Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

martes, 20 de noviembre de 2007

Planteando un problema

Lo primero que he hecho es etiquetar el artículo. Puede que sea lo único que tengo claro sobre aquello que voy a escribir. Y para empezar, recordaré que si cada artículo de este blog es ininteligible si no se fusiona lo que escribo con los comentarios de quienes lo leen, este exige atender en mayor medida a la opinión de los lectores antes que al artículo en si.
Y así debe ser pues lo que voy a exponer son situaciones y dudas, pero no respuestas. Creo que no existen soluciones mágicas, excepto las que suministra el azar, y la vida me ha demostrado que solo se llega a conclusiones válidas cuando se trabaja en equipo y se coordinan inteligencias y experiencias.
¡A ello pues!. Esta mañana comencé a tratar con unas amigas sobre una de las situaciones que me han alterado en mayor medida y que, más tarde o temprano, nos afectan a todos: Los años finales de la vida durante los que la persona requiere asistencia.
No voy a teorizar; he vivido ese tiempo de familiares muy directos. Nadie queda ya que me anteceda. Y he experimentado cuantos errores se pueden cometer; creo. Y no he salido bien parado. Así que quien busque ejemplo en lo que sigue, va listo; aquí solo encontrará dudas, preguntas y tristeza, mucha amargura.
Quiero comenzar con alguna de las ideas que tengo claras. Los que desde ahora llamaré ancianos no cambian su personalidad; somos los demás quienes disimulamos la nuestra y al llegar al final de la existencia nos manifestamos tal cual, mostrando las cualidades, defectos, usos y costumbres que hemos acumulado con los años.
Lo que más necesita el anciano es sosiego. A quien no le queda mucho tiempo para reaccionar frente a los avatares de la vida, no se le pueden plantear problemas; ni peleas familiares -máxime cuando provienen del vano intento de establecer quien le ayuda y cuida más cariñosamente-, ni asustarle diciéndole que el ayuntamiento le va a arruinar con la contribución, ni contándole que hay problema con las pensiones... No se si me siguen.
¡Ah!; y a pesar de que los españoles consideramos que la mejor manera de que nos entiendan es dar alaridos, este sistema no ofrece buenos resultados con los ancianos. Y con los perros, tampoco.
También precisan distraerse. ¡Cómo daña el aburrimiento!. Y no digo compañía, que estoy harto de "hacer la visita" y pretender que con eso se ha hecho lo necesario. O lo debido, socialmente; que es un comportamiento que suele bastar a muchos.
Y no se como distraer a un anciano. No es fácil. La mayoría viven de, y en, sus recuerdos. Y se relacionan en función de sus intereses y conocimientos; intereses no les quedan muchos, que las limitaciones propias de la edad no lo permiten, y conocimientos solo los que acumularon, que lo de la ciencia infusa es demasiado espiritual para mis cortas entendederas.
Me dediqué a escuchar a los míos.. Una y otra vez.. Hasta que me sentía agotado..; además, en mi familia, solemos terminar con la cabeza perdida. Una y otra vez.. Y a veces no pude más; estallaba. Todo lo que he conseguido progresar intelectualmente es lo que me separaba de ellos..; ¡cruel ironía!. Y es que conversar largo y tendido requiere cierta proximidad, no solo emocional sino de conocimiento.
Y todo aquello de lo que puedo hablar, les reducía al silencio; y aquello de lo que hablaban, no originaba en mi respuesta alguna. Te sientes vacío; incapaz. Insensible.

"Nosotros nos vamos al hospital. Mamá ya no puede estar sola en su casa. Alguien tiene que ir y convencerla para que venga a la mía...
Iré yo.."
La casa es muy grande; muchas habitaciones, hoy vacías de personas y sonidos, que no de muebles, olores y recuerdos. Está sentada en su sillón orejero, en la habitación que hay al final del largo pasillo.
Era fuerte y sólida, como yo hoy. Un carácter. La veo menuda y frágil. Sonríe suavemente, con sus ojos muy abiertos. Sus cabellos, peinados belle époque..
Sonríe.. "Hola hijo, ¿qué tal?; ¿y mi hermana, está bien?". "Si; ya sabes, el hospital". No se como decírselo..; al cabo, le digo: "Aquí sola ya no puedes vivir; tendrás que ir a casa ...".
"Pero esta es mi casa hijo". Esta es mi casa, hijo......
Razoné, sonreí, camelé, me puse nervioso, irritado,... No sabía que hacer. Me sentía impotente, torpe, inútil.. Se alteró; amenacé... Si...
Al cabo.., se levantó. Se puso el abrigo.. Cogió su bolso.. Salió de su casa. Para siempre, para no volver jamás. Dejando atrás su vida, sus cosas, su cesto de costura...
En cada uno de sus pasos fui perdiendo el alma. Tanto como ella iba quedándose vacía. En silencio, ambas. Murió en silencio un año después. Sonriendo suavemente. Con los ojos abiertos y mirando hacia sus hijos.
Tengo 59 años. Y estoy llorando... Dios mío, Dios mío...

