¡Jo, qué tropa!. Al fondo entre columnas, el pensativo. No sé si está dormido o discurriendo sobre lo que cree; a su espalda, maravillas que pueden verse y tocarse, como los canales venecianos y todos esos edificios clásicos; la riqueza del mundo, cual Jardín del Edén. Tanto necesitar tocar para creer que duda de todo y de todos, y como siga así un rato, se duerme; y como se duerma, puede que se le esbarice el brazo y se de un tozolón.
Cerca de él, Judas. Sentadico. Mirándose las manos. Ni él sabe lo que va a hacer, pero ya está serio, sin alegría, como todos los que se dan importancia y en consecuencia todo les molesta pues nunca están a gusto. Apartado. De espaldas al mundo y sin percatarse de los demás; ni los mira. Yo, yo y solo yo.
Cago'ndiela. Ese por lo menos es Santiago Matamoros. ¡Huy lo que he dicho!. Moro... Como los niños: Culo, teta, caca, pis. No veo bien al que va vestido de azul, pero Jacopus está a punto de dejarlo en bolas. Carece de dudas. Ha oído que hay que descalzarse y, por si las moscas, pone todo su interés en el asunto; eso si, todo lo hace a la tremenda y le da por convertir a los demás, convenciéndoles de lo que tienen que hacer. Ha agarrado a su compadre y del primer empentón le ha mandado al suelo.
¿Y qué mirará el abuelo del banco con tanta atención?. Debe ser carpintero. Soba la madera como yo a las mozas, para comprobar la tersura... Sabe que Santiago es inofensivo y no le presta atención. No se parece a él, que es metódico como buen artesano, mientras que aquel es impulsivo; cualquier día se larga a España y la lía...
A nuestra derecha, en la mesa, al primero ya le han escoscao. Se seca y se calza. Posiblemente no entiende de que va la fiesta, pero sigue al Rabí. La cosa tiene miga. Vivir según dice otro, que a la hora de la verdad nos lava los pinreles, que aunque es gesto que honra en Oriente a los huéspedes choca con el orgullo de quienes esperan salvar a su pueblo. Eso es lo que debe pensar quien a su lado le contempla..: ¿Estamos locos?; hemos abandonado todo para seguir a alguien que quiebra nuestra mentalidad, que no le importa lo que consideramos indecente, impuro: tocar la suciedad del camino que impregna los pies; ¿qué vamos a encontrar, qué nos espera?. En fin ....; debo estar borracho, piensa mientras contempla a su compañero.
Al final de la mesa, a nuestra derecha, los sesudos. Cogito ergo sum. Hubo un tiempo que fue el lema de Turulato. Estudio, pensamiento y duda. Es bueno aprender. Es necesario meditar sobre lo que vamos conociendo. Y debemos dudar de que sabemos algo para no envanecernos. Pero nunca el intelecto nos puede separar de la realidad viva de la existencia, que se agita en la calle y crece a cada segundo.
El apóstol que está frente a nosotros, al final de la mesa y en la esquina, no parece percatarse del hecho trascendente que sucede ante sus ojos: El Primero se entrega a un hombre común y corriente, y lo demuestra mediante algo humillante para la mentalidad hebraica, lavándole los pies, sucios y plenos de inmundicia. Piensa; puede que sea inteligente, pero se centra en los análisis que realiza de lo ya vivido, mientras no presta atención al futuro que nace ante sus ojos. Craso error.
Y en primer plano a nuestra izquierda un trabajador de ley, buen cumplidor. Afeitadico, como Dios manda, concentrado en la tarea, mens sana in corpore sano, ¡qué hay que ver que piernas!, descalzándose según le han pedido; no discute, no critica, solo sigue lo que se dispone .... Pero hay más; fijémonos... Jesús, ahí a nuestra derecha, es el origen y desde Él existe una línea diagonal, plena de dinamismo, alrededor de la cual están todos, tanto los sentados a la mesa como, al cabo, Tomás y Judas; termina en el mundo material de obras humanas. El camino de la existencia, entre lo eterno y lo presente.
Pero también podemos dejar de lado esa perspectiva oblicua y centrar la mirada en el triángulo: el pequeño grupo de Jesús en primer plano a nuestra derecha y a nuestra izquierda ese que sigue con prontitud lo que se le dice, y allá en su vértice la mesa con el resto de los apóstoles en su entorno. Jesús enseña el camino, un apóstol obedece, mientras el resto duda, piensa, se distrae, discute, sobreactúa, ... El triángulo nos contiene, a todos, aunque deja fuera a la duda y a la solitaria ... ¿soberbia?, pues la traición es consecuencia y no causa.
