Hace algo menos de 20 años presidí durante un tiempo una Junta Provincial Administrativa. Yo tenía algo de experiencia en instrucción penal, pero nunca hasta entonces había asumido la responsabilidad que implica resolver las peticiones concretas que los ciudadanos plantean al Estado.
Traté, como pueden imaginar, con todo tipo de personas. Algunos se presentaban sin asesoramiento legal alguno, cual espontáneos que saltan al ruedo a ver sí la suerte les sonríe; otros, por contra, aparecían rodeados de abogados, que no siempre dominaban el Derecho Administrativo -auténtica jungla, donde las haya- y que en algún caso hicieron muy poco por su cliente.
Conocí gente aperreada, a la que no parecía que le saliese bien cosa alguna y cuya amargura, y rabia, sólo eran comparables a su desgracia. Y también hubo individuos convencidos de que todo puede prostituirse con dinero.
A estos los perseguí con saña, pero he de confesar que no siempre pude disponer de pruebas válidas ante los tribunales y alguno "ganó".
Viví, y digo bien, casos auténticamente sangrantes. Personas que reunían en la práctica todos y cada uno de los requisitos que la legislación exigía para obtener lo que solicitaban, pero que no podían presentar -por ejemplo- un contrato laboral, ya que su patrón les empleaba de manera clandestina. Llegué a conocer, años más tarde, el caso de unos emigrantes a los que abonaron el salario con moneda falsa, después de hacerles trabajar en condiciones durísimas.
Denuncié todo lo que pude y siempre tropecé con el mismo problema: Todos los afectados eran "la parte más débil de la cuerda, el lugar donde primero se rompe" y preferían tragarse su rabía y la ofensa, antes de mantener sus denuncias y aportar pruebas.
No se crean que yo era especialmente crédulo. La legislación, no ya de forma genérica sino expresamente, obligaba a la Policia Nacional y a la Guardia Civil a atender mis peticiones de información, lo que me permitía apreciar bastante bien la situación real del asunto.
Luego de esta introducción, quiero comentar la idea que necesito trasladarles esta noche....
Muy pronto tuve que resolver "mi gran tentación". En esquema, el expediente se inicía con la solicitud de una persona, que aporta una serie de documentos para probar que tiene derecho a lo que pide.
Cuando la documentación está completa y se ha escuchado lo que aquella persona dice a su favor, analizas sí los documentos prueban lo que afirma, compruebas que cumple todo lo que exige la norma y sí la situación se ajusta a lo previsto en la ley para conceder lo deseado por el ciudadano. A la vista de todo ello, resuelves.
Pero, en algún caso -y se presenta muy pronto- o no pueden presentar algún documento, o no pueden probar algo, o ... Y, sin embargo, quien tiene obligación de resolver tiene la certeza de que es de plena Justicia conceder lo que pide.
Ante tí, en tus manos, en la soledad de un despacho, tienes aquel expediente..
No hay solución. Sí ajustas tu conducta a la Ley, sí cumples con tu obligación, sí respondes a la confianza que depositan las gentes en cualquier servidor público, .... debes resolver el expediente y denegar lo que se solicitaba.
Y tu conciencia, tu inteligencia, clama: ¡Es injusto!. Injusto... ¿Qué hacer?.
Sólo quien ha vivido el momento puede responder. Opinar todos, pero afirmar que hay que actuar así o asá sólo puede hacerlo quien ha pasado por ello.
¿Por qué?. Pues porque comprendes que la cuestión va más allá de aquel caso concreto. La esencia del problema es sí álguien puede estar por encima de la Ley que a todos nos obliga y decidir en cada caso que es lo conveniente, que es lo que está bien o mal hecho...
Quizá aciertes...; una vez, dos, ... ¿Y cuantas te equivocas?. ¿Cuando llegará el error?. ¿Qué pueden hacer aquellos -la inmensa mayoría de los ciudadanos- cuya única defensa es que todos cumplan las leyes?.
¿Y sí, además, tu apreciación del caso es equivocada y no es tan justo conceder lo solicitado como crees?. No eres Dios, puedes equivocarte...
Comprendes que sólo hay una solución: Cumplir la Ley. La única garantía de todos.