Y este animal les va a seguir contando. Creo que como no sabemos muy bien que hacer, nos dedicamos a proporcionarles toda una serie de cuidados materiales. Y a ella que aborrecía la verdura, le plantamos delante, día tras día, un plato de acelgas. "Lo ha dicho el médico".
Y un día me preguntó: "¿Quién es ese insensato?"; ¿por qué no me deja comer un bocadillo de chorizo?, ¡con lo que me gustan!". Entre verduras y paseos agotadores, amargaron sus últimos días. Y se me ocurre preguntarte doctor..: ¿Acaso tus medidas higiénico sanitarias y nutricias van a evitar que muera?. Tiene 92 años tío.. Respóndeme..: ¿Por qué no la dejamos ser dichosa?. Y si vive menos, ¿qué más da?. ¿Se estudia en la facultad la importancia de la sonrisa?. ¿O es que simplemente, tanto tú como yo, no tenemos ni idea y a falta de humana ternura proporcionamos ciencia?.

Por otro lado, recuerdo la casa familiar del pueblo. Allí nacían y morían generaciones. Sin vivir y trabajar en otro lugar. Juntos. Daba igual ser joven que viejo. Nacías donde morirías. Nadie te asistía pues todos lo hacían mutuamente. Había espacio. Y servicio que ayudaba. Y todos trabajaban juntos o muy próximos.
Pero esa sociedad ya no existe. Hoy cada persona se labra el futuro donde puede. Las familias y las generaciones están dispersas. Las costumbres dejaron de parecerse y cada hogar es un mundo diferente.
Esta sociedad nuestra tiende a ser de "maricón el último y sálvese el que pueda". Y en España el Estado, porque la sociedad así lo quiere y tolera, soluciona mucho a base de familia. Imaginad muchas situaciones sin el apoyo de las familias.., hospitales por ejemplo. Funciona todo como el hogar; porque tanto en aquellos como en estos hay pringadas que solucionan gratis el problema.
De modo que se saca al anciano de su ambiente y se le embute en un lugar desconocido. Por ejemplo, si nació y vivió siempre en Alconera, provincia de Badajoz, se le lleva a Baracaldo, provincia de Vizcaya, y allí, para facilitar el asunto, se le cambia cada tres meses de casa y familia.
O se le consigue plaza en una residencia. De lujo. Hasta tiene rejas en todas las ventanas y puerta metálica a la entrada, que está siempre cerrada y con guarda. Propia de nuestra economía. 3000 € al mes. Aunque las hay más baratas.. Entré en alguna en que a poco me hago pis del miedo que sentí, según una gordagrasientabigotudacarcelera abrió la puerta.

Termino. Tal como están las cosas, viviendas y economías, trabajo y sociedad, atender al anciano implica el sacrificio durante el tiempo preciso de otra vida y esto conlleva, habitualmente, que se sacrifiquen los miembros de una familia. Y esto, guste o no, bueno o malo, es una bomba de relojería. Y las bombas no solucionan nunca cosa alguna.
¿Alguna idea?

13 comentarios:

Mar dijo...

No puedo predecir el futuro. Pero un rayo me mate si perturbo de alguna manera la vejez de mis padres después de que ellos me hayan dado a mi y a mis hijos más que su vida.
Un abuelo en casa es una bendición. Y sí la sociedad debe hacerse cargo de los abuelos... y de los niños... y si no cuidamos a los que estamos en medio, malamente. Se está perdiendo no ya solo la solidaridad entre vecinos, sino hasta en las propias familias. Ya no hay mentalidad de "clan". Si uno no es generoso (de corazón, no material) con los suyos... ¿qué se puede esperar del futuro?
Un gran abrazo (y me has hecho saltar las lágrimas también)

Ana María dijo...