Pero Jesús, Pedro y Juan, situados en una esquina, son sin embargo el núcleo pictórico de la obra. No ocupan el centro, no están en el lugar principal de la pintura. Pedro, cabezón, pedrusco más que Simón, no ceja, no rebla. Parece aragonés; se le mete algo en la sesera y no hay manera. ¿Pero cómo me vas a lavar Rabí, si no soy digno de ti?. Y Jesús, conociéndole, le contesta con calma:¡Anda qué eres canso; deja de protestar, qué agotas!; ¿no me sigues?. ¡Pues leñe déjame hacer lo que quiero de una .. vez!. Mientras, Juan, sintiendo el Amor que nos creó, calla, siente y se entrega. La actitud del perro, fija la mirada, atento a lo que ocurre, simboliza la fidelidad de lo que cuenta el artista a lo que sucedió.
Y sobre la cabeza de Jesús, micer Comín despliega la robustez de su composición, jugando con el tiempo. Tras una puerta se aprecia la sala del Cenáculo, superponiendo dos tiempos sucesivos en la obra. Juega con la perspectiva para crear una idea; sitúa el hecho principal en la esquina de la derecha y en primer plano, y desde allí proyecta la acción diagonalmente hasta aquel arco triunfal del fondo por el que se accede a la Naturaleza, transformando algo privado en abierto, en público; para ello se apoya en las líneas de la mesa, en los diversos volúmenes y vanos arquitectónicos y en el diseño del pavimento del salón.
Cerca de él, Judas. Sentadico. Mirándose las manos. Ni él sabe lo que va a hacer, pero ya está serio, sin alegría, como todos los que se dan importancia y en consecuencia todo les molesta pues nunca están a gusto. Apartado. De espaldas al mundo y sin percatarse de los demás; ni los mira. Yo, yo y solo yo.
Cago'ndiela. Ese por lo menos es Santiago Matamoros. ¡Huy lo que he dicho!. Moro... Como los niños: Culo, teta, caca, pis. No veo bien al que va vestido de azul, pero Jacopus está a punto de dejarlo en bolas. Carece de dudas. Ha oído que hay que descalzarse y, por si las moscas, pone todo su interés en el asunto; eso si, todo lo hace a la tremenda y le da por convertir a los demás, convenciéndoles de lo que tienen que hacer. Ha agarrado a su compadre y del primer empentón le ha mandado al suelo.
¿Y qué mirará el abuelo del banco con tanta atención?. Debe ser carpintero. Soba la madera como yo a las mozas, para comprobar la tersura... Sabe que Santiago es inofensivo y no le presta atención. No se parece a él, que es metódico como buen artesano, mientras que aquel es impulsivo; cualquier día se larga a España y la lía...
A nuestra derecha, en la mesa, al primero ya le han escoscao. Se seca y se calza. Posiblemente no entiende de que va la fiesta, pero sigue al Rabí. La cosa tiene miga. Vivir según dice otro, que a la hora de la verdad nos lava los pinreles, que aunque es gesto que honra en Oriente a los huéspedes choca con el orgullo de quienes esperan salvar a su pueblo. Eso es lo que debe pensar quien a su lado le contempla..: ¿Estamos locos?; hemos abandonado todo para seguir a alguien que quiebra nuestra mentalidad, que no le importa lo que consideramos indecente, impuro: tocar la suciedad del camino que impregna los pies; ¿qué vamos a encontrar, qué nos espera?. En fin ....; debo estar borracho, piensa mientras contempla a su compañero.
Al final de la mesa, a nuestra derecha, los sesudos. Cogito ergo sum. Hubo un tiempo que fue el lema de Turulato. Estudio, pensamiento y duda. Es bueno aprender. Es necesario meditar sobre lo que vamos conociendo. Y debemos dudar de que sabemos algo para no envanecernos. Pero nunca el intelecto nos puede separar de la realidad viva de la existencia, que se agita en la calle y crece a cada segundo.
El apóstol que está frente a nosotros, al final de la mesa y en la esquina, no parece percatarse del hecho trascendente que sucede ante sus ojos: El Primero se entrega a un hombre común y corriente, y lo demuestra mediante algo humillante para la mentalidad hebraica, lavándole los pies, sucios y plenos de inmundicia. Piensa; puede que sea inteligente, pero se centra en los análisis que realiza de lo ya vivido, mientras no presta atención al futuro que nace ante sus ojos. Craso error.
Y en primer plano a nuestra izquierda un trabajador de ley, buen cumplidor. Afeitadico, como Dios manda, concentrado en la tarea, mens sana in corpore sano, ¡qué hay que ver que piernas!, descalzándose según le han pedido; no discute, no critica, solo sigue lo que se dispone .... Pero hay más; fijémonos... Jesús, ahí a nuestra derecha, es el origen y desde Él existe una línea diagonal, plena de dinamismo, alrededor de la cual están todos, tanto los sentados a la mesa como, al cabo, Tomás y Judas; termina en el mundo material de obras humanas. El camino de la existencia, entre lo eterno y lo presente.
