Palabras, palabras, que cual trenes me llevan a conocer nuevos paisajes

domingo, 30 de octubre de 2011

Una mañana, un lugar

Cementerio de pueblo. Mañana de domingo. Gentes que descienden de coches grandes. Ropas lucidas. Se reconocen: ¿qué tal Nicasio?; ¡buenos días Encarnación!; soy la veterinaria; ¡uy, no te había conocido!; ese me pretendió..; ¡que vieja está, cuanto ha perdido..!

Lápidas negras. Mármol. "No te olvidan, tus hijos, su esposa, 78 años, diciembre de 1969". De vez en cuando, en lugar de lápida, una ventana de cristal y tras ella, pequeños floreros, un marco, una foto. Muchas flores en el cementerio. De plástico, que así duran más.

Hola, ¿no te acuerdas de mí?. Leoncia, la del churrero. ¡Ah ya!. Viejas que se escrutan, sayas grises, chaquetas de punto con pelotillas. La pastelera no ha venido, ¡con lo que la cuidaron los tíos!

El cristal está tan guarro, años sin recuerdos, que solo es posible imaginar que dejó tras él el amor, quizá la desesperación. "El niño..., 18 de julio de 1943, a los diez meses, tus padres". ¿Tanto dolió que sangra hoy la ausencia? Otra lápida blanca, dos hermanos, ocho y diez años. No hay flores. Los niños olvidados.

Una puerta metálica oxidada en un murete. No es alta. Miro.. Un trozo de tierra sin cuidar entre tapias. Cardos, hierbas altas. Y un montón de huesos, muchos rotos, de color bermellón, sucios. Pudridero final.

Nuestra existencia. Principio y fin. Máximo legal, 99 años

2 comentarios:

Ana María dijo...

Parece que es lo mismo en todas partes, también yo estuve el domingo en el pueblo y todo lo que escribe me es muy, muy familiar.

Anónimo dijo...

A veces, mucho cariño. Muchos recuerdos.

A veces, cada vez, quizá, menos miedo.

Buena tarde.