Traté, como pueden imaginar, con todo tipo de personas. Algunos se presentaban sin asesoramiento legal alguno, cual espontáneos que saltan al ruedo a ver sí la suerte les sonríe; otros, por contra, aparecían rodeados de abogados, que no siempre dominaban el Derecho Administrativo -auténtica jungla, donde las haya- y que en algún caso hicieron muy poco por su cliente.
Conocí gente aperreada, a la que no parecía que le saliese bien cosa alguna y cuya amargura, y rabia, sólo eran comparables a su desgracia. Y también hubo individuos convencidos de que todo puede prostituirse con dinero.
A estos los perseguí con saña, pero he de confesar que no siempre pude disponer de pruebas válidas ante los tribunales y alguno "ganó".
Viví, y digo bien, casos auténticamente sangrantes. Personas que reunían en la práctica todos y cada uno de los requisitos que la legislación exigía para obtener lo que solicitaban, pero que no podían presentar -por ejemplo- un contrato laboral, ya que su patrón les empleaba de manera clandestina. Llegué a conocer, años más tarde, el caso de unos emigrantes a los que abonaron el salario con moneda falsa, después de hacerles trabajar en condiciones durísimas.
Denuncié todo lo que pude y siempre tropecé con el mismo problema: Todos los afectados eran "la parte más débil de la cuerda, el lugar donde primero se rompe" y preferían tragarse su rabía y la ofensa, antes de mantener sus denuncias y aportar pruebas.
No se crean que yo era especialmente crédulo. La legislación, no ya de forma genérica sino expresamente, obligaba a la Policia Nacional y a la Guardia Civil a atender mis peticiones de información, lo que me permitía apreciar bastante bien la situación real del asunto.
Luego de esta introducción, quiero comentar la idea que necesito trasladarles esta noche....
Muy pronto tuve que resolver "mi gran tentación". En esquema, el expediente se inicía con la solicitud de una persona, que aporta una serie de documentos para probar que tiene derecho a lo que pide.
Cuando la documentación está completa y se ha escuchado lo que aquella persona dice a su favor, analizas sí los documentos prueban lo que afirma, compruebas que cumple todo lo que exige la norma y sí la situación se ajusta a lo previsto en la ley para conceder lo deseado por el ciudadano. A la vista de todo ello, resuelves.
Pero, en algún caso -y se presenta muy pronto- o no pueden presentar algún documento, o no pueden probar algo, o ... Y, sin embargo, quien tiene obligación de resolver tiene la certeza de que es de plena Justicia conceder lo que pide.
Ante tí, en tus manos, en la soledad de un despacho, tienes aquel expediente..
No hay solución. Sí ajustas tu conducta a la Ley, sí cumples con tu obligación, sí respondes a la confianza que depositan las gentes en cualquier servidor público, .... debes resolver el expediente y denegar lo que se solicitaba.
Y tu conciencia, tu inteligencia, clama: ¡Es injusto!. Injusto... ¿Qué hacer?.
Sólo quien ha vivido el momento puede responder. Opinar todos, pero afirmar que hay que actuar así o asá sólo puede hacerlo quien ha pasado por ello.
¿Por qué?. Pues porque comprendes que la cuestión va más allá de aquel caso concreto. La esencia del problema es sí álguien puede estar por encima de la Ley que a todos nos obliga y decidir en cada caso que es lo conveniente, que es lo que está bien o mal hecho...
Quizá aciertes...; una vez, dos, ... ¿Y cuantas te equivocas?. ¿Cuando llegará el error?. ¿Qué pueden hacer aquellos -la inmensa mayoría de los ciudadanos- cuya única defensa es que todos cumplan las leyes?.
¿Y sí, además, tu apreciación del caso es equivocada y no es tan justo conceder lo solicitado como crees?. No eres Dios, puedes equivocarte...
Comprendes que sólo hay una solución: Cumplir la Ley. La única garantía de todos.
Luego, renuncié al cargo.
8 comentarios:
Para este tipo de trabajos tienes que "valer", es como pretender ser político, abogado, juez... hay un puntillo que requiere no tener demasiado corazón.
Felices sueños corazón "perverso".