Tengo la solución caballero: JODERSE pero con gracia.

Es un problema enorme, se vive demasiado, me pongo mala cada vez que oigo que se está alargando los años de vida, pero.......hay que joderse.

Yo no he tenido que traermelos del pueblo, se han venido ellos:).

Estoy criando otra vez. Aprendo con ellos, me cabreo, me río......tenia que ver las conversaciones de mi hijo con mi suegro sordo.

Caballero que lo entiendo muy bien y que lo único que no podemos perder es el sentido del humor, por eso lo de joderse con gracia.

Un abrazo.

Cobre dijo...

Manejamos bombas de relojería todos los días, muchas más veces de las q pensamos, pero no nos damos ni cuenta.
Dicho esto, de lo demás yo si q no tengo ni puta idea!.
Tratamos de que estén bien, de q sean felices, pero no lo hacemos bien, nono.
Las sociedades "evolucionan", los ritmos de vida cambian, cada vez "se sabe más" pero somos más idiotas. Si creemos q cuidando y vigilando la alimentación de los ancianos estarán mejor la jodemos por otro lado, como tu bien dices, no les dejamos disfrutar!. Pero si lo hacemos y empeoran...
Encerrales en una residencia.. si me sucede a mi eso espero tener suficiente valor como para quitarme de enmedio, muy en serio te lo digo. Vivir con los hijos, ¿y sentirse una carga?. Es jodido cuidar de un anciano sin tiempo ni medios, muy jodido y muy sacrificado, pero coño, son nuestros mayores, no es q lo tengamos q hacer, es q nos tiene q salir del alma hacerlo!. Pero no claro, no es tan sencillo...
Lo siento Turu, no tengo ni idea, no sé nada, solo sé lo q yo hice cuando mis abuelos estaban muy muy mayores y les quedaba poco tiempo: quererles, demostrárselo, cuidarles en la medida de lo posible y estar a su lado. De lo demás no sé nada. Es la ignorancia de la juventud...

Un besazo, mi querido Tururú precioso

Luis Caboblanco dijo...

No tengo la menor idea. Ni siquiera se cómo me gustaria pasar mis últimos estertores, cuanto más para teorizar sobre la menor manera de esperar y no desesperar. Tampoco me preocupa la mía la verdad, síntoma de qué aún soy joven y, por tanto, un poquito gilipuertas todavía. Y la de los que me anteceden... está por llegar.

Y prefiero no pensarlo.

siouxie dijo...

Llevas razón, Turu, cuando dices sensatamente que todos vamos dando palos de ciego cuando somos "novatos" en alguna situación, y del mismo modo que no sabemos qué tal lo sabremos hacer como padres antes de tener hijos que dependan de nosotros, nos sucede cuando con la edad, hemos de hacernos cargo de aquellos que se preguntaron lo mismo cuando nacimos nosotros.
Mi opción, que es la de mi madre, ya que mi padre murió hace sólo unos meses, es que cuando mi ella tenga que depender de otros,(aún es jóven y no se jubilará hasta el próximo año ), en lugar de salir de su casa, seamos nosotros los que vayamos allí. Será por turnos o como tenga que ser, pero será así. No sé mis hermanos, pero yo lo he asumido. Lo ideal sería como mi madre desea, que dispongamos de economía suficiente para pagar a una persona que se dedique a acompañar y cuidar de nuestra jefa, y que sea la que nos abra la puerta cada día cuando vayamos a verla. Hablabas de 3.000 euros de cuota en una residencia. Creo que por un poco menos de eso, puede haber un ama de llaves cariñosa dispuesta a vivir con un anciano, una anciana o un matrimonio anciano.
Durante la enfermedad de mi padre, que no le dió mucha tregua, pues en pocos meses se nos murió, no hubo ni que crear turnos, ni acuerdos ni nada. Los cuatro hermanos íbamos cada día a ver a papá y a acompañar a mamá. Mi hijay yo nos trasladamos a vivir a su casa, y lejos de sentirnos estresadas por ello, fuimos tratadas como invitadas de honor, como las reinas de la casa, pues daba gusto despertarse cada mañana con los besos de mamá, el olor a café y tostadas y la alegría de mi tata que venía como cada mañana con el periódico y el pan.
Y mi padre, pues con sus achaques, con sus malas noches, en que mi madre me despertaba "por si acaso". El se despertaba a mitad de la noche algunas veces, sin sentido ninguno del espacio, ni de la hora ni de la orientación. Fué raro tener que mirar a sus grandes ojos azules y decirle: "Soy yo papá, tu Siouxie, estoy aqui, no te preocupes, ahora vamos a tu cama, tranquilo, me quedo contigo y ponemos una peli..", cuando hacía poco tiempo era él el que me decía esas cosas a mi.
Es la primera vez que hablo de esto por aquí, y por allá..
Escuché una frase que me gustó mucho: "Nuestros padres están presentes cuando nacemos, y nosotros tenemos la obligación de estar con ellos cuando ellos mueren". Hay una etapa de la vida en que nuestros padres nos dan seguridad cuando nos sentimos perdidos y austados, y otra en que los papeles se intercambian.
Aún habiendo escrito todo esto, el futuro es incierto; no sé cómo me portaré, ni cómo lo harán mis hermanos, y por supuesto, cual será mi futuro, ni si mi hija estará a mi lado. Espero que sí.
Me dijo una noche: "Mamá quiero estar contigo hasta que seas vieja como el abuelo y te mueras".
Le di un beso y le dije: No pienses en eso, chata. Falta mucho para eso...
(Siento haberme excedido tanto en la parrafada) :)

