Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

viernes, 16 de noviembre de 2007

Orgullo vs. humildad

Una de las mejores maneras de aprender es atendiendo a los demás. En realidad, creo que todo lo que hacemos en la vida lo motivan las personas con las que convivimos o las aspiraciones que tenemos con respecto a otras.
Y dicho esto, y tras lo anterior, también opino que no hay nada mejor que mostrarse a los demás, de manera que puedan tener elementos de juicio para establecer quien es aquel con el que se juegan los cuartos.
Así que pensemos un poco sobre el orgullo y la humildad. Es muy interesante, pues ambos son características básicas de nuestro comportamiento y este es el vehículo sobre el que nos relacionamos.
¿Soy orgulloso?. Pues si; o pues no. En fin, no lo se; aunque creo que si.
En suma; conozco algo de lo que valgo y algo de lo que valen otros. Estimo mis méritos, que algunos tengo y ciertos dolores me costó adquirirlos. Y si los tengo y los gané ¿a qué ocultarlos?.
Trato con otras personas. Considero evidentes ciertos despropósitos en su manera de obrar y de pensar; si en igual situación fui más sensato y práctico, ¿no falto a la verdad si lo niego?.
¿Soy humilde?. Pues si; o pues no. En fin, no lo se; aunque creo que la conducta y cualidades de otros me facilitan serlo. Aunque otras veces...
En suma; conozco algo de lo que valgo y algo de lo que valen otros. Admiro y paladeo los conocimientos de aquel y la nobleza del carácter del otro. Aprecio y reconozco sus evidentes cualidades, que poseen y ejercen en mayor grado que yo. Pero, ¿reconocer lo evidente es ser humilde?. ¿O lo es solo cuando no se está seguro sobre la relación entre lo mío y lo ajeno?.
¿O ser orgulloso es pregonar lo que soy y humilde disminuir lo propio?. ¿Qué es entonces ser sincero?.
Creo que hay que cambiar de plano.. A un eminente teólogo y filósofo español renacentista, que participó en el Concilio de Trento, el padre Suárez, de la Compañía de Jesús -inevitable-, le plantearon una paradoja clásica..
"Una balsa, dos supervivientes a punto de morir, un pedazo minúsculo de comida que solo puede salvar la vida de uno.. Ambos deben mantenerse vivos y esforzarse en ello, pues solo Dios puede disponer el momento de nuestra muerte; pero hacerlo presupone quitarle el sustento al otro, al prójimo, quien morirá sin remedio, por lo que quien así actúe quebranta la ley de Dios. ¿Qué hacer?; ¿que es lo justo?....".
Suárez resolvió la paradoja estableciendo que estaba mal planteada, que había que cambiar de plano la pregunta, pues no se trataba de establecer la Justicia sino la Caridad.. Quien más amase a su prójimo debería, por Amor, entregarle el último alimento..".
Y creo que aquí ocurre algo parecido. No se es orgulloso o humilde por el contenido de lo dicho sino por el sentimiento.
Se puede establecer la propia valía y ser a la vez humilde. Y puede mostrarse uno prudente ante sus cualidades mientras ofende y maltrata salvajemente a los demás.
Porque el problema es que la mentalidad judeocatólica en que se ha formado nuestra sociedad concede importancia al fondo en la palabra y a la forma en la realidad. De manera que aquí lo importante no es ser sino parecer.
Quizá convenga que cada uno muestre a los demás lo que cree que es. ¡Aparecer en pelota picada!. Y que sean los demás quienes establezcan como somos.
Pues creo que no hay mayor orgullo y soberbia que convertirse en el propio juez, decidiendo que es lo que está bien y mal en nuestros actos y pensamientos. ¿O eso es la conciencia?.
Porque .... ¡Y qué se yo!.

10 comentarios:

Silvia dijo...

