Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 8 de marzo de 2008

Pajarico primer vuelo

Considerado el ilustrador más famoso y popular de Norteamérica, muchas de las obras de Rockwell se tratan como iconos culturales. Son muy utilizadas en publicidad, pues se estima que su mensaje es intemporal, y editadas reiteradamente como póster, de modo que su fama ha traspasado el ámbito de las revistas en que se publicaron y se ha extendido por el mundo.
Pintor de la cara amable de la sociedad norteamericana, el artista encarna la imagen que el país y sus ciudadanos tienen de sí mismos como cultura ejemplar y tierra de promisión. Pintando al óleo con una impecable técnica realista, idealizó la intrahistoria norteamericana y expresó una visión personal basada en ocasiones en el sentimentalismo. Su perfección y conservadurismo formales le ganaron el desprecio absoluto de las Vanguardias.

Breaking Home Ties continúa la tradición artística de mostrar los ritos de iniciación de las personas. La obra fue realizada con la intención de reflejar los sentimientos que genera la salida del hogar de los hijos y, a la vez, permitir recordar a quien la contempla lo que experimentó en alguna ocasión similar.

Fascinado por la gente y por lo que sienten y experimentan las personas, Rockwell comentó en 1960 que había analizado como saldría un muchacho por primera vez del hogar de sus padres en un rancho de Nuevo México. Compone la obra mostrando un apeadero de ferrocarril; vemos un coche viejo, algo de terreno árido, poco más que unas pinceladas, que nos informa de la dureza de las condiciones de la vida en aquel lugar, y unas maderas cuasi podridas del andén de una estación-apeadero miserable.
Juega con la luz y el cromatismo. Utiliza la primera tanto para establecer la acción con claridad como para destacar al protagonista y combina los efectos de la iluminación con los colores de su paleta, de manera que estos sirvan en bandeja lo que aquella pretende. Pero, me parece que hay un exceso lumínico en las personas, en especial en el hijo, y que la paleta utilizada tanto en el andén como en el coche, el baúl y los objetos es poco vibrante, disminuyendo el resultado pictórico.
Forma una pirámide cuyo vértice es la cabeza del hijo, que parece querer estirarse hasta tocar así el cielo, y sus apoyos el padre y un perro de raza Collie, en cuyo interior nos muestra a los protagonistas de la obra. No aparece la madre del joven, pero, como ocurre siempre, ella, la mujer, impregna la escena de nuestra vida con sus pequeños detalles.
El padre acompaña a la estación a su hijo, que se marcha a la ciudad para estudiar en la universidad. Es una situación dolorosa que les cuesta superar y cuyo patetismo está bien reflejado en la expresión corporal del padre.

El billete que asoma por el bolsillo de pañuelo de la chaqueta del hijo y el único carril visible de la vía, sugieren que están esperando el silbido de la locomotora que anuncia la llegada del tren.
Los libros del hijo se apilan junto a una maleta de madera, sin estilo, que lleva una pegatina con el banderín de la universidad del estado. Con corbata y calcetines perfectamente a juego, el traje bien planchado por su madre y los zapatos muy limpios, está listo para su nueva vida en el "college". Entrelaza sus manos y tiene apoyada en el regazo la cabeza del perro de la familia, de profunda mirada, fiel y triste, mientras él dirige la suya, llena de esperanza, al horizonte, intentando leer el capítulo siguiente de su vida.
La mirada del animal, sosegada, melancólica, silenciosa, es el trasunto del ánimo de los padres ante la marcha de su hijo, pues el can, fiel amigo, asume como propia la pesadumbre del ambiente y nos hace sentir, así, más intensamente si cabe, el dolor de la mujer ausente, que quedó sola, allá en el rancho.