Pero también podemos dejar de lado esa perspectiva oblicua y centrar la mirada en el triángulo: el pequeño grupo de Jesús en primer plano a nuestra derecha y a nuestra izquierda ese que sigue con prontitud lo que se le dice, y allá en su vértice la mesa con el resto de los apóstoles en su entorno. Jesús enseña el camino, un apóstol obedece, mientras el resto duda, piensa, se distrae, discute, sobreactúa, ... El triángulo nos contiene, a todos, aunque deja fuera a la duda y a la solitaria ... ¿soberbia?, pues la traición es consecuencia y no causa.
Pero Jesús, Pedro y Juan, situados en una esquina, son sin embargo el núcleo pictórico de la obra. No ocupan el centro, no están en el lugar principal de la pintura. Pedro, cabezón, pedrusco más que Simón, no ceja, no rebla. Parece aragonés; se le mete algo en la sesera y no hay manera. ¿Pero cómo me vas a lavar Rabí, si no soy digno de ti?. Y Jesús, conociéndole, le contesta con calma:¡Anda qué eres canso; deja de protestar, qué agotas!; ¿no me sigues?. ¡Pues leñe déjame hacer lo que quiero de una .. vez!. Mientras, Juan, sintiendo el Amor que nos creó, calla, siente y se entrega. La actitud del perro, fija la mirada, atento a lo que ocurre, simboliza la fidelidad de lo que cuenta el artista a lo que sucedió.
Y sobre la cabeza de Jesús, micer Comín despliega la robustez de su composición, jugando con el tiempo. Tras una puerta se aprecia la sala del Cenáculo, superponiendo dos tiempos sucesivos en la obra. Juega con la perspectiva para crear una idea; sitúa el hecho principal en la esquina de la derecha y en primer plano, y desde allí proyecta la acción diagonalmente hasta aquel arco triunfal del fondo por el que se accede a la Naturaleza, transformando algo privado en abierto, en público; para ello se apoya en las líneas de la mesa, en los diversos volúmenes y vanos arquitectónicos y en el diseño del pavimento del salón.
Que por cierto, ¡majicas baldosas, en malva y azul!. Se nota que la
Iglesia va a tener buen gusto...
3 comentarios:
En todos los cuadros se pierde algo al ver una reproducción, pero en este, por la particularidad de su perspectiva, se pierde la sensación de que se mueve contigo cuando caminas frente a él. Si lo ves frontalmente, parece que todos los apóstoles están un poco a sus cosas, desperdigados. Si lo contemplas desde la derecha, se aglutinan como comentas ante la figura de Cristo y Pedro.
La primera vez que vi este cuadro, ya hace muchos años, me pregunté el porqué la mayoría eran ancianos si los discípulos de Jesús, salvo Juan que era más joven, serían más o menos de su edad. Y tuve la misma sensación que tengo al verlo ahora: más que una cena íntima, de despedida entre compañeros, parece una escenificación de la misma, como si todo fuera un inmenso escenario lleno de actores que van a representar la Sagrada escena. Sólo le faltan los cortinajes a modo de telón a ambos lados de la escena. Puede que por eso Santiago sea tan burro con su compañero, por las prisas en preparar todo en el ensayo.
Sólo el Cenáculo de la derecha me transmite esa sensación de intimidad.
Judas, como Tomás, siempre me resultó cercano. Por eso, dónde ves a alguien de espaldas al mundo, que se da importancia, yo veo a un hombre atribulado por lo que tiene que cumplir, del sacrificio que va a realizar (el de su compañero pero también el suyo propio, pues quedará denostado por la posteridad) uniendo las manos, quizás para rezar en busca de fuerzas. Aunque no lo parezca, se entrega al Amor a través de la renuncia.
Charlemos... Si alguien sabe hacerlo con el Arte eres tú. Durante años, la doctrina católica nos enseñó que los Apóstoles eran un grupo apiñado tras Jesús. Pero una lectura atenta de los Evangelios nos muestra unos hombre -hombres repito y no espíritus puros- que dudan, están equivocados y muestran sus contradicciones. ¿Cómo transcurrió la cena en que Jesús instituyó uno de los dos únicos sacramentos que aparecen en los Evangelios -la Eucaristía y el Bautismo en el Jordán-?. Una cena, comida y vino, conversación, chanzas, ¿recuerdas macho cuando..?. ¡ERAN HOMBRES, HOMBRES!, no caricaturas que sirven a malos predicadores para explicar lo que no saben. Lo más probable es que se orientase más en algún momento hacia este cuadro que a la estampa cuasi milagrosa de la sala del fondo.
Por otro lado, aunque es obra renacentista, apunta a lo que será el Barroco en una de sus características esenciales. Si este puede reducirse a una palabra sería "escenario" y eso es lo que vemos, aquel donde el autor representa una obra basada en lo que sucedió un atardecer...
Hoy me colé en su fiesta, con tanto hombre y les oí charlar.
Y convencida quedo de que mi querido Judas, apartado del resto como aquellos tímidos que siempre se ven solos en una fiesta pues su anfitrión y amigo está con el resto, está intentado unir sus manos en un rezo.
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