero no muestra la fuerza psíquica mediante la apariencia externa, sino a través de la inferencia de un fenómeno interior, el del ánimo de quien experimenta tormentos morales o angustias humanas que se generan y manifiestan desde el alma".
La realidad es como cada uno la interpreta.
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