Cae la tarde y el calor de agosto. Observo la vida. Frente a mí, al otro lado de la pequeña plaza de los cedros del Líbano, la fachada trasera de la casa es gris, de cemento picado, con sencillos balcones corridos de hierro que soportan las ventanas, cubiertas por viejas persianas enrollables de listones verdes de madera. Solo algún ventanuco aislado rompe la simetría.
Está sentado junto a la ventana, en una silla de enea, vestido con pantalón gris y camisa blanca, cubierta la cabeza con boina negra, apoyadas sus manos en la gayata, inmóvil, la mirada fija, quizá en el recuerdo, puede que en sueños no vividos; quien sabe. Nadie a su lado, pasan las horas. Silencio.
En la plaza, a la sombra de un cedro, una pareja muy joven. Ella es rubia clara, delgada, de fino aire y aspecto cuidado; él, inquieto, un tanto adán y con cada pelo a su aire. Ella contempla, él asedia. Él inclina la cabeza, insinuando el beso, adelantando el brazo; ella sonríe, pero no concede. Ella escucha en silencio, él es palabra desbordada. Él se acerca, ella finta con suave estilo. Ella va cediendo, él regala promesas.... Al fin, él la besa despacio en los labios; ella entrega amor, que no fe.
El anciano, ella y él. La vida. Unos se inician probando sus verdades, otros repasan sus fracasos. El tiempo fluye. Comienzan a brillar las estrellas. Y yo, como siempre, charlando conmigo mismo, comprendo que unas veces vivimos realidades y otras sueños. Unas y otros, nuestros. En muchas personas, están tan alejados que tiñen de amargura la existencia.
Sentí siempre que lo que creía era verdad, de modo que acabé convenciéndome de que lo que hacía también era verdad. Así que he paladeado en innumerables ocasiones la eficacia del método de prueba y error. Hoy tengo en el corazón un gran archivo de errores y en la mente uno pequeño de aciertos que me permiten decidir rapidísimamente. Por todo eso, suelo hablar aquí de mí, de mis sueños y de mi realidad. Mis sueños son los de Turu, débil; mi realidad, de quien les escribe. Hoy se que mi verdad coexiste con otras, que no es la única posible. Y también se que mis fracasos son míos.
Está sentado junto a la ventana, en una silla de enea, vestido con pantalón gris y camisa blanca, cubierta la cabeza con boina negra, apoyadas sus manos en la gayata, inmóvil, la mirada fija, quizá en el recuerdo, puede que en sueños no vividos; quien sabe. Nadie a su lado, pasan las horas. Silencio.
En la plaza, a la sombra de un cedro, una pareja muy joven. Ella es rubia clara, delgada, de fino aire y aspecto cuidado; él, inquieto, un tanto adán y con cada pelo a su aire. Ella contempla, él asedia. Él inclina la cabeza, insinuando el beso, adelantando el brazo; ella sonríe, pero no concede. Ella escucha en silencio, él es palabra desbordada. Él se acerca, ella finta con suave estilo. Ella va cediendo, él regala promesas.... Al fin, él la besa despacio en los labios; ella entrega amor, que no fe.
El anciano, ella y él. La vida. Unos se inician probando sus verdades, otros repasan sus fracasos. El tiempo fluye. Comienzan a brillar las estrellas. Y yo, como siempre, charlando conmigo mismo, comprendo que unas veces vivimos realidades y otras sueños. Unas y otros, nuestros. En muchas personas, están tan alejados que tiñen de amargura la existencia.
Sentí siempre que lo que creía era verdad, de modo que acabé convenciéndome de que lo que hacía también era verdad. Así que he paladeado en innumerables ocasiones la eficacia del método de prueba y error. Hoy tengo en el corazón un gran archivo de errores y en la mente uno pequeño de aciertos que me permiten decidir rapidísimamente. Por todo eso, suelo hablar aquí de mí, de mis sueños y de mi realidad. Mis sueños son los de Turu, débil; mi realidad, de quien les escribe. Hoy se que mi verdad coexiste con otras, que no es la única posible. Y también se que mis fracasos son míos.
El humo nubla mis ojos....
4 comentarios:
Se respira en su vuelta tranquilidad, sosiego, me gusta.....¡Es usted tan dulce caballero!.
Un achuchón
Leve y breve como esa voluta de humo que se disipa.
El éxito de todos los fracasos… porque se ven ajenas la luz de la aurora y el ocaso, los ojos de un tiempo no sirven para otro.
Los ojos siempre están nublados por la niebla. Pero es mejor la niebla que las lágrimas, es mejor imaginar que no sentir, es mejor vivir que temer.
Una cosa es la Verdad y otra es la opinión de cada uno. Y luego está el tiempo, como tú dices: lo que sirve para el anciano de la mirada perdida no vale para el joven impaciente de besos. Lamentablemente los errores de unos no impedirán nunca a otros equivocarse.
Pero aunque vayamos envejeciendo, lo bueno es que siempre podemos volver a plantearnos todo lo que creímos verdadero. Y así seguimos intentando aprender a vivir, en las equivocaciones del corazón o en los aciertos rápidos de la lógica alimentada de la experiencia.
Nos hacemos algo más sabios si pulimos nuestro corazón con los buriles de la existencia, si lo despojamos de todo lo que sobra, si dejamos que brille en toda su plenitud el fuego que ilumina las estrellas, nada más.
De verdad que hay dos personas
dentro de tí..
Me has dejado meditabunda y meláncolica.El tiempo pasa tan deprisa...
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