¿Eres arrogante y vanidoso o por el contrario, como creo, es conocedor de sus méritos y limitaciones y actúas conforme a ellas?
¿Y por qué tienen que ser los demás los que establezcan como soy? ¿Tengo que confíar en el juicio de algunas personas que en vez de mirar, ojean? Pues casi que me quedo con mi soberbia.
Un saludo

Anónimo dijo...

Ahh…! No sabes cuánto de mansedumbre me trae que recuperes el significado real de “prójimo” y eso que quienes me mostraron su significante, practicaban una humildad de garabato; es decir, el disfraz más chapucero de la soberbia. Menos mal, que me acuerdo de Aquel “manso”… ¿Por qué “vs”, por qué no… cuarto y mitad de respeto a mi mismo, de reconocimiento de mis talentos y limitaciones… al mismo nivel que el de mis próximos? El orgullo, bien entendido, no nos impide crecer…. La humildad nos hace competentes a todos (y cuando digo todos, reservo lugar preferente a las personas), no competitivos.
Un abrazo.

Cobre dijo...

Crees q es realmente importante el q los demás establezcan como somos?, yo creo q estaríamos vendidos ante muchos de cuyo criterio no me fío un pelo. No es tampoco el centrarse en uno mismo y pasar totalmente de lo q opinan los nos rodean, q no, hay q saber escuchar.
Se trata de poner la dosis justa de cada cosa en cada momento, y admitir q, como no somos perfectos, alguna vez se nos puede ir la mano con una cosa u otra, pero siempre intentar hacer lo mejor y poner corazón en ello.
Me voy a callar pq me veo divagando y no son horas!

Sigo pensando lo q te he dicho muchas veces, eres sabio!. Buena frase para comenzar!.

Un besazo en los morros, Tururú!

Ana María dijo...

¿En pelotada picada? Siiiiiiii, por favor siiiiiiiiiiii :).

Caballero, creo que somos un poco lo que creemos ser y otro poco como nos ven.

Un abrazo

aldara san lorenzo dijo...

Escribes de una cuestión a la que he dado mil vueltas... y como tú he terminado con la jaculatoria que da título a este querido blog.

No sé casi nada de todo, me desconozco absolutamente y eso no mejora con los años. Pero sé que tengo compasión, que no será más que una intuición de entendimiento sobre mis debilidades, que me hace apreciar las de los demás.
¿Y por qué digo "apreciar" y no tolerar o perdonar (¿somos alguien para erigirnos en perdonadores???) las de los otros?
-Digo apreciar, porque sólo cuando nos damos cuenta de nuestra poca importancia, de nuestra nimiedad en comparación con todo lo que existe, de nuestra diminutez en un Universo de tiempo y espacio... entonces, ahí, en mitad de nuestra debilidad y acúmulo de miserias... florece y refulge la voluntad. Y da luz a la pequeñez que somos. Imagina: UNA PEQUEÑEZ LUCHANDO A BRAZO PARTIDO por crecer un poco. Una pequeñez que sueña eternidades.

Es una maravilla.
Así que sí: que lo has escrito bien. Que es la contienda entre el orgullo y la humildad y todos los demás defectos y virtudes... la que nos va balanceando y hace que, a nuestra ínfima manera seamos nosotros y no el viento de las cosas que nos van ocurriendo, los que modelemos nuestros rasgos, nuestras vidas, nuestros rastros.

Me gusta leerte.
Me gusta tu Montalbana.
Un beso, queridísimo.

it ;-))

Anónimo dijo...

Efectivamente, como podemos comprobar con el diccionario, el sentido usual de la palabra orgullo tiene sólo connotaciones negativas; el de humildad, por el contrario, tiene un sentido positivo y otro negativo. Pero creo que nos falta un significado positivo para el orgullo, para expresar el sentimiento que nos hace sentir contentos de algún aspecto de nosotros mismos, o de alguna acción y que incluso nos estimula a seguir adelante en tareas a veces imposibles. Una amiga me dijo que eso más bien es el amor propio.

