Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

sábado, 8 de julio de 2006

Pedos, vino y culo

En aquellos años yo era piloto del Ejército. Y viene a resultar que un día volé sin motor. ¡Mala cosa, oiga!. Me he acordado por la historia de la clinica que les conté. Pasé 14 meses y 10 días hasta que se decidieron a operarme, pues tenía rotas todas las vértebras lumbares, y luego 8 meses y 21 días hasta que recuperé mi aptitud física, pues la mental nunca lo he tenido claro (No como un compañero mío, que presumía de su normalidad exhibiendo el alta de Ciempozuelos).
Por cierto; luego de clasificarme en las urgencias del hospital y como iba convertido en un "mecano", me subieron a una habitación donde había cuatro pacientes más. Uno de ellos era un muchachote al que acababan de operar, pues se había partido la pierna en un accidente de tráfico.
Le rodeaba su madre, su novia, la madre de su novia, su padre, el padre de la novia, un tío por no se que parte, su hermanico, su hermanica, el sacristán y alguno más que no recuerdo.
Ya estaba despierto, pero doliente, y de cuando en cuando exclamaba "¡¡Aaaayy!!, momento en que su madre, su novia, su ...., se lanzaban sobre el bizarro mozo y le preguntaban: "¿Te duele criatura?" o decían: "¡Pobrecito, pobrecito, como sufre!".
Él, quiero pensar que aún no dueño de sus actos, aprovechaba la ocasión para soltar un pedo. Uno, solo uno, rotundo y claro. ¡Aaaaaayyyy, pedo!.
Oiga, llega a cansar... De verdad. Discurría yo que se necesita cierto comedimiento y recato; que aunque sea uno un ser doliente, no debe aprovechar el amparo familiar, especialmente el de los futuros suegros, para ajustar cuentas.

Entre los otros enfermos me llamó la atención un abuelo, enjuto donde los haya, que siempre tenía la boina en su sitio, en la coronilla. Alguna enfermera intentó quitársela sin éxito, pues era receloso como un lince y cuando notaba que se acercaban con intención de "caparle la coronilla" amenazaba con soltarle tal ... "mangurrina" que provocaba su retirada inmediata.
Pues bien, cuando llegó la hora del condumio, verdaderamente bueno -que no sabroso-, el abuelo miró la bandeja con cara hosca y exclamó: "¿Donde h...... está el vino?".
"Oiga -contestó digna la auxiliar- que aquí no se bebe vino" (No recuerdo bien su cara ní su nombre, pero quizá era la actual ministra de Sanidad). "Pues yo siempre tomo vino; no como", contestó furo el abuelo. Y no comió.
Gracias a insignes personajes como él, la investigación médica ha descubierto que un vasito de tintorro en las comidas previene cardiopatías y similares, lo que ha aprovechado Sanidad para desterrar el brebaje de sus dieta. Cosas veredes...

Pasaron los meses.. Mi culo fué pareciendo un acerico; era tal la cantidad de inyecciones que me ponían y lo hicieron durante tanto tiempo, que la cuestión se convirtió en un pequeño drama. Un día, mi mujer le contaba el problema a uno de nuestros mejores amigos, un veterinario, que al verla agobiada se ofreció a ayudarla:
"Sí quieres le pincho yo"
"Ah, ¿sabes pinchar?"
"¡Hombreeee, cerdos he pinchao muchos!".
Sí no fuese por los amigos, ¡qué monótona sería la existencia...!

2 comentarios:

Ambar dijo...

Jajajajaja!!!
Qué asqueroso el muchacho, aprovechar la situación para tirarse pedos!!!!

Yo nunca he estado en hospitales (gracias a Dios!!...y espero no estar nunca), no tengo esas anécdotas para contar.

Se ve que a pesar de estar convaleciente, prestabas atención a tu alrededor!

Anónimo dijo...

Me ha encnatado lo del veterinario: "cerdos he pinchado muchos" y ¿vacas? ¿ovejas?...