Una noche, hace ya muchos años, me encontré solo; muy solo. Necesitaba desahogarme; y compartir mis pensamientos. Como cualquiera. El problema era que aquella madrugada hacía un frío calahuesos, estaba tirado en el suelo en mitad del campo y acurrucado junto a unas piedras.
Durante un buen rato busqué únicamente que el cierzo no encontrase resquicio alguno entre mi ropa. Inútil. Al cabo me resigné; y ciscándome en todo lo imaginable aguardé a que llegase quien debía. En plena tiritera, mis ojos descubrieron el cielo. Obscuro; y a la vez muy azul. Frío; y silencioso. Y como no tenía otra cosa que hacer mis ojos contemplaron las estrellas....
Sin darme cuenta, comencé poco a poco a sentir que algunas estrellas me indicaban el lugar donde estaba en aquel instante alguien a quien amaba. Y recordé. Y sonreí. Y me emocioné. Y me pregunté. Y ... Comencé a charlar con las estrellas. En silencio.
Han pasado los años. Nunca dejé de charlar con ellas. Hermosísimas noches. Crujientes noches blancas en la montaña, llenas de caricias plateadas y susurros en la mar, inmensas de la estepa. A lo largo del tiempo, quizá hayan sido las estrellas mis mejores amigos y sus noches, mis celdas cartujanas. Gracias a ellas he podido entenderme y sobrellevar mi inconsciencia.
Hace unos años, retirado de toda actividad que no generen putas, pobres y parientes, descubrí que había un tiempo de cita entre ellas y yo. Días de Lágrimas de san Lorenzo, noches pirenaicas, momento de recapitular lo vivido. Soledad buscada y necesaria.
Y desde entonces, agosto y el Pirineo han sido mi retiro.
Durante un buen rato busqué únicamente que el cierzo no encontrase resquicio alguno entre mi ropa. Inútil. Al cabo me resigné; y ciscándome en todo lo imaginable aguardé a que llegase quien debía. En plena tiritera, mis ojos descubrieron el cielo. Obscuro; y a la vez muy azul. Frío; y silencioso. Y como no tenía otra cosa que hacer mis ojos contemplaron las estrellas....
Sin darme cuenta, comencé poco a poco a sentir que algunas estrellas me indicaban el lugar donde estaba en aquel instante alguien a quien amaba. Y recordé. Y sonreí. Y me emocioné. Y me pregunté. Y ... Comencé a charlar con las estrellas. En silencio.
Han pasado los años. Nunca dejé de charlar con ellas. Hermosísimas noches. Crujientes noches blancas en la montaña, llenas de caricias plateadas y susurros en la mar, inmensas de la estepa. A lo largo del tiempo, quizá hayan sido las estrellas mis mejores amigos y sus noches, mis celdas cartujanas. Gracias a ellas he podido entenderme y sobrellevar mi inconsciencia.
Hace unos años, retirado de toda actividad que no generen putas, pobres y parientes, descubrí que había un tiempo de cita entre ellas y yo. Días de Lágrimas de san Lorenzo, noches pirenaicas, momento de recapitular lo vivido. Soledad buscada y necesaria.
Y desde entonces, agosto y el Pirineo han sido mi retiro.
9 comentarios:
Estupenda vuelta. Las estrellas saben guardar bien los secretos y dar cobijo. ¿Quién al mirarlas no siente que los problemas se hacen pequeños y la belleza inmensa?
No tengo los Pirineos, pero desde mi jardín alguna que otra noche de agosto, bien acompañada de mis hijos, he visto llorar en San Lorenzo.
Un beso (o dos)
Espero que las conversaciones con ellas te sirvan para sobrellevarte mejor a ti mismo.
Me alegro de tu vuelta.
Un abrazo
Bienvenido, Lucero!, ya te echaba de menos.
Un besazo, Tururú
Hola Turu. Mientras solo las mires y no nos las quites a los demás me vale... ¡que el firmamento es de interés general!
Pues mientras tú buscabas estrellas, yo he venido casi todos los días a guardar tu casa virtual.
Ya era hora de que volvieras.
Un abrazo.
... es que dejaste las llaves puestas en la puerta.
“Sólo triunfa quien deja de comprender y va más allá de si mismo” gritaba con todos los gestos de su piel y de cuerpo el alma de aquel hombre que estaba decidido a que su trainera llegara a la meta la primera. Su espíritu era la fuerza de la acción, tanto que los que remaban sólo debían seguir el camino de fuego que estaba marcando una y otra vez en el surco imaginario del agua. Y del cielo. No necesitaba comprender; solo afrontar con decisión el rítmico desfondarse de cada segundo y alcanzar el objetivo que el destino le había marcado. Desde allí todo cobraría sentido. Incluso atisbaría por qué las estrellas lloran las noches de agosto y por qué sus lágrimas alcanzan las cumbres para hablar con los que saben dónde mirar. Pero sus hijas, esas que nacen justo entonces, no siempre tuvieron una vida fácil…
Es tan silencioso un cielo estrellado que sentimos que la eternidad nos habla y nos arropa. No es tan gélido su alfabeto… puede que la realidad esté donde queramos que esté, que empiece a cierta altura o por lo menos a cierta hondura o a cierto grado intolerable de la ausencia.
SIMPLEMENTE HERMOSO!
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