El padre aparece alicaído, también ausente, pensativo, sosteniendo dos sombreros; uno, el suyo de trabajo, gastado y con las alas vueltas hacia arriba por el uso, y otro de paseo, de su hijo, más elegante, a estrenar; todo un símbolo, pues nos indica con claridad tanto lo que le cuesta dejar partir a su hijo como la situación vital de ambos, con la vida casi cumplida uno y pendiente de comenzar la del otro.
Su actitud sugiere que está temiendo la llegada del tren que llevará lejos a su hijo. Su mirada, fija, perdida en la lejanía, se dirige en dirección contraria a la de su hijo. La cadena del reloj cuelga del bolsillo de su camisa de trabajo, como si comprobase la hora de cuando en cuando.
Cerca de él, sobre lo que parece un baúl, está la bandera roja de señales y el fanal del jefe de estación, que señalarán al maquinista del tren que se aproxima tanto la parada como el momento de partir, aunque también parecen ofrecerse al padre como una última medida que pudiera evitar lo inevitable.

El muchacho lleva una caja con su almuerzo, cerrada por una cinta rosa en la que su madre ha hecho un lazo. El rosa, suave color enamorado; el nudo, lágrima de silencio de corazón femenino, que no quiere llorar y siente en lo más profundo. Y algo muy importante; el padre procura controlar sus sentimientos y mostrase fuerte y entero. El perro no. Todo nos proporciona un fuerte sentido familiar.

Breaking Home Ties
Norman Rockwell
1954 - Óleo sobre lienzo - Colección familiar Trachte

Pasemos a las curiosidades y comentarios de la prensa..
“Gracias al perro conseguí pagar la mayor parte de las letras del ventilador”, explicó Rockwell con sencillez.

Los lectores del Saturday Evening Post que contestaron una encuesta sobre que obra consideraban más popular, la situaron en segundo lugar después de Saying Grace, aunque los estudiosos del arte han criticado a Rockwell por su sentimentalismo, diferenciando entre su maestría técnica y su idealización de la realidad.

Saying Grace

"Su trabajo retrata, con encantadores matices de inocencia y humildad (pero con técnica magnífica y raramente igualada por otros ilustradores) los aspectos más cotidianos de la vida provincial norteamericana, que (al contrario de lo que podría suponerse) Rockwell no conocía tan de cerca y que pertenecía más al mundo imaginario y nostálgico de su infancia que a una amplia experiencia en su vida adulta. Norman Rockwell pintaba la vida que deseaba más que la vida que veía, los aspectos ideales que esperaba de una realidad que le parecía mucho menos atractiva de lo que deseaba que fuese".
("Norman Rockwell: Pictures for the American People," Nov. 3, 2001-March 3, 2002, at the Guggenheim Museum, 1071 Fifth Avenue, New York, N.Y. 10128.)
Eso fue siempre Rockwell: un ilustrador de portadas de revistas que sabe abrir su corazón y mostrar sus sentimientos. La reputación de Rockwell es simplemente la de quien elabora lo que él mismo llamó “buenas sensaciones" y “cuadros que cuentan algo”.

Associated Press. STOCKBRIDGE, Mass.- Una de las pinturas más famosas de Rockwell ha sido encontrada detrás de la pared falsa de una casa, donde estaba oculta. Esto probaba, según dijeron los familiares del dueño de la vivienda y diversos expertos, que era cierto lo que había dicho siempre el propietario del inmueble: que la obra que estaba a la vista era una falsificación.

Creen que el dueño, el ilustrador Donald Trachte Jr., hizo la copia de "Breaking Home Ties" a principios de la década de 1970, años después de que comprara el cuadro de Rockwell y lo considerara el centro de su colección de arte. Ocultó el original y colgó la copia a la vista de todos.

El hijo de Donald Trachte dijo que a su padre, que participó como dibujante en la creación de la historieta "Henrio", no le guiaba ningún interés económico al hacerlo. "Pienso que con eso solo deseaba conservarla para sus hijos", dijo su hijo Donald en el Thursday's Berkshire Eagle.