Pues fíjate, que yo creo que es todo lo contrario. Desempeñar funciones que afectan de tal manera a nuestros semejantes, requiere aplicar permanentemente un punto de humanidad porque si no, nos convertiremos en meros brazos ejecutores de un sistema que no premia precisamente los esfuerzos individuales. Por la vida, sea lo que sea, con el corazón por delante...
De la preparación, catadura moral y honestidad de la generación de politicos con la que me ha tocado vivir, mejor no hablo... No son horas
Crees q se puede hacer todo bien en la vida, si consideramos ello hacerlo todo extrictamente según la norma, la ley o "lo correcto"??? , yo creo q no Turu, y si no lo haces así..¿te conviertes instantáneamente en mala persona, en indigno en... ? pues tampoco.
La cuestión en un caso como el q planteas es hacer lo correcto, ¿que es lo correcto? la respuesta depende de la "nobleza" de cada uno; no buscar los propios intereses, sino lo q sabes q es justo.
Si tu sabes q lo justo es conceder lo que se solicita aunq haya alguna cosilla q no se termine de ajustarse total y absolutamente a la ley tay y pascual...; yo lo tengo claro.
A ti te planteó una duda moral importante q te pudo, pero no dudo que si hubieses seguido en ese cargo lo hubieses hecho bien, pq no andas falto de ciertas cualidades indispensables a mi juicio para ocupar un cargo así.
Me parece estupendo lo q hiciste si así te lo dictó tu conciencia, ¿ves?, nobleza.
Un beso niño
Hay leyes y algunas de las aplicaciones de las mismas que nos pueden parecer injustas, pero por mucho que nos fastidie, la solución no es saltárselas, sino hacer que las cambien.
A mí me parece que actuaste noble y correctamente. Y si hubiera más gente que se comportara como tú, quizás algunos no sentiríamos nuestra confianza traicionada por los servidores públicos.
Un besazo
Mmm. La realidad nunca es perfecta y muchas veces tenemos que trabajar en condiciones que no nos gustan.
Creo que es posible hacer cosas buenas a veces por los otros a pesar de que las instituciones, sus normas o sus representantes sean un poco así así.
Saludos
Yo creo que por encima de funcionario (en el peor sentido de la palabra) hay que ser persona.
Lo facil es consultar las normas y aceptar o denegar. Supongo que actuando así, algún caso te producira un ligero dolor de cabeza durante unos segundos pero eso se pasa enseguida: Uno hace lo correcto, lo que dice la regla para estos casos, bendito sea Dios que nos puso sus diez mandamientos por escrito, estaríamos perdidos si no fuera así ¿no? Quizás lo que se eche en falta sean diez reglas para pasar al Cielo... y el formulario para hacer el recurso de alzada.
Yo creo que lo que haría en un caso así sería buscar la prueba que le falta con el afectado, el débil, aquel por donde se rompe la cuerda siempre.
Yo creo que por encima de funcionario (en el peor sentido de la palabra) hay que ser persona.
Lo facil es consultar las normas y aceptar o denegar. Supongo que actuando así, algún caso te producira un ligero dolor de cabeza durante unos segundos pero eso se pasa enseguida: Uno hace lo correcto, lo que dice la regla para estos casos, bendito sea Dios que nos puso sus diez mandamientos por escrito, estaríamos perdidos si no fuera así ¿no? Quizás lo que se eche en falta sean diez reglas para pasar al Cielo... y el formulario para hacer el recurso de alzada.
Yo creo que lo que haría en un caso así sería buscar la prueba que le falta con el afectado, el débil, aquel por donde se rompe la cuerda siempre.
Tarea compleja, sin duda. No eres Dios,ni Salomón, ni Pilatos. Por encima de la ley, en mi modesto entender, está la Ética.El conflicto a la larga surge, si la aplicación de la justicia no ampara a todos por igual...quien debe administrarla se puede sentir un simple engranaje de un mecanismo imperfecto, deshumanizado.
Si el artículo de hoy se lo dedicas a los políticos españoles, imagino que es porque demandas el mismo grado de responsabilidad. Ojalá alguno se de por aludido en base a tu experiencia.
Un abrazo
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