siouxie dijo...

Por cierto, no nos equivoquemos: A un viejo se le puede distraer, igual que se puede distraer a un niño: jugando.
Con mis abuelos jugábamos a las siete y media. Con mi padre se ponía una peli de romanos y era feliz como una perdiz. Yo le preguntaba cosas de historia, y así le hacía darle marcha a las neuronas un poco.
Cuando los pobres no están para jugar a nada, lo mejor es que nos vean a su lado, tranquilos como dices, sin agobios, sin peleas con otros hermanos. Que sepan que se van en paz, y dejan paz.

Anónimo dijo...

Me parece correcto el etiquetado, un problema que nos define como sociedad… una sociedad envejecida, en la que ser viejo casi se está convirtiendo en un “delito” … Está bien recordar que de todos los sucesos que acontecen a un ser humano, el más inesperado, más incluso que la muerte, es envejecer. Y sí, novatos somos todos en cada una de las experiencias vitales; por eso la madre del cordero es la familia y la educación. Cada familia es una historia y cada persona un mundo, por eso más que ideas podemos aportar experiencias y observo que las que me anteceden, consideran que las relaciones intergeneracionales son enriquecedoras y que al Estado habría que reclamarle que nos facilite el derecho a disfrutarlos sin pertubar su experiencia por el simple hecho de que se presupone no rentable a efectos productivos e indiferente …en términos afectivos
Un abrazo

Anónimo dijo...

Se me ocurre que quizá pensemos por nuestros ancianos sin ser capaces de ponernos en su pellejo. Que componemos su vida desde nuestro punto de vista y no desde el suyo y olvidamos que nosotros poseemos una autonomía física y psíquica que argüimos ellos no tienen. Y puede que resulte lógico, pues somos jóvenes y ellos viejos, sabemos "lo que les conviene". ¿Y si no fuera así?
Es enriquecedor sentarse junto a nuestro anciano y escuchar todo lo que quiere decir -aunque a veces nos repita la misma historia- y decir a su aire, ilustrándonos con retazos de vida pasada un presente distinto. Tienen sus rarezas, como todo hijo de vecino, y sus manías. Y ahí debemos sacar el capote de la paciencia para dar una larga cambiada o una verónica cuando sea el caso. Y pensar que en esta carrera que corremos todos, la única diferencia entre nosotros y ellos es que ellos salieron antes.

MABANA dijo...

Solo respetar en donde lo que se pueda...en donde nos dejen ellos, que sean "ellos", no imponiendo nuestra comodina preocupaci�n x su futuro...cual?...si ellos ya vivieron lo suficiente, como para no dejarles disfrutar a sus anchas lo que deseen, bien ganado lo tienen...

Ahora que, siempre hay un "hijo" que se hace cargo de todo, y lo har� de coraz�n, sorteando imprudencias, sinsabores...con todo el cari�o del mundo...