Trachte murió a los 89 años y, al parecer, nunca hizo comentario alguno sobre la pintura, que apareció en la portada de "The Saturday Evening Post" en 1954. El lienzo muestra a un padre y a su hijo sentados en el estribo de un coche, esperando el momento en que el muchacho coja el tren para irse a estudiar a la universidad. Los conocedores de la obra del pintor lo consideran uno de sus mejores trabajos, de calidad similar a "Rosie the Riveter", que fue vendida en el año 2002 por casi 5 millones de $ USA.

Trachte compró la obra a Rockwell por 900 $ USA en 1960, cuando eran vecinos y vivían en Arlington, en el estado de Vermont. Los estudiosos estiman que Trachte realizó la copia en 1973, cuando su mujer y él pasaban el trance amargo de su divorcio, lo que posiblemente le llevó a actuar de ese modo.

Los familiares y los expertos estaban desconcertados por las excesivas diferencias entre la obra que apareció en la portada del Post y el lienzo que creían original. Entre otras, el cromatismo y la cara del muchacho parecían diferentes, pero los expertos defendieron que eran consecuencias de su deficiente conservación y de una mala restauración. Pero los restauradores afirmaron que la pintura no había sido sometida a ningún trabajo de restauración.

La original, a la izquierda y la copia a la derecha

Los hijos de Trachte se convencieron de que la obra era una falsificación. Más adelante, mientras limpiaba el estudio de su padre, su hijo David, de 54 años, se percató de que existía un boquete en el revestimiento de madera de la pared. Él y su hermano investigaron el hecho, descubriendo que allí estaba oculto el Rockwell verdadero y otras pinturas que su padre había copiado.

"Me resulta difícil comprender por que lo hizo; no tengo datos suficientes ", dijo su hijo Donald, de 59 años. The Norman Rockwell Museum en Stockbridge exhibirá obra original junto a la reproducción de Trachte.

Bien queridos amigos -pues tengo que considerar como tales a quienes habéis tenido la paciencia de leerme hasta aquí-... Es hora de que vosotros seáis también pajarico de primer vuelo y os lancéis sin ayuda a contemplar una pintura. No dejéis de observar lo que el pintor destaca iluminándolo y los gestos personales, como ese brazo del hombre que busca la cintura de la mujer o ella, que se pone de puntillas, o ...

The Marriage License - 1955

9 comentarios:

siouxie dijo...

Estaba preparando un post sobre Norman Rockwell, y me alegro de leer este tuyo, pues desconocía los hechos que narras en él.
El mundo del cartel en general y el de algunos cartelistas en particular, siempre me ha fascinado. Cada uno en su contexto, mis favoritos son Tolousse Lautrec y Norman Rockwell.
Tengo de este último, en casa, un libro con reproducciones de muchos de sus carteles más famosos, que guardo como uno de mis tesoros, esos que me gusta revisar y disfrutar de vez en cuando.
Con respecto al primer detalle en que me he fijado del cuadro del matrimonio, aparte de los que tú mencionas, ha sido la escupidera dorada junto al mostrador. Sí, esas escupideras, (asquerosas por cierto), que se colocaban en la norteamérica aquella para escupir el tabaco mascado. Si ya es asqueroso fumado...
Muchas gracias, Turulato por este regalo de hoy :). Mañana lo leeré otra vez :).

MABANA dijo...

Despues de viernes agobiante, y ahora un sábado que trató de ser normal, me encuentro con tu post...el cual me ha distraido además de enseñarme mucho...

Me gusta mucho Norman Rockwell, de siempre...conocia la que describes, y ahora me gusta mas...

Sobre la última obra que pones al final...cuantas cosas me vinieron a la mente...tal vez en mi afán de ver esta situación como real...

Un beso cariñoso como siempre...

Silvia dijo...

Como casi siempre, a mí los cuadros me cuentan historias.
Después de contemplar el cuadro en su conjunto, a lo primero que se desviaron mis ojos fue a la flor en el alféizar de la ventana.
Alegre como contrapunto a los desconchones de la pared, el gris de la estufa apagada o la suciedad junto a la escupidera.
Como si la flor, el gatito curioso que husmea detrás del funcionario y la pareja se contraponieran al mundo más agostado y gris del funcionario.
Me viene a la mente las estaciones: ellos como la primavera y él ya en el otoño.
O quizás ese gesto del funcionario que no logro muy bien interpretar no sea más que de fastidio porque le han interrumpido en la lectura del periódico que ha dejado sobre la estantería.
Un beso

Anónimo dijo...

Hola Turu,yo también conocía a Rockwell,y también tengo un libro de ilustraciones suyas que me compré hace tiempo en Vips,donde por cierto tienen muy buenos libros
de arte y fotografía, que encima suelen vender muy por debajo de su precio normal.Así que como verás ,has acertado en tu elección de hoy.El contraste entre la ilusión de la pareja joven y el aburrimientoe e inactividad del
hombre sentado es quizás lo más
significativo del cuadro.

Oshidori dijo...

Embeleso en la señorita que se alza de puntillas con urgencia, adornada de pasión contenida. Seguridad protectora en el caballero que aferra el talle. Aquiescencia indulgente en el funcionario acostumbrado a escenas que reinciden en las formas. “Que os dure la emoción de este momento” –parece desearles desde la languidez de sus manos cruzadas sobre el regazo. El gato, huérfano de esperanzas como todos los gatos, pasea ajeno a los apresurados latidos de los dos corazones. La claridad se filtra por la ventana, pero la bombilla de la lámpara está encendida. Hace falta luz, aunque hay amor.

Anónimo dijo...

Aunque la transparencia del ventanal parece envolver con una luz saturada a la pareja, sublimando lo que parece ser el primer y último propósito de sus vidas (quién sabe si en mayor medida para la jovencita que de puntillas se esmera en la caligrafía), arropada ella por el solícito abrazo del joven de grandes hechuras… el contrapunto de la narración , quien realmente reflexiona sobre lo prosaico de la escena es el funcionario con su beatífica actitud administrativa. Parece mirar por encima de sus lentes la escena ¿escepticismo o nostalgia? Él y su gato como testigos. Parece resignarse con benevolencia… entiende ¡son tan jóvenes! Y se mira a través de sus ojos y recuerda

alelo dijo...

Interesantísimo. Había visto algunas de sus representaciones pero no sabía la historia del hombre que se escondía detrás de ellas. Un placer aprender contigo.

aldara san lorenzo dijo...

¡Qué delicia, Turulatito! Ya era hora de que nos dieras otra lección de arte... se estaba echando en falta un poco de buena pintura y de comentario personal (¡qué gozada!) sobre la misma.

¡Ay, qué buena manera de desengrasar el "día de después" de las elecciones!

Mil besos, queridiño,

it ;-))

Unknown dijo...

Yo también luz que desde la ventana parece presidir la escena y que la divide en dos partes contrastantes: en una cuerpos erguidos y la esperanza de la niña-mujer, tan menuda, rodeada por el abrazo tierno del hombre corpulento y seguramente mayor que ella; en la otra el funcionario corvado y escéptico para el que lo que ocurre no es sino rutina. Un calendario indica que es una fecha señalada. La luz en el centro de la composición se extiende triangularmente hasta apoyarse en los tacones de la chica y en el gato del otro lado. Los personajes no tienen un rostro definido; podrían ser cualquiera.

Pero el cuerpo de luz de la mujer no está en realidad iluminado por la luz de la ventana; al revés, es ella la que ilumina la habitación entera, por lo demás oscura y rectilínea, y prolonga su ilusión más allá del edificio, más allá de la triste habitación decorada con tristes muebles. Pero… aunque tras la ventana hubiera podido aparecer un paisaje de verde naturaleza -el color del alma de la chica entonces- es un muro de ladrillo opaco lo que cierra el horizonte tras la ventana, apenas sombreada por un trozo de primavera.