Pues bueno, llamémosle como queramos. El amor propio nos estimula y el orgullo por lo que nos parece bien hecho nos satisface. Pensando un poco, me parece que siempre es necesario sentirnos orgullosos de algo para ser felices. Cada uno que elija de qué y que vaya tras ello. Lo que pasa es que muchos comportamientos altivos, sobre todo de quienes no han alcanzado ningún mérito por sí mismos, nos ofenden y abochornan. Así que orgullo sí; altanería, no.

La humildad, que no tiene por qué estar reñida con el orgullo, es una gran cualidad cuando se ejerce con sinceridad: sólo si somos humildes podemos mejorar en cualquier aspecto que nos propongamos. Cuando pretendemos hacer o conseguir algo difícil, el orgullo puede ser un acicate, pero la humildad una condición inexcusable. Y me parece planamente legítimo que cada uno muestre a los demás aquello de lo que está orgulloso, sobre todo si ha sido conseguido mediante el esfuerzo. Mal amigo será el que, envidioso, se sienta ofendido. Es su problema.

Además, la mansedumbre, la modestia o la humildad, tienen algún aspecto peligroso: si se ejercen con sinceridad, pueden convertirnos en personas demasiado débiles; si son sólo pretendidas nos convierten en falso y en ignorantes.

Así pues, como antes de mí otros habéis dicho, seamos humildes y orgullosos, que ambas cualidades no se oponen sino que se complementan.

¡Da gusto participar en este foro!

Anónimo dijo...

El orgullo y la humildad son legítimos si son auténticos. Claro que... ¿quién o qué otorga ese certificado de autenticidad? En un mundo en el que la apariencia ha eclipsado la realidad, seguramente tildarán despectivamente de "orgulloso" a quien nade contracorriente, sólo por el hecho de ser diferente; y el humilde será tachado de falso o pusilánime en el mejor de los casos.
Deberíamos ser fieles a nosotros mismos si nos conociéramos lo suficientemente bien, pues entonces sabríamos cuándo estar orgullosos y cuándo ser humildes. Nosce te ipsum, pero, coño, es tan difícil...

Luis Caboblanco dijo...

Últimamente cargamos demasiado contra la educación judeo católica ¿no te parece? es como una especie de cuñado pesao al que hasta compensa echarle la culpa de todo... un familiar con buenas espaldas, esa es la verdad. Yo creo que no se trata de paracer sino de la multiplicidad de ocasiones en las que el hombre parece; quiero decir... todos detectamis aquellas situaciones en las que somos el centro de atención o podemos ser cazados, aquellas en las que algo importante nos parece que está en juego. En ellas, nos es sencillo parecer como aquello que queremos, a poco que consigamos dominar algo nuestro miedos. Somos conscientes entonces de que "esa es la buena" y nos ponemos nuestras mejores galas... sentimentales o intelectuales. Sin embargo, el resto de nuestra abrumadora existencia somo un eslabón más de la cadena , nos vemos como algo más, susceptible de ser pasado por alto, como un personaje de reparto venido a menos. Y entonces, en en esas situaciones donde se nos va la mano y aparecemos como nuestra dualidad opaca y marchita. ¿Quien no le daría a alguien más necesitado medio pollo en una situación de extrema urgencia? ¿Quien no actuaría como un héroe a poco que no haya que tirarse de un quinto? pero... ¡ay!... ir a ver al abuelo todos los domingos nos parece un coñazo, y sentimos casi omo una necesidad colarnos en el mercado o apurar unos numeritos a hacienda... Ahí estamos cómodos porque no somos obervados.

¿será un Gran hermano mundial la solución?

Mar dijo...

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Anónimo dijo...

file:///D:/Archivos%20de%20Usuario/Downloads/orgullo%20y%20humildad.htm
me gustaia saber q opinan de este articulo yo m equedo con la idea de q
el verdadero orgullo y la verdadera humildad son exactamente la misma cosa.