Digo no??...

(quite el anterior coment, xq ....pues xq si...hahahaha)

manolotel dijo...

En una pelicula, no recuerdo el título, el abuelo de una familia esquimal, cuando sentía que era una carga para la familia y ni siquiera podía masticar, emprendía una larga caminata por el helado desierto, hasta desaparecer en la nieve. Evidentemente, no estoy preconizando que esa sea la solución, pero en ese mundo tan crudo que el anciano conocía tan bien y con tan escasos medios para sobrevivir el sacrificio de éste, en favor del resto de la familia, tenía su lógica.

No estamos en esa situación pero, que duda cabe, que el desarraigo familiar merced al nomadismo laboral y la necesidad de la aportación del otro conyugue a la economía del clan han hecho que el nucleo familiar quede prácticamente reducido a padres e hijos.

Claro que habría que definir en que momento exacto, a que edad y en que circunstancias, el anciano se siente desamparado, o, solo, o inútil. En otros tiempos, una persona con 70 años era un viejo bastante quemado y - si no había tenido la fortuna de ahorrar- necesitado de mantener; hoy sería alguien muy capáz y en pleno uso de sus facultades para disfrutar de una vida sin demasiados agobios económicos y muchas actividades sociales y culturales en las que involucrarse.

Sin embargo, este factor que antes no existía (el de la autonomía funcional y financiera de los ancianos) ha generado a veces un cierto egocentrismo en los mayores a la hora de colaborar con los problemas de los hijos (en general de los demás) a veces bajo la coartada generacional y cultural o las derivadas de la salud.

La edad en la que empezamos a ser un estorbo se ha desplazado bastantes años después y para ese entonces, incluso nuestros hijos ya estarán en esa edad en que se empieza a reflexionar sobre el futuro, en la forma en que nosotros ahora lo hacemos. No está de más ir preparando el terreno y concienciar a la sociedad para cuando nos llegue el turno.

A pesar de todo, en mi humilde opionión, independientemente de los logros políticos (cada Gobierno que se apunte los suyos), cada día estamos mejor que el anterior. No solo desde el punto de vista de la atención personal y sanitaria sino también en el terreno afectivo y familiar. Mi confianza viene dada porque confio en la generosidad de las generaciones que llegan, cosa facil de entrever por los comentarios cariñosos y humanísimos que han precedido a este mío.

Un saludo.

Unknown dijo...

Peliagudo asunto éste, tanto que casi no me atrevo a opinar. Se me ocurre sólo que debemos, en la medida de lo posible, respetar los deseos y la forma de vida de nuestros mayores, por mucho que nos parezcan inadecuadas para este mundo tan moderno en el que pretendemos vivir. Es difícil, muy difícil, entender sus puntos de vista e intervenir solamente cuando es estrictamente necesario, a la vez que estamos pendientes de sus necesidades. Pero, si hemos pedido siempre respeto para nosotros, si estamos hablando de respetar incluso casi las opiniones de los niños, ¿cómo no vamos a respetar las de personas que aún teniendo muchos años tienen la cabecita todavía en su sitio y quieren seguir viviendo su vida como les place?
¡Ah!, ¡qué tiempos aquellos en los que la senectud era un valor de sabiduría!, ¿o eso nunca existió y sólo forma parte de la mitología?

Dicho esto, sólo puedo añadir que admiro extraordinariamente a las personas, casi siempre mujeres, que son capaces de ocuparse de las necesidades de sus mayores y lo hacen siempre con una sonrisa.

maria josé dijo...

Pues idea no sé, pero yo, que no quiero que mi madre deje su casa del pueblo aunque ella diga que sería lo mejor, y que se irá a una residencia, me estoy planteando irme a vivir allí con ella, y no sería ningún sacrificio. Esa historia que cuentas de tantas y tantas generaciones viviendo y muriendo en una misma casa me pilla muy de cerca, mi casa siempre ha sido así. Y ahora me cuesta un mundo verla vacía, y quiero volver. Ahora que mis hijos se han marchado y están haciendo su vida...
Por cierto Turu, tus palabras a propósito de mi hijo me llegaron al corazón. Eres sabio. Y hay mucho que aprender de ti.
Un beso.

Cobre dijo...

¿¡Ves!?, lo